Machacamarca, un pueblo olvidado

Machacamarca es un eminente asentamiento minero que por sus cuantiosos yacimientos de plata y estaño fue explotado en las épocas incaica, colonial y republicana. Ahora está olvidado y en ruinas

Templo de Machacamarca.

Templo de Machacamarca.

Ruinas de Machacamarca, el pueblo conocido también como Rumi Llajta.

Ruinas de Machacamarca, el pueblo conocido también como Rumi Llajta.

Las ruinas de Rumi Llajta.

Las ruinas de Rumi Llajta.

Solo quedan pequeños restos del camino empedrado rumbo a Machacamarca.

Solo quedan pequeños restos del camino empedrado rumbo a Machacamarca.

Atractivo paisaje natural del pueblo olvidado.

Atractivo paisaje natural del pueblo olvidado.

Vestigios del Banco San Jorge.

Vestigios del Banco San Jorge.


    Evelyn Campos López ECOS
    Ecos / 01/04/2019 22:53

    Machacamarca es un eminente asentamiento minero que por sus cuantiosos yacimientos de plata y estaño fue explotado en las épocas incaica, colonial y republicana. Ahora está olvidado y en ruinas, por eso, como parte de la historia de Potosí y de Bolivia, resulta importante su preservación.

    Esta comunidad del municipio de Tacobamba, departamento de Potosí, fue explotada durante 400 años después del incario. Cuando en los años 70 del siglo XX se terminaron sus ricas vetas de plata y estaño, se suspendieron las labores mineras y todos sus habitantes abandonaron el lugar.

    “Ahora se encuentra en ruinas y en total estado de abandono; no hay habitantes, tan solo algunos mineros cooperativistas que se ubican en la parte superior del cerro para trabajar en el lugar casualmente”, manifiesta el director y docente de la carrera de Ingeniería en Geodesia y Topografía de la Universidad Autónoma Tomás Frías, Luis Véliz Chumacero, actual presidente del Consejo de Culturas de Potosí y presidente departamental de Museos Comunitarios de Potosí.

    “Si bien el municipio de Tacobamba declaró Patrimonio al asentamiento, hasta ahora no se hizo nada para preservar el sitio”, afirma Véliz.

    Por momentos, soplan fuertes vientos y luego reina un silencio absoluto que solo es interrumpido por el vuelo o el piar de algunas avecillas que pasan por el lugar. Machacamarca parece un pueblo fantasma.

    Cómo llegar

    Para acceder a las ruinas hay que ingresar por el camino de la red vecinal que une Potosí-Colavi, girando a mano derecha antes de llegar a Canutillos (a 10 kilómetros). Desde allí se recorren cinco kilómetros hasta Rumi Llajta, como también le llaman a Machacamarca.

    La ruta está en muy mal estado: solo se puede llegar a pie. Antes, todo el camino era empedrado; ahora quedan algunos resquicios de ese trabajo.

    Ruinas

    El pueblo de Machacamarca se encuentra incrustado en una quebrada, entre los cerros San Cristóbal y Pobre. El asentamiento minero surgió a orillas del río que lleva el mismo nombre de la comunidad, con características únicas en su construcción y arquitectura por encontrarse en un cañadón profundo.

    Estas particularidades hacen de este sitio un gran atractivo turístico, más aún considerando su actual abandono. Hay dos grupos contiguos de viviendas: en una se aprecia el templo y en la otra, el Banco San Jorge. Ambas están unidas por un pequeño puente del que hoy solo quedan huellas.

    En la parte baja están las construcciones rústicas coloniales, admirables por sus muros de piedra y calles empedradas con pasajes angostos. Conmueve profundamente observar este lugar que tuvo una época de esplendor…

    Rumi Llajta

    Las viviendas del pueblo se caracterizan por su construcción solo con piedras; de sus techos, que eran de paja, no queda nada. Es una muestra del resplandor y la ingeniería avanzada que tuvo la colonia.

    Una hermosa capilla, un ingenio colonial, además de 100 bocaminas que forman un laberinto de socavones donde supuestamente se encuentran salomeos espectaculares (espacios enormes dentro de la mina) que parecían coliseos en los que se podía jugar al futbol, completan el panorama.

    También están los restos del segundo Banco de Potosí, San Jorge. El primero se encuentra en el asentamiento minero de Aullagas, en Colquechaca.

    “Quizá Machacamarca, el otrora puntal de la economía de la región y del país debido a su colosal riqueza minera, aún vive en el recuerdo de algún anciano minero que relata la abundancia y riqueza que poseía este lugar en sus momentos de apogeo”, comenta Veliz.

    Iglesia

    Según datos históricos proporcionados por Veliz, el templo fue construido alrededor del siglo XVII y estuvo vigente hasta la decadencia de este significativo centro minero productor de plata y estaño famoso desde los tiempos de la colonia.

    El templo está situado en la parte más alta del pueblo, desde donde se observa de manera general todas las construcciones en ruinas. Los muros del templo fueron construidos totalmente de piedra.

    Para ingresar a la iglesia se debe subir por unas escalinatas de piedra que parten de la plaza del pueblo y llegan a un espacio libre frente al campanario (espadaña). Para ingresar a la nave, primero, se pasa por un arco y, después, por el atrio.

    De acuerdo con el relato de Veliz, allí había algunas pinturas murales que con el tiempo desaparecieron por estar a la intemperie y por la falta de conservación.

    El altar, de estilo neoclásico, pertenece al reducido grupo de altares exentos a los muros de la iglesia que permiten la circulación alrededor del mismo. Es la única pieza que queda en este templo.

    La conformación de la planta es de tipo lineal debido a la topografía de la zona; por esta razón, la espadaña se halla perpendicular al ingreso a la nave, un poco separada. Su característica es extraña, pero interesante.

    Las campanas se tocan desde la parte posterior de la espadaña pues, por la pendiente del terreno, esta resulta casi dos metros más alta. Por eso hay que subir las gradas por el lado izquierdo.

    “Presenta también contrafuertes de piedra para aumentar la estabilidad en el terreno. El estado de conservación es pésimo, pero no tiene problemas estructurales”, detalla el gestor cultural.

    La integración al paisaje de todo el conjunto es notable por el uso de materiales del sitio, principalmente piedra, barro, madera y paja.

    Veliz considera urgente salvaguardar la iglesia, ya que las pinturas murales que había en el lugar desaparecieron por encontrarse a la intemperie. “Es urgente evitar su colapso y pérdida posterior del templo”, alerta él.

    Sugiere que el templo sea restaurado de acuerdo a normas y reglamentos de intervención. También darle un uso más adecuado, como un centro turístico de la zona y de interpretación cultural, donde se pueda concentrar información gráfica y elementos de museo, previendo espacios de información turística.

    Minas

    En el lugar se distinguen más de un centenar de bocaminas abandonadas, en ambos cerros, que tienen socavones cruzando de una colina a otra por debajo del río.

    Según la narración de algunos pobladores que vivieron en el área, se sabe que en interior mina existen grandes espacios que fueron aprovechados como campos deportivos. Al ingresar se siente un olor fuerte a copajira, lo mismo que los ruidos producidos por el viento que salen de las bocaminas.

    Paisaje 

    La combinación de la naturaleza con plantas y animales propios del altiplano boliviano, más el pueblo y los socavones, encierra mitos y leyendas y hacen que uno se traslade con la imaginación hasta el pasado, cuando de allí salían grandes riquezas que beneficiaban solo a unos pocos.

    Majestuosas elevaciones de diversas tonalidades rodean y resguardan a la antigua población, cual guardianes celosos de sus riquezas mineralógicas. Según Veliz, este lugar es ideal para el ecoturismo y la aventura.

    Ingenio

    El ingenio minero también data de la colonia y está intacto: mantiene toda su estructura de mampostería de piedra y se divide en cuatro desniveles. Los mineros aprovechaban la pendiente que tiene el cerro para procesar el preciado metal y convertirlo en lingotes que luego eran depositados en el Banco San Jorge.

    “El ingenio sufrió algunas modificaciones en la época republicana con la adición de algunas construcciones con cemento”, explica Veliz.

    Banco San Jorge

    Considerado como el segundo de importancia de la época colonial después de Aullagas, el Banco San Jorge está construido íntegramente con piedra.

    Se trata de una edificación de dos niveles: en el primero hay una habitación destinada a la atención del público y un patio pequeño. En la parte baja se encuentra una magnífica construcción en forma de cruz latina; la superior es una bóveda de cañón y en la central hay una bóveda de aristas. Para salir de ese espacio existen tres arcos de medio punto que expresan la arquitectura colonial de la época.

    Veliz pide evitar que con este patrimonio cultural arquitectónico ocurra lo mismo que pasó en Aullagas, donde se perdió la edificación del primer Banco San Jorge y el templo de San Miguel.

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