La bandera potosina y Gesta Bárbara
La Ordenanza Municipal número 034/2002 de la Alcaldía de Potosí instituyó el 24 de Octubre de cada año como “Día de la Bandera Potosina”, en homenaje al movimiento reivindicatorio regional encabezado por el alcalde...
La Ordenanza Municipal número 034/2002 de la Alcaldía de Potosí instituyó el 24 de Octubre de cada año como “Día de la Bandera Potosina”, en homenaje al movimiento reivindicatorio regional encabezado por el alcalde Walter Dalence Morales en 1940.
En aquel año, los intelectuales de Potosí, Dalence entre ellos, habían advertido que, al faltar solo cinco años para conmemorar los 400 años de la ciudad, era preciso asumir acciones orientadas a una celebración en toda la regla. Ese fue el origen del Comité del Cuarto Centenario que tuvo la virtud de viabilizar la ejecución de algunas obras, la mayoría con recursos de los propios potosinos, ya sea mediante aportes personales o institucionales.
Pero los potosinos estaban conscientes de que Bolivia le debía mucho a esta ciudad y, por tanto, debía poner de su parte para los festejos. Ese pedido, sumado a otros que eran planteados periódicamente desde hacía años crearon un ambiente de tensión entre Potosí y el gobierno central, encarnado entonces en la figura del presidente Enrique Peñaranda.
En general, la situación del país era difícil. Con una izquierda fortalecida y con representación parlamentaria, Peñaranda —a quien se acusaba de haber llegado al poder mediante fraude electoral— decretó estado de sitio para frenar la arremetida sindical que se expresaba a través de los trabajadores del ferrocarril que pedían incremento salarial.
El ejército, que era el sustento del presidente, era el mismo que había combatido en el Chaco pero los desmovilizados, que eran mayoría, integraban los partidos políticos, agitaban los sindicatos y formaban la gran masa nacional.
Era la generación de posguerra, difícil, compleja, pero, por sobre todo, aguerrida.
La situación entre Potosí y el gobierno se había deteriorado ya desde agosto de 1939 cuando, tras la trágica y hasta ahora misteriosa muerte del presidente Germán Busch, la presidencia le había sido negada al sucesor constitucional, el vicepresidente potosino Enrique Baldivieso.
Con el razonamiento de que fue el propio Busch el que rompió el régimen constitucional al declararse dictador, el ejército, sobre el que pesaban sospechas de infiltración nazi, decidió que el presidente provisorio sería Carlos Quintanilla, a quien se le encomendó conducir las elecciones para elegir a un nuevo presidente. Tal vez por contentar a Potosí, se nombró comandante en jefe de las Fuerzas Armadas a Bernardino Bilbao Rioja.
Pese a su alto cargo, el héroe de guerra no se libró de las intrigas políticas de entonces porque lo convocaron a reunión en Palacio de Gobierno con el presidente y, por la tecnología de entonces, hasta ahora se desconoce la procedencia de la misteriosa llamada. Lo cierto es que, al llegar a las puertas de Palacio, Bilbao fue cobardemente golpeado por un grupo de desconocidos que, luego de reducirle, lo ataron y amordazaron para deportarle a Arica.
Fue en esa confusa situación que el pueblo de Potosí, encabezado por su alcalde, Dalence, recordó la deuda que Bolivia tiene con esta región —y no es pagada hasta ahora— y reclamó obras con motivo de la proximidad del cuarto centenario de la ciudad. No era un simple reclamo porque se dijo que, si la región no era atendida, se iba a proclamar su federalización.
A estas alturas del siglo XXI, la respuesta de Peñaranda es harto conocida: prevaliéndose del estado de excepción, mandó tanques a Potosí y puso en prisión a Dalence. Solo la presión del pueblo potosino logró la libertad de su alcalde quien, tras dejar la cárcel, sacó del baúl de su ilustración la historia de la bandera potosina, una que, según las escasas referencias que se tenía entonces, había sido entregada por los propios reyes católicos a Colón, cuando este partió a América, y después otorgada como emblema de la ciudad por el rey Carlos I de España, mejor conocido como Carlos V de Alemania.
Con la información que Dalence tenía, se trazó la imagen de la bandera que debía ser “de color rojo y blanco, diagonalmente contrapuesto con dos castillos de oro y dos leones rojos respectivamente en ellos. Al centro, en fondo oval de azur, el Cerro Rico de Potosí”.
La Ordenanza Municipal número 32/40, que reponía la bandera potosina, fue promulgada el 24 de octubre de 1940 y disponía que la inauguración del emblema sería el 10 de Noviembre de ese año, fecha de la efeméride departamental.
Así, rescatada de una historia que, para 1940, todavía estaba confusa, la bandera que, según las referencias históricas, llegó al continente con Colón, y fue otorgada a Potosí por Carlos V, pasó de ser eminentemente monárquica, y, por lo tanto, colonialista, a símbolo de la rebeldía de un pueblo que supo enfrentarse a un gobierno despótico aún con el país bajo los efectos de un estado de sitio. Tal vez por eso, mediante la Ordenanza Municipal No. 0016/72, el entonces alcalde, José Zárate Victoria, dispuso la supresión de “los castillos, leones rampantes y el cerro” dejando la bandera “simplemente con los cuatro carteles, rojos, blancos, diagonalmente contrapuestos”.
Desde entonces, la bandera potosina no solo se luce en los desfiles y flamea en las fachadas de los potosinos en fechas importantes. También se enarbola en las marchas de protesta y es la compañera inseparable de movimientos de reivindicación regional como la marcha del zinc, de la década del ’70, que dio paso a la construcción de la planta de fundición de La Palca, o las que se realizaron cuando el Comité Cívico Potosinista, entonces presidido por Facundo Gómez, se oponía al contrato con la transnacional Lithium Corporation para la explotación del litio del Salar de Uyuni en condiciones excesivamente favorables para la empresa estadounidense.
La bandera acompañó también las marchas y huelgas de 19 días, en 2010, y las de 2015, cuando la paralización de labores duró 27 días. Una de las imágenes que acicateó la duración de esa huelga fue la que transmitió la televisión desde La Paz mostrando a una potosina que, bandera rojiblanca en mano, era golpeada en el suelo por efectivos del orden. Los potosinos se indignaron tanto por el atropello a una mujer como por ver hollada su bandera.
Con los antecedentes provistos por el presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia Potosí, Walter Zavala, el Concejo Municipal de Potosí aprobó en 2002 la ordenanza que declara al 24 de octubre Día de la Bandera Potosina y así se celebra desde entonces. Se dispuso, además, la reposición de la bandera tal cual la diseñara Dalence en reconocimiento a la rebeldía de 1940. Quedan para la historia, como los antecedentes descritos, los nombres de los firmantes de ese documento, el del entonces presidente del Concejo Municipal, Jorge Vidaurre Orsolini, y la de la concejala secretaria, Cledy Ruiz. Quien la promulgó fue el alcalde subrogante de entonces, Manuel Mezza Pinto.
Como se puede corroborar repasando el primer tomo de la “Historia de la Villa Imperial de Potosí…” de Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela, los antecedentes de esa bandera arrancan el 6 de enero de 1492, siete meses antes de la partida de Colón del puerto de Palos de Moguer, cuando los ejércitos españoles habían logrado liberarse del yugo musulmán al que estuvieron sometidos por más de 700 años e ingresaron triunfantes a Granada portando ese estandarte.
De entonces a 1940 pasaron 448 años y, si bien la bandera original se perdió en los tiempos, pues la última referencia histórica dice que Antonio José de Sucre la envió de regalo a Bogotá, pervivió en el recuerdo de los potosinos que la rescataron con Dalence y ahora, 525 años después, la enarbolan orgullosos.
Bandera viajera
El historiador Walter Zavala afirma que la bandera potosina se basa en el estandarte que fue bordado por la propia Isabel la Católica antes del ingreso de los españoles a Granada. Esta versión parece basarse en la que fue rescatada por Dalence ya que él la incluye en el poema que escribió para el símbolo potosino y la estrenó el 14 de enero de 1942.
“Tú vienes de Granada, / cardó tus blasones con besos y canciones las manos de Isabel / y al mundo de Atahuallpa, garrida y pendenciera, de estirpe regia y fiera, / te trajo un genovés…”, dice un verso de esa composición.
La versión sobre el origen de la bandera potosina ocupa todo un capítulo, el VIII, en la “Historia…” de Arsanz. En su epígrafe se lee lo siguiente: “Recibe el Cabildo de esta Imperial Villa de Potosí por nuevo Alférez Real al Gobernador Don Juan de Zárate. Celébranse a su costa solemnísimas fiestas. Declárase la antigüedad de su estandarte real y las batallas en que se halló”.
Citando como fuente a Pedro Méndez, lo que el cronista mayor de Potosí cuenta en este episodio es que la bandera que enarbolaron los españoles al ingresar a Granada llegó a nuestro continente en manos de Martín Alonso Pinzón, el mayor de los tres hermanos que acompañaron a Colón en su primer viaje a América y capitán del navío “La Pinta”. El detalle es que, según esa narración, no había una sino dos banderas: “Y añade el dicho autor Pedro Méndez que con este estandarte vino otro que asimismo se halló en la conquistada de Granada en manos de don Alonso Méndez Niño, tío suyo, que el dicho estandarte quedó en la isla de Haití (que es La Española) y este otro pasó al reino de México continuando la conquista, y de allí a las provincias de Honduras hasta hallarse en la ciudad de Nombre de Dios, de donde el marqués don Francisco Pizarro lo tomó para la conquista de este peruano reino”.
Tras la invasión del Cusco, la bandera habría sido llevada por Gonzalo Pizarro a los Charcas donde fue fundada la Villa de Chuquisaca o La Plata, hoy Sucre. A partir de ahí, Arsanz describe el periplo de la bandera que estuvo en las batallas de Abancay (12 de julio de 1537), de las Salinas (6 de abril de 1538), Chupas (16 de septiembre de 1542), Huarina (20 de octubre de 1547) y Jaquijahuana (9 de abril de 1548).
Según el cronista, la bandera volvió al Cusco pero Alonso de Alvarado, conocido por haber conquistado el señorío de Chachapoyas y fundar la ciudad con ese nombre, la hizo llevar a La Paz, luego a Potosí y luego nuevamente a La Plata. La permanencia del estandarte en Cusco, La Paz y Chuquisaca dio lugar a un pleito entre las tres ciudades que reclamaban derechos sobre ella pero, finalmente, el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, que gobernó entre 1590 y 1596, decidió que le sea restituido a Potosí tras haberse informado que el pabellón le fue conferido a esta ciudad por el propio Carlos V. “Estando litigando sobre él todas tres ciudades, por impedir cualquier escándalo avisaron del caso al excelentísimo señor don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, virrey que entonces lo era de todo este reino, quien por haber tenido noticia de que el emperador Carlos V hizo merced de este estandarte a la Villa Imperial de Potosí, mandó su excelencia se le restituyese”, refiere.
Arsánz habla de un último viaje del estandarte, para la pacificación de Tucumán, pero luego permanece en Potosí durante por lo menos el tiempo de vida de Arsanz y su hijo Diego quien completa la “Historia…” con los últimos ocho capítulos.
La versión de Zavala difiere de la referida en algunos detalles. Así, el historiador dice que la bandera llegó primero a San Salvador, hoy Cuba, el 27 de octubre de 1492 y después es llevada a México pero en manos de Hernán Cortez. De allí es introducida a Honduras por Cristóbal de Olid. Este último fue, efectivamente, uno de los acompañantes de Cortez en la conquista de México, a quien traicionó después, y fundador de la población de Triunfo de la Cruz en Honduras. Con esos datos, se puede presumir que el traslado de la bandera pudo ser entre 1519 y 1524.
El historiador coincide con el traslado de la bandera a la conquista de Cusco, que se produjo en 1533, pero afirma que antes estuvo en Colombia. Otro agregado es que, antes de a Chuquisaca, el estandarte fue llevado a Porco.
Zavala no menciona la decisión del marqués de Cañete para poner fin al pleito de las tres ciudades porque, en su versión, el asunto fue resuelto por el propio Carlos V y también afirma que “a partir del año 1578, el referido pendón español era paseado por las calles de Potosí cada 25 de julio, fecha dedicada al apóstol Santiago el Mayor ‘patrón de España’ y de esta ciudad imperial”. Arsanz detalla que en ese “su primer paseo”, el alférez fue don Juan de Zárate, a la sazón gobernador de las provincias de Chucuito y Tucumán.
Como la “Historia…” de Arsanz solo llega hasta 1737, es Zavala quien termina de contarnos sobre la bandera al señalar que su exhibición pública fue prohibida por el rey Fernando VII en 1812, a raíz del alzamiento del 10 de Noviembre de 1810, pero fue sacada nuevamente a pasear en ese año por orden de José Manuel de Goyeneche “en señal de desagravio a España”.
Agrega que en fecha 30 de marzo de 1825, el mariscal Antonio José de Sucre dispone que el estandarte sea enviado como obsequio hasta Bogotá donde permanecería hasta el presente.
Sobre la otra bandera, Zavala afirma que esta “tuvo el orgullo de tremolar en la famosa batalla naval de Lepanto” y luego “fue obsequiado a Potosí por el rey Felipe II de España en 1572, siendo portador de este glorioso emblema el virrey del Perú Dn. Francisco de Toledo. Depositándolo en la iglesia de la Compañía de Jesús, en cuya sacristía guardábase cuidadosamente, permaneciendo allí por cerca de dos siglos, para luego ser trasladado a España por órdenes del rey Carlos III”.
Gesta Bárbara
Los sucesos de 1940 fueron indudablemente motivados por la rebeldía de los potosinos de entonces, quienes fueron influidos por los excombatientes de la todavía reciente Guerra del Chaco, pero el movimiento en sí, y particularmente la recuperación de la memoria histórica sobre la bandera regional, se debe atribuir a los intelectuales encabezados por Walter Dalence.
El alcalde de 1940 no solo aprovechó su condición de autoridad para liderar el movimiento sino que se valió de sus conocimientos para argumentar en favor de la recuperación de la bandera.
Es preciso hacer notar que en 1940 solo existía referencias de la “Historia de la Villa Imperial de Potosí” escrita por Arsanz y, quizás por eso, ni siquiera había certeza sobre el nombre del cronista pues muchos lo llamaban Nicolás Martínez y Vela. Por aquel entonces, el manuscrito de Arsanz estaba extraviado y, como había más de una copia, se publicó los primeros 50 capítulos en Buenos Aires recién en 1943 (la obra completa es la edición de la universidad de Brown, en 1965).
Pese a eso, Dalence conocía la historia de la bandera viajera y la repetía en las tertulias del grupo cultural al que pertenecía, “Gesta Bárbara”.
Como ya se sabe sobradamente en Potosí ahora, Gesta Bárbara fue un movimiento cultural que surgió en 1918 con figuras como Carlos Medinaceli, María Gutiérrez, Alberto Saavedra Nogales, José Enrique Viaña, Walter Dalence, Armando Alba, Fidel Rivas, Armando Palmero y el peruano Arturo Peralta que firmaba sus escritos como Gamaliel Churata.
Los trabajos de Gesta Bárbara fueron publicados en una revista que alcanzó 11 números y estuvo vigente hasta 1930. Estos trabajos, que serán reeditados por la Casa Nacional de Moneda, son algunas de las pruebas plenas de la existencia del grupo cultural cuyo centenario conmemoramos desde este 2017.
Obras tan conocidas como “la Chaskañawi”, de Medinaceli, y “Cuando vibraba la entraña de plata”, la novela del Potosí colonial que escribió José Enrique Viaña y fue recientemente reeditada por la Biblioteca Boliviana del Bicentenario, son una consecuencia de ese movimiento cultural cuyo influjo fue tan grande que inspiró grupos similares en Cochabamba, La Paz, Oruro, Tupiza y Santiago de Huata.
Dalence, por su parte, se dedicó al teatro y la poesía y de esta última es su obra “Luciérnagas”. Dejó también un legado periodístico pero, debido a que este fue notoriamente influenciado por sus preferencias políticas, queda al margen del estudio del personaje. De él, Mario Araujo Subieta dice que fue un “bardo de perfil aquilino, parlamentario de fuste, elocuente e imaginativo, patriota y galante”.
Zavala reseña que “a pocos días de cumplir 29 años de edad, ingresó al grupo cultural más destacado que tuvo la Villa Imperial de Potosí, cual fue Gesta Bárbara, en cuyo seno hizo conocer su vocación por la poesía y el periodismo, mostrándose con un corazón de honda nobleza como el pan de los pobres donde no cambian las pequeñeces”.
Con el devenir de la historia, su legado mayor vino a ser la bandera potosina cuyo día se conmemora el 24 de Octubre. No en vano, Araujo escribió que Dalence era “apegado irresistiblemente a su tierra y a su gente, (tenía) tintes marcados de fuerte orgullo cívico potosinista e hipertrofia de espíritu patrio (que) tiene la mayor parte de sus escritos, o los chaparrones verbales de orador intuitivo, sus exhortaciones ardorosas que pronunciaba con arrebatos llenos de furor, levantando los ánimos, antes las muchedumbres dóciles y suaves, sobre cuyo espíritu de mercurio tenía el privilegio de desatar borrascas”.
Y el 24 de Octubre es, también, el aniversario de nacimiento de Cecilio Guzmán de Rojas, el pintor boliviano más importante del siglo XX cuyo mayor mérito, según la mayoría de los autores, fue la recuperación de la figura del indio como valor estético.
Guzmán de Rojas nació el 24 de octubre de 1899 en la Vieja Casona; es decir, en el antiguo edificio que cobija desde 1826 al Colegio Nacional Pichincha. Su talento le permitió ganar una beca para estudiar en la Academia de San Fernando de Madrid y sus cuadros, cuya evolución pasa por lo menos por cuatro periodos bien definidos, fueron exhibidos en salones de Europa.
El director de la Casa Nacional de Moneda, Vladimir Cruz, afirma que Guzmán de Rojas fue el verdadero impulsor para la creación de un museo en el edificio que había quedado prácticamente sin uso desde que dejó de acuñar monedas. “En realidad fue él quien motivó a toda la sociedad potosina para que este repositorio cultural llamado Casa de la Moneda se convierta en museo. Él organizó la primera exposición para dar inicio al museo”, dijo.
Y aunque la mayoría cree que en Gesta Bárbara solo se cultivó la palabra, el centenario sirve para recordar que el movimiento aglutinó también a cultores de otras artes, como fue el caso de Guzmán de Rojas. “Tal vez él fue el que más comulgó con las ideas de (Gamaliel) Churata, porque de alguna manera trató de reflejar las tesis políticas de Churata y porque en él vemos este fuerte concepto sobre lo indígena”, agrega.
Entre algunas de sus confesiones, Churata decía que “no debo ocultar que mi actitud fue en ese entonces francamente revolucionaria en literatura y en política, y esto me permite colegir que una revolución tan particular era lo positivamente ‘bárbaro’ de nuestra conducta.
Debido a ello, el 24 de Octubre no solo se conmemora el Día de la bandera Potosina sino también el nacimiento del gran esteta de los andes. Dos fechas guiadas por un solo norte, Gesta Bárbara. •