¿Cambiar la suerte?
El lugar es improvisado, en plena calle, a unos pasos del pintoresco templo de La Rotonda que guarda la imagen de la Virgen del Carmen. Los adivinos, quirománticos, cartománticos y amautas se ubican uno al lado del otro, sentados en precarias banquetas.
El lugar es improvisado, en plena calle, a unos pasos del pintoresco templo de La Rotonda que guarda la imagen de la Virgen del Carmen. Los adivinos, quirománticos, cartománticos y amautas se ubican uno al lado del otro, sentados en precarias banquetas.
Frente a ellos tienen una pequeña mesa cubierta con un tejido indígena, un aguayo o un phullu. En cada tablero hay naipes, alcohol en una botella pequeña, una o dos piezas de plomo que ya fueron leídas y una campanilla metálica para llamar el ánimo (en la cultura andina se llama al alma “ánimo”, y cuando un adivino lee la suerte de una persona llama a su ánimo con una campanilla para que esté presente en ese momento).
A un costado de la mesa, una potente cocinilla a gas de una sola hornalla donde yace una paila con plomo (como las que se usan para hacer chicharrón de cerdo). Con la acción del fuego, el metal sólido se derrite hasta convertirse en líquido; así reposa, caliente, hasta que llega una persona ávida de conocer su suerte y se sienta frente al adivino que le dice: “¿en qué quieres que te lo vea tu suerte?”. La mujer escoge el plomo.
El amauta saca un cucharón lleno del metal caliente que entrega con sumo cuidado a la mujer, indicándole que agarre con firmeza y vacíe de golpe sobre el agua fría. “¿Con qué mano?”, pregunta ella. “Con la que quieras”, le responde.
Obediente, cumple la orden. Se escucha un ruido fugaz con la formación de burbujas que murmullan y la emisión violenta de gotitas de agua; enseguida todo se calma. La mujer saca el metal del agua y lo entrega al adivino. Tiene la forma de un barco con tres mástiles anchos, sólidos, de una sola pieza y con mucho brillo. Parecen pulidos.
El hombre empieza a interpretar:
—¿Tu nombre, señorita?
—Mariela.
—En este día 20 de julio te digo, Mariela, vas a tener un buen trabajo, una tienda y unos negocios donde va a haber buena venta, por eso te ha salido tres capitales fuertes. Con tu esposo, hasta ser abuelitos van a tener una vida de amor. Esto es viaje a Argentina, Chile y Brasil (muestra en el plomo con el dedo); tú has nacido de pie, todo te adivinas en sueños. No te vas a enfermar, señora Mariela, cuando hay enfermedad, oscuro es.
—¿Qué se llama tu esposo?
—Fernando.
—Que tenga buena suerte en el amor, salud y trabajo.
—¿Wawitas?
—Tres tengo.
—¿Qué se llaman?
—Bryan, Armin y Nayeli.
—Que seas una mujer platuda, que compres casa, autos, tiendas y negocios. Que te sonría la suerte. Te vas a saumar; vas a decir ‘que me vaya bien en mi trabajo, mi profesión y mi matrimonio’. ¡Lindo te ha salido!, ¡mira cómo brilla!, ¡bien te va a ir!
La mujer se va feliz.
Mientras tanto la gente pasa y repasa por el lugar. La mayoría se muestra indecisa y sigue de largo. Otros procuran averiguar quién es el mejor o el más conocido. No faltan los escépticos: dos mujeres tomadas del brazo, que parecen madre e hija, se persignan tres veces y apresuran su paso para alejarse.
El destino, en Alasitas
Los lectores de la suerte en cartas, coca y plomo llegaron a Sucre para la Feria de la Alasita aseguran que se puede cambiar el destino.
Juan Chaman de los Andes nació en la provincia Los Andes, departamento de La Paz, y se dedica a esta actividad desde hace 22 años. Asegura que su don es una herencia de su padre, que era sabio y llamaba el ánimo de los niños.
De acuerdo con sus conocimientos, las personas nacen con diferentes estrellas: estas pueden ser buenas o malas, pero se puede cambiar el destino mediante una cura y preparando una mesa dulce, según cada caso.
El adivino sostiene que el destino de una persona depende del mes en el que nace y cómo están alineados los planetas en ese momento. Indica que hay fases de mal augurio; por ejemplo, el planeta Plutón es malo así como el mes de noviembre. En otras palabras, quienes nacen en ese tiempo y con ese planeta alineado serían “malas” y supuestamente podrían dedicarse a actividades ilícitas.
Mientras que los meses de septiembre y febrero serían los mejores, según el chamán. “Si tienen mala suerte se les puede cambiar por buena suerte mediante la fe y una cura”, sostiene él.
Interpretaciones
Julián Limachi vive en Oruro y lee la suerte en cartas, coca y plomo hace 23 años. Es representante general de la Asociación de Curanderos de Bolivia cuyos afiliados llegan a Sucre en julio de cada año.
Informa a ECOS que en Bolivia solo hay dos grupos legales: la Asociación de Lectores de Suerte en Plomo San Juan, en El Alto, y la Asociación de Lectores de Suerte San Pedro, en La Paz. Ambos se reúnen para salir de gira por todos los departamentos y también por Perú, Chile y Argentina, entre otros países
Explica que cada adivino tiene su propio estilo para leer la suerte, en las oraciones y la preparación de la mesa para el ritual en honor a la Pachamama.
De acuerdo con su experiencia, lo que más consulta la gente es su suerte en el trabajo, negocio, salud, viajes, progreso y amor. Dice que cuando el plomo adquiere una forma elevada, limpia y sin manchas, a esa persona le irá bien “en todo”. Si salen partes oscuras significan tristezas, enfermedades y problemas; y si cuando se echa el plomo en el agua, y todo se desmenuza como escarcha, es para que ocurra una desgracia.
En los naipes, Limachi afirma que cada carta tiene un significado complejo que solo ellos saben interpretar. Y en las hojas de coca, el lado de color oscuro significa buena suerte y el más claro o blanco es pena.
“En el plomo se mira para el trabajo, negocios y salud. En cambio las cartas y la coca son más completas, puedes preguntar lo que quieras varias veces”, revela. •
“No soy pajpaku”
Guillermina Quispe viuda de Kantuta proviene de La Paz, tiene 67 años y se dedica a ver la suerte desde hace más de 20. Asegura que cuando tenía 40 años un rayo le cayó cuatro veces y que uno incluso le partió el hígado, pero sobrevivió a tan extravagantes sucesos.
“A mí nomás me quería matar el rayo, me perseguía, pero me he librado”, cuenta a ECOS.
Desde entonces tiene la habilidad de leer la suerte de las personas en cartas, coca y cerveza. “No soy pajpaku, la gente me busca de todas partes para que se lo lea la suerte”, dice Guillermina en la Feria de la Alasita, en Sucre.
El don de la clarividencia
En nuestro país la tradición de la lectura de la suerte tiene larga data y está muy arraigada, especialmente, en los departamentos de Oruro, Potosí y Cochabamba, en ese orden, según informan los propios adivinos. “En los demás, la creencia es poca, tienen miedo. Sucre está entre ellos”, aseguran.
Se dice que los favorecidos con el don de la clarividencia son los sobrevivientes de la caída de un rayo, los que adquirieron el oficio por herencia generacional, aquellos que nacieron “de pie” o con marcas y lunares con formas en el cuerpo, y quienes milagrosamente se salvaron de morir en un accidente.
Ellos suelen leer la suerte de una persona en coca, en naipes, en plomo fundido, en cerveza, en la borra del café y en una papa o un cigarrillo.
La creyente
Nancy Piérola, de Cochabamba, llegó a Sucre trayendo casitas en miniatura artesanales para vender en la Feria de la Alasita. Cree en la lectura de la suerte porque, según su pensamiento, a través de ella recibe buenos consejos para mejorar su vida; “depende de cada uno tomarlos o no”.
“Los humanos tenemos libre albedrío y podemos hacer lo que queramos. Según las acciones de cada persona se hace la suerte, si crees o no, si te va bien o te va mal. En eso se basa la leída de la suerte”, agrega.
Piérola se hizo leer la suerte varias veces y tomó en cuenta algunos consejos. Por ejemplo, cuando era joven y soltera gastaba mucha plata, pero con los años siguió el consejo de un adivino y aprendió a ahorrar y buscar la manera de generar ingresos. Ahora tiene cuatro hijos que dependen de ella.
El escéptico
Mario (nombre ficticio) cuenta a ECOS que hace dos años estaba con unos amigos y al ver que uno de ellos se hacía leer la suerte en plomo fundido, se animó a hacerlo por curiosidad.
Recuerda que el adivino le habló sobre su salud. “Me dijo que estaba bien, que tenía mucha fortaleza, que tenía que seguir cuidándome para preservar mi salud. Creo que depende de cómo ven a la persona”, comenta.
El pronosticador también le habló sobre su economía; le dijo: “usted tendrá alguna sorpresa este año, hará alguna inversión y algunas compras”.
Un año y medio después Mario se compró un vehículo, no obstante piensa que ha sido suerte o mucha coincidencia. “Soy escéptico, pero creo que hay que tener nomás fe en estas cosas”, opina, sonriente.