Picapedrero, un oficio en extinción

El sol empieza a esconderse tras el horizonte. Fue un día radiante en pleno invierno y Luciano está por terminar una fuente de agua. Él lleva 11 años de picapedrero y es uno de los pocos que todavía dan vida a este oficio en extinción.

Un mausoleo, obra de Luciano y Emiliano Romero.

Un mausoleo, obra de Luciano y Emiliano Romero. Foto: Álvaro Valdez Amachuy ECOS

Luciano, en pleno trabajo.

Luciano, en pleno trabajo. Foto: Álvaro Valdez Amachuy ECOS

Combo, cincel y una amoladora, los únicos instrumentos de trabajo del picapedrero.

Combo, cincel y una amoladora, los únicos instrumentos de trabajo del picapedrero. Foto: Álvaro Valdez Amachuy ECOS


    Álvaro Valdez Amachuy ECOS
    Ecos / 19/08/2019 23:47

    El sol empieza a esconderse tras el horizonte. Fue un día radiante en pleno invierno y Luciano está por terminar una fuente de agua. Él lleva 11 años de picapedrero y es uno de los pocos que todavía dan vida a este oficio en extinción.

    Su taller está ubicado en el barrio Capital, zona Villa Margarita, distrito 2 del municipio de Sucre; su cantera, a casi 70 kilómetros de la capital del país, en el municipio de Poroma; y sus obras, en muchas propiedades, tanto privadas como públicas.

    Encontramos en su taller (un predio con muros de ladrillo) varios trabajos de piedra granito, entre ellos un banco, una fuente de agua y figuras decorativas de jardín.

    Una historia familiar

    Luciano Romero Arancibia proviene de Poroma, uno de los municipios más pobres de Bolivia. Nació en la comunidad Sijcha y radica en Sucre desde que tiene siete años de edad.

    Luciano instaló su taller en un terreno alquilado. Allí vive con su esposa Zulma y sus hijos Yesenia, de tres años, y Sebastián, de uno y medio, en una casa en anticrético.

    Su padre, Eustaquio, falleció cuando él tenía siete años y Candelaria Arancibia, su madre, vive con ellos. Luciano tiene dos hermanas: Patricia y Viviana, que confeccionan polleras. Simón trabaja con él; Carlos y Álvaro, los menores, estudian.

    Todo empezó con su hermano Emiliano, quien aprendió el oficio de un padrino a sus 16 años. Después siguió Luciano, que ingresó al negocio con tan solo 13 años. “He ido aprendiendo poco a poco, ahora tengo 27 años”, cuenta a ECOS.

    El taller de Emiliano funcionaba por la avenida Marcelo Quiroga Santa Cruz, entre la zona de Bosquecillos y la planta industrial de Fancesa, donde hasta hace unos años había materia prima para los trabajos de piedra.

    Su hermano falleció y Luciano tuvo que seguir solo, entonces abrió su propio taller en el Barrio Capital, casi llegando al Barrio Cessa, justo a media cuadra de la parada del micro 3, sobre la avenida que conecta a la antigua salida al valle de Huata, al norte de Sucre.

    Piedra granito

    La piedra granito es la que se usa para tallar. “Es medio arenosa, de color medio guindo, ni tan blanda ni tan dura. En Sucre no hay esta piedra, el único lugar era detrás de Fancesa”, comenta Luciano.

    Hay un tipo de piedra granito por Azari, pero no tiene la misma consistencia. Si bien todavía quedan canteras en el Barrio Libertadores, “es difícil de sacar de adentro”, agrega.

    Antes, se extraía roca a pulso, sin maquinaria. Actualmente se usan todavía las “pinchotas” (tipo puntas) para partir la roca en pedazos de hasta un metro y medio que después son cargados por un camión grúa a una volqueta. No apelan a los explosivos porque raja la roca.

    La cantera de piedra granito está en el cantón Pojpo, Poroma, un lugar rico también en reservas de yeso. Luciano viene explotando ese yacimiento desde hace cuatro años, aunque solo en época seca pues, con las lluvias, las rocas caen al río y no se pueden recuperar.

    Por año se aprovisiona de entre 8 y 12 volquetas de ocho cubos: cada una puede transportar entre 15 y 20 bloques de roca. “Yo voy con mi gente que ya sabe, uno que no sabe se puede lastimar la mano”, afirma Luciano, a quien le tomó cinco años aprender este oficio.

    Las molduras no son complicadas de hacer, lo que sí cuesta es sacar los detalles, añade.

    Los trabajos más solicitados hasta hace un tiempo eran fuentes de agua, mausoleos, portones, covachas y tallados. “Ahora estoy haciendo una fuente de agua de siete metros. Están entrando unas cuatro camionadas de piedra, que pueden ser unos 50 a 60 bloques. Tengo un contrato de tres meses para entregar”, explica.

    Una de sus obras más grandes se muestra imponente en la entrada del Cementerio General; se trata del mausoleo encargado por la familia Careaga. Para esta edificación, de 12 metros de altura, se utilizaron 25 camionadas de piedra. “Eso hicimos con mi hermano”, recuerda, con nostalgia, Luciano. Recientemente intervino la fachada del Instituto Cultural Boliviano Alemán (ICBA), donde hizo el pórtico empotrado con piedra, y en una hacienda yotaleña colocó columnas, zócalos, molduras, gradas, portada, barandas y una cascada de piedra.

    “En extinción”

    Según Luciano, hace una década había 15 talleres en Sucre, cada uno con hasta siete operarios fijos. Ahora, son cinco. La mayoría trabaja con piedra laja que se usa para revestir fachadas de casas.

    La diferencia con la laja es que este material “no tiene aguante”, es decir, con el tiempo se va desgastando capa por capa. “En cambio la piedra granito, con la que trabajamos, no se hace nada, piedra bruta siempre es”, compara.

    Sin embargo, el oficio de picapedrero “poco a poco se está desapareciendo, pues nuestra labor actualmente se limita a hacer fuentes de agua, adornos y, rara vez, portones”.

    Pedido a las instituciones

    Las obras de piedra granito tampoco son del interés de las instituciones públicas, según Luciano. “La Gobernación y la Alcaldía se van más a la laja, a lo más económico, que puede costar la mitad de precio, porque la laja agarran, cortan y ya está. En cambio, nosotros tenemos que estar aplanando y después dándole forma, poco a poco, con amoladora y a puro pulso, con punta y cincel”.

    Una jornada laboral en el taller de Luciano dura entre ocho y diez horas y la paga por día asciende a Bs 200. “El trabajo es duro incluso en el taller, es que se debe estar partiendo piedra poco a poco, todito el día agachado ahí. Es cansador el trabajo; el que está acostumbrado aguanta nomás”, dice.

    La gente que sabe se admira del trabajo que realiza Luciano. “¡Uy, tanto detalle! ‘¿Quién ha hecho pues? ‘Felicidades’, dicen”, cuenta el joven picapedrero de Poroma cuyo sueño es tener una casa propia. Esto pronto podría ser una realidad: ya se ha hecho de algunos ahorros y acudirá también a la ayuda de un banco.

    Consultado sobre si pensó dejar la actividad, responde que lo consideró. “Sí, antes. Hubo un tiempo en que no había trabajo y han desaparecido muchos (talleres). Pero, cuando uno ya sabe su oficio no quiere dedicarse a otra cosa. Uno se siente bien ya en ese trabajo”.

    Luciano recomienda a quienes no tienen empleo que opten por aprender este oficio y así pueden ayudar a que “esta cultura no desaparezca”. “Este oficio da buenos ingresos”, remarca. Y a las demás personas, les pide tener por lo menos un trabajo de piedra en casa, “así ayudan también a nuestra clase”. A la Alcaldía, entretanto, “que se interese en nuestro trabajo, que no se vaya a lo fácil, que nos ayude”.

    Este esforzado picapedrero estudió hasta segundo año de la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad San Francisco Xavier. •

    Datos

    Una fuente de 1,20 metros de diámetro puede costar entre 5.000 y 7.000 bolivianos.

    Muchos no se interesan en este oficio porque se trabaja con polvo.

    Una jornada de trabajo en un taller de labrado de piedra tiene entre 8 y 10 horas.

    Un picapedrero puede ganar hasta Bs 200 por día, lo mismo que un maestro albañil.

    Traer una volqueta de piedra desde Poroma cuesta unos Bs 5.000.

    Por la piedra extraída en Poroma se paga al propietario de la cantera Bs 150 por cubo.

    Para tallar un monumento dibujan a puro cálculo; no tienen medidas determinadas.

    Para hacer las portadas, necesariamente, un arquitecto tiene que sacar las medidas.

    Profesionales libres

    En la civilización egipcia, como en la griega y la romana, los obreros de las grandes construcciones eran esclavos y, sin embargo, los canteros o picapedreros eran profesionales libres con una consideración social más que apreciable.

    ¿Qué es un picapedrero?

    Un picapedrero es el que se especializa en trabajos de corte, desbastado, labrado, esculpido, moldurado, pulido, colocación, asentamiento y limpieza de elementos de todo tipo de piedras naturales, granitos, mármoles, etc., con la precisión, seguridad y rendimiento requeridos para la industria de la construcción.

    ¿Qué es un picapedrero?

    La piedra es uno de los primeros materiales que el hombre utilizó como elemento auxiliar. Los trabajos de construcción con piedra tienen una gran tradición y quedan muchas construcciones antiguas como son las pirámides egipcias, los templos mayas, las construcciones griegas y romanas, las catedrales de la edad media, etc.

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