Drogas: Un viaje de ida y vuelta

Testimonio de un joven que cayó en la adicción y que por fortuna pudo salir

Drogas: Un viaje de ida y vuelta Drogas: Un viaje de ida y vuelta Foto: Internet

Álvaro Valdez Amachuy ECOS
Ecos / 01/07/2019 03:13

"Yo estaba deprimido; entonces, un amigo al que había conocido en el (colegio) nocturno se da cuenta y me dice: ‘¿No quieres marihuana?, esto te va a hacer bien, te va a hacer olvidar (…)’. Y como estaba mal, decaído, dije: ‘¿por qué no probar?’. De esa manera comencé”.

Han transcurrido seis años desde aquella vez y, afortunadamente, ahora, después de una dura batalla, está “limpio”. Aquí su historia…

Todo empezó cuando Pedro (nombre ficticio) tenía 17 años. Su primer contacto con las drogas fue en el colegio. Allí conoció a Jorge (ficticio), dos años mayor que él. “Tenía facha de ser pandillero y yo siempre le tenía respeto”, recuerda.

Por un tiempo Pedro dejó de asistir a clases y Jorge, enterado de lo que le había pasado, aprovechó para invitarle droga. “…me han contado que has tenido un accidente, ¿no quieres marihuana? Te va a hacer bien esto”, le dijo.

Fue la primera vez que Jorge se atrevió a compartir su secreto con él. “Yo acepté, es que en ese momento estaba mal, decaído. ‘¿Por qué no probar esto?’, pensé.

Cuenta a ECOS que, a partir de ese momento, poco a poco se fue juntando con ellos. Y aprendió a preparar y con qué fumar. “Él me enseñó que hay que moler la marihuana, porque tiene que estar bien finita. Después doblamos en círculo la tarjeta de recarga del celular para hacer una pipa chiquita, luego se pone un plástico por fuera y en el hueco se llena de marihuana para recién fumar”, explica con lujo de detalles.

La primera vez que probó, Pedro asegura que se sintió relajado, pensativo. “Te pones a imaginar de todo, a veces te puede agarrar la ‘miedolenta’, como le dicen. Imaginas cosas y te pones nervioso”.

Solo en ese colegio eran unas 12 las personas consumidoras. Jorge compraba en grandes cantidades y distribuía; no necesitaba ofrecer, ya tenía clientes y todos lo llamaban.

En el hampa, a la marihuana se la conoce como “María”, “hierba”, “satiba”, “pasto”, “fasso”, “grass”, “motta”, “porro” o directamente cannabis. A un sobre de Bs 10 le llaman “Diego”, por el jugador argentino Maradona conocido, además de por sus dotes futbolísticos, por su relación con la droga.

El paquete de Bs 20 es “Ventón”, “Tevez” o “Brete”. La marihuana de Bs 50, “cuarto pedazo”, “media ganga” o “media gamba”. La de Bs 100, “gamba”.

Hay diferentes preparaciones. Por ejemplo, según Pedro, la marihuana mezclada con clefa en forma de ladrillos; una, más natural, viene en forma de bolas; y a otra le llaman “el nevadito”, con cocaína.

“De la cocaína que hacen queda un recipiente que no lo usan, eso igual se lo fuma y es más fuerte. Es un rato, deja extasiado como 20 a 30 minutos, perdido. Después vuelves, pero decaído”, comenta Pedro.

Hay tres fases cuando se ingiere marihuana. Estas son: el éxtasis, el bajón y la decaída. “Éxtasis es cuando estás recién subiendo, poco a poco sientes los efectos; después llegas al límite y te bajas. Si quieres más, ya no llegas a tener el mismo efecto. Entonces te da hambre, te da la comelona, te aburres y así, más o menos, son las etapas de la marihuana”, agrega el joven entrevistado.

El cambio

La madre de Pedro se enteró un año y medio después que su hijo se drogaba. Lo descubrió al sentir un olor raro en su cuarto, donde con frecuencia también consumía.

“‘¡¿Qué estás haciendo?!’, me ha dicho. “Yo no estaba tan ido (drogado), sino que el olor me ha delatado. Después le he dicho: ‘mami, estoy fumando marihuana, estoy fumando por lo del accidente, esto me ha ayudado un poco’. No ha entendido, se ha enojado, me ha reñido mucho esa vez”.

Terminar con la adicción fue una dura batalla. De consumir a diario, pasó a tres días por semana; luego fue más tiempo, pero la depresión y la desesperación le hacían recaer.

“Mi mamá me ha regañado fuerte, la he visto llorar, creo que eso me ha llegado al corazón. Se me hizo triste verle así a mi mamá y le dije: ‘sí, mami, lo voy a dejar’. Dejé de fumar tres meses, después de nuevo recaí, pero ha sido una fumada, tres fumadas. De ahí poco a poco me fui alejando de los cuates. Como ya salí bachiller ya no los veía mucho, ya no tomaba mucho, ya no había marihuana de dónde sacar”, añade.

Pedro ya está libre de drogas. No necesitó ser internado en una clínica o centro de rehabilitación, simplemente fuerza de voluntad y, sobre todo, el amor a su madre. Este joven de condición humilde ahora trabaja con su padre y estudia en la Universidad.

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