La brecha ignorada

“¿Podremos, como sociedad, reconocer que ellos también necesitan protección?”, cuestiona la autora de este artículo, en una mirada femenina distinta.

La brecha ignorada

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La brecha ignorada


    Cecilia De Marchi Moyano para ECOS
    Ecos / 19/11/2017 14:45

    Hace unos trece años, en Australia, un par de hombres se encontraron en un bar para conversar sobre un amigo en común. Este amigo había sobrevivido al cáncer de próstata, pero no a la depresión que le siguió y se había suicidado. Entre los temas de conversación, se habló de que no había una campaña de información suficiente para que los hombres estuvieran más alerta de su salud. Al final de su encuentro, decidieron hacer una campaña de recolección de fondos: el “Movember”. La propuesta de estos amigos es dejarse crecer el bigote como forma de mostrar solidaridad a lo largo del mes de noviembre y participar en una colecta de fondos con actividades como conciertos, conversatorios o maratones. Se eligió este mes porque el 19 (hoy) se celebra el Día Mundial del Hombre. Sí, existe un día mundial del hombre.

    Los hombres tienen en el mundo una esperanza de vida seis años menor que las mujeres: suelen morir más jóvenes. Hay pues una serie de enfermedades y condiciones que pasan por el hecho de ser hombres que los pone en condición de vulnerabilidad frente a enfermedades y contextos que no afectan en igual medida a las mujeres.

    Hay algunas enfermedades que son exclusivas de los varones, como el cáncer de próstata o el de testículos. El de próstata es el segundo tipo de cáncer más común en los hombres, con más de 1,1 millones de casos registrados en el año 2012. Tiene una incidencia muy similar al cáncer de mama, pero no tiene el mismo apoyo en medios y programas para su detección temprana.

    El cáncer testicular, por otra parte, afecta sobre todo a hombres jóvenes entre los 29 y 30 años. Ambas enfermedades tienen un buen pronóstico en caso de detectarse a tiempo, pero si no es así pueden tener graves consecuencias que van desde la pérdida de un testículo a la infertilidad o la metástasis hacia otros órganos. Estas consecuencias no solo son físicas, ya que pueden tener un gran impacto en la salud mental de los pacientes.

    Otro de los factores que inciden en la menor esperanza de vida masculina es la alta tasa de muertes laborales. Se calcula que en el mundo el 95% de las muertes accidentales en puestos de trabajo son de hombres. Es muy interesante la relación de esta alta mortalidad con los roles tradicionalmente masculinos: suele ser mucho más común encontrar a hombres tendiendo cables de alta tensión, haciendo trabajos de mantenimiento de carretera, manejando maquinaria de alto tonelaje, trabajando en la construcción de edificaciones y otras labores de alto riesgo. Lo notable es que también representan el 83% de las muertes accidentales en el hogar, ya que suelen ser los encargados de hacer reparaciones en los techos, pozos, arreglos eléctricos y otros trabajos domésticos riesgosos.

    En general, se calcula que los hombres representan el 97% de las muertes en primera línea en las guerras. En casi todos los países, los hombres no tienen opción para elegir si ir o no a participar en batallas: si no van son considerados desertores o traidores, y puede costarles la vida. Pero aunque no se encuentren en el frente de una guerra declarada, sí están en medio de otras formas de violencia: más del 80% de las víctimas de muerte violenta son varones en las microguerras económicas que encontramos en las calles o en las guerrillas donde la población civil se encuentra atrapada por batallas entre cárteles.

    Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren más de 510 mil hombres por suicidio, un número tres veces más alto que en el caso de las mujeres. Esta proporción se agrava después del divorcio, donde se estima que ocho hombres se suicidan por cada mujer. Este aumento se debe en gran parte a la desigualdad de trato que se tiene al momento de las sentencias de separación: la gran mayoría de las veces son las madres quienes obtienen la custodia de los hijos y una pensión. Más allá de que conozcamos muchos casos de hombres que se desentienden de sus hijos, hay también un buen número de mujeres que buscan separar a los hijos de sus padres, causando un sufrimiento tanto en los menores como en la expareja.

    No solamente en las sentencias de divorcio, sino que suele haber también una diferencia en la percepción de gravedad de un delito cuando es cometido por una mujer o por un hombre. Ellas suelen recibir penas más cortas por el mismo delito. En general tendemos a pensar que las mujeres son mejores personas, por lo que difícilmente se reconoce la existencia de mujeres agresoras. En el ámbito de las relaciones de pareja hay un porcentaje muy similar de deseo de control del otro entre hombres y mujeres, a través de la revisión sistemática del celular, limitación de salidas, uso de vestimenta, control económico, la amenaza y el golpe, aunque con resultados más graves cuando el agresor es hombre, dada su mayor fuerza física.

    Al no reconocer que los hombres pueden también ser víctimas de violencia doméstica, no existe ninguna campaña de apoyo, de prevención, de visibilización de la problemática o de protección. Sabemos que hay menos casos de hombres agredidos físicamente por sus parejas, pero no existen refugios o casas de acogida para hombres que hayan sufrido maltrato.

    No debe sorprender, pues, que los hombres sufran más de depresión, que sean quienes muestren una mayor tasa de alcoholismo o un mayor consumo de drogas duras. Ni que, en igualdad de condiciones, muestren un mayor índice de deserción escolar o de fracaso en el mundo laboral. Si bien hay un porcentaje mucho mayor de hombres que de mujeres en altos cargos dirigenciales, empresariales y tecnológicos, se calcula que el 80% de las personas indigentes son hombres.

    Mientras se han desarrollado muchas campañas para mejorar la condición de vida de las mujeres, que ha sido uno de los grandes logros humanos, se ha dejado de lado el reconocimiento del papel positivo que juegan los hombres. Es más, todo logro histórico masculino es visto ahora desde la desconfianza, dejando a las nuevas generaciones de hombres sin modelos positivos que seguir e imitar.

    Cada uno de los géneros se enfrenta a retos diferentes y problemas distintos. Las mujeres suelen sufrir más agresiones de tipo sexual y de relaciones, mientras que los hombres suelen sufrir más todos los demás tipos de agresión. Las mujeres fueron recluidas en el ámbito doméstico en nombre de la seguridad, mientras que los hombres tuvieron una vida más pública, pero a costa de que sus vidas sean consideradas desechables. Ambas cosas deben cambiar.

    Sí, existe un día mundial del hombre. Esta celebración aborda tres temas centrales: discutir sobre la salud masculina, evidenciar el rol positivo de los hombres en la sociedad, y el reconocimiento de las inequidades que sufren los varones. Estos temas han sido dejados de lado por mucho tiempo, pero es necesario ponerlos en agenda para lograr una sociedad más justa y menos agresiva, más igualitaria y con mayores esperanzas para la vida de todos.

    La verdadera masculinidad tóxica es no reconocer la vulnerabilidad masculina. No es un problema solo de hombres: ¿podremos, como sociedad, reconocer que ellos también necesitan protección? •

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