Mateo, el inmortal
Tiene 22 años PERO, según algunos cÁLCULOS, eso representaría 154 en la edad de los humanos
Mateo es un perro de raza Yorkshire Terrier que tiene nada menos que 22 años, un caso peculiar pues no muchos llegan a vivir tanto.
Si aplicáramos la creencia popular de que cada año perruno representan siete de un humano, entonces Mateo tendría… ¡154 años! Pero, de acuerdo con los avances de la ciencia, recientes estudios señalan que el cálculo no es tan simple.
No hay ningún documento que acredite la edad de Mateo. Sus libretas se perdieron luego de haber pasado por tres familias. Pero está la palabra de la familia Campos-Sanabria, que asegura que fue adquirido cuando su sobrina tenía dos años y ella ahora tiene 24.
¿Quién es Mateo?
Mateo es un anciano manso y amigable con todos que forma parte de la familia Campos-Sanabria desde 2014.
En el momento de adoptarlo, este matrimonio de Sucre calculó que “el viejito” viviría, a lo mucho, unos tres meses más con ellos. Pero el destino les deparó otra cosa y Mateo, al parecer, está empeñado en romper todos los récords.
Sus dueñas originales eran sobrinas de Peter Campos; la menor de ellas tenía dos años (ahora de 24) cuando Mateo llegó a su casa.
Sin embargo, tiempo después se vieron obligadas a mudarse a Santa Cruz y, como no podían llevarse a su mascota, la dejaron con las hermanas de María Inés Sanabria.
Inesperada compañía
A un principio, Mateo compartió su nueva casa con un pastor alemán y un setter irlandés que, con el paso de los años, fallecieron y lo dejaron solo. Aunque más adelante su familia adoptó otros tres perros: dos pastores alemanes (macho y hembra) y una golden retriever.
La situación se tornó complicada para Mateo porque los recién llegados no le dejaban comer. Además, el pastor alemán macho lo molestaba constantemente, le hacía asustar y, para colmo, los nuevos inquilinos le robaban la atención de la familia.
Sin embargo, la buena estrella de Mateo no lo dejó abandonado a su suerte. La familia Campos-Sanabria perdió a Kaiser (un pastor alemán de nueve años), entonces Pablo Andrés, el hijo mayor, tuvo la idea de llevarse a Mateo a su casa.
Hoy, entrevistados por ECOS, recuerdan que los primeros días fueron fatales para todos. Mateo trataba de escaparse y para su objetivo ayudaba su pequeño tamaño, que le permitía pasar entre las rejas hacia al jardín y así alcanzar la calle.
“Vivimos en un condominio y varias veces lo encontramos paseando en la calle. Incluso una vez, un vecino lo encontró en su puerta y nos lo devolvió. Luego ya no pudo salir más porque le pusimos un malla a la reja”, relata María Inés.
En pocos días, la familia quedó prendada del tierno Mateo. Como lo veían solitario, decidieron adoptar dos cachorros de una asociación protectora de animales, tomando en cuenta que él siempre había convivido con otros perros. Los Campos-Sanabria dicen que esa decisión alegró la vida del viejito, que corría y dormía junto sus nuevos compañeros.
La actualidad de Mateo
Ahora, con 22 años a cuestas, Mateo se la pasa durmiendo. Solo sale de su cama para comer, hacer sus necesidades y ladrar ocasionalmente a algún gato.
A veces sale a jugar un rato con los otros perros, Scott y Perla, al jardín, da un par de vueltas para marcar su territorio y regresa a la cama, generalmente, con una flor o una hoja en la espalda porque le gusta meterse en los arbustos.
“Todos lo cuidamos en casa, pues por ser el más pequeño de nuestras mascotas necesita ser observado para que nadie lo pise o se quede perdido en algún arbusto”, comenta Pedro Daniel, el hijo menor de la pareja.
Mateo se alimenta de la misma forma que Scott y Perla: tres veces al día. No le gustan las comidas duras o grandes como los huesos.
Su padre, Peter, dice que conocen a Mateo prácticamente desde toda su vida.
“Al visitar a la familia de mi esposa, siempre estaba en casa con los demás canes. Llamaba la atención porque era el único que sabía pararse en dos patas y quedarse así un buen rato, mientras movía las patas delanteras para llamarte”.
Cuando la pareja Campos-Sanabria lo llevó a su hogar, ya le costaba hacer esa gracia. Hoy logra mantenerse parado, pero necesita ayuda. Sus patas traseras son gruesas y musculosas. Pero los años han dejado huella en Mateo.
Cuando llegó a su nueva casa podía bajar las gradas que lo conducen a su cuarto, en cambio ahora ya no puede hacer eso y ladra para que alguien lo meta a la cama o lo saque al patio.
Desde hace tiempo padece una enfermedad en los nervios y a veces tiembla, como si tuviera frío. Le faltan algunos dientes y sus garras se le caen de vez en cuando.
También está algo ciego y sordo; no oye cuando se le llama de lejos y no ve bien a larga distancia. A veces, incluso, se confunde y le ladra a algún mueble u otro objeto en la oscuridad.
Al menos no perdió el olfato, se queda olisqueando cuando tiene cerca algún objeto nuevo o siente un olor peculiar.
Además, por lo que dicen los Campos-Sanabria, conserva una buena memoria. El año pasado sus dueñas originales llegaron de visita a Sucre y él no se despegó de ellas.
Pese a todo, esta mascota no es enfermiza. En los cuatro años que vive con su nueva familia, solo la llevaron al veterinario unas cuatro veces para que reciba alguna medicación.
Fue en agosto de este año cuando despertó quejándose de dolor y dando vueltas como si estuviera mareado, chocándose con todo. “Parecía que se nos iba, sin embargo después de un par de inyecciones que le colocó el veterinario, todo volvió a la normalidad y Mateo sigue tranquilo. Esperamos que viva varios años más”, dice, esperanzada, María Inés.
Todos lo conocen como “el viejito”, “el abuelo” o por su nombre más popular: “Mateo, el inmortal”.•
La edad de los perros
Según los cálculos convencionales, un año perruno equivale a siete años humanos. Si así fuera, Mateo tendría actualmente 154 años de los nuestros. Pero, de acuerdo a los avances de la ciencia, estudios recientes aclaran que esto varía según el tamaño y la raza de los animales.
El especialista Stanley Coren, quien publicó varios libros sobre perros, indica que el primer año de un cachorro corresponde a 15 o 16 de un humano, ya que en ese periodo de tiempo el can desarrolla todo lo que las personas desarrollamos entre la infancia y la adolescencia.
Por lo tanto, un perro de dos años correspondería a un humano adulto joven de 24 años, aproximadamente. El especialista recomienda añadirle cinco años más para los siguientes tres años.
Cuando el perro llega a los cinco años es cuando su tamaño comienza a importar. Según el experto, las razas pequeñas envejecen cuatro años por cada uno que pasa, las medianas seis años y las razas grandes entre siete y ocho años.
Es decir, cuando un perro pequeño tiene ocho años humanos, eso representa alrededor de 51 años perrunos. Mientras que un perro de tamaño grande, de la misma edad, tendría unos 60 años.
Por tanto, si los dos primeros años de Mateo suman 24 años humanos y en los siguientes años envejece cuatro (raza pequeña) por cada uno que pasa, Mateo tiene 104 años humanos.
¿Qué influye para la longevidad de los perros?
Para que un perro sea longevo influyen varios factores como la genética, la alimentación, cuidados que haya podido tener y la alimentación; es decir, menos cárnica, equilibrada con carbohidratos, fibra, proteína digerible y sin dulces.
Así lo informa a ECOS el vicepresidente del Colegio de Médicos Veterinarios de Bolivia, Jhon Flores Risco, quien aclara que también contribuye la cantidad de veces que se lo alimenta al día. A los cachorros hay que alimentarlos más veces y cuanto más viejitos son, una o dos veces como máximo.
Para la longevidad también incide el clima. En temperaturas frías y templadas los canes viven más tiempo porque fisiológicamente no trabaja mucho su organismo, considerando que los perros no tienen glándulas sudoríparas.
En cambio en temperaturas cálidas consumen más líquido y, con la alimentación, incrementan el esfuerzo fisiológico en sus órganos.
Eso a la larga les priva de longevidad; en general, las razas más pequeñas viven más que los grandes y gigantes, explica Flores.
Por su parte, el actual presidente de la Asociación de Consultorios Veterinarios de la Ciudad de Potosí (ACONVETPO) y gerente propietario de Veterinaria La Mascota, Gustavo Zurita, señala que la edad promedio aceptable de vida de un can es entre 13 y 15 años. Dentro de este rango se habla de longevidad canina y equivale a unos 80 años en edad humana.
Recuerda que en su consultorio trató a Arenita, una perrita cocker de 18 años. “Fue mi paciente más viejita, perteneciente a la familia Venegas de esta ciudad (Potosí)”.
¿Hay razas más longevas?
Según el sitio web www.muymascotas.es, hay razas caninas que tienen más posibilidades de vivir más años que otras. Entre ellas están el chihuahua, que puede llegar a vivir hasta 20 años, el shih tzu, el pomerania o el popular teckel, entre otros.
Además, las razas pequeñas siempre son más longevas que las grandes. De hecho, los perros de tamaño enorme, como el dogo alemán o el san bernardo, tienen una esperanza de vida mucho más corta que los pequeños.
Sin embargo, hay excepciones. Dos razas de tamaño entre mediano y grande, el pastor australiano y el terrier tibetano pueden llegar a vivir bastantes años, entre 12 y 15, lo cual es más de lo normal en razas de este tamaño.
Otro factor sorprendentemente puede ser el temperamento de cada animal. Según un estudio publicado alrededor de 2013, los perros tranquilos suelen vivir más que los nerviosos.
Los perros más longevos en el mundo
El Libro Guinness de los récords cuenta entre sus registros a un perro australiano llamado Bluey como el más viejo. Tenía 29 años y cinco meses cuando murió en noviembre de 1939. Había nacido en 1910.
Pero, según informaciones de la prensa internacional, Maggie, una perra de la raza Kelpie Australiana, murió en 2016 con 30 años de edad.
Y el pequeño Max, un perro mestizo de Beagle, Teckel y alguna raza más, murió en 2013 a los 29 años.
Bella es otro caso de una labradora que murió en 2008. Su dueño —que no poseía documentación que acreditara la fecha de nacimiento— dice que ella murió a la edad de 29 años.
El Guinness también consideró en el 2010 como el perro con mayor edad en el mundo a Pusuke, de 26 años, que murió en Japón luego de tener problemas respiratorios, además de negarse a comer.