Carlos Medinaceli en el olvido

Carlos Medinaceli Quintana, el novelista más conocido de Bolivia, está en el olvido.

La tumba de Carlos Medinaceli en el cementerio general de La Paz.

La tumba de Carlos Medinaceli en el cementerio general de La Paz.

Retrato que figura en el libro de Mariano Baptista Gumucio

Retrato que figura en el libro de Mariano Baptista Gumucio

Unidad Educativa Carlos Medinaceli, construida frente a la casa solariega de Carlos Medinaceli en Chequelte.

Unidad Educativa Carlos Medinaceli, construida frente a la casa solariega de Carlos Medinaceli en Chequelte.

Este es el mausoleo donde esta? la tumba de Carlos Medinaceli, arriba, e la quinta fila.

Este es el mausoleo donde esta? la tumba de Carlos Medinaceli, arriba, e la quinta fila.

Plaqueta que revela la casa donde presuntamente nacio? Carlos Medinaceli.

Plaqueta que revela la casa donde presuntamente nacio? Carlos Medinaceli.

Rosaura Michel Rodri?guez, duen?a del terreno donde se encuentra ubicada la casa solariega de Carlos Medinaceli.

Rosaura Michel Rodri?guez, duen?a del terreno donde se encuentra ubicada la casa solariega de Carlos Medinaceli.

Galeri?a comercial que funciona en la casa de Carlos Medinaceli en Sucre.

Galeri?a comercial que funciona en la casa de Carlos Medinaceli en Sucre.


    Juan José Toro Montoya (*) para ECOS
    Ecos / 29/01/2019 16:44

    Carlos Medinaceli Quintana, el novelista más conocido de Bolivia, está en el olvido.

    El contrasentido es explicable.

    Con un legado artístico e intelectual envidiable, y que continúa sometido a estudios de los especialistas, el escritor también dejó cosas, objetos materiales, huellas de su paso por la vida, y son estas las que están a punto de desaparecer para siempre.

    Probablemente la más amenazada sea su casa de hacienda en Chequelte, una comunidad del cantón Vichacla que forma parte de la jurisdicción del municipio de Cotagaita.

    En diciembre de 2017, luego de participar en el Primer Encuentro de Escritores e Historiadores de Gesta Bárbara realizado en Potosí, las investigadoras Ximena Soruco Sologuren y Alba María Paz Soldán se trasladaron hasta el lugar. Tardaron hora y media en recorrer, con la calma del visitante, los 25 kilómetros que separan a Vichacla de Cotagaita y llegaron al mítico lugar que fue algo así como el Macondo de Medinaceli.

    Vichacla disputa con Tocla, ubicada un poco más allá, y la propia Cotagaita, el privilegio de ser la cuna de “la Chaskañawi”; es decir, de la mujer que inspiró la novela homónima. “La ‘Chaskañawi’ de la novela era hija de un caballero decente, Carlos Villegas Medinaceli, nieto legítimo del general por madre. Ella se llamaba Clorinda Villegas Gallo. Era morena pálida, de buenas formas, ojos verdes claros rasgados –de ahí el apelativo– pestañas abundantes y encrespadas”, escribió, en su tiempo, su hermano Emilio Medinaceli.

    Pero Soruco y Paz Soldán están entre los investigadores que creen que no hubo una sino varias “Chaskañawis”; es decir, mujeres de pollera con las que Carlos Medinaceli tuvo amoríos. Lo que sí es seguro es que en Vichacla sostuvo una relación con una ya que este era el lugar en el que se refugiaba por largas temporadas.

    Chequelte es el nombre de una comunidad de Vichacla y allí es donde estaba la casa de hacienda de don Francisco Medinaceli, el padre de Carlos, quien se había alejado de su esposa, Carmen Quintana. Y así como Cotagaita es el San Javier de Chirca de “La Chaskañawi”, claramente Chequelte es la Chequelti de “Adela”, la otra gran novela de Medinaceli. La hacienda está magistralmente descrita en esa obra pero para el momento en que Soruco y Paz Soldán llegaron a ella ya amenazaba con derrumbarse. “Era una casa que tenía tres habitaciones, tenía árboles centenarios. Solo están de pie los muros. Es una casa de tapiales, de grandes muros de adobe”, detalló Ximena. “Evidentemente, la casa está en ruinas –complementó Alba María–. Y si esto sigue así, se va a caer”.

    En aquella visita, la actual propietaria del solar, Rosaura Michel Rodríguez, les dijo que no tenía recursos para refaccionar el inmueble.

    Y todavía se está cayendo.

    Adolfo Jorge, exdirector de Cultura de la Alcaldía de Cotagaita confirma la impresión de las investigadoras: la casa de Medinaceli se está destruyendo poco a poco. “Si hubiera voluntad del municipio, se haría (refaccionaría) pero, como no hay voluntad (de las autoridades municipales), no les importa la parte cultural”, lamentó.

    Cotagaita es un municipio que atravesó por una crisis debido a que su ahora exalcalde, Gilberto Montero, fue destituido y sentenciado a prisión por la comisión de delitos en el ejercicio de su cargo. La actual autoridad municipal, elegida recientemente, es Macario Navarro, del MAS.

    Una galería…

    El lugar que más conoció los escándalos de Medinaceli fue Sucre.

    “Muchos años después regresó a Sucre –recordó Morales y Ugarte–. Ya era literato conocido y consagrado. Fue profesor de la Escuela Normal. Por calles y plazas se le veía del brazo de una chola, de una legítima hija del pueblo. Paseaba imperturbable su amor irregular. Y en las conferencias que daba en la universidad estaba la chola, con el abrigo para recogerlo a la salida del salón. Nadie osaba decirle nada de frente. La mojigatería se escandalizaba y murmuraba pestes contra la pecadora y el desvergonzado…”.

    Pero fue Sucre o, mejor, fueron la Alcaldía y la Peña Illapa las que le hicieron el que parece ser el único homenaje visible a uno de sus hijos más preclaros.

    “En esta casa nació CARLOS MEDINACELI Q. notable escritor boliviano –reza la plaqueta que se colocó en el inmueble–. Homenaje de la H. Alcaldía Municipal de Chuquisaca y Peña de Arte Illapa. 30 I 898 – 12 V 949”.

    La plaqueta está en un lateral de la puerta de la casa signada con el número 242 de la calle Junín de Sucre, a cuadra y media del mercado central, y eventualmente se puede ver letreros debajo. “Se precisa personal con experiencia en ventas”, “Se precisa señorita tiempo completo”, “Se vende maniquíes de mujer y de varón”, “Se hacen tortas a pedido p/todo acontecimiento”…

    Cuando la puerta está abierta, cualquiera puede pasar pero no a un museo ni nada parecido sino a una galería comercial. Se llama “Shopping moda” y no tiene nada que ver con el escritor que, a decir de Soruco y Paz Soldán, “inventó, junto a otros críticos, la literatura boliviana como la conocemos hoy”.

    Adentro hay pequeñas tiendas, las denominadas “casetas” y un baño público. ¿Qué pensaría Medinaceli si resucitara y viera en lo que se ha convertido su casa? “Bolivia es un inmenso desierto espiritual, un congelado páramo del alma donde no acierta a enverdecer siquiera una hierbita de bien y de belleza”, escribió una vez. Quizá tenía razón.

    Tumba olvidada

    Su partida bautismal dice que Mariano Carlos Medinaceli Quintana recibió óleo y crisma el 30 de enero de 1898 en la parroquia de San Sebastián, en Sucre, pero no indica con precisión cuándo y dónde nació.

    Sí existe certeza, en cambio, sobre su fallecimiento porque no estuvo exento de polémica. Fue poco después del fallecimiento de la chola con la que vivía. “Fue un golpe mortal para Medinaceli, que empezó a beber como nunca, sin que nadie lo moderara”, escribió Vicente Terán Erquicia.

    Y la bebida a la que tanto había ponderado en vida terminó por llevárselo. Estaba barbado, desaliñado y prácticamente raquítico porque pesaba menos de 40 kilos. Tenía cirrosis renal y, pese a las recomendaciones de los médicos, seguía rebelde porque fumaba a escondidas, tapándose con la sábana de su cama de hospital.

    Según Mariano Baptista Gumucio (**) murió en La Paz el 12 de mayo de 1949. Cuando falleció, el Ministerio de Educación no quiso ceder sus salones para su velorio. Sí lo hizo, en cambio, la Alcaldía paceña. Armando Alba protestó por ese trato e ironizó sobre sus exequias: “No es de dudar que ese mismo día o al siguiente, el entierro de ‘Don Nadie’ que en vida poseyó chalet elegante y automóvil norteamericano, hubiese estado dignamente ‘honrado con la asistencia de conocidos funcionarios del Gobierno’ y de ‘los más calificado de la sociedad’”.

    Como murió en La Paz, lo enterraron en el cementerio de aquella ciudad y, durante años, la ubicación de su tumba fue un misterio.

    En 2018, con motivo del centenario de Gesta Bárbara, el movimiento literario que nació en Potosí y fue liderado por Medinaceli, la carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés intentó ubicarla pero, según refiere Paz Soldán, no consiguió su objetivo por diversos motivos. Consiguieron la ubicación exacta pero no dieron con ella.

    Quien la encontró fue un periodista, Guimer Zambrana Salas; él, luego de un intento infructuoso, retornó al cementerio con la información provista por Paz Soldán y, finalmente, la ubicó.

    La razón por la que no se la encontró antes salta a la vista: la tumba está en la quinta fila de nichos, contando a partir de abajo, en la vía 3 del sector antiguo del mausoleo Grissi Torrico. Aunque hay unas gradas que permiten subir a los niveles superiores, una cornisa tosca, sin baranda, hace que el paso sea peligroso.

    La tumba del escritor ni siquiera es cuya del todo porque la comparte con su madre, Carmen Quintana. Está descuidada, cubierta de polvo, y las flores secas en un florero de vidrio azulado revelan que hace mucho que nadie va a ofrecer una oración.

    Y es que, quizá por lo resistido que fue en vida, por su sinceridad extrema, Carlos Medinaceli, el novelista más conocido de Bolivia, está en el olvido.

    Su casa solariega se desmorona, su casa en Sucre es una galería comercial y su tumba está ignorada en una tierra que nunca sintió como suya.

    En el segundo número de Gesta Bárbara, Medinaceli publicó su poema “Tarde gris” del que extraemos un párrafo que parece su epitafio:

    “Esa es toda la historia. Vulgar y pobre historia

    que enguirnalda la página de mi única pasión:

    la que nació entre lirios y floreció entre espinas

    y en una lágrima expiró”. •

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