Leer o no leer, ¿esa es la cuestión?
La opinión de literatos, libreros, editores, bibliotecarios y un bibliotecólogo
Shakespeare planteó en su Hamlet la disyuntiva del “ser o no ser” como una cuestión de vida o muerte. En lo cultural, leer o no leer no implica tanto, pero sí resulta determinante, por lo menos gravitante. Y, siendo honestos y autocríticos, el hábito de la lectura no es —especialmente— lo nuestro.
Los países asiáticos lideran los índices de lectura más conocidos del mundo. Uno de esos rankings lo arma la agencia NOP World, parte de la consultora Gfk, e incluye 30 naciones en las que la gente dedica más horas semanales a la lectura. Bolivia no aparece en esa lista.
A nivel de Latinoamérica, nuestro país ni siquiera figura en los estudios realizados en los últimos años por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC). Según esa fuente, en 2012 Argentina era la nación de más lectores, un lugar de privilegio que perdió, de acuerdo con los resultados de una encuesta efectuada en Chile en colaboración con el mismo Centro, a manos de este último país en 2016.
Es subjetivo hablar de países lectores o no lectores; además, generalizar nunca es bueno. Pero, considerando el hábito promedio de la población, dentro de la región latinoamericana, seguramente estamos lejos de varios de nuestros vecinos.
Lo importante es concentrarse en el fomento de la lectura. Este es un mercado chico (algunos libreros calculan que la proporción de lectores en Sucre debe ser de 1 a 3 o 4 respecto de Cochabamba, Santa Cruz o La Paz). Se pensaba que una buena manera de motivar el consumo era a través de la Ley del Libro “Oscar Alfaro”, promulgada en 2013, y lo es. Salvo el detalle de que esa norma nacional presenta fallas elementales.
¿Tenemos una “crisis de lectoría”, como se escucha cada tanto? Para conocer la realidad en la que nos encontramos y no quedarnos con lo que escuchamos o nos cuentan muchas veces sin una base real de información, ECOS acude a voces relacionadas con la lectura: libreros, editores, bibliotecarios, un bibliotecólogo, varios escritores, todos lectores…
La cuestión
Según la escritora Ericka Bruzonic, la cuestión es “leer por costumbre”. Y en nuestro medio “se lee”, opina por su parte la escritora e historiadora Rosario Barahona, responsable de la Biblioteca de la Casa de la Libertad, “quizás poco, pero se lee”.
“Se dice comúnmente que existe una crisis de lectores, pero no es verdad, o por lo menos no del todo. Si uno acude a las bibliotecas de la ciudad se evidencia la presencia de usuarios: universitarios, investigadores (nacionales y extranjeros), colegiales, etc.”, agrega Barahona.
Omar Alarcón, poeta, cineasta y co-editor en Editorial Pasanaku, coincide con ella en que se lee poco; y con relación a lo que afirma Bruzonic, en su criterio, “existen muy pocas personas que leen por placer o por ‘superación personal’; en todo caso, estos momentos se han reducido muchísimo”.
Para él, las nuevas tecnologías ocupan el tiempo libre que en otra época correspondía al libro.
En la misma línea, Maritza Valdez, directora general de la Fundación BiblioWorks, una ONG que implementa bibliotecas y realiza actividades de motivación a la lectura en nuestro medio, sentencia que “se lee poco (…), hay una notable crisis de lectores jóvenes y adultos, los que más leen son las niñas y los niños en el departamento (Chuquisaca)”.
María Soledad Cuiza es la jefa de Biblioteca del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB) y se muestra preocupada por qué es lo que se lee. “A diario vemos jóvenes, adultos, incluso niños inmersos en lecturas digitales que mucho o poco pueden ser provechosas (…) Pienso que a nivel de lectura histórica, literaria, social, es poco lo que se lee en Sucre”.
Directamente pesimista se muestra Jhonny Peñaranda, bibliotecólogo y comunicador social: “Nunca fue como hoy nuestra realidad de la lectura tan crítica y en extinción”. Cuestiona los textos “invasivos” que se alojan en celulares, redes sociales e Internet, y considera que “este tipo de lectura no es más que banal, insustancial y empobrecida”.
El poeta y editor del suplemento Puño y Letra en CORREO DEL SUR, Alex Aillón, morigera su respuesta al señalar que “estamos igual que siempre y vamos de acuerdo a los tiempos que corren”. Se refiere también a la tecnología: “Con el boom del Internet creo que hay más acceso a la lectura, salvo que de todo tipo, más fragmentada. Hay otro tipo de lectores”.
Finalmente, Aillón se pregunta acerca de la cuestión inicial: “¿Crisis? ¿Es que alguna vez tuvimos un gran momento de fiebre lectora?”.
Todos ellos, al margen de sus actividades profesionales, son grandes lectores y tienen contacto permanente con gente del círculo de la cultura de los libros en Sucre y el país.
Dos librerías, ¿pocos lectores?
Sucre, que entre sus títulos heredados de un pasado glorioso supo presumir el de “Culta Charcas”, tenía hasta hace poco una sola librería que ofrece obras originales y, por lo tanto, se ciñe a las formalidades de la ley. Una segunda se abrió recientemente con una oferta constituida en un 90% por editoriales independientes. Otras dos —al menos— mezclan la venta de originales y “piratas” (apócrifos). Y varias —un número creciente— se dedican a la comercialización de exclusivamente copias.
“Un libro te puede salvar la vida. A mí, algunos libros me han cambiado”, decía un usuario de Twitter como ensalzando el valor de la lectura. Pero no todos llegan a experimentar esa emocionante sensación. Un libro “no se come”, le respondieron una vez a Nayra Quiroga Lema, propietaria de la librería Rayuela, cuando ella lo sugirió como regalo de Navidad. “Los jóvenes no se interesan mucho por los libros”, dice a ECOS otra librera.
En general, ECOS recogió diferentes opiniones según las cuales la inmensa mayoría de los jóvenes pisan una librería o una biblioteca solamente obligados por la exigencia de su colegio o carrera universitaria de leer determinadas obras.
Por lo menos “ahora se piensa al libro como una opción de un buen regalo”, se consuela Quiroga, quien observa un “efecto contraproducente” en la Ley Oscar Alfaro “porque a los consumidores les damos una factura con tasa cero y no les sirve para descargarse el IVA (Impuesto al Valor Agregado), y a mí como librera me obligan igual a pagar el IT (Impuesto a las Transacciones)”. Además, hay nuevos aranceles que se cobran a los libros importados.
La economía
Librería Rayuela lleva diez años bregando contra la corriente de la piratería y la falta de iniciativas estatales para combatir la ilegalidad. “Es difícil pero mantenemos las mismas ganas de siempre de seguir trabajando por la librería y por que no se pierda todo lo que hemos logrado”, afirma su propietaria.
Y Rayuela avanzó mucho. Empezó con dos editoriales como proveedores y ahora cuenta con 12. Eso significa que hay empresas nacionales que confían en esta librería local, porque saben que ofrecerá sus títulos cumpliendo con todos los acuerdos de ley. Tiene a la venta únicamente libros originales.
¿Cómo es el mercado de Sucre para los libros?, le preguntamos a Quiroga y, de inicio, responde: “No es fácil”. Confirma que su “mayor competencia y problema son los libros piratas”, y que “la diferencia es abismal en cuanto a precios”.
“A mucha gente le gusta leer, pero su economía no le permite acceder a un libro original; entonces termina comprando libros piratas. Pero tengo clientes que han comprado pirata y les ha gustado tanto el libro que vienen por el original”. Su satisfacción por esa gratificante anécdota suena también a resignación.
Se abren más librerías (piratas)
En Sucre se abren continuamente tiendas de libros piratas. Y como no se inaugura un local sin que haya negocio a la vista, si se abren, venden. Y si venden, hay interés en la lectura.
Venden, sobre todo, obras que los colegios piden a sus alumnos, pero estos a veces se llevan un fiasco porque los libros piratas no garantizan calidad, ni siquiera completitud: se han denunciado casos en los que les faltan hojas. Además, Quiroga hace notar que están impresos en un papel que daña la vista, o que se trata de malas traducciones.
A todo esto se suma la cuestión legal. Detrás de cada reproducción no autorizada de una obra protegida por la Ley de Derechos de Autor hay una evasión impositiva y, por consiguiente, un perjuicio al erario nacional.
“Con los libros piratas se afecta al importador, al autor, a los libreros. Somos una cadena que nos vemos afectados con el libro pirata”, agrega la responsable de Rayuela, que acaba de trasladarse del interior del supermercado SAS al exterior de la misma calle J. Pérez.
Una (original) excepción
La nueva librería Nao, en la calle Calvo entre Avaroa y Potosí, es una excepción en un mercado local plagado de libros piratas: enfocada más en el mundo de las editoriales independientes, todas sus obras son originales. Como original es también su presentación al público, una propuesta novedosa incluso a nivel nacional.
Nao forma parte de un proyecto mayor, del Colectivo Tejiendo Futuro. “Hemos decidido trabajar no solamente desde la venta de libros, sino también como un espacio de actividades culturales que incluya también la formación de públicos”, previene a ECOS la coordinadora general del grupo, María Antonieta Herrera.
Ella, con seis meses en el rubro, advierte que la piratería afecta en gran medida al sector. Aunque reconoce que los autores independientes por lo general se salvan de las falsificaciones al no ser altamente “demandados”, y tampoco olvida que “si no fuera por las fotocopias, como exuniversitaria, tal vez no hubiera accedido a mucha información y conocimiento”, juzga que la piratería “para la industria nacional es totalmente perjudicial”.
Un viejo debate (no realizado)
La cuestión de la piratería forma parte de un viejo debate que excede a los libros. En este caso específico, en el país hay quienes están en contra y también quienes apoyan abiertamente a las librerías que venden libros plagiados.
“Hemos intentado tener una filial de la Cámara del Libro en Sucre, para que nos pudiera respaldar a la hora de tomar algunas medidas legales u oficiales (sobre este tema). Cosa que ha sido imposible porque se necesita un mínimo de cinco participantes o libreros”, comenta Quiroga, de Librería Rayuela. La capital tenía una. Ahora son dos.
Lo evidente es que la situación se torna tan contradictoria —y permisiva— que cada cierto tiempo se instalan ferias de libros piratas en la Casa Municipal de la Cultura y en la Casa de la Cultura Universitaria. Una muestra de que, aparte de la ausencia de debate al respecto, como el que se dio hace poco en Santa Cruz, las instituciones han resuelto alentar, en vez de combatir, la —hoy por hoy— ilegal piratería. •
“Tenemos clientes fieles”
Nayra Quiroga
Librería Rayuela
“Tenemos una cierta cantidad de clientes que son fieles, desde hace muchos años que siguen interesados y comprando. Creo que hay un sector juvenil que se ha empezado a interesar más por una literatura adecuada para la edad, que está marcando una etapa diferente. No es fácil. Nuestra mayor competencia y problema son los libros piratas, la diferencia es abismal en el precio, entonces a mucha gente le gusta leer pero su economía no le permite acceder a un libro original, entonces termina comprando libros piratas. Pero tengo clientes que han comprado piratas y les ha gustado tanto el libro que vienen por el original”.
“No hay mucha confianza”
María Antonieta Herrera
Librería Nao
“Los primeros meses han sido bastante cuesta arriba ir sosteniendo mes a mes este espacio. Hemos visto que el público ha ido fluctuando, hay meses más y meses menos, entonces es una de cal y otra de arena. Es un mercado pequeño.
Hay apertura, pero no mucha confianza en las personas como para adquirir o preguntar por un libro, ¡siquiera por hojearlo! (…)
A la gente le gustan las tapas vistosas, los contenidos más frescos, divertidos, pícaros (…)
A la poesía no le va también como al cuento, como a la novela”.
“La situación es crítica”
Jhonny Peñaranda
Bibliotecólogo
“El lector en extinción ha provocado el cierre de las pocas librerías con las que contábamos en nuestra ciudad, las bibliotecas son ahora solo lugares de consulta de libros de texto y de referencia hemerográfica y ya no aquel tradicional arquetipo a lo Borges, un paraíso del conocimiento y de mundos fantásticos. La situación es crítica, ya no tenemos clubes de lectura, instituciones que gestionaban cultura y promovían la lectura; la exención tributaria a la importación de libros no se ve en los precios; las nuevas tecnologías han secuestrado a los lectores; la literatura en las aulas escolares se ha frivolizado y el empeño ultraprescriptivo del maestro de determinadas lecturas provoca rechazo y aversión en los estudiantes”.
“Fomentar con ideas creativas”
Rosario Barahona
Escritora e historiadora
“Hace un par de años, la profesora de literatura de un colegio fiscal de las afueras de la ciudad me propuso participar de una actividad literaria. Planificamos no una, sino varias actividades de incentivo a la lectura con bastante éxito. En otra oportunidad trabajé con un hogar temporal de niñas huérfanas o en situación de calle, brindando un taller literario; el objetivo era que lean un libro completo y escriban una reseña; muchas chicas era la primera vez que leían un libro completo, inclusive que tomaban un libro entre manos. Con esto ejemplos quiero explicar que es posible fomentar el amor por los libros y la lectura a través de iniciativas creativas”.
“La piratería baja costos”
Omar Alarcón
Editor, poeta y cineasta
“Es cierto que la piratería perjudica al autor y las editoriales; sin embargo, baja los costos facilitando el acceso a libros que de otra manera serían mucho más caros (…) Para fomentar la lectura, empezar desde una edad temprana es importante. Fomentar en los niditos y kinders espacios de relajación en torno a la lectura de cuentos, brindarles libros infantiles permanentemente, dar el ejemplo como adultos. Asociar la lectura con temas de interés propios de la edad, fuera de los contenidos académicos. En la adolescencia, dar talleres de iniciación a la literatura y la creación literaria. En la juventud y adultez, brindar espacios de formación literaria, clubes de lectura, etc. Y quizás lo más importante, fomentar e invertir en bibliotecas públicas”.
“Debe haber un trabajo conjunto”
Maritza Valdez
Dir. Fund. BiblioWorks
“Los que más asisten a las bibliotecas son los niños de 9 a 12 años. Al parecer, hay una concepción errónea de que las bibliotecas son para niños, solamente, y que se asiste a jugar nomás (…) La lectura se debe fomentar con un trabajo conjunto entre autoridades municipales y educativas, educadores, maestros y padres de familia. Promocionar la lectura en casa y en unidades educativas, dando cumplimiento a la resolución ministerial que indica leer 10 minutos antes de iniciar cada clase. Dar cumplimiento al Plan Departamental de Lectura que se construyó hace tres años y que incluye actividades motivadoras de promoción a la lectura, plataformas articuladas y presupuestos. Elaborar de manera articulada el Plan Municipal de Lectura”.
“Las librerías son suficientes”
Alex Aillón
Poeta, editor de Puño y Letra
“Tenemos unas cuantas librerías y para el consumo son suficientes; aunque su oferta no es gigantesca, creo que alcanza. Lo pirata llena muchos vacíos, económicos fundamentalmente, porque su oferta en cuanto a calidad de literatura no es la mejor. Son producto de nuestro medio, de nuestras carencias y de la informalidad en la que se mueve nuestra economía.
¿Qué deberían hacer las autoridades para fomentar la lectura? Hace tiempo hicimos el encuentro de literatura para niños y jóvenes más grande de Bolivia, se llamó “Arí, la fiesta de las letras”, pero no hemos encontrado interés en los políticos para tan hermosa idea. No creo poder solucionar este problema dándoles un buen consejo”.
“Falta dar importancia a la biblioteca”
María Soledad Cuiza
Jefa de Biblioteca – ABNB
“No considero que el libro —en formato de papel— o las bibliotecas se encuentren en decadencia, lo que falta es darle importancia a la biblioteca para que vaya de la mano con los cambios actuales. Una biblioteca “moderna” puede interactuar perfectamente con la tecnología y mantenerse actualizada en su función de prestar servicio y acceso a la información y conocimiento; el detalle está en la forma de gestionarla, y esto solo se da con recursos, tanto humanos, tecnológicos como financieros. Para fomentar la lectura es importante lograr que sea una actividad de recreación más que una necesidad, desde el hogar y en los primeros años de vida. En la BPGML desarrollamos actividades de promoción y fomento a la lectura en unidades educativas, centros de acogida, centros penitenciarios, municipios de Chuquisaca y Tarija…”.