Francisco Cerro, el cura que medía el tiempo

Llegó a fines del siglo XIX y, poco después de las experiencias de Marconi, este religioso muy querido en su época logró además las primeras transmisiones radiofónicas del país

Francisco Cerro, el cura que medía el tiempo

Francisco Cerro, el cura que medía el tiempo Foto: Archivo

El padre Bernardo explica a un alumno del Colegio del Sagrado Corazón los usos de este astrolabio de más de 80 años.

El padre Bernardo explica a un alumno del Colegio del Sagrado Corazón los usos de este astrolabio de más de 80 años. Foto: Óscar Díaz

Algunos de los instrumentos del laboratorio del padre Cerro que aún se conservan en el Colegio del Sagrado Corazón.

Algunos de los instrumentos del laboratorio del padre Cerro que aún se conservan en el Colegio del Sagrado Corazón. Foto: Óscar Díaz

Algunos de los instrumentos del laboratorio del padre Cerro que aún se conservan en el Colegio del Sagrado Corazón.

Algunos de los instrumentos del laboratorio del padre Cerro que aún se conservan en el Colegio del Sagrado Corazón. Foto: Óscar Díaz


    Óscar Díaz Arnau ECOS
    Ecos / 30/07/2019 03:12

    Daba la hora exacta observando las estrellas y llevaba la cuenta de los días soleados, cubiertos y de lluvia semana tras semana, mes a mes, todos los años, con la paciencia de un asceta y con una precisión científica admirable.                     Así medía las condiciones del tiempo, munido de conocimientos teóricos y de instrumentos de marca francesa, sofisticados para la época, que el Colegio del Sagrado Corazón había recibido en calidad de donación.

    Altitud, latitud, longitud, temperatura, humedad, velocidad del viento, presión atmosférica… todo lo hacía con conocimiento de causa Francisco Cerro S.J., uno de los más notables científicos que tuvo Chuquisaca, visionario fundador de los primeros observatorios de astronomía y de meteorología en el país y, por si fuera poco, un precursor de la radiofonía.

    El padre Cerro, guía espiritual y, según el Concejo Municipal de Sucre en las primeras décadas del siglo pasado, “mentor de la juventud boliviana”, honró las aulas del Sagrado Corazón. Fue un verdadero maestro al que, en su tiempo, al margen de su erudición, la prensa, exalumnos y autoridades supieron ensalzar por su simpatía, modestia y serenidad.

    “Su exterior impenetrable no dejaba adivinar la efervescencia de su alma ardida por la llama del estudio. Y así como vivió, murió en el augusto retiro de Sucre. Su vida se apagó silenciosamente. Como la de los santos y la de los sabios”, se puede leer en el periódico Pregón del 12 de septiembre de 1945, el día que informó el fallecimiento de este singular cura español.

    Cincuenta y dos de sus 87 años de vida estuvo en suelo boliviano este nacido en Alcaraz, Albacete (España), el 21 de agosto de 1857. Había arribado después de un largo periplo en barco. Su travesía comenzó en Madrid el 17 de agosto de ese año, cuando él tenía 35, y quedó registrada en un manuscrito a modo de diario de viaje: ya en el Nuevo Mundo pasó por Puerto Rico, Santo Domingo, La Habana, Curazao, el Golfo de Maracaibo, Cartagena, Panamá, Guayaquil, Lima, con varias escalas entre una y otra ciudad hasta que, en el vapor “Lago Titicaca”, el 18 de octubre de 1893, a las 15:00, ingresó a La Paz.

    El historiador Benjamín Torres recopiló información referida al padre Cerro, incluyendo trabajos que el sacerdote dejó al momento de su muerte; el investigador lo define como “un ejemplo en la pedagogía boliviana” en un artículo del N° 19 del Anuario de la Academia de Historia Eclesiástica de 2013. Gracias a su concurso, ECOS accedió a documentos originales de Cerro resguardados en el Archivo de la Compañía de Jesús en Sucre y digitalizados en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB). Son fuentes primarias que sirven para mantener viva la memoria de uno de los hombres más iluminados del siglo pasado en Bolivia.

    Dos observatorios

    Sacando provecho de su cultura y de su pasión por las matemáticas, la física y la geografía, materias en las que era reconocido como una verdadera autoridad, instaló, primero, el Observatorio Meteorológico del Colegio San Calixto (La Paz) y, más tarde, fundó y dirigió el Observatorio Astronómico y Meteorológico del Colegio del Sagrado Corazón (Sucre). Según La Razón del mismo 12 de septiembre del 45, ambas, “instituciones científicas que alcanzaron notable prestigio continental”.

    Todavía en La Paz, fue el primer profesor de Matemática del Colegio Militar (1904-1911). Pero desde 1900 compartió sus conocimientos con los cadetes y, durante diez años, se desempeñó como profesor de Matemática, Física y Topografía; además, era Capellán militar. Durante las vacaciones de 1906, con el grado de Teniente Coronel, acompañó a los cadetes en una expedición de prácticas militares y de resistencia por los pueblos y regiones apartadas de los departamentos de La Paz, Oruro, Cochabamba, Potosí y Chuquisaca, “por ríos caudalosos y montañas, y los caminos de Pizarro, gran parte a pie y no pocas veces durmiendo en el campo”, según rescata Torres en su investigación.

    Con el sueldo de profesor militar, formó el mejor gabinete de Física de Bolivia en La Paz. Y como Director del Observatorio Meteorológico informó por varias semanas en los diarios de la presencia del cometa Halley, en 1910.

    En la sede del Gobierno dictó clases durante 18 años y luego se instaló en Sucre, donde se cuenta que trabajó incansablemente hasta cinco días antes de morir.

    La hora en el Sagrado Corazón

    Cerro llegó a la capital boliviana el 24 de diciembre de 1911 para fundar el Colegio “Del Sagrado Corazón” (así se escribe su nombre). Se hizo cargo de las asignaturas de Álgebra, Geometría, Trigonometría, Física y Cosmografía.

    Tres años más tarde inauguró el Observatorio Meteorológico y Astronómico en la torre del colegio, el mismo lugar donde hoy todavía se conservan algunos de los instrumentos que cada jornada utilizaba para observar las estrellas y ofrecer lo que por entonces llamaban: el “servicio de hora”. El padre Bernardo Gantier cuenta a ECOS que el sabio sacerdote se guiaba por la estrella Sirius para dar la hora con precisión.

    Con el profesor de Física, Juan Chumacero, y la compañía de un par de alumnos maravillados, expone esos antiguos aparatos —todos de la marca Ph. F. Pellin y sello parisino— celosamente guardados: un imponente telescopio, un barómetro en francés, un refulgente astrolabio, una maciza proyectora, una serie de finos instrumentos ópticos y hasta un motor eléctrico E. Ducretet.

    Había dos tipos de aparatos: unos, astronómicos y otros, meteorológicos; en algún tiempo también sismológicos, acota Gantier antes de recordar que estos equipos fueron obsequiados por Clodoveo Urioste Velasco a dicho colegio, en aquellos días, el hogar de un grupo de jesuitas que iban llegando a caballo desde Potosí.

    “Se cuenta que cinco días antes de morir, subía al observatorio a llenar sus fichas”, confirma el religioso chuquisaqueño aludiendo de nuevo al inquieto cura científico mientras caminamos por los pasillos del Sagrado Corazón y recibe el cariño de sus exalumnos. Gantier fue su guía espiritual y ahora cumple funciones en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma; está en Sucre de vacaciones.

    Viéndolo recibir los abrazos efusivos de los estudiantes no es difícil imaginar el carisma que tuvo en su época, en estos mismos ambientes, Francisco Cerro. Más aún después de acceder a los radiogramas de condolencias que exteriorizan el afecto labrado en sus antiguos alumnos por este jesuita de un metro y 61 centímetros, cabeza despoblada y aspecto bonachón. Es conmovedor leer esas líneas de discípulos agradecidos y emocionados por la partida de su maestro.

    Sus tablas de logaritmos

    Este era un profesor especialmente culto, con varias publicaciones en su haber. Entre otras, “Elementos de Matemáticas Puras y Aplicadas. Tomo I. Geometría Plana” (La Paz, 1909, con una tercera edición, reformada y aumentada, que publicó el Sagrado Corazón en 1944); o “Tablas de los Logaritmos de los Números de 1 hasta 10.200 y de las Razones Trigonométricas de Minuto en Minuto” (Sucre, Imprenta y litografía salesiana, 1938).

    Sí, preparaba sus propias tablas de logaritmos que luego enseñaba a los colegiales…

    El calvo Francisco Cerro, probablemente el hombre de ciencias más valioso que tuvo Chuquisaca, el mentor de varias generaciones desde la educación, el benefactor del pobre y el desvalido no solo era un ejemplo de docente, un cura servicial sino, además, un buen consejero y amigo de los jóvenes, que lo buscaban —como hoy al barbado Bernardo Gantier— para conversar.

    Cincuenta años de sacerdocio

    Varios homenajes y reconocimientos le hicieron por sus 50 años de sacerdocio. El rey Alfonso XIII de España le envió una fotografía, con dedicatoria manuscrita, que el padre Cerro S.J. recibió el 28 de agosto de 1930.

    Más tarde, el Concejo Municipal de Sucre lo declaró “Hijo eminente y predilecto de la Capital de la República”. El Gobierno nacional le confirió El Cóndor de los Andes.

    Electroterapia y rayos x

    - En 1919, Francisco Cerro S.J. forma un gabinete de Física con modernos materiales adquiridos a la empresa española “Eusebio Allén e Hijo”, de Valladolid (España).

    - Instala una sección de electroterapia y rayos X (colección de radiografías) disponibles para profesores y médicos de manera gratuita.

    - “Tenía una de las mejores máquinas electrostáticas con catorce discos de vidrio de setenta centímetros construida en España”.

    La carta del tiempo

    - Cuando desde el año 1924 comenzaron a realizarse vuelos aéreos esporádicos hacia y desde la ciudad de Sucre, pedían información meteorológica al observatorio del Colegio del Sagrado Corazón.

    - Desde 1928, a petición de las Direcciones Generales de Meteorología de Argentina y Brasil se enviaba un telegrama diario a Buenos Aires y a Río de Janeiro con la información de la carta del tiempo.

    - “Y como este procedimiento resulta inútil, por tardío, a veces; el Gobierno quiere que se haga radiotelégrafo, para lo que está ya en San Calixto un transmisor Aristofón”, dejó escrito el padre Cerro en sus manuscritos.

    Precursor de la radiofonía (y una anécdota  con Remberto Echeverría)

    El padre Francisco Cerro S.J. fue también un precursor de la radiofonía boliviana. A fines del siglo XIX, a poco de las experiencias de Guillermo Marconi en Europa, exactamente en 1897 y junto a José Clerc —también sacerdote jesuita—, logró establecer las primeras comunicaciones radiofónicas en zonas alejadas del centro urbano de La Paz (Obrajes).

    El historiador Benjamín Torres cita en un ensayo biográfico que en 1914, los sacerdotes Cerro y Pierre Descotes construyeron el primer transmisor de radio que permitió una comunicación inalámbrica entre dos poblaciones que se encontraban a 32 kilómetros de distancia entre sí (La Paz-Viacha). Y que en 1922, Descotes realizó transmisiones a varios países sudamericanos con un aparato adquirido en Argentina e inició los primeros envíos de la emisora del Observatorio San Calixto con el código de CP1 AA.

    Tres años después, el Gobierno de Bolivia autorizó el establecimiento de dos estaciones radiofónicas oficiales y privadas en el territorio nacional.

    En Sucre, desde el Colegio del Sagrado Corazón, Cerro emitió las primeras transmisiones por radio de Sucre, y, más tarde, programas precursores de la futura Radio Loyola.

    Torres menciona la siguiente anécdota del periodista deportivo Remberto Echeverría, como un testimonio de los adelantos radiofónicos impulsados por el religioso:

    “Tenía 14 años, estaba en el colegio Sagrado Corazón de Sucre, interno y solo tenía derecho a salir los domingos. Era un colegio hermoso, tenía todo. Los que querían se quedaban afuera, pero yo volvía porque mi pasión era escuchar fútbol. En esa época había pocas radios y en el Observatorio del colegio había un receptor grande y el padre Francisco Cerro (sacerdote jesuita) me permitía entrar. Ponía radio El Mundo de Buenos Aires y escuchaba a Fioravanti (Joaquín Carballo Serantes, 1911-1989) relatar. Una tarde, el padre me dice, tú eres un chico especial, sacrificas tu domingo y escuchas fútbol ahí arriba. ¿Tú relatarías? Le dije, sí, que me apasionaba. Me hizo hacer una especie de megáfono que amplificaba mi voz y desde la terraza del colegio transmitía los torneos interclubes. Así empecé a relatar” (sic).

    Radiogramas de condolencias: Un hombre muy querido

    De perpetua sonrisa y bondadoso corazón, equilibrado; de “frases serenas y reflexivas que unas veces nos servían de bálsamo y otras de luz para proseguir sorteando los peligros y las dificultades”. Así recordaron al padre Francisco Cerro algunos de sus alumnos, por escrito, desde distintas latitudes, al enterarse de su fallecimiento.

    Estas palabras se encuentran en radiogramas originales que resguarda el Archivo de la Compañía de Jesús. Aquí, unos ejemplos:

    “Quienes conocimos de cerca al Padre Cerro ya habíamos olvidado que él también tendría que morirse algún día (…) al perderlo en este mundo nosotros también hemos muerto un poco (…) el Padre Cerro era como el corazón del Colegio de la Compañía de Jesús, que fundó…”.

    “…ese Observatorio desde donde él no solamente estudiaba el mundo de las estrellas y auscultaba las variaciones del firmamento, sino desde donde oteaba el pasado y el porvenir de sus discípulos, que con ser tantos ninguno faltaba en su recuerdo paternal”.

    “Bondadoso, sencillo y modesto; tan modesto que su modestia llegaba a los linderos de la humildad”.

    Hay algún radiograma enviado incluso desde el Palacio de Gobierno de La Paz. Otro, del diputado José Manuel Pando. Y otro, del general Lanza. Uno lo recuerdan como profesor de presidentes de la república como Tejada Sorzano y el general Blanco Galindo.

    En un radiotelegrama consta una carta mecanografiada que lleva la firma de Guillermo Francovich, como rector de la Universidad San Francisco Xavier. Allí, el intelectual declara duelo universitario, sin suspensión de actividades, e instruye la asistencia obligatoria de docentes y estudiantes al sepelio.

    Son centenares los escritos de instituciones y personalidades que expresan su hondo pesar por la muerte del padre Cerro, acaecida a las 22:30 del 10 de septiembre de 1945.Sus restos descansan en el mausoleo de la Compañía de Jesús, en el Cementerio General de Sucre.

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