La plata, Potosí y la cultura Tiwanacu-Wari

La laguna Lobato, ubicada al este de la Villa Imperial de Potosí, es un reservorio artificial que se esconde entre la árida serranía del Kari kari y, por tanto, forma parte de la enorme y monumental red hidráulica

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    Heinz Antonio Basagoitia Acuña (*) para ECOS
    Ecos / 18/11/2018 22:40

    La laguna Lobato, ubicada al este de la Villa Imperial de Potosí, es un reservorio artificial que se esconde entre la árida serranía del Kari kari y, por tanto, forma parte de la enorme y monumental red hidráulica construida en tiempos del virrey Francisco de Toledo para alimentar con el caudal de 32 lagunas artificiales el funcionamiento de los ingenios de la ribera del Señor de la Vera Cruz  y constituirse en su momento como la mayor obra de ingeniería hidráulica construida por la corona de España en el actual territorio americano.

    Pero la historia de la laguna Lobato y los secretos que encierra se remontan a periodos de tiempos anteriores, ya que en el emplazamiento donde hoy se encuentran las lagunas del Kari Kari, la naturaleza y el clima del paisaje se encargaron de formar morrenas, y entre ellas bofedales, producto de la glaciación en la cordillera.

    Año tras año, luego de las temporadas de lluvia y \deshielo de nieve, en el lecho de donde hoy está la laguna Lobato se fueron formando capas de sedimento que, si se analizan, nos brindan información sobre el paleoclima de Potosí y sus alrededores.

    Con este propósito el año 2003 llegó a Potosí un grupo de científicos de las universidades de Pittsburgh (Estados Unidos) y Alberta (Canadá), con el auspicio de la renombrada Fundación Nacional de Ciencia de los Estados Unidos de América, el Consejo de Investigación de Ciencias Naturales e Ingeniería de Canadá y la Sociedad Geológica de América. Los expertos en la cuestión fueron Mark Abbot y Alexander Wolfe quienes publicaron en la revista Science, vol. 301, el 26 de septiembre de 2003, con el título “Intensive pre-incan metallurgy record by lake sediments from the bolivian Andes”, los fascinantes hallazgos realizados a partir del análisis del sedimento de la laguna Lobato. Según Abbot, el trabajo se iba a limitar, de acuerdo al objetivo del proyecto, a estudiar el comportamiento del paleoclima y en ningún momento se les presentó la idea de encontrarse con la historia minera y metalúrgica de Potosí. Podría llamarse suerte, o quizás una nueva reivindicación histórica para Potosí, lo cierto es que en el proceso de investigación el sitio resultó ser el ideal para estudiar no solo la evolución del paleoclima sino algo que hasta entonces quedó oculto para la historia y fue cubierto por un manto de leyendas virreinales que lamentablemente permanecen en el imaginario popular y siguen siendo enseñadas por la “historia oficial de Potosí”.

    Se caen las leyendas

    Lo que se enseña hasta hoy en las escuelas y colegios es una repetición de las leyendas esgrimidas durante el periodo virreinal por mineros como Luis Capoche, religiosos como Joseph de Acosta y literatos como Bartolomé Arzáns, que fueron recopilando y nutriéndolas a fin de legitimar la explotación de la mole de plata, a tal punto que, de acuerdo a dichos relatos, ni siquiera los soberanos Inca fueron dignos de extraer su riqueza.

    Arqueológicamente se hacía imposible desmentir semejantes ardides histórico-literarios pues en el proceso de explotación virreinal a cielo abierto, en la cúspide y con las minas y socavones en sus entrañas, se fueron borrando involuntariamente los rastros de cualquier intervención anterior a 1545.

    Retomando el análisis de Abbot y Wolfe, lo más llamativo fue el hecho de que, al estar ubicado el sitio a seis kilómetros del Cerro Rico, en una posición estratégica que permite que la dirección del viento llegue al lugar en cuestión, se decidió analizar la composición del sedimento y su posterior datación cronológica.

    Los resultados fueron asombrosos. Se detectaron rastros de plomo, antimonio, bismuto, plata y estaño en un núcleo de sedimento del fondo de la laguna ubicado a 11 metros de profundidad que ya se encontraba en el bofedal mucho antes de la construcción de la laguna en el periodo virreinal.

    El rango del muestreo cubrió 10.000 años hacia atrás y estuvo basado en pruebas de radiocarbono y plomo-210. La concentración de metal más alta de lo normal en el sedimento indica una época en que la plata pura era fundida en un horno a altas temperaturas, lo que nos remite al uso de tecnología prehispánica de los hornos de fundición denominados 'huayrachinas'.

    Durante dichas fundiciones, y debido al alto grado de temperatura, parte de la plata se volatilizaba y convertía en una especie de aerosol que con ayuda de los vientos del sur fue transportada hasta la región del estudio en cuestión.

    Pero aún hay más. Al determinar la época de mayor concentración de plata acumulada en el sedimento, Abbot y Wolfe descubrieron que esta comenzó a aumentar vertiginosamente hacia el año 1100 d.C., época que coincide con la última etapa de la cultura Tiwanacu-Wari, muchos años antes del surgimiento del Tawantinsuyu y sus incas.

    Antes de esa fecha, entre el 2000 a.C. y el 600 d.C., ya se explotaba plata pero la cantidad de muestras era mínima.

    Siguiendo el muestreo, el auge vuelve a aumentar en el sedimento, mas ya no en plata sino en estaño, pues se registra un periodo de inicios del siglo XX conocido justamente de forma histórica como la era del estaño en tiempos de la Primera Guerra Mundial.

    Los resultados de ese trabajo científico, con pruebas irrebatibles, señalan que la metalurgia de Potosí no solo es anterior a los españoles sino a los incas y su antigüedad fácilmente llega a 10.000 años.

    (*) Heinz Basagoitia es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí

     

    La plata potosina

    Si bien el análisis y datación señala al año 1100 como una época en que la metalurgia prehispánica se encontraba en auge, a la hora de la verdad los objetos de plata de ese periodo que han llegado hasta nuestros días y que se encuentran en algunos museos y colecciones particulares son escasos si se toma en cuenta la fundición masiva registrada en el sedimento,

    Para Abbot y Wolfe, la explicación a este desfase se debe a dos grandes factores: primero que Tiwanacu pasó por una época de fasto y esplendor, seguido por una gran sequía que supuso la baja en la producción metalúrgica que terminó restringiéndose al ámbito religioso.

    La segunda hipótesis es que, con el arribo de los incas y españoles, gran parte de los tesoros de plata que se había logrado salvar fueron saqueados y fundidos a fin de beneficiar a la nueva potencia, el imperio español.

    No obstante, cabe recordar que en la ciudad de La Paz, en el museo del Oro, se conserva una máscara zoomorfa con rasgos felinos que con toda probabilidad fue en su momento elaborada por huayradores y orfebres tiwanacotas con materia prima de Potosí.

    Y para la historiografía actual casi ya es innegable el hecho de que la cultura Tiwanacu-Wari fue un todo que abarcó territorios de los actuales Perú, Bolivia, Norte de Chile y Argentina, por lo que tampoco resultaría extraño que las mejores y también escasas piezas que se hallan en museos del Perú correspondientes a la cultura Wari hayan tenido su origen en la famosa Montaña de Plata.

    Los autores

    MARK ABBOT

    Recibió su doctorado en 1997, bajo la dirección de Kerry Kelts, en el departamento de Geología y Geofísica de la Universidad de Minessota y en el Centro de Investigación Limonológica. Hizo un postgrado en la Universidad de Massachusetts con Raimod Bradley en el Centro de Investigación del Sistema AClimático y llegó a la Universidad de Pittsburgh el 2001 como profesor asistente.

    ALEX WOLFE

    Es doctor en filosofía, paleobiólogo, profesor asistente en la Universidad de Alberta de Canadá. Trabaja en el Departamento de Ciencias Biológicas de dicha universidad.

    Lo que se enseña hasta hoy en las escuelas y colegios es una repetición de las leyendas esgrimidas durante el periodo virreinal por mineros como Luis Capoche, religiosos como Joseph de Acosta y literatos como Bartolomé Arzáns, que fueron recopilando y nutriéndolas a fin de legitimar la explotación de la mole de plata, a tal punto que, de acuerdo a dichos relatos, ni siquiera los soberanos Inca fueron dignos de extraer su riqueza.

    El rango del muestreo cubrió 10.000 años hacia atrás y estuvo basado en pruebas de radiocarbono y plomo-210. La concentración de metal más alta de lo normal en el sedimento indica una época en que la plata pura era fundida en un horno a altas temperaturas, lo que nos remite al uso de tecnología prehispánica de los hornos de fundición denominados 'huayrachinas'.

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