Mordeduras por animales potencialmente rabiosos
En la actualidad la rabia es una encefalitis causada por un virus (Rabdoviridae) y transmitida al hombre por la mordedura de animales infectados. Son animales potencialmente rabiosos:
1. Salvajes (lobos, zorros, mofetas, linces, murciélagos).
2. Domésticos (gatos y perros, principalmente cachorros sin vacunación).
3. Roedores (raramente).
Muchas personas son mordidas por animales y sus heridas corresponden, generalmente, a mordeduras de perros. La incidencia de la rabia en humanos ha disminuido considerablemente en las últimas décadas gracias a la efectividad de un programa de vacunación intensiva en cachorros, fundamentalmente perros y gatos. En el país, en la actualidad, el origen más frecuente de la infección por rabia tiene relación con el grupo de animales carnívoros de especies silvestres y vagabundos.
Se considera una exposición severa al virus de la rabia las mordeduras localizadas en la cabeza, la cara, el cuello, los dedos, o las de carácter múltiple. El resto de las heridas abiertas o de erosiones expuestas a la saliva del animal son consideradas como exposiciones moderadas. Es posible la transmisión por contacto directo con las mucosas.
El virus puede persistir en el punto de inoculación durante varios días hasta que se produce la progresión de forma pasiva por las estructuras nerviosas. En el sistema nervioso central, en la sustancia gris, parece que se multiplica en las neuronas.
La enfermedad en el hombre se caracteriza por tres fases: prodrómica, de excitación aguda y paralítica. La fase prodrómica es inespecífica, pudiendo cursar con anorexia, fiebre, malestar general y disfagia, siendo este un síntoma importante producido por las contracciones dolorosas de los músculos deglutores.
La fase de excitación aguda se caracteriza por aumento del nerviosismo, ansiedad, agitación, e incluso por crisis convulsivas. Si el paciente sobrevive, sufre la etapa paralítica (debido a la muerte neuronal), pudiéndose observar hipoxia, arritmias cardiacas, hemiparesia y coma. El resultado final es, en estos casos, invariablemente la muerte.
Tratamiento
El tratamiento de las mordeduras por animales potencialmente rabiosos incluye los principios quirúrgicos básicos en el cuidado de las lesiones de tejidos blandos (limpieza, antisepsia, desbridamiento y antibioterapia si procede).
La decisión médica más apremiante en estos casos radica en definir si debe o no administrarse tratamiento antirrábico en el paciente mordido, en función del tipo y estado del animal agresor, y de la exposición que ha recibido la víctima.
Cuando el animal es conocido y aislado, puede diferirse la terapia durante un periodo de observación en el que el animal puede morir por la rabia. Si el animal no es capturado se debe tomar una decisión basándose en la incidencia de rabia en la región y del comportamiento del animal al atacar.