Freddy Bolaños, constructor de motos
El motoquero y amante de las rutas Freddy Bolaños Churata restauró, modificó y construyó “partiendo de cero” 12 motos clásicas de colección, con la particularidad de que utiliza una mayoría de piezas fabricadas por él mismo.
El motoquero y amante de las rutas Freddy Bolaños Churata restauró, modificó y construyó “partiendo de cero” 12 motos clásicas de colección, con la particularidad de que utiliza una mayoría de piezas fabricadas por él mismo.
Bolaños nació en Potosí hace 24 años, es hijo de Freddy Bolaños Carreño (contador general) y Lilian Churata Villegas (licenciada en turismo), dos apasionados por las antigüedades. Su hermana, Andrea, al igual que sus padres, también es coleccionista.
Freddy Jr. heredó la destreza y la habilidad de su padre, restaurador de muebles y adornos antiguos, para fabricar otros objetos.
¿Cómo nació su pasión por las motos? De niño, a partir de la curiosidad por desarmar los juguetes. Primero fue un cuadratrack que le obsequiaron cuando tenía tres años y más tarde, a los 12, empezó a armar y a componer objetos, siempre observando a su papá.
No tiene un taller especializado, sino que todo el trabajo lo hace en el jardín de su casa. Construir una moto requiere de paciencia, ya que muchas veces los modelos que define no le salen bien “a la primera”.
Bolaños se considera una persona de carácter fuerte y persistente en todo lo que se propone, aunque no tenga mucho conocimiento de algunas cosas. Le gusta encontrar o darle una solución a todo.
Fabrica en persona las piezas que conforman una motocicleta, pero, cuando son muy complicadas de lograr, las consigue mediante contactos o a través de pedidos a casas matrices. “El armado es complejo, pero con un poco de creatividad y pasión por este arte, sí es posible hacerlo”, sostiene.
En su criterio lo importante es que la pieza sea lo más perfecta posible, con acabado de fábrica, y en eso es en lo que más se demora.
Dice que construir una moto le puede llevar entre dos y tres meses, dependiendo del estado en el que se encuentran las piezas y el tipo de motorizado. “Cada moto es única y tiene un toque mío, muy personal, para distinguirse del resto. Las personas que me conocen sabrán que yo la construí”, explica a ECOS.
Hasta el momento, de las 12 motos de colección que Bolaños restauró, modificó y construyó, 10 le pertenecen y las otras dos las armó para unos amigos.
Su gran orgullo son dos vehículos que restauró completamente y a los que considera sus “joyas más antiguas”: una moto CZ de 1944 con Sidecar y un jeep Willys de 1946. Ambas, inmejorables muestras de su creatividad.
“La verdad, es mi pasión y no les he puesto un precio. Las motos las utilizo para ocasiones o eventos especiales y no como un medio de transporte”, aclara sobre sus preciadas joyas.
A simple vista, todas las motos están muy bien cuidadas y ordenadas en la sala de su casa; invitan a realizar un viaje por el tiempo sobre dos ruedas. Ocupan la mitad de ese ambiente, que por sí mismo ya es grande; solo las saca para ocasiones determinadas. Aun así, le sigue faltando espacio, tanto que tuvo que guardar su jeep en otro garaje.
Inversión económica
Al margen del esfuerzo y la pasión que le pone a cada moto, previsiblemente, la construcción de cada una requiere de inversión económica. Pero Bolaños asegura que no escatima en gastos ni hace cuentas.
De la única que tiene un registro de cuánto invirtió es de un triciclo que construyó recientemente; solo en accesorios, gastó más de 3.000 dólares.
En contrapartida, otra moto no le costó ni 1 boliviano porque tiene piezas rescatadas de otros proyectos.
Aunque la esencia de un motoquero no solo está en el vehículo sino también en su forma de vestir, Bolaños no es el típico hombre con melena, barbudo, lleno de tatuajes y atuendo extravagante, así como se los caracteriza en las películas.
No, a él le gustan los modelos clásicos tanto en las prendas como en los motorizados, es decir, todo lo vintage.
Dice que viste de acuerdo a la ocasión: cuando sale a motoquear con su grupo usa chamarras de cuero y botines estilo americanos, o inglesos, siempre con su sello personal.
Apoyo familiar
“Tengo todo el apoyo de mis papás y de mi hermana y, eso me encanta”, confiesa. “De hecho, son los únicos: yo creo que otras personas no soportarían todo el desorden que hago en mi casa para construir una moto”. Y aclara: “Obviamente después de que acabo las tengo impecables, pero al principio es un poco complicado porque ensucio todo y meto mucha bulla”.
Un aliciente para su arte
Cuando su colección era más pequeña, Bolaños la presentó en una feria y sus amigos lo apoyaron con el traslado de las motos de su casa al lugar donde se llevó a cabo la muestra, en una segunda planta. “Fue muy complicado”, recuerda.
Ahora tiene pensado presentar otra exposición, que está planificando bien para que sea atractiva e impactante. Todavía no hay una fecha establecida para este proyecto que se mezcla con otros a realizar en los próximos meses.
Quienes saben de su trabajo, en Potosí, lo admiran porque las suyas son motos míticas que marcaron una época.
“La gente muchas veces no cree que realizamos las motos aquí y de forma artesanal. El hecho de que le guste a la gente es un aliciente para continuar con este arte”, concluye nuestro constructor de motos, que no solo se dedica a los fierros sino que además es ingeniero en sonido y viaja constantemente con grupos y bandas musicales, acompañándolos en sus conciertos. •