Tres voces para un buen morir

Luego de ser aclamada, a teatro lleno en tres funciones seguidas, en la ciudad de La Paz, la última obra del Teatro de los Andes Un buen morir se estrena el próximo fin de semana en Yotala...

Tres voces para un buen morir

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Tres voces para un buen morir


    REDACCIÓN ECOS
    Ecos / 19/08/2018 02:31

    Luego de ser aclamada, a teatro lleno en tres funciones seguidas, en la ciudad de La Paz, la última obra del Teatro de los Andes Un buen morir se estrena el próximo fin de semana en Yotala, en la Hacienda de Lourdes, el viernes 24, sábado 25 y el domingo 26.

    Bajo la dirección del chileno Elías Cohen y con texto del poeta sucrense Alex Aillón Valverde, el Teatro de los Andes se entrega a una exploración humana del amor, la muerte, los encuentros y los desencuentros de una pareja de actores.

    La obra tiene mucho de testimonial. Un buen morir se aleja de los grandes formatos a los que nos tiene acostumbrados este elenco (Hamlet de los Andes y Mar) para sumergirnos en un universo íntimo en el que navegan y naufragan las palabras y las imágenes que van desplegando sus velas, a veces luminosas y a veces oscuras, a lo largo de esta puesta en escena.

    En estas páginas, escriben dos actores y un periodista que asistieron a Un buen morir en La Paz y nos cuentan por qué debemos ir a ver la obra.

    Las entradas ya están a la venta en la Alianza Francesa de Sucre e incluyen el transporte. •

    UN BUEN MORIR, AL PIE DEL TELÓN

    Cecilia Campos Villafani

    (Actora)

    Ahí están en escena ambos personajes: un Romeo y una Julieta dispuestos a morir, para acabar de contar una historia que ya sabemos desde el principio cómo termina. Pero el Teatro de los Andes siempre ha desarmado las historias clásicas para volver a narrarlas: menos épicas, más de cada día; menos románticas, más de cualquier persona; con sus propios discursos de carne y hueso, tal como sucede en “Un buen morir”, donde los actores rompen la regla de los personajes establecidos y convierten la distancia de la muerte en un encuentro, en una bienvenida.

    Hay un escenógrafo capaz de hacer llover por tus ojos. Un poeta que ha hilado palabras y silencios para que dos actores, que no están actuando (están diciendo), tejan. Y tejen una casa, y una sala, y fotografías, y esos adornos que se ponen sobre los estantes para que estén, como anclas de la memoria. Hay un músico invisible, como consueta de los textos que se tienen que decir en silencio. Hay una taza de café que espera caliente para quienes tienen que regresar de las despedidas, solo para despedirse de nuevo.

    El Teatro de los Andes demuestra otra vez que no es nomás estar en escena, no, así no es. El teatro es más profundo, más honesto y más humano, es correr el riesgo de estar vivo en escena, de mirar y ver, de tener miedo y aún así quedarse a decir, de sentir y denunciar desde la escena, de incomodar, de correr el riesgo de morir en esa trinchera y al pie del telón, con los ojos abiertos y los aplausos como lluvia impía.

    Hay teatro, mucho teatro, ese que nace de la honestidad para hacer revoluciones en el alma.

    DOS CENTÍMETROS SOBRE LA ESCENA

    Darío Ariel Torres Urquidi

    (Actor)

    Hay que saber vivir y hay que saber morir, dicen. En alguna película he visto que lo único que puede trascender el tiempo y el espacio es el amor. En realidad decían que era la gravedad, pero el subtexto era el amor, entonces sería la “gravedad del amor”.

    Hay quienes pueden hablar del amor con mucha erudición, personas como esas que han aprendido a caminar por la calle sin abrir el paraguas en vano o, pasar los domingos por la tarde flotando dos centímetros sobre el suelo, o de esas que tal vez incluso dan seminarios de inteligencia emocional, de relaciones de parejas, del saber amar, o simplemente de cómo dibujar un corazón con una flecha bien atravesada. Pero, de todas esas personas yo escogería a esas dos personas/personitas que ahora se toman de la mano y comparten su primer caramelo en la guardería, o a esos dos ancianos que olvidaron si eran pareja, mejores amigos, o si solo comparten la responsabilidad de alimentar a las palomas por las mañanas; o también escojo a estos dos seres de este acontecimiento teatral (no personajes, no actores) que han luchado muchos años para poder tomar un buen café sin tiempo ni espacio.

    Yo no puedo hablar de una obra a nivel artístico cuando me han transformado profundamente. Son muchas las imágenes que aún se arman y me siguen contando historias. Alguna otra vez escuché que las mejores obras de teatro son las que entras siendo una persona y después de verla, sales transformado en otro. Bueno, yo creo que esta obra aún me está cambiando, y este aprendizaje de morir y renacer en escena no valdría la pena si no es por eso que da sentido a todo: el amor; el amor así, sin moños, el amor a tropezones, el amor al primer gol y quitarnos las poleras, porque al fin y al cabo creo que el amor es así nomás… es como la gravedad nomás.

    AYÚDAME A MORIR

    Ricardo Bajo

    (Periodista)

    Un buen morir (del amor y otras iluminaciones) es la nueva obra del Teatro de los Andes, que se estrenó el último fin de semana de julio en La Paz, en un teatro Nuna repleto hasta el techo, irreal como la puesta.

    Bajo la dirección del chileno Elías Cohen (del elenco KiM Teatro Danzante) y con el texto del poeta sucrense Álex Aillón Valverde, la excelsa dupla actoral Alice Guimaraes (Amparo) y Gonzalo Callejas (Eusebio), pareja también en la vida real, nos habla de la buena y dulce muerte (eutanasia significa eso, etimológicamente hablando). Y nos cuenta, con idas y venidas, con fragmentos varios y saltos en el tiempo, con lenguajes escénicos diversos, que los muertos llegan atraídos por el olor a café que “evoca otra versión de las cosas” (Roberto Juarroz dixit). Y que nos esperan, los muertos, al otro lado del camino, ese lugar vacío de cielos e infiernos donde nos aguarda solo una luz.

    Un buen morir tiene sensibilidad y humor (que desata carcajadas sinceras, que alivia y descarga), tiene acción y sugerencia, tiene las sorpresas de un thriller y las sutilezas de un poema fluido. La puesta respeta las viejas señas de identidad del Teatro de los Andes, pero también desafía con una vuelta de tuerca, lejos de las sesudas propuestas colectivas, de los grandes temas y formatos, de la grandilocuencia de lo “hamletiano”.

    “Un buen morir” llega con intimismo personal, con sencillez compleja, con susurros, metáforas y el “tiempo de las pequeñas cosas”. El elenco de Yotala está transitando del clásico Shakespeare a nuestro Zavaleta Mercado. Y allí sigue el metateatro, vieja marca de agua, como la fuerza visual y textual (gran libreto de don Álex). Sigue también el trabajo escenográfico del hacedor de lluvia (maestro don Gonzalo) y la evocadora música (de don Lucas Achirico).

    Juntos, en casa, en su teatro, compartiendo la última representación, dos actores respetan su pacto secreto. Tomados de las manos, conscientes del partir, toman el último café. “Decir adiós y volverse adiós”. Ya lo dijo Jaime Sáenz: para aprender a morir, hay que aprender a despedirse. Telón. Aplausos largos y cómplices, como toda una vida juntos. Amparo, ayúdalo a morir.

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