Cecilio Guzmán de Rojas, más allá del billete de Bs 10

Cecilio Guzmán de Rojas, el mítico pintor potosino, el más renombrado del siglo XX, ganó adeptos y detractores. También investigador y protector del patrimonio artístico y arquitectónico del país, su vida estuvo...

Su vida estuvo rodeada por un halo de misterio Su vida estuvo rodeada por un halo de misterio

Evelyn Campos López ECOS
Ecos / 10/06/2018 00:27

Cecilio Guzmán de Rojas, el mítico pintor potosino, el más renombrado del siglo XX, ganó adeptos y detractores. También investigador y protector del patrimonio artístico y arquitectónico del país, su vida estuvo rodeada por un halo de misterio.

Con los nuevos billetes de corte de 10 bolivianos que circulan desde abril pasado, de a poco desaparecerán los antiguos que llevan la imagen de Guzmán de Rojas y se convertirán en piezas de colección. En el flamante ciclo del papel moneda no hay artistas ni escritores: el mundo artístico cultural se queda sin representación en la moneda nacional. Pero el recuerdo del pintor potosino quedará plasmado en sus obras y en la memoria de sus seguidores.

Una fiel admiradora

La gestora cultural Amparo Miranda es una fiel admiradora de este célebre artista plástico, entre otras cosas por su perseverancia y por el respeto que él tenía por el indígena. Varias publicaciones lo describen como un genio, con carácter fuerte, culto, políglota e incansable investigador.

El entusiasmo de Miranda por Guzmán de Rojas la motivó a reunir una importante colección de libros, publicaciones de diarios y fotografías sobre su vida y obra. Además, tuvo la oportunidad de visitar y de alojarse en la casa del artista, ubicada en la calle Abdón Saavedra N° 2221 del barrio de Sopocachi, en La Paz, y compartir durante una semana con el hijo del artista plástico y su esposa.

De esta forma, ella relata a ECOS detalles inéditos sobre la vida de Guzmán de Rojas.

Su vida privada

El pintor (Potosí, 1900 - La Paz, 1950) se casó con la potosina de origen eslavo María Luisa Riskowsky, con la que tuvo dos hijos: Enrique, pintor y arquitecto ya fallecido, e Iván Guzmán de Rojas, ingeniero de profesión que fungió como presidente de la Corte Nacional Electoral y es creador del Altamuri, un sistema de traducción simultáneo basado en el aymara.

Iván Guzmán de Rojas tuvo dos esposas. La primera fue Ula Wesner, con la que engendró cinco hijos: Marcel, Carola, Tania, Noreen y Diego. La segunda, Gladys Dávalos Arze, le dio una hija, Cecilia, que actualmente vive en España.

El misterio del tapado

Miranda dice que al igual que muchas historias que se cuentan en Potosí, la vida del pintor siempre estuvo rodeada de misterio.

El pintor fue hijo del profesor de literatura Cecilio Guzmán y de Justa Rojas. Como su padre no tenía mucho dinero, el director del colegio Pichincha lo invitó a vivir en un ambiente de ese recinto educativo.

Se dice que cuando Justa Rojas estaba embarazada, encontró un tapado en uno de los ambientes del colegio, antiguamente convento de la Orden Bethlemita.

“El descubrimiento del tapado se tornó dramático y afectó a doña Justa y también a Cecilio, lo que explicaría en parte su carácter y genio”, comenta la gestora cultural.

Pintura indigenista

Guzmán de Rojas se formó en España, en la Real Academia de San Fernando de Madrid. Allí estudió junto a destacados maestros españoles.

En enero de 1929, presentó su exposición final con obras que mostraban la patria que había dejado lejos, paisajes y motivos bolivianos, con los que iniciaba su pintura indigenista.

Muy influenciado por el cubismo aprendido en España, abrió un nuevo movimiento artístico, modificó técnicas, estilos y rompió reglas. “El beso del ídolo”, “Triunfo de la naturaleza”, “Andina”, fueron algunos óleos que mostraban los personajes que Cecilio decidió pintar, a pesar de que en esos años el indígena estaba invisibilizado para los demás.

También se caracterizó por pintar desnudos de mujeres. “Dice que algunas damas se escandalizaban de que otras posaran semidesnudas, (pero) él les hablaba y las convencía de posar”, señala Miranda.

El famoso pintor amasó una fortuna con sus obras.

Guerra del Chaco

Guzmán de Rojas también fue a la Guerra del Chaco y como muchos jóvenes bolivianos resultó una víctima más de la contienda bélica. Su cuerpo sucumbió en ese ambiente hostil y enfermizo y su alma quedó profundamente lastimada por el horror de la guerra. Después contó su testimonio en contra de la injusta refriega a través de sus pinturas.

Durante la firma del Tratado de Paz, en 1935, expuso varias obras como “Avitaminosis”, “Insolación”, “Rezagado” y “Paisaje de la Campaña del Chaco”, en el marco de la serie “Guerra del Chaco”.

Venganza

La vida de Guzmán de Rojas impresionó a mucha gente, por ejemplo al famoso escritor Óscar Cerruto que en su obra “La muerte mágica” relata aspectos de la vida del pintor; por ejemplo, el viaje que hizo como becario a Londres, en 1945, para trabajar cerca de la obra de Leonardo da Vinci. Y no deja de referir al misterioso encuentro del tapado.

Cerruto describe un pasaje por demás extraño, en una trama de venganza. Cuenta que Guzmán de Rojas había reunido todas sus investigaciones en un cuaderno que fue robado por un arquitecto de apellido Dellepiane en Argentina.

Tiempo después, el pintor anunció que se vengaría de un amigo. De acuerdo al relato, el artista en Buenos Aires hizo que Dellepiane, que estaba en Londres, cayera delante de un camión y muriera.

Miranda afirma que no es solo novela y que la confirmación de su venganza está descrita en una libreta azul, pequeña, en cuya carátula se puede leer “Libro de oro. Londres, febrero 1947”. Ella tuvo acceso a ese documento cuando visitó su casa en La Paz.

En una de las hojas de esa libreta, Guzmán de Rojas escribió:

“Antes que nada no olvidar los libros, fotos y antigüedades (dibujos) que me ha robado Delponte por medios hipnóticos. Tengo que sentarle la mano con el mismo refinamiento, pero con más poder porque el que tiene razón, justicia y moral es el que triunfa”.

Según la gestora cultural, en los baúles del pintor abundan revistas sobre esoterismo y cosas así. Recuerda que también le llamaban el “brujo de Llojeta”, porque practicaba el desdoblamiento. “La única explicación sobre la muerte de Dellepiane es que Cecilio se desdobló para empujarlo”, conjetura.

Investigaciones

El pintor dedicó los últimos años de su vida a la “pintura coagulatoria”. Pensaba que los materiales que utilizaron los grandes maestros no eran solo oleos o pinturas al aceite.

Su taller se convirtió en un laboratorio y con los apuntes de Leonardo da Vinci, empezó a hacer mezclas diferentes a las que llamó así: pintura coagulatoria.

Dio conferencias sobre la interpretación de las fórmulas de Leonardo, descritas en el Tratado de la Pintura, enigmáticas como esta: “Sal hecha de excremento humano quemado y calcinado al fuego lento y de modo análogo todos los excrementos hacen ‘sales’ y estas sales destiladas son muy penetrantes”.

Pese a que sus exposiciones fueron criticadas y hasta vapuleadas, él siguió con sus experimentos.

“Cecilio nació con la fatalidad de la buena estrella. Algunos criticaban su obra porque ganó fama rápidamente, decían que era un genio porque no le costaba pintar; otros no aceptaban las pinturas de desnudos de mujeres”, agrega Miranda.

Su muerte otro misterio

La vida de Cecilio terminó la madrugada del 14 de febrero de 1950

La noticia del periódico daba cuenta de que unos indígenas habían encontrado un cadáver en una propiedad de Llojeta, el valle que había pintado muchas veces. Cecilio tenía, de acuerdo con el informe policial, dos disparos en el pecho.

Fue velado en su domicilio de Sopocachi y también en la Biblioteca Municipal, antes de ser enterrado en el Pabellón de los Ilustres del Cementerio General de La Paz.

Varias publicaciones aseguran que Guzmán de Rojas se suicidó a los 50 años.

Presencia indiscutible

Una resolución del Ministerio de Educación denominó a la Escuela Nacional de Bellas Artes con el nombre del pintor potosino.

Además de una galería artística en la sede del Gobierno, las ciudades de La Paz y Potosí tienen calles que llevan su nombre y, como dijo Iván Guzmán de Rojas, las dos son calles retorcidas, como le hubieran gustado a Cecilio.

“Aunque los billetes de 10 bolivianos ya no lleven su autorretrato, y aunque intencionalmente lo ignoren, su presencia es indiscutible. Seguiremos recordándolo cuando pasemos por los museos que ayudó a organizar y por alguno de los edificios que él protegió declarándolos monumentos nacionales”, dice Miranda.

Al respecto, menciona el Museo de Arte Retrospectivo en Potosí (hoy Casa Nacional de Moneda) y la Pinacoteca Nacional en La Paz (hoy Museo Nacional de Arte). También una obra de Melchor Pérez de Holguín que él ayudó a catalogar y restaurar.

Estará presente por siempre en el arte boliviano, según Miranda, cada vez que se aprecie su “Cristo Aymara”, “El Beso del Ídolo” o su autorretrato.

“Muchos artículos desde 1950 adelantaron lo que diríamos hoy: No podemos decir que Cecilio Guzmán de Rojas desaparecerá. Quedan sus obras como legado a la nación y su nombre perdurará entre los nombres de los hijos esclarecidos de esta patria que, con sus sueños iluminados, su pasión y sus obras, la engrandecerán en el campo de la cultura cuya significación es la más perdurable.

Hombre de grandes pasiones, como todo genio, acaba de abrir con mano violenta las puertas de la inmortalidad. Su nombre es un luminar en la vida espiritual de Bolivia y su obra se mantendrá señera en el horizonte de la cultura nacional”, finaliza, emocionada, Miranda. •

 

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