El mullu y la quebrada de San Bartolomé

El “mullu” es el nombre quechua que sirve para designar a las conchas de un molusco bivalvo de color rojizo (spondylus), que vive en los fondos rocosos de aguas cálidas a una profundidad de entre 20 y 60 metros, lo cual dificulta su extracción y las convierte en objetos bastante codiciados.

Hay tres puentes entre Mullu Punku y San Antonio. Este necesita una refacción.

Hay tres puentes entre Mullu Punku y San Antonio. Este necesita una refacción. Foto: Archivo SIHP

La mal llamada Cueva del Diablo. Su nombre original es Mullu Punku.

La mal llamada Cueva del Diablo. Su nombre original es Mullu Punku. Foto: Archivo SIHP

Otra toma de la famosa cueva.

Otra toma de la famosa cueva. Foto: Archivo SIHP

Restos de mullus encontrados por Antonio Basagoitia en la denominada Cueva del Diablo.

Restos de mullus encontrados por Antonio Basagoitia en la denominada Cueva del Diablo. Foto: Archivo SIHP


    Marco Antonio Flores Peca (*) para ECOS
    Ecos / 27/08/2019 00:18

    El “mullu” es el nombre quechua que sirve para designar a las conchas de un molusco bivalvo de color rojizo (spondylus), que vive en los fondos rocosos de aguas cálidas a una profundidad de entre 20 y 60 metros, lo cual dificulta su extracción y las convierte en objetos bastante codiciados.

    Los “spondylus”, en especial las variedades princeps y calcifer, se encuentran en grandes cantidades en las costas del Ecuador, particularmente en el Golfo de Guayaquil.

    La cultura Valdivia (2600 – 2250 a.C.) de la región costera de Ecuador consideraba que los spondylus eran como mensajeros de los dioses puesto que se dieron cuenta de que estos moluscos abandonaban su hábitat en las profundidades emergiendo en grandes colonias a la superficie, justamente antes de la llegada de las lluvias.

    Por esta razón, muchas culturas del antiguo Perú las adoptan paulatinamente como los principales símbolos de la fertilidad.

    Objetos con mullu 

    La gran demanda de mullu en el antiguo Perú hizo que poblaciones enteras asentadas en las costas de Ecuador se dedicaran exclusivamente a la recolección de los spondylus y a la elaboración de objetos que luego serían intercambiados por oro, cobre, tejidos, etc.

    Para los incas, el “mullu era considerado indispensable  para hacer llover. Millones de seres humanos, agricultores andinos, necesitaban cantidades que podríamos considerar industriales, ya que en forma de pedazos triturados o de polvo lo ofrecían a sus dioses para evitar la sequía”, según Murrua (pág. 257).

    También eran bastante apreciados los objetos labrados hábilmente de la parte rojiza de los mullos, fabricándose “illas” (especie de amuletos de la fertilidad), “chaquiras” (collares elaborados con cuentas de mullu), brazaletes y pectorales que daban prestigio y favorecían a su poseedor ante los dioses, incluso después de su muerte.

    Alimento de los dioses

    El mullu, en especial su parte rojiza, era considerado como el alimento preferido de los dioses, es así que se encontraba presente en las mesas rituales (q’uwas) y preparados antiguos en forma de animalitos tallados.

    Esta piedra, que algunos estudiosos relacionan con el alabastro, se raspa sobre la mesa o se incorpora fragmentada sobre el preparado, constituyendo la “sal” del plato, según Earls-Silverblatt (1986, pág. 100).

    Además, como los mullus presagiaban la llegada de las lluvias. Era muy frecuente realizar ofrendas de mullu a las fuentes, ríos, puquios y lagos de agua dulce. Es decir que se trataba de alimentos predilectos de Mama K’ocha (la madre de las aguas).

    Se podría decir que eran las ofrendas predilectas dedicadas a las deidades que tenían la potestad de hacer llover y de brindar agua a los naturales de estas tierras, evitando las sequías.

    Mullu Punku y San Bartolomé 

    El padre jesuita Josep de Arriaga, en su libro de extirpación de idolatrías en el reino de Perú, hace mención a que, en una oportunidad, el jesuita Diego Ramírez, al interrogar a un indígena sobre la idolatría existente en las tierras del Perú fue informado sobre una gran wak’a (lugar sagrado) y adoratorio denominado “Mollo Ponco”, que se encontraba a la entrada de la ciudad de Potosí. Esta wak’a sería bien conocida entre los indígenas de estos lugares y considerada como uno de los principales adoratorios del Perú.

    Corroborando esta información, Bartolomé Arzans (1737) menciona que los pobladores de Cantumarca iban, a manera de procesión, un día a la semana, hacia “Mullu Punku”, donde realizaban una serie de ceremonias y ofrendas al diablo.

    De esta manera, Mullu Punku se constituía en un lugar sagrado, no simplemente por sus características de formación rocosa sino también por su ubicación estratégica.

    La palabra quechua “punku” (puerta) nos da a entender un medio por el cual se ingresa o se sale de un lugar. En este caso, Mullu Punku se constituiría en un punto estratégico por el cual se ingresaba a la wak’a mayor del cerro de Potosí.

    En relación al mullu, es muy posible que al interior de esta formación rocosa hubieran existido algunos ojos de agua o puquios donde se depositaban las ofrendas ceremoniales del mullu, entre otros elementos. Estas ofrendas serían otorgadas por las personas en tránsito, como un pedido de permiso, para ingresar a la gran wak’a Potosí, o de protección en sus travesías pues se considera al mullu una de las ofrendas predilectas de las deidades andinas.

    Sin embargo, con la llegada de los conquistadores españoles, este tipo de ofrendas y el mismo lugar fueron considerados como adoratorios al demonio. En el año de 1589, los misioneros jesuitas llegan a entronizar a San Bartolomé en este lugar para evitar las ceremonias y ofrendas rituales dirigidas a las deidades andinas y más bien dirigir estas prácticas al santo, como se puede evidenciar hasta el día de hoy. •

     

     

    * Marco Antonio Flores es vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

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