Cementerios conventuales… las famosas criptas

Desde su nacimiento, la Villa Imperial se ha visto envuelta en trágicos relatos de maltrato y explotación hacia el indígena con el fin de hacerse ricos, sin pensar que ese metal al que llamarían plata, al mismo tiempo de traer riquezas para muchos, también traería consigo la muerte para otros...

 Una mirada a las criptas del convento de San Francisco, en Potosí. Una mirada a las criptas del convento de San Francisco, en Potosí.

Laura Paz Leaño España (*) para ECOS
Ecos / 18/06/2019 13:42

Desde su nacimiento, la Villa Imperial se ha visto envuelta en trágicos relatos de maltrato y explotación hacia el indígena con el fin de hacerse ricos, sin pensar que ese metal al que llamarían plata, al mismo tiempo de traer riquezas para muchos, también traería consigo la muerte para otros...

En la Villa, hasta la hora de muerte era marcada por una imponente jerarquía de clases sociales. Tener un lugar decente y digno para ser enterrado era una preocupación que aquejaba a la alta sociedad de la época. Como a los indios no se los consideraba parte de esa sociedad, eran enterrados en fosas comunes a los pies del Cerro Rico. 

En 1547, los franciscanos establecen el primer convento en la Villa para servicio de aquel que lo necesitara. Fue así que, con la construcción del templo, hubo la necesidad de poner en marcha lo que sería el primer cementerio conventual que, con el transcurso del tiempo, sería conocido con el término genérico de “criptas”.

Primeros cementerios

Aquellos que profesaban la fe católica encontraron consuelo al ver que, llegada la muerte, sus restos descansarían en un lugar digno. Para tener un sitio en estas criptas, las familias ofrecían las indulgencias o limosna a la iglesia. En esa época se creía que mientras más dabas a la iglesia, llegado el momento de la muerte estarías más cerca del cielo.

Estas indulgencias o limosnas consistían en dar lienzos, esculturas, orfebrería, bordados y hasta dinero para las órdenes. Es también por esta razón que la mayor riqueza artística de la época colonial se encontraba resguardada en las iglesias.

Los cementerios conventuales llegaron a ser como los primeros cementerios privados dentro de la ciudad. Se encontraban en los conventos de Santo Domingo, la Compañía de Jesús, San Juan de Dios, los Betlemitas, San Agustín, la Basílica Catedral, San Francisco y el templo de Nuestra Señora de las Mercedes. Las familias que daban sus indulgencias también dejaban en sus testamentos el testimonio de cuánto habían aportado a la orden religiosa y en qué sector del templo deseaban estar enterradas.

El tipo de construcción de estos cementerios era de un estilo de bóveda con material que se encontraba en la zona: piedra bolón o piedra de río, en las paredes, y piedra laja en los techos. Para la unión de las piedras se utilizaría calicanto, una mezcla de cal, con clara de huevo, miel de abeja y resina de cactus; elementos que serían fáciles de adquirir. La técnica de entierro era diferente en cada templo, según la orden religiosa que lo ocupaba.

Las más antiguas

Las criptas más antiguas se encuentran en el templo y convento de San Francisco, desde 1547. Toda la base del templo, más una parte del convento, son criptas. De igual manera era el repartimiento en los demás templos y conventos.

Debajo del templo eran enterradas aquellas familias que daban las indulgencias, mientras que debajo del convento se depositaba a los restos de los sacerdotes. La única diferencia era que la orden de los franciscanos tomó la decisión de habilitar un sector para enterrar indígenas a escondidas de sus benefactores. Según las crónicas franciscanas los indígenas eran enterrados juntos con los frailes, es decir, debajo del convento.

Para el entierro, los franciscanos utilizarían el sistema de calcificación, una técnica que había sido utilizada con anterioridad por esta orden en otros países. Consistía en que, luego de que la familia dejaba el cuerpo del difunto en el templo, en un ataúd, pasadas las ceremonias del velatorio los frailes trasladaban el cuerpo a un sector detrás de las cosechas franciscanas, lo desvestían por completo y procedían a realizar una incisión en el estómago. Seguidamente, echaban a todo el cuerpo cal ardiente con la finalidad de que la carne se empezara a secar.

Este proceso duraba dos a tres semanas hasta que solo quedaban restos óseos, que eran depositados en una pequeña urna de madera, con su vestimenta, de modo que los frailes solo bajaban a las criptas para depositar la caja.

Pero no todas las órdenes religiosas empleaban la misma técnica. Algunas enterraban el cuerpo completo y sobre la tierra. Esto ocasionó que en el momento en que la gente asistía a escuchar la misa, sintiera malos olores y también se propagaran enfermedades. Se podría decir que este fue uno de los motivos por los que, en 1826, Antonio José de Sucre decretó que estos cementerios fueran clausurados, y de esta manera se dio lugar al primer cementerio público de Potosí, que quedaba en los atrios de San Bernardo.

(*) Laura Leaño es socia de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP)

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