Lampe, hay recompensa para el hombre que vuela y atrapa pelotas
El mundo Boca (en Bolivia), de un minuto a otro, se rendía a sus pies al recordar que era el segundo jugador del país en incorporarse a las filas del club de la ribera. El del Riachuelo. “La República de la Boca”, ese colorido barrio porteño donde a finales del siglo XIX desembarcaron los inmigrantes, principalmente genoveses. Allí, por “Caminito”, una calle museo para el turismo, se conduele a cada paso el tango en un dos por cuatro melancólico y garboso. Por allí paseará Lampe tranquilamente antes de que los hinchas de Boca, los “bosteros”, empiecen a acosarlo con pedidos de autógrafos.
“Tarda en llegar y al final, al final, hay recompensa…”. La canción optimista de Gustavo Cerati se ajusta a la historia de ensueño que protagoniza el arquero Carlos Lampe, repentinamente devenido en héroe nacional por su traspaso a un club de fútbol argentino, Boca Juniors, en el que no tiene asegurado que vaya a jugar un solo minuto.
“Recompensa” fue también la palabra utilizada por la esposa del portero nacido en Santa Cruz para felicitar a su marido y padre de sus dos hijos mediante las redes sociales. Mariela, con quien Lampe lleva casada cuatro años, desvela allí que la hija de ambos, María Emilia, reconoce en su padre el “superpoder” de “volar y atrapar pelotas”.
La hazaña de Lampe cobra ribetes históricos que no están exentos de ironía, pues, mientras se acercaba el fallo de la Corte de La Haya sobre la demanda marítima, él, rompiendo un récord que se mantuvo incólume durante 35 años, colocaba en el mapa grande del fútbol al Huachipato de Talcahuano, vecino nada menos que de una zona portuaria del Pacífico.
Este cercano antecedente fue clave para que, en la disputa personal con el peruano Pedro Gallese por ocupar un lugar en el banco de suplentes de Boca, la balanza se inclinara a favor del espigado boliviano que había despuntado profesionalmente en 2010 cuando, jugando para Universitario de Sucre, hizo una gran Copa Sudamericana.
La recompensa de “Súper Lampe” —como lo llama María Emilia— llegaba a los 31 años, esa edad en la que al futbolista comienzan a asaltarle las dudas y los temores por su futuro laboral. Son, quizá, las mismas dudas y temores que sintieron algunos hinchas de la “U” al verse “traicionados” por su buena memoria de cuando el poco experimentado Lampe salía a cazar mariposas en cada centro, hace ocho años, en el estadio Patria.
De jovencito, siendo ya un larguirucho, estuvo siempre vinculado al deporte, pero lejos de lo que hoy le brinda satisfacciones y un mejor pasar económico. Fue taekwondista y fue basquetbolista antes de jugador de fútbol. Y cuando se calzó los botines, lo hizo en una posición diametralmente opuesta a la del portero: como delantero y 9.
No tuvo éxito como goleador y, mientras abandonaba para siempre la idea del baloncesto, tomó el consejo de su padre, Juan Carlos, probándose en el puesto más ingrato del fútbol, el de “bobo”, como lo calificó el dueño absoluto del arco de Boca, Hugo Orlando “El Loco” Gatti, retirado después de 548 partidos con la misma camiseta.
Con sus 1,92 metros de estatura, las posibilidades de Lampe bajo los tres palos se acrecentaban, primero, en el Club Universidad de Santa Cruz, después en la selección departamental y, finalmente, en la Sub-20 nacional.
Brilló para Fox en el Universitario capitalino, pero antes había pasado sin pena ni gloria por Bolívar y Guabirá. Habría recompensa para él, porque con Sport Boys celebró su primer título, con Bolivia jugó la Copa Centenario de EEUU en 2016 y, al poco tiempo, fue la figura del empate ante Chile en el Monumental de Santiago por la eliminatoria a Rusia 2018.
La frutilla en la torta la colocó hace un año, exactamente “el día que Lampe marcó al Brasil de Neymar”, según tituló el diario Olé. Memorable día en que el ahora xeneize se convirtió en la “bestia negra” para el crack del París Saint Germain.
“Tarda en llegar y al final, al final, hay recompensa…”, el pasado miércoles fue presentado oficialmente en uno de los dos clubes más importantes de Argentina, el de “la mitad más uno”.
El mundo Boca
La fiebre no para. Primero llegó el rumor y en pocas horas, la confirmación: si Boca resistía los embates del Cruzeiro y pasaba a las semifinales de la Copa Libertadores, Lampe volaría desde Chile hasta La Bombonera que “late”, que más bulla mediática despierta en el continente, una de las canchas más emblemáticas de todas. Bolivia necesitaba de un Lampe, de un héroe de carne y hueso que enseñara a las nuevas generaciones cómo, aun trabajando en ámbitos modestos como la Región del Biobío, con perseverancia, al final, al final, puede haber recompensa.
El mundo Boca (en Bolivia), de un minuto a otro, se rendía a sus pies al recordar que era el segundo jugador del país en incorporarse a las filas del club de la ribera. El del Riachuelo. “La República de la Boca”, ese colorido barrio porteño donde a finales del siglo XIX desembarcaron los inmigrantes, principalmente genoveses. Allí, por “Caminito”, una calle museo para el turismo, se conduele a cada paso el tango en un dos por cuatro melancólico y garboso. Por allí paseará Lampe tranquilamente antes de que los hinchas de Boca, los “bosteros”, empiecen a acosarlo con pedidos de autógrafos.
Esto lo sabe únicamente un boliviano aparte de él, José Milton “Maravilla” Melgar, ese flaco encorvado que fue ídolo en La Bombonera entre 1985-1988, antes de pasar al bando contrario, al rival de toda la vida, River Plate. Cerca de un centenar de futbolistas vistieron ambas casacas a lo largo de la historia de “xeneizes” y “millonarios”, pero pocos de la talla del mismo Melgar (respetado por seguidores de los dos clubes), el propio Gatti, Ruggeri, Batistuta, Ricardo Gareca...
A Lampe no le cuesta nada sentir los colores azul y oro tatuados en la piel. La prensa resalta que desde niño fue hincha de Boca y, luego, seguidor de los grandes arqueros del club, como el colombiano Óscar Córdoba. Según su papá, buscará destacarse y dar el salto a Europa, volar hacia el sueño de todo jugador sudamericano.
Coincidencias del fútbol, el equipo de los Barros Schelotto suma un nuevo “Carlitos”. El otro es Tévez, el ídolo en actividad que (iba a decir que pone la piel de gallina) estremece a los fanáticos cuando salta al gramado e ilusiona, como solo sabe hacerlo él, con alguna de sus genialidades. Eso, por ahora, no está ocurriendo. Los mellizos que conforman la dupla técnica pasan las de Caín en torneos locales y apuestan al único pleno que les sacaría la amargura de los últimos superclásicos. “La Copa Libertadores es mi obsesión”, baja todos los domingos el coro desde “La 12”, y calienta el ambiente en vistas de lo que podría ocurrir si Boca y River sortean sus próximos duros escollos en la cita más preciada, los brasileños Palmeiras y Gremio, respectivamente. La final soñada entre los “primos”...
Una de las velas de los xeneizes podría encenderse para “San Lampe”. El boliviano ha sido habilitado solo para la Libertadores por lo que, de ocupar el puesto del (nuevo) titular Rossi, no tendrá margen de error. La ilusión estaría así puesta (también) en el Carlitos cruceño, que nunca mostró el comportamiento destemplado de muchos de sus colegas: después de eso que hace la mayoría de los arqueros, volar y atrapar pelotas, cuando otros en su lugar pierden la cabeza, Lampe suelta el balón y analiza con serenidad: “Es una lástima ya que es el segundo gol claro que no nos convalidan, pero entendemos que los árbitros y los jueces de línea no se quieren equivocar nunca. Somos seres humanos y convivimos con aciertos y errores”, declaró al cabo de un partido.
A poco de llegar a Boca dijo que “los arqueros...nos tenemos que apoyar mutuamente… Yo (al titular Andrada, que está lesionado) voy a apoyarlo a muerte”. Si los logros fuesen todos merecidos y el mundo tuviera que premiar siempre a la gente macanuda, Lampe no pararía hasta jugar en las grandes ligas europeas.
El bueno de Carlos Emilio ha levantado olas de algarabía. Los portales de Internet han buceado por los archivos y compendiado sus mejores atajadas. Las radios nos han llenado los oídos de su tesón y sencillez. Y los canales han pasado imágenes de cuando él era apenas él, el bueno de Carlos Emilio, y no “Súper Lampe”.
El 4 de octubre tenía unos 10.700 seguidores en Twitter. Cuatro días después, el doble. A esa altura había sido confirmado como la nueva contratación de Boca Juniors, pero él seguía presentándose a su sobria manera en esa red social: “Arquero de la Selección de Bolivia (bandera) y de Huachipato de Chile (bandera). En Dios confío. Esposo y padre”.
Querendón de su familia y de su tierra, el mes pasado saludó al aniversario de Santa Cruz por la misma vía . Unos días antes había hecho lo propio en la fiesta patria de los chilenos. Boca buscaba un arquero, se ganó también una gran persona.
Nunca pierdas de vista la pelota
Hay un logro. Viendo el vaso medio lleno, no cualquiera acaba siendo contratado por un club tan famoso —aunque sea a préstamo. “A los bolivianos nos cuesta el doble salir al exterior”, dijo Lampe un día antes de entrenar por primera vez en Casa Amarilla. “El poder hacerlo yo me llena de satisfacción y orgullo”. Pero —y aquí viene lo interesante—: “me voy a poner más contento si me puedo quedar, vengo con esa ilusión”. Ese temple, el no conformarse con tres meses de contrato, le está llevando a volar alto.
Con el vaso medio vacío, el ABC del fútbol manda no sacarle nunca la vista a la pelota. En otras palabras: que no pase lo de siempre, como cuando, de tanto soñar, perdemos la noción de la realidad y entonces llegan los golpazos anímicos por culpa de nuestro deporte nacional: el chauvinismo.
El portero volador no tiene asegurado siquiera un minuto en la portería de Boca, la exigencia es alta y el hincha no perdona... la prueba mayor está por venir. Que sea con paciencia, con su fe, con el trabajo que ha prometido y con la estrella que le ha acompañado siempre. Entretanto, a disfrutar. “…el llevar una vida de sacrificios al fin dio sus frutos y todos los esfuerzos que has hecho y hacemos día a día como familia, Dios nos lo está recompensando”, compartió su esposa Mariela, con sabiduría, en Facebook.
Tarda en llegar pero al final, al final, hay recompensa para Lampe. •