El “bendito Señor de Manquiri”
Historia y actualidad de la imagen del Cristo crucificado que se venera desde hace siglos
Uno de los santuarios visitados con mucha fe y devoción en Bolivia es, sin duda alguna, el del Señor de Manquiri, situado a unos 20 kilómetros de la capital de Potosí. Pese a esa fama, que se sostiene desde hace siglos, es necesario seguir contribuyendo con datos inéditos importantes.
Hace varias décadas, Rubén Ochoa hizo conocer una interesante leyenda sobre la aparición de la imagen de Jesucristo, la que se situaba entre los años de 1753 y 1773. Inclusive, anotaba el año preciso de esa aparición: 1760. Además, destacaba la participación de los religiosos de la Orden de los Bethlemitas de Potosí en esos hechos.
La hacienda y el Cristo crucificado
Por nuestra parte y a base de una investigación histórica realizada por décadas en varios archivos nacionales, podemos afirmar que en 1724 ya se menciona al Cristo crucificado que estaba en la capilla, cuando don Francisco de Bueso, vecino de Potosí, junto a sus hijos Pedro y Andrés habían comprado la hacienda de Manquiri.
Efectivamente, en la posesión de Bueso, en el paraje de las Monterillas, el 3 de abril de 1724 y estando en la hacienda nombrada comúnmente Manquiri, abrieron la capilla de la hacienda en cuyo altar principal, que se compone de madera de cedro, estaba colocado en el nicho un crucifijo grande o Señor crucificado de pasta.
El velo con su cielo es de tafetán morado usado, el trono plateado con cinco cartelas grandes y tres pequeñas, y dos más grandes y otra pequeña; unas andas de madera y una media luna de estaño del trono de la imagen del Santo Cristo de encender las velas. En un lado estaba la imagen de Nuestra Señora de la Soledad y al otro la escultura de San Juan Evangelista, ambas de bulto.
Dos años después, el 12 de noviembre de 1726, el bachiller Bautista Pasqual Osorio, cura y vicario propio del Beneficio de Chulchucani, en los serios y complicados líos que tuvo con Bueso sobre el uso de la capilla, hacía conocer ante las autoridades del Arzobispado de La Plata, precisamente, que en su jurisdicción había una “capilla pública en la hacienda nombrada Manquiri en la que se veneraba una imagen de Cristo Crucificado”.
Añadía que por la “mucha devoción con que los fieles veneran esta imagen concurren frecuentemente a la capilla muchos devotos y se hacen allí los entierros que se ofrecen, dan muchas limosnas y especial mucha cera las personas”. Pedía que Bueso le entregue las llaves de la capilla y le notifiquen con censura precisa para que no descerrajen ni la capilla ni su cuarto, y que pueda hacer “la fiesta del Santo Crucifijo que es el día nueve de febrero”. Dato trascendente el de su fiesta.
Nuevo dueño y hallazgo
Después de más de tres décadas, 29 de marzo de 1757, se conocía que había un nuevo dueño de la hacienda, “el presbítero y maestro, Dr. Josep de Albis i Torres”. Casi al mes, el 21 de abril de 1757, en la posesión, se abrió la capilla en cuyo altar principal se halló un retablo antiguo de madera dorada, con sus cuatro columnas descompuestas y en medio de él un nicho de madera dorado, dentro del cual estaba colocada la imagen de Jesucristo crucificado, grande.
La cruz tenía tres cantoneras de plata con su “INRI” del mismo metal. Además, llevaba una toalla de cambray, sus encajes y cíngulo de cinta de tisú y de seda con su botonadura de oro, hilo de seda, su corona de espinas y diadema y sus tres racimos de uvas, todo de plata.
En el nicho había una reja de madera sin dorar, con sus dos espejos grandes en medio y cuatro medianos a los lados; con su cerrojo, chapa y llave (que según lo manifestado por el sacristán, la tenía el cura vicario de Chulchucani, Dr. Francisco de Iparaguarte); un velo de brocato que cubre el nicho; musgo con armazón de oro, forrado en piel de febre colorado con su cuchileja.
A los lados del Cristo habían dos bultos de pasta grandes: uno de Nuestra Señora de la Soledad, vestida en su toca de cambray y manto de tafetán sencillo negro y diadema, su corazón con siete espadas en las manos, todo de plata, y otro de San Juan Evangelista, vestido con su túnica de tafetán verde sencillo y manto de tafetán colorado sencillo, con su diadema de madera dorado.
En ese entonces, se mencionó una caja en la que se encontraban las “alhajas que los dueños tenían dadas de limosna al Soberano Señor Crucificado la que como dueño que había sido de la mitad de la hacienda, tenía de tiempo inmemorial en guarda y custodia en su vivienda”.
No conocemos las razones que debieron presentarse para que el dueño Albis, a los seis meses de dicha posesión, haya entregado la administración y responsabilidad de la capilla a la Orden de los Bethlemitas de Potosí.
Efectivamente, en la hacienda de Manquiri, el 26 de octubre de 1757 el Lic. Juan Francisco de Ortubé, abogado de la Real Audiencia de La Plata, teniente general de ese Corregimiento y en prosecución de las diligencias y posesión en que se hallaba actuando, pasó a la Capilla del Señor Santo Cristo que llaman de Manquiri, perteneciente a esta hacienda y en concurso de las partes y varia gente española e indios. “Cojí de la mano al reverendo padre fray José de San Miguel, Prefecto del Hospital de la Religión Betlemítica de la Villa de Potosí y en su nombre, el de su comunidad y hospitalidad, le di posesión a nombre de S M (que Dios guarde)”.
Por último, podemos indicar que es muy posible que ya en 1687 se contaba con esta milagrosa imagen, por lo que la devoción se remontaría a esos años.
En la actualidad
Al presente, la población de Manquiri cuenta con un camino asfaltado, un museo regional y otros elementos que deberían ser la base para convertir a este santuario en un lugar de fe, amor y esperanza de todos los días, esto es, no solamente estar abierto los domingos sino durante toda la semana.
Así también, el “bendito Señor de Manquiri” merece una historia sistemática y asentada en fuentes primarias para ser difundido y promocionado a nivel nacional e internacional. Ojalá, algunas autoridades o instituciones estatales o privadas pudieran dar el apoyo financiero para la investigación histórica.
Dios mediante, que estas inquietudes puedan plasmarse pronto. •
NOTAS
1. Rubén Ochoa, “Aparición del Señor de Manquiri” en El Potosí de Antaño, leyendas y cuentos, La Paz, 1976.