¿Educación o agua?
La disyuntiva que divide a Mizque y Aiquile
Felipe Jiménez tiene 17 años. A diario se baña, desayuna y se limpia las manos para ir a la escuela, pero no lo hace como otros niños. Él se alista, limpia y alimenta con agua de la acequia. ¿La razón? Una sanción comunal contra su familia por no inscribirlo a la nueva escuela del lugar.
Este joven es dirigente de los estudiantes de Puente Pampa, una escuela situada desde 1975 en el límite entre los municipios cochabambinos de Aiquile y Mizque. Él siempre estudió ahí y su sueño es salir bachiller al lado de los compañeros y maestros con los que se formó durante toda su etapa escolar. Sin embargo, no sabía que la construcción de una nueva unidad educativa contigua a la suya le traería serios problemas a él y a por lo menos otras 12 familias de su zona.
Esperaron en vano
Como Felipe, 240 estudiantes de Puente Pampa esperaban que se mejore la infraestructura de su escuela a la que asisten. Pero, en lugar de eso, vieron cómo se erigió una nueva justo al lado de la suya. De acuerdo con las explicaciones de maestros, la decisión se debió a que la Alcaldía de Mizque, a la que se le asignaron recursos del programa “Bolivia Cambia, Evo Cumple”, desistió de invertir en el establecimiento educativo que se encuentra en territorio aiquileño.
Según padres de familia y maestros, antes de que se ejecute el proyecto se había acordado que los recursos serían para Puente Pampa, a donde acuden estudiantes tanto de Mizque como de Aiquile, por ello incluso demolieron parte de los ambientes más viejos. Pero en lugar de tener un mejor espacio para sus hijos, vieron cómo se erigió una escuela nueva que, una vez inaugurada, no contaba con los alumnos suficientes para justificar su construcción. Ahí nació el problema.
Un gran problema
Para pedir ítems de maestros para Jarquillas, la escuela financiada con recursos del Gobierno, se necesitaba tener estudiantes; fue así que dirigentes comunales exigieron que todas las familias de Mizque cambiaran a sus hijos de unidad educativa. Quince familias se rehusaron y fueron sancionadas con el corte de agua potable.
El profesor Emilio Claros cuenta que de las 15 familias, dos cedieron a la presión mientras que 13 optaron por apoyar a sus hijos en su decisión de continuar estudiando en Puente Pampa.
Desde hace cuatro meses, Felipe y más de una decena de estudiantes no tienen agua potable.
Para cubrir sus necesidades acuden a la acequia ubicada a unos 15 minutos de caminata desde la escuela, la misma adonde los animales llegan para beber agua o, algunas veces, incluso para despedir sus últimos minutos de vida.
Vómitos, diarreas, dolores de estómago y fiebre comenzaron a hacerse comunes en las casas de estos alumnos, especialmente entre los bebés, los niños pequeños y los adultos mayores.
“Parece que les infecta. Mi sobrinito se pone como triste, vomita y así, es un poco sucio porque consumen los animalitos y por eso estamos consumiendo eso, no hay de otra”, dice Felipe.
El patrón es el mismo. Consultados los niños de las 13 familias afectadas, concuerdan en que el agua de la acequia les enferma, pero es su única opción. Revelan que a veces la hierven, pero otras no porque la necesitan rápido —en varias casas todavía cocinan a leña o alternan con gas—.
Bañarse es otro desafío. La lama de las aguas que llevan a sus hogares usualmente les deja el cabello más sucio que limpio.
“Una vez me tomé y luego vomité un arbusto”, cuenta, entre sonrojos y risas, Yoselín Ocaña. Ella tiene 13 años y dice que junto con otras amigas intentaron ir a la nueva escuela, pero no les gustó que en el primer día de clases el profesor les preguntara si eran solteras, casadas o viudas. Prefirieron volver.
“Mi hermanito también estaba con dolor de barriga y cabeza más. Ha ido al hospital, nos han preguntado qué hemos comido y les hemos dicho que solo estamos tomando el agua de la acequia. Nos han dicho por qué y hemos contado que nos han cortado, y les hemos dicho que quieren que vayamos al otro colegio” (…)”En mi casa le hizo mal a mi papá” (…) “Le hace mal a los mayores y a los niños” (…) “Una semana estuve con diarrea, dolor de cabeza, vómitos y me daba calentura, mi cuerpo ardía y ardía” (…) “He ido a la posta y el doctor me ha dicho que vaya al nuevo colegio y le he dicho que no quiero porque no conviene”. Esas son algunas de las frases del grupo de niños afectado.
Principal causa de enfermedades
Según datos del Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la escasez de agua potable y de saneamiento es la principal causa de enfermedades a nivel mundial y cerca de 4.500 niños mueren cada día en el mundo por no acceder al agua.
Además, información difundida en su sitio web oficial da cuenta de que, en los países en vías de desarrollo, más del 90% de las muertes por diarrea a causa de no tener agua potable se producen en niños menores de cinco años. Una situación que golpea especialmente a las regiones donde los índices de pobreza son altos.
Amenazas versus rogativas
“Nuestros papás estaban tratando de arreglar. Primero, han pedido que por favor se arregle de buena forma y algunos también en la reunión han llorado y han rogado: ‘¿por qué nos hacen esto, si es libre estudiar?’. Pero lo han cortado siempre”, recuerda Felipe, quien vio cómo aprovechando la oscuridad de la noche, los dirigentes de su comunidad fueron a quitar los medidores de las casas de los estudiantes que se negaron a cambiarse de escuela.
“Vinieron unas diez personas y sacaron las llaves de paso y los medidores y se los llevaron; era de noche y no había forma de sacar foto (…) Les quitaron pese a que los medidores se compraron las familias. De unos tres o cuatro eran del sindicato, pero también les han quitado. Ahora han dicho que nos devolverán porque hemos entrado (al servicio de agua) con 500 bolivianos y han dicho que nos lo recojamos, pero que entraremos más caro al proyecto y que solo nos devolverán cuando cambiemos de escuela”, relata Felipe, a quien muchos conocen en su escuela como un líder nato.
Su voz tenue, su mirada tranquila y su facilidad para dialogar hacen de él un representante importante de los estudiantes castigados con el ilegal corte del servicio de agua potable a cambio de poder elegir dónde estudiar. Incluso les amenazaron con “hacer justicia por sus manos propias”.
Felipe y sus compañeros aseguran que quieren estudiar en Puente Pampa por los maestros que tienen años de experiencia y son reconocidos por sus padres que, pese a las dificultades, les apoyan en su decisión.
Sin embargo, a cuatro meses de no tener una gota potabilizada de agua, su voluntad y fortaleza comienza a flaquear mientras ven cómo a pesar de que denunciaron la situación incluso ante la Defensoría de la Niñez y Adolescencia de Aiquile, nada ha logrado devolverles el acceso al agua. •
La versión de la otra escuela
La flamante directora de la escuela Jarquillas, María Lina Roque, dice que sí conoce de la presión de los dirigentes a los padres de familia de los estudiantes que no quieren dejar Puente Pampa, pero que si bien tiene la posibilidad de intentar mediar en la situación, no puede intervenir en las decisiones de las comunidades.
“El problema es que aquí algunos vecinos han incumplido seguramente esos acuerdos de la comunidad para lo que decidieron, también en mayoría, que les pongan ese castigo, pero en la mayoría he visto que no ha habido problema y han venido a la unidad (...) Han venido a pedirme que les borre a los niños porque están en el otro lado y no pueden tener dos inscripciones”, comenta la Directora, que asegura que intentará hablar con los dirigentes para concientizarles respecto a su drástica medida.
Al margen de usar el agua para el consumo, las familias también la necesitan para el riego, por lo que la situación les afecta además en su modo de sustento.
Roque asegura que cuentan con 161 estudiantes registrados y sí reconoce que hay una dificultad en el hecho de que haya dos escuelas juntas por las fricciones entre comunidades. “Si no hubiese esos problemas no habría dificultades”.