El origen de la Alasita en Potosí

La palabra alasita ha suscitado y aún suscita bastante controversia en cuanto a su origen y significado, más todavía en su escritura en español.

El origen de la Alasita en Potosí

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El origen de la Alasita en Potosí

El origen de la Alasita en Potosí


    José Luis Pérez Coro (*) para ECOS
    Ecos / 17/06/2018 07:08

    La palabra alasita ha suscitado y aún suscita bastante controversia en cuanto a su origen y significado, más todavía en su escritura en español. Hasta hace poco, “alasita” se escribía con “c” y no con “s”; por ello, es común encontrarla en varios estudios y textos como “alacita” y no “alasita”. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y el Diccionario de Bolivianismos, Alasita es: “1. f. Bol. Feria artesanal”.

    Como se observa, la Real Academia Española (RAE) da una muy ambigua referencia y significado de esta palabra, pues ni siquiera menciona que se trata de una feria artesanal de la miniatura, que es su particularidad frente a otras similares.

    Por otro lado, también se suele nombrarla en plural, con lo que se pronunciaría “Alasitas”.

    La palabra “alasita” es con toda probabilidad un término aimara castellanizado que, según Antonio Paredes Candia y Yolanda Bedregal, quiere decir “cómprame” o “compra de mí”, que en castellano transformado en bolivianismo se pronuncia en plural: “alasitas”.

    Por otra parte, según Huáscar I. Vega L.: “La denominación Alacita deriva del verbo aymara alathaña que significa comprar y alacita equivaldría a cómprame”.

    Si la palabra Alacita o Alasita deriva de Alathaña, es poco probable que signifique “cómprame” pues este concepto mercantil era distinto, sino desconocido, al que los aimaras tenían antes de la llegada de los españoles a América. No existía el concepto actual de compra y venta de productos, sino de algo parecido al trueque.

    También es común —y así lo resalta Paredes Candia— que el populacho denomine a esta celebración y feria como “las Alasas”, un término reciente pero muy a menudo utilizado.

    Existe también otra transformación en su significado como la que dice: “Vamos a la cita” haciendo una referencia ambigua a ir a la “Alasita” o “Alacita”. O de manera más picaresca significaría: ir a una cita amorosa o a un paseo amoroso.

    Al respecto, Vega apunta lo siguiente:

    “Conseguí un dato curioso, fruto del cual elucubré algo que peca hasta de gracioso, pero explica de alguna manera el trastoque del nombre Alacita por Alasita (con letra ese en lugar de ce). Resulta que, según Palza, el marqués Juan Contreras de Villarreal se asustó muchísimo cuando oyó que la gente de la ciudad hablaban de 'el 24 vamos a Alacita' él entendió 'vamos a la cita' y pensó que era un código para complotar y alzarse y producirse otra masacre parecida a la del 28 de septiembre de 1814... Quizá por eso cambiaron el nombre por Alasita con ese, pues es harto conocida la notable diferencia en pronunciación que tiene para los españoles la ese de la ce; de este modo es menos probable la generación de ese error en comprensión”.

    Lo anterior hace referencia a los levantamientos insurgentes, las manifestaciones emancipadoras o separatistas y las guerras de independencia en el Alto Perú, específicamente los ocurridos en la ciudad de La Paz a comienzos del siglo XIX.

    En Potosí

    En su inicio, la Alasita no fue fiesta ni feria, tal cual se conoce actualmente. Es más, el mismo denominativo de “Alasitas” es posible que haya sido adoptado de la Alasita tradicional de la ciudad de La Paz, donde el Ekeko es su gran protagonista. Y aunque tanto en La Paz como en Potosí esta fiesta tiene en la actualidad mucho en común, su origen en la Villa Imperial va más allá.

    Esta pintoresca fiesta y feria tiene origen en la cultura andina, milenios antes de como se la concibe actualmente. En Potosí, como en otras regiones, tiene origen en la veneración de las sagradas Huacas y las Illas, los ritos ancestrales y costumbres que hasta hoy han llegado casi intactas en su esencia, aunque transformadas y adaptadas por el tiempo y las circunstancias.

    Las noticias más antiguas de estas costumbres y ritos las traen los cronistas que a partir del siglo XVI escribieron lo que los incas, quechuas y aimaras les iban relatando acerca de su cultura y su pasado.

    Al respecto, son invaluables las noticias que nos traen las relaciones, informes y crónicas vinculadas con la campaña de la “Extirpación de Idolatrías en el Virreinato del Perú” y la Inquisición. Esa fue una gran campaña sistemática para averiguar quiénes practicaban estos ritos y costumbres, considerados diabólicos para los religiosos españoles.

    Así, mediante un cuestionario y método estricto —no exento de engaños, tortura y amedrentamiento— hacían confesar la práctica de estos ritos y a qué deidades iban dirigidas. Esto involucró a todos los pobladores del antiguo Imperio Inca, y no solo para saber quiénes eran considerados o sospechaban de ser herejes, sino también a cuáles y a qué dioses rendían culto, con quiénes y cuándo lo practicaban.

    De aquellas oscuras campañas evangelizadoras quedaron varios informes, como el famoso y detallado libro de Pablo José de Arriaga intitulado “Extirpación de Idolatrías en el Perú” publicado en 1621. En ese libro se detallan ciertas costumbres, ritos, etc., que aún hoy se practican en esta parte de América, referentes a las Huacas. Se nombran varios dioses o deidades andinas a los que se reverenciaba en los andes ancestrales y de los que muchos perviven hasta hoy. El culto a las huacas y las illas llegó hasta nuestros días y puede advertirse en la feria de Alasitas.

    Es común aun hoy ver en los hogares de las provincias potosinas vestigios de estas costumbres. En lugares especiales de sus casas se guardan este tipo de objetos, no como adornos sino como Illas; así, se puede observar además monolitos, esculturas en piedra y cerámica, monedas antiguas, piedras preciosas y raras... Todos estos objetos, en gran parte, se presentan en miniatura. Destacan los objetos cotidianos de trabajo y los animalitos, encontrándose así diminutas llamas, vacas, mulas, alpacas o caballos acompañados de pequeños arados, picos y palas. Todo esto de factura pequeña, que ellos consideran vitales en su cotidiano existir. En ciertas épocas, los adornan con mixturas y confetis realizando las ch’allas tradicionales, entre otros rituales.

    K’oas y ch’allas

    La ch’alla es un acto significativo e importante, de gran simbolismo telúrico y universal en el mundo andino. Todo acto importante debe estar precedido de una ch’alla. Una ch’alla es un acto ritual que consiste en realizar una ofrenda significativa y de fe. Generalmente se la realiza con una libación de líquidos y bebidas espirituosas que se esparcen y rocían en la tierra y en el lugar sagrado, al que se dirige la ch’alla.

    También se suele ofrecer sahumerios que van acompañados de cantos, oraciones y rezos, dirigidos a lugares sagrados, a santas y santos católicos, así como a deidades del mundo religioso andino. La ch’alla es un acto en señal de agradecimiento y respeto.

    Esta y otras prácticas estaban prohibidas en la época de la Colonia, así que estas manifestaciones y actos rituales eran escondidos de la Inquisición. Pese a estas prohibiciones, muchas de estas costumbres coexistieron ocultas a la extirpación de idolatrías practicadas en la dominación española. Así pues, resulta increíble cómo sobrevivieron hasta nuestros tiempos aunque con un carácter más sincrético, sobre todo en los centros urbanos. •

    * José Luis Pérez forma parte de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP)

    Huacas e Illas

    Las Huacas no tienen una definición exacta de lo que son y no son. Pueden ser objetos materiales, como también objetos y seres no materiales. Generalmente se las asocia a las montañas, ríos, lagos, caminos, senderos, etc., sitios y lugares que tienen una significación trascendental en la cosmovisión del hombre andino. Pero no solo eso, una Huaca también puede ser un objeto precioso, ya natural o moldeado por el hombre; como esculturas o figuras que representan a seres sobrenaturales, antropomorfos, animales o antepasados humanos convertidos en entes protectores, o incluso deidades. Así, una piedra aparentemente común puede ser considerada una Huaca, por las características históricas o la forma especial que tenga. En la antigüedad, todos los habitantes de los Andes tenían alguna o varias huacas en sus casas, en sus poblados y en sus territorios.

    En los andes se conoce como Illas a un sinfín de objetos y rituales con significados varios. Así, Ludovico Bertonio, en su “Vocabulario Aymara”, ofrece la más antigua noticia y significado de la palabra “Illa” que manifiesta que es “cualquier cosa que uno guarda para provisión en su casa, como chuño, maíz, plata, ropa y aun las joyas”.

    Enrique Oblitas Poblete, en su gran obra “Cultura Callahuaya”, sostiene que “las ‘Illas’ son amuletos que tienen forma de llamas, ovejas, alpacas, etc., o sea ganado de toda clase, piedras preciosas, raras o de gran tamaño, las monedas antiguas también son Illas, estos amuletos tienen el objetivo de procurar el procreo del ganado, la protección contra el rayo, las enfermedades, el zorro, los cóndores, etc. Las piedras preciosas, pepas grandes de oro, la piedra bezoar obtenida del hígado de los venados, llamas y vicuñas, las piedras obtenidas de los aerolitos, y conchas marinas, son Illas que tienen por objeto llamar la fortuna. Las Illas de plata son monedas antiguas que se colocan en bolsas de guardar dinero y las cajas fuertes para que atraiga la plata y esta acumularse en cantidades considerables”.

    Así pues, estas variadas “Illas” son el origen de los característicos objetos que se puede encontrar en una feria tradicional de Alasita.

    El origen de esta costumbre no estaba ligado a la fiesta y feria de la Alasita tradicional actual, que se manifiesta en forma de feria comercial en la que se comercia con objetos.

    Estos objetos de los que hablan Bertonio y Oblitas Poblete eran entremezclados con ritos y costumbres especiales, generalmente heredados de generación en generación. Obtenidos como regalos o ya hallados, encontrados, o sustraídos en algunos casos, como resultado de batallas y guerras, en las que se obtenían estos objetos, o ya simplemente intercambiados o fabricados por ellos mismos. Otorgados en muchos casos por poderosos sacerdotes, como retribución de algún favor o servicio, etc.

    Es imposible precisar el origen de procedencia; sin embargo, se sabe que antiguamente existían lugares sagrados de culto y peregrinaje, a los que se acudía desde los lugares más lejanos de los andes para rendir culto a las Huacas y a las deidades más poderosas. Es probable que en estos sitios se ofrecieran estas “Illas”. Un ejemplo de ello son lugares de culto como Tiahuanaco, el Cerro de Potosí entre otros sitios construidos o naturales.

     

     

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