¿Volver de la muerte?
¿Tiene explicación científica una muerte clínica con un posterior retorno a la vida? Y si acaso la tuviera, hoy o mañana, ¿es posible hablar de lógica en este tema? ¿Cuán creíbles son los relatos de personas (e incluso de médicos suyos) que dicen haber muerto y luego haber sobrevivido para contarlo?
¿Tiene explicación científica una muerte clínica con un posterior retorno a la vida? Y si acaso la tuviera, hoy o mañana, ¿es posible hablar de lógica en este tema? ¿Cuán creíbles son los relatos de personas (e incluso de médicos suyos) que dicen haber muerto y luego haber sobrevivido para contarlo? ¿Se puede “volver de la muerte”?
En Sucre y en Potosí, así como en otras partes del país y en otros lugares del mundo, hay historias que circulan y otras que también se cuentan en primera persona, de gente que asegura haber vivido su propia muerte.
Sin ir muy lejos, el 15 de mayo pasado, en el Hospital Santa Bárbara de Sucre, según la información proporcionada a ECOS por el doctor Ernesto Cabrera, médico de planta de Terapia Intensiva, ingresó un paciente de 89 años con una falla multiorgánica, estado de shock, foco infeccioso en riñones y pulmones y estado de coma, por lo que se requirió su entubación.
El galeno dice que el anciano recibió todos los estudios, tratamiento y medicación correspondientes, pero que no evolucionó bien; es decir, no respondió al procedimiento. Veinticuatro horas después de su intervención, sufrió un paro cardíaco y el personal médico obró con la reanimación de rigor, pero el paciente no respondió.
“No tenía reflejos, no se movía, no respiraba, carecía de presión y pulso; entonces, fue declarado clínicamente muerto”, sentencia Cabrera.
Lo siguiente fue lo que pasa habitualmente: se dio la triste noticia a la familia y se desconectó el respirador. Nadie podía imaginar que después de más de una hora del deceso, “inexplicablemente, el paciente volvió a respirar, asombrando a todo el personal presente”, según el relato del médico.
Como el hombre había vuelto a respirar, nuevamente se lo conectó al respirador y se retomó su tratamiento. No obstante, cuatro días después, sí, falleció (de nuevo, aunque este complemento de la frase suene absurdo). Y si esto parece una broma, habrá que ponerse en el lugar del profesional y creerle cuando dice que “con lo ocurrido antes, tomamos la precaución de esperar bastante tiempo para declararlo clínicamente muerto”.
Testigos
Diego Vargas, residente de último año en Terapia Intensiva, y Francisco Jiménez, residente de cuarto año, fueron testigos del extraño fenómeno que tuvo por protagonista al anciano casi nonagenario.
El doctor Domingo Alurralde, jefe de Terapia Intensiva del Santa Bárbara, dice, sin embargo, que no es algo tan raro ni aislado, que pasa en muchos nosocomios del mundo. “Son casos excepcionales, que carecen de una explicación científica porque, médicamente, no es aceptable que eso ocurra”, sostiene él.
Por ejemplo, recuerda que en 1996, cuando él trabajaba en el Hospital Juan Carlos Durán de Buenos Aires (Argentina), ingresó una paciente de 86 años con un cuadro severo de salud. Ella sufrió un paro cardíaco frente al personal que, de inmediato, procedió a reanimarla durante una hora y cuarto; como no consiguieron ninguna respuesta, se la dio por muerta.
Antes de quitar todos los aparatos y monitores, nuevamente verificaron sus signos vitales y, cuando estaban en ese proceso, un monitor mostró latidos. Dos días después reaccionó muy bien, estaba lúcida y sin ninguna secuela.
Alurralde dice que la mujer contó que mientras estaba “muerta” vio una luz brillante; luego, no recordaba nada más. Su caso fue divulgado en varias publicaciones argentinas.
Otros casos
Según el artículo “Testimonios de personas que regresaron… de la muerte…”, de Aurélie Caillard, de los 2,5 millones de personas que habitan en Francia, un promedio del 4% de la población vive una experiencia cercana a la muerte y experimentan la inmersión en un túnel, la luz, la sensación de calma y paz, encuentro con seres de luz o familiares desaparecidos y la impresión de ser envueltos por un amor infinito.
Otros estudios refieren a miles de testimonios recogidos en todas las culturas del mundo que luego fueron analizados para observar sus similitudes, llegando a la conclusión de que cada experiencia es única y no necesariamente incluye todos los pasos mencionados.
Sin duda, volver de la muerte es un tema polémico, discutible, controversial, pero igualmente apasionante. Y lleva a una pregunta inevitable: ¿Existe realmente el “más allá”? ¿Habrá vida después de la vida?... •
Otra historia de muerte y de vida
El 20 de diciembre de 1992, Sandra Padilla viajaba de Potosí a Sucre en un vehículo junto a un arquitecto (con el que se casaría después) y un ingeniero (que era el conductor). A 5 kilómetros de Betanzos, el auto se embarrancó más de 60 metros.
Fueron auxiliados y trasladados hasta el hospital de ese municipio por concejales de Potosí que iban detrás, en una vagoneta. De allí, los tres heridos fueron llevados a la clínica médica Esculapio, de la Villa Imperial, el lugar de otra historia de muerte y de vida…
La entonces joven de 24 años fue declarada clínicamente muerta en la mesa de operaciones del quirófano de la Caja Nacional de Salud-Potosí, donde yacía con el rostro destrozado. Según el diagnóstico médico, había perdido el maxilar inferior, tenía 27 fracturas en la cara y otra en el brazo derecho, además de dos fisuras en el cerebro y una fuerte hemorragia.
De acuerdo con el relato de Padilla, hoy artista plástica y activista y defensora de los derechos de los animales, los médicos vanamente trataron de volverla a la vida con electrochoques durante varios minutos.
Esto es lo que sintió ella, según sus palabras: “Me encontraba en posición fetal y flotaba en la nada. Era una sensación que no me dejaba descansar. Cuando busqué algo que me permitiera estar más cómoda, me di cuenta (de) que estaba rodeada de mucha gente, hombres y mujeres que luchaban entre ellos por aferrarse a mí. No eran visibles, pero sentía su poderosa presencia”.
Cuenta que le sacudían el cuerpo y que se percató de que debajo de ella “había un cielo poblado con densas nubes blancas que me invitaban a descansar cómodamente”. Luego, “mientras luchaba por liberarme de tantas manos, repentinamente las nubes se abrieron en su totalidad, dejándome ver el quirófano, pero por encima de él. Allí estaban los médicos, enfermeras, aparatos quirúrgicos, y yo estaba desnuda, echada, sobre una mesa…”.
Según sus recuerdos, “los galenos iban de aquí para allá aplicándome electrochoques, dejándome el pecho con moretones, hasta que finalmente se dieron por vencidos y taparon mi cabeza con una sábana blanca (…)”. Ella asegura que “…no entendía qué estaba pasando, desde arriba veía todo como si fuese un sueño. De improviso, sentí que todo se cortó, así, como cuando se va la luz”.
Padilla dice que despertó con la visión nublada y que estaba rodeada de médicos, parientes y amigos que la miraban con asombro; en su criterio, eran “testigos incrédulos que vieron cómo pasé la línea entre la luz y la oscuridad para retornar otra vez”. Afirma haber escuchado la voz del médico decir: “¡Dios la debe querer mucho porque ha regresado de la muerte!”.
Posteriormente, de madrugada y estando entubada a la máquina que la mantenía viva, dice haber recibido la visita de “un hombre de tez morena, traje oscuro y elegante pronunciando mi nombre con evidente preocupación”. Lo describe al detalle. En su relato sostiene que logró unir sus manos.
A continuación, asegura que se produjo un incidente en el que participaron el médico de turno, el portero y un policía, “exigiendo al hombre de tez morena que saliera de inmediato”. Dice que lo vio salir, pero ellos no. Y que luego sus tíos preguntaron a los tres por lo sucedido y constataron que cada uno había sufrido una hemorragia nasal.
Según Padilla, afuera del nosocomio hubo revuelo: “una turba de personas, entre incrédulos, curiosos, morbosos, creyentes y adoradores. Unos decían ‘¡es un milagro, volvió de la muerte! Otros expresaban ‘¡es una santa!, ¡volvió de la muerte y le apareció un ángel!’”. Incluso dice que un cura se presentó para rezar en su sala.
“Así, entre gallos y medianoche me sacaron del hospital y me llevaron a una avioneta que me esperaba con los motores encendidos para ir rumbo a La Paz”, finaliza su relato, para el que, como prueba, cita una lista de nombres de testigos entre los que se cuentan familiares, amigos y compadres, además de algunos galenos.
Padilla tuvo 11 operaciones reconstructivas del rostro y una estética y, como secuela del accidente, vive con las dos fisuras en el cerebro.
ECOS resumió su relato —originalmente más extenso— por razones de espacio.