Precio del gas a Brasil y Argentina: El centro de la batalla
¿Es bueno seguir vendiendo energía a precios bajos y no utilizarla para el desarrollo?
Este conjunto de opiniones oficiales omite que el gas boliviano es más barato que los precios pagados por Brasil y Argentina por el LNG que importan de ultramar y está por debajo de un precio basado en el poder calorífico del gas, parámetro que define actualmente la tendencia de los precios en el mundo.
De cara a los nuevos contratos con Brasil y Argentina, un conjunto de posicionamientos de analistas y autoridades de esos países revela la intencionalidad de bajar el precio del gas bajo el argumento de ser “competitivos”. Esta línea de opinión intenta hacer creer que los precios del gas boliviano para Brasil y Argentina son elevados respecto al precio del gas en el mercado internacional.
Se utilizan para justificar esta vieja estrategia envíos esporádicos y mínimos de gas shale de Estados Unidos a la región y gas de Vaca Muerta a Brasil y a Chile, vía contratos spots de corta duración, a precios más bajos que el gas de Bolivia, con la muletilla de que los nuevos precios a futuro “no estarán vinculados al petróleo”.
Mauricio Medinaceli, ex ministro de Hidrocarburos, sostiene que: “Los brasileños no van a querer un contrato muy largo y además van a buscar modificar los precios actuales”. En cuanto a Argentina, explica que el tema “es más complejo debido a que ya cuentan con un importante yacimiento que les da la seguridad de renegociar el contrato vigente y de intentar bajar los precios que actualmente están pagando a Bolivia”.
Álvaro Ríos, también ex ministro de Hidrocarburos, dice: “Lo primero, tenemos que olvidarnos de vender gas natural a un precio vinculado al del petróleo, como lo hicimos durante 20 años a Brasil y casi 10 a Argentina porque éste ya no reemplaza a derivados del petróleo. La competencia ahora es gas con gas: con el gas producido en el Presal de Brasil y en Vaca Muerta de Argentina, y con gas importado de ambos países a un precio más bajo”.
El nuevo presidente de Petrobras, Roberto Castello Branco, sobre la base de un documento del Ministerio de Minas y Energía, afirma que “examinará el contrato de gas con Bolivia y tiene previsto acompañar la sugerencia técnica de la Empresa de Investigación Energética (EPE), de reducir a la mitad las compras de gas boliviano. Señala la nueva prioridad de la estatal brasileña será aumentar la producción de petróleo en los campos del presal, para cubrir la demanda del mercado interno de ese país y que el gas boliviano compita en precios con otros importadores a partir del próximo año”.
El secretario de Energía argentino, Javier Iguacel, dice: “Estamos discutiendo esto porque en dos años ya no vamos a necesitar el gas de Bolivia, ni nada, pero entendiendo que hay un contrato a largo plazo estamos tratando de ajustarlo a algo que sea bueno para los dos países”. A su vez, la Secretaría de Energía de Argentina señala, ante la promesa concreta de Vaca Muerta, “buscan sentarse en la mesa y renegociar precios y volúmenes”.
Este conjunto de opiniones oficiales omite que el gas boliviano es más barato que los precios pagados por Brasil y Argentina por el LNG que importan de ultramar y está por debajo de un precio basado en el poder calorífico del gas, parámetro que define actualmente la tendencia de los precios en el mundo.
Cabe recordar que el gas, al no ser un “commodity” (bien transable) que se comercialice globalmente bajo un mismo criterio, genera distintos precios “regionales” en el mundo y en América Latina.
Así, en EEUU el precio se determina en el Henry Hub ($us 3,98 el más bajo), en Europa por contratos a largo plazo (10,05 precio medio) y en Asia con precios poco más altos (10,16). América Latina no escapa a estas determinaciones y los precios del LNG que Brasil, Chile y Argentina reciben siempre están por encima del Henry Hub de EEUU y en correspondencia a los precios del LNG de Europa y Asia (ver cuadro de arriba).
La tendencia del precio del gas LNG en el mundo, con las diferencias mínimas entre Japón y América Latina, de un tiempo a esta parte sigue una referencia al precio del petróleo (Brent), al poder calorífico que reemplaza que es un 1/6 del barril de petróleo. Y esta es la demanda central del Foro de Países Exportadores de Gas (FPEG), una organización que tiene más del 70% de reservas de gas en el mundo y es responsable del 64% de la comercialización del gas: indexar el precio al petróleo frente a los intentos geopolíticos de bajarlos.
Gas boliviano y LNG
El cuadro de precios del gas boliviano muestra que el de venta a Brasil ($us 5,2) y a Argentina (6,2), respecto del LNG que Brasil (9.6) y Argentina (9.8) importan, es más bajo. Hay una relación de alrededor del 40% de diferencia, cantidad que no es menor a la hora de hacer la suma para elevar los ingresos fiscales para el país.
La línea azul es el precio del gas boliviano más el costo de transporte puesto en San Pablo de alrededor de los $us 1,5 (6,7). Con todo, el precio del gas nacional es más bajo que el precio del LNG que Argentina y Brasil compran para cubrir su déficit energético.
Cabe recordar que el precio del gas boliviano a Brasil se determina por una fórmula ligada a una canasta de fuell cells contaminantes ligadas al precio internacional del barril de petróleo, que lo condicionan a estar por debajo del precio LNG pero por encima del precio Henry Hub (3,2), el más bajo de la región.
Justo Zapata, experto químico en hidrocarburos, considera que si el precio del gas boliviano se equiparara al precio LNG, el país habría recibido por la venta a Argentina y Brasil el año 2018, incluso con un precio de $us 6,7 puesto en San Pablo, 1.737 millones de dólares adicionales.
Este es el fondo del tema cuando hablamos de precios. •
Gas de Vaca Muerta (Argentina) a Chile y Brasil a menor precio
En el marco del mercado global del gas, también se dan contratos spots, de corta duración y volúmenes flexibles. Por ejemplo, las exportaciones de gas de Argentina a Chile y Brasil el año pasado a menor precio del que paga a Bolivia, que alguna prensa y analistas no explicaron en sus causas.
Esto se explica porque a las petroleras en Argentina, con un gas subvencionado por el gobierno de Mauricio Macri a $us 7,50 el MBTU, para estimular la producción, no les conviene cerrar los pozos en primavera-verano cuando cae el consumo interno y al no tener capacidad de almacenamiento, tienen que exportar ese excedente a Chile o Brasil a precio de oportunidad, más bajo que el precio del gas boliviano durante períodos cortos.
Es decir: “la Argentina importa el gas boliviano a alrededor de $us 6 el MBTU, y a algo más de $us 10 el GNL para regasificar y el gas que se importa de Chile, porque este también es GNL que el país trasandino regasifica en una planta construida especialmente después de que se cerró la exportación Argentina.
A su vez, el gas que se va a vender a Chile tendrá un precio un poco más bajo que el pagado por Argentina a Bolivia, porque se trata de gas interrumpible, no firme como el boliviano. Así, se puede estimar que por cuatro meses, la Argentina exportará gas a Chile a un precio de alrededor de $us 5, mientas desde julio y hasta esta semana le compró a ese país unos 1,7 millones de metros cúbicos diarios por más de $us 10”.
Sin explicar las causas de estos precios, se utiliza esta venta de gas de Vaca Muerta a Brasil y Chile para intentar justificar la política orientada a bajar más los precios del gas de Bolivia, de cara a la (re)negociación de los contratos de venta a Brasil y Argentina.
Perspectivas de la venta
Bolivia encara la renegociación y ampliación de venta de gas a Brasil y Argentina en nuevas condiciones. No tiene reservas suficientes, es un jugador modesto en el mercado regional, y se enfrenta a una política de precios bajos para el gas.
Esta estrategia es similar a aquella que circuló desde 1997: “Brasil compra un gas que no necesita a precios altos”, para ocultar que Bolivia se constituía en fuente de aprovisionamiento energético barato en Sudamérica, un objetivo de la geopolítica brasileña y la burguesía industrial.
En este marco, es necesario oponerse a la política de los gobiernos de Brasil, Argentina y transnacionales de bajar los precios del gas para ser “competitivos”. Así como la tendencia del mercado global es elevar los precios del gas en función del poder calorífico, Bolivia debe exigir hoy un precio igual a los del LNG que Brasil y Argentina importan e importarán en el mediano plazo, para aumentar sus ingresos.
Cabe recordar que con Argentina existe un contrato vigente hasta el 2026 y con Brasil una posible ampliación hasta el 2023.
Análisis del contrato con Brasil
No se ha hecho aún un análisis exhaustivo técnico, político y económico del contrato de compra y venta de gas a Brasil que termina en diciembre de este año. Existen, sin embargo, muchos análisis de especialistas en el tema que consideran que el contrato benefició a Bolivia y Brasil.
Uno de estos trabajos, el “Reporte Anual de Industrias Extractivas”, publicado por el CEDLA, en su balance establece que: “Durante la vigencia del contrato, entonces, se otorgaron concesiones entre las partes que favorecieron sus intereses circunstanciales: se entregó a Petrobrás un mega-campo hidrocarburífero en días previos a la firma del contrato, se renegoció los precios favoreciendo a Bolivia, se ampliaron los volúmenes, inclusive incorporando por un tiempo una provisión adicional para plantas brasileñas en Cuiabá, se reconoció el valor de los licuables y, en general, se solucionaron de manera amigable todas las diferencias a lo largo de los veinte años. Todo esto revela que, además de las condiciones y oportunidades económico-técnicas, prevaleció una relación amistosa entre los gobiernos, probablemente por su afinidad política, principalmente desde el año 2006, lo que facilitó su conclusión sin mayores contratiempos, permitiendo el aprovechamiento de un producto de calidad a precios bajos, por un lado, y la obtención de elevadas rentas fiscales gracias a la vinculación del precio del gas con el del petróleo, que tuvo un ciclo largo de elevadas cotizaciones”.
Contra estas visiones baste decir que el contrato no benefició a Bolivia. No solo porque el país se vio obligado, por su élite política entreguista, a ceder el campo San Alberto, la “joya de la corona” descubierta por YPFB, sino porque entregó energía, base del desarrollo moderno, a cambio de excedente económico, profundizando su dependencia. Brasil, por el contrario, realizó la máxima de los países desarrollados: comprar materia prima y vender productos manufacturados.
El resultado concreto es que Bolivia, al cabo de 20 años, reafirmó su derrotero primario exportador, profundizó el rentismo y se quedó sin reservas de gas. En este punto, se explica la oposición del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz a la venta de hidrocarburos como materia prima: planteaba a cambio de gas mercados de Brasil para productos industrializados del país y transferencia tecnológica a fin de equilibrar el intercambio comercial, precautelando reservas suficientes para el desarrollo nacional.
Pero en el decurso histórico solo se vendió gas rico a precio de gas pobre y se descuidó la seguridad energética nacional.
Justo Zapata dice que el contrato debía haber establecido un precio en función del poder calorífico, lo que hubiera significado que sea siempre alrededor de un sexto del valor del barril de petróleo. Brasil pagó por debajo de esa referencia porque impuso en el contrato un precio a base de una canasta de fuel oils tremendamente contaminantes y el resultado fue un mal negocio para el país (…)
Inducir a los precios Henry Hub
Otra forma de bajar los precios del gas es inducir a tomar los precios Henry Hub, los más bajos en la región.
A pesar de la existencia de un mercado global del gas y con un LNG que sigue la tendencia de los precios del petróleo, EEUU y sus transnacionales, a partir de su importante producción gasífera, buscan imponer el precio Henry Hub en los mercados con el fin de bajar y controlar los precios del gas desde sus intereses, afectando la economía de los países productores de gas como Rusia, Qatar e Irán.
En América Latina, el boom de la producción estadounidense en gas y petróleo y la necesidad de vender la producción gasífera sobrante desarrolló el “apetito” de las empresas norteamericanas por los mercados latinoamericanos y propició la estrategia de EEUU de imponer precios Henry Hub en ciertas áreas.
Dos países siguieron esta estrategia: Bolivia y Perú, debido a malas e inadecuadas negociaciones.
El proyecto Pacific LNG del año 2001, liderado por las transnacionales y apoyado por los gobiernos “neoliberales”, tenía como finalidad vender gas por Chile a EEUU (y a Chile) durante 20 años a bajos precios, establecido en referencia al Henry Hub. A todas luces un mal negocio que fue neutralizado por la lucha del pueblo boliviano y alteño el año 2003.
Actualmente, Perú es un tributario de esta estrategia a través del proyecto de exportación Perú LNG. Vende su gas al precio Henry Hub a mercados de México, Corea del Sur y China malbaratando sus reservas estratégicas a favor de las transnacionales que operan y son dueñas del negocio, con enormes perjuicios para su economía.