“China Morena, Memoria Travesti”
Un libro del movimiento TLGB recoge la historia del personaje festivo
¿Sabías que en las décadas del 60 y el 70 las figuras originales de la morenada eran representadas por homosexuales? David Aruquipa, investigador y gestor cultural, revela este dato fruto de un estudio que realizó junto con Paula Estenssoro y Pablo Céspedes y que plasmó en el libro Memorias colectivas “Miradas a la historia del Movimiento TLGB de Bolivia”, en el capítulo correspondiente a la “China Morena, Memoria Travesti”.
El libro de Aruquipa "La China Morena: Memoria Histórica Travesti", cuya edición se agotó, es un resumen investigativo que recrea la historia de como nace el personaje de la figura emblemática de la Morenada. La historia concebida en los años 60 y 70 revela que este personaje fue creado por un grupo de homosexuales y travestis.
Aruquipa es un administrador de empresas paceño con postgrados en preparación y evaluación de proyectos, gestión cultural y estudios de género. Fungió como Presidente del Colectivo de Trans, Lesbianas, Gays y Bisexuales (TLGB) de Bolivia y es autor de varios libros sobre cultura y diversidad sexual.
Él participó en un simposio realizado entre el 22 y 24 de marzo en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), donde habló de la “China Morena, Memoria Travesti”, como parte del I Festival Nacional de Danza Folclórica CIOFF Bolivia.
Las awilas, supay y morenas
Mientras Gerardo Rosas se abría paso para ser reconocido como homosexual q’iwa en la cultura popular de Sucre y Jaime del Río se hacía parte del cancionero popular en Cochabamba y La Paz, otros personajes de la comunidad TLGB se recreaban en el Carnaval de Oruro, una de las fiestas más importantes de Bolivia.
Aruquipa dice que en esas muy estudiadas manifestaciones culturales se dejó de lado a personajes travestidos como la awila, la china supay y la china morena.
Indica a ECOS que la única presencia femenina en el Carnaval, desde sus inicios hasta la década de los 60, fue la de la Virgen del Socavón, patrona de Oruro, y de manera subyacente la de la Pachamama, deidad que encarna la tierra.
“Esta ausencia se debe al conservadurismo de la sociedad, que cuidaba las buenas costumbres y la moral. La ausencia de mujeres biológicas se cubría con hombres vestidos de féminas y seguramente también por ‘maricas’”, sostiene el investigador.
Así apareció en la danza kullaguada la awila, un hombre jocosamente vestido de mujer, que carga una muñeca en la espalda como representación de la guagua. Es un personaje travesti, burlesco y alegre que exalta la sexualidad con movimientos coquetos increpando a los hombres en la fiesta para que reconozcan la paternidad del niño que carga.
La china supay en cambio es otro personaje femenino representado también por un varón en una danza íntegramente masculina. Ellas representan a la carne, la seducción y la lascivia, dice Aruquipa.
Una danza sicalíptica
Destaca que desde inicios del siglo XX las chinas de la morenada, llamadas “figuras”, hacían gala en la fiesta de la Virgen del Socavón con su danza “sicalíptica” (malicia sexual, picardía erótica, según el Diccionario de la RAE) como la llamaban los medios de comunicación.
Entre los años 50 y finales de los 60, la china morena fue personificada por varones vestidos de mujeres; “eran heterosexuales y homosexuales que no se identificaban abiertamente”, complementa Aruquipa.
La vestimenta de esas figuras era muy diferente a la que actualmente usan. Tenían una pollera larga, como de las señoras paceñas, y botas cortas.
“Hasta ese momento la china morena no tenía un rostro necesariamente marica, q’iwa u homosexual. Esto solo sucede cuando inicia un proceso de visibilidad y rebeldía ‘marica’”, explica el investigador.
Visibilizando a los “maricas”
Fue Carlos Espinoza, uno de los personajes más importantes del Carnaval de Oruro, quien promocionó y creó la “figura”, generando una revolución en esa época al promover la visibilidad de los “maricas” en las fiestas de aquel carnaval y en la Entrada paceña del Gran Poder.
Espinoza también impulsó la participación de las mujeres en la entrada con los trajes que se conocen hasta hoy.
“No se trata solo de una historia oral, sino en realidad de una historia de desprendimiento y valentía de varias maricas (como se denominaba por entonces a los homosexuales) que ya fallecieron como Liz, Pocha, Barbarella, Verónica y Danny, cuyas voces fueron hechas públicas a través del citado libro junto con las de Titina, Diego Rommy, Johana, Candy, Lulú, Ofelia, Karen, Kuki, Paula, Rommy, la Loba, Danny y otras que se convirtieron en las principales informantes y protagonistas del libro”, detalla Aruquipa.
Según el estudioso, en el libro se plasma la historia de varios travestis que a golpe de buena fortuna, voluntad y discriminación construyeron el famoso personaje de la china morena. A finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado, bailaban de forma seductora en fraternidades de morenadas del Carnaval de Oruro y del Señor del Gran Poder incorporando dos ingredientes fundamentales: actitud y estética.
Inspiración
Aruquipa dice que la creación de la china morena tuvo como inspiración a otros personajes populares —que se conocían gracias a los medios de comunicación y el cine de esa época— como las vedettes argentinas y mexicanas, las rumberas cubanas y otras mujeres.
Por entonces, las sensuales medias de red, las botas altas que llegaban hasta los muslos, los ajustados corsés, las mangas anchas tipo mariposa, los cancanes, los volados, las pelucas, los peinados bombé, los canelones y el maquillaje fuerte no solo sirvieron para que oculten la masculinidad biológica, sino también para que se transformen en personajes únicos, bellos y seductores.
Es así que el estilismo fue el instrumento que revolucionó y creó al personaje al que bautizaron como china morena, en un tiempo en el que la guerra de Vietnam estaba en su punto más álgido, así como el movimiento hippie y la revolución musical liderada por los Beatles y Rolling Stones.
En esos años las demandas por mejores condiciones de vida y educación eran el pan de cada día, siendo las revueltas de los estudiantes en Francia y las luchas contra las dictaduras en América Latina muy notorias; cuando la familia y la sociedad en conjunto postergó el reconocimiento de la opción sexual de mujeres y hombres, con prejuicios que se arrastraron hasta el siglo XXI.
Eran signo de categoría
No obstante, la presencia de las chinas morenas no fue rechazada por las fraternidades folclóricas en Bolivia. Al contrario, “con un gesto definitivamente intercultural se convirtieron en el toque de glamour de las morenadas. Las chinas eran tratadas como estrellas y reinas por las familias de los pasantes”, relata Aruquipa.
Su arte y aporte a la cultura popular fue reconocido plenamente y las chinas morenas eran muy solicitadas por las fraternidades. De hecho, su presencia constituía un signo de distinción.
Si en una morenada había chinas, la fraternidad era “de categoría”. Por eso, según el investigador, eran contratadas con un año de anticipación. Y las fraternidades pagaban su transporte, hotel, el traje y un estipendio por su participación en la entrada folclórica y la fiesta.
Sin embargo, a decir de Aruquipa, además de las historias de travestis que aportaron al folclore en Oruro y La Paz, lo que impacta del libro Memorias colectivas “Miradas a la historia del Movimiento TLGB de Bolivia” es la memoria fotográfica e histórica de la china morena, que muestra cómo la gente la veía y admiraba pues era la atracción y el talismán de los grupos de danzarines.
“Quiero resaltar la continuidad a la tradición formada a través de miembros de la familia Galán, que volvieron a incorporar en las fiestas a la china morena y otros personajes como el whapuri Galán, como un acto de reivindicación, reinterpretación y justicia a la memoria de estas compañeras”, finaliza Aruquipa. •