Gorostiaga y Varela, sinónimos de cachos
Dos marcas que hicieron historia en la Bolivia del siglo XX; familiares y exfutbolistas las recuerdan con nostalgia
En su mejor época se vendían hasta 200 pares por semana, a un precio que no pasaba de los 25 bolivianos. Los toperoles —de suela— eran incrustados a la planta con clavos de ¾, y un futbolista debía ponerse hasta tres pares de medias para usarlos: eran tan duros que hacían sangrar los pies…
Sí, hubo un tiempo en el que, en Sucre, se producían cachos (botines) de fútbol… Eran de las conocidísimas marcas Gorostiaga y Varela. Los últimos pares salieron a fines de los setenta. Uno de sus fabricantes se mantiene activo, pero con calzados de vestir. Y es que el gran negocio de su momento no pudo resistir el ingreso de cachos más sofisticados…
Duros, para la tierra
ECOS entrevistó a exfutbolistas que calzaron, orgullosos, los Gorostiaga y los Varela.
“Eran de suela, duros, un trancazo de esos era grave”, cuenta José Pemintel (84 años), conocido como Lobito. Este exdelantero de Junín, Policar y Ferroviario alzó dos copas locales, en 1961 y en 1974, con Policar.
En esos años todos usaban Gorostiaga y Varela. “Eran duros, había que tener buenas plantillitas y hasta tres medias para que no duela”, remarca con los toperoles de punta.
Erasmo “el Negro Pelé” Ortuste Torres (78 años) usó zapatos de fútbol de ambas marcas. Él coincide con Pemintel en que eran duros. Recuerda que “se jugaba con toperoles de suela y en tierra”.
Pelé jugó de mediocampista en Policar y logró los mismos títulos que Pemintel. Se inició, no obstante, en Ferroviario. Es un conocido futbolista de la selección de Sucre, campeón juvenil nacional y subcampeón de mayores a nivel de selecciones departamentales.
“El fútbol era superior al actual, se jugaba con alma y corazón. No nos pagaban, solamente regalaban deportivos. Recuerdo a Stormer’s, con los hermanos Gutiérrez, Venegas al arco, Cavalieri; señores jugadores”.
Un referente del arco de aquella época es Enrique “el Grillo” Ruiloba Sandoval (77 años). “Yo me inicié en el ‘63 en el club Colón de la calle del mismo nombre; luego seguí en Telecomunicaciones, Mariscal Santa Cruz de La Paz, volví a Sucre para estar en (Independiente) Petrolero y Ferroviario. Terminé mi carrera de 14 años en Potosí, vistiendo los colores de Bamin y Rotativo El Progreso”, comenta.
Respecto de sus contemporáneos, a él los cachos Gorostiaga y Varela no le causaron ningún problema. “Las chuteras para mí eran cómodas y yo las usaba con una sola media (de marca) Litoral”, se jacta en tono de broma.
Gilberto “Peleto” Valenzuela (84 años) es otro emblemático jugador de aquellos gloriosos tiempos y, para él, los cachos Gorostiaga y Varela eran los más duraderos.
“En la planta tenían una especie de puentes; después, con suela también hacían los chuños (toperoles). Los armaban bien bonito, redonditos, de suela (los cachos) y los clavaban en los puentes. Imagínese, se gastaba la suela y quedaban los clavos y, como seguíamos pisando sobre los clavos, los clavos se entraban hasta el hueso de nuestros pies”, afirma Peleto.
Muchas veces después de los partidos ingresaban cojeando al camarín y al sacarse los calzados, las plantas de sus pies sangraban por las pinchaduras de los clavos. Dicen que esto era muy frecuente porque “no sabíamos cuándo se iban a destrozar los chuños o los puentes, y por lo mismo quedaban los clavos que ya se entraban a la planta del pie”.
Estas chuteras, como eran duras, difícilmente se doblaban. “No conocíamos otra clase de cachos, usábamos esos nomás y, claro, la costumbre hace ley”, complementa el exjugador del club América de La Paz, Junín, Stormer’s y Olimpic.
Estaban prácticamente obligados a colocarse vendas largas y de tocuyo. “Con eso nos vendábamos los pies, después nos poníamos la media, una canillera y luego venía la otra; o sea, usábamos la venda, dos medias y la canillera”, resume Peleto Valenzuela.
Ronald Barrientos Portillo (68) no tuvo el privilegio de calzar los Gorostiaga y Varela, pero escuchó de su fama. “Yo ya no conocí esos botines porque, en mis años de jugador (era arquero), empezaron a llegar a Manaco los Power”, recuerda para ECOS el exIndependiente Petrolero, Policar, Magisterio Urbano y Fancesa •
Los recordados cachos Varela
Roberto Varela Caba tiene 69 años y, hasta la década de los setenta, todavía fabricaba botines de fútbol. Hoy se mantiene activo, pero ofrece calzados de vestir.
Es el único heredero del oficio de su padre, Roberto Varela Gonzáles, quien falleció a los 45 años de edad. Cuenta a ECOS que aprendió el oficio a sus 12 años, primero, ayudando en la producción de calzados deportivos (chuteras).
Lleva 49 años a cargo del taller que ahora está ubicado en la calle Junín N° 229, entre Urcullo y José Ballivián, en Sucre. Su mayor satisfacción es haber enseñado el oficio a diferentes personas y durante mucho tiempo.
Varela Gonzáles fue operario de la Fábrica de Calzados Morales y después abrió su propio negocio, para empezar con los calzados de fútbol. “Optó por los cachos porque tenía su equipo, el Club Nacional Sucre. Ese fue el incentivo para que haga calzados de fútbol”, comenta su hijo.
Emprendió con sus hermanos Felipe y Juan; además, llegó a tener 16 trabajadores que producían hasta 200 pares de botines de fútbol por semana. Los cachos Varela se vendían en Santa Cruz, Camiri, La Paz, Oruro, Cochabamba y Potosí. Este último fue su principal mercado.
“Se producía bastante porque no había calzados Adidas ni Febo y todo era manual”, recalca Roberto hijo. “Yo costuraba los calzados, ponía las cinturas y los toperoles, que era lo más costoso hacer”, añade.
Luego, también fue futbolista. Jugó en el Club Atlético Surapata, que surgió en el barrio donde vivía. Como recuerdo conserva en su taller una fotografía de 1966, cuando salieron campeones. En el pie de foto están todos los nombres de los integrantes del equipo. Después, se incorporó al Club Fancesa.
Al ser consultado sobre cómo era jugar con sus cachos, admite que se sentía dolor por los clavos que sobresalían. Porque antes, a diferencia de los actuales (todo pegado y sintético), los toperoles venían con puro chinches.
¿Cómo se hacían los toperoles?
Se utilizaba el “sacabocado” para obtener toperoles redonditos. Luego, ponían uno tras otro para después remachar en la suela con clavos de 3/4, y se afinaba.
“Ya cuando se finó mi padre inventé algo. Estaba tajando mi lápiz y dije: ‘si esta cuchillita afila un lápiz y una madera, ¿por qué no un tajador más grande y de mayor filo puede tornear?’. Entonces, fabriqué algo así que facilitó mi trabajo. Se metía la suelita a una especie de tajador y salía con puntita acabada”, cuenta Roberto hijo.
Antes, un operario producía 30 pares por semana. Ahora, el heredero del oficio de los Varela realiza calzados de paseo, zapatillas de ballet, botas de tubo para militares, texanas y de chacarera.
¿Por qué ya no los fabrica?
¿Por qué dejó de fabricar cachos?, le preguntamos. ““La tecnología cambió. Ahora se usan máquinas inyectoras (para poner plantas) que cuestan, por lo menos, 100 mil dólares. Además, para que voy a seguir invirtiendo si no hay quién maneje el taller”, responde.
El dolor de ser el último
Roberto Varela se siente orgulloso y feliz por su oficio, pero, a la vez, triste porque sabe que con él se acabará esta tradición familiar. Habla y se muestra contento, hasta que se quiebra cuando toma conciencia de que “no hay quien siga. Nuestros hijos ya se han dedicado a otra actividad, ya son profesionales”.
Emprender costó y mucho. Además de cachos hacían pelotas de cuero manufacturado, números de cuerina para las poleras deportivas y confeccionaban chamarras de cuero. En esos años, un balón de fútbol costaba 25 bolivianos.
Jimmy Lima usó cachos Varela
Jimmy Lima, uno de los mejores zagueros de su época, jugó en Stormer’s y entre las décadas de los setenta y ochenta en Bolívar y The Strongest, además de la selección nacional.
Este jugador beniano usó cachos Varela, así como Julio Sarjar, Germán Veizaga, Jaime Jiménez (arquero de la selección) y el Negro Pelé, Erasmo Ortuste, entre los que recuerda Roberto Varela, el último de la familia en el oficio de los calzados.
Los recordados cachos Gorostiaga
La familia Gorostiaga es sinónimo de deporte, pues de ella no solo se conserva el recuerdo de los cachos de fútbol sino el de su creador, Fortunato Gorostiaga Montalvo, un gran jugador chuquisaqueño que llegó a integrar la selección boliviana.
Olga Gorostiaga Sandoval, maestra jubilada, atesora fotografías de su padre, además de la máquina de coser que usó para fabricar los famosos botines de la marca familiar, trofeos, medallas y otros objetos de infinito valor sentimental.
“Mi padre ha sido un gran futbolista que ha ido a jugar a Chile”, es lo primero que dice de él mientras muestra las siete fotos que conservó don Fortunato de su viaje a ese país, para el Campeonato Sudamericano de 1945.
La más visible es la foto panorámica del Estado Nacional; hay una donde los jugadores bolivianos visten poleras blancas, formando la leyenda: Viva Chile. “Mi papá es el de la letra A. Viva Chile han dicho cuando han ido allá, les han hecho poner las poleras allá y les han sacado esa foto a los bolivianos así, vivando Chile, no sé por qué será”.
En otra foto está con Miguel “K'ala” Peredo y Ruperto Inchausti, ambos del Club Junín. Con ellos fue a Chile aquel año.
Fortunato jugó en Charcas, su primer club, y después destacó en la selección de Sucre que se coronó campeón nacional en 1942. Olga conserva un recorte de periódico de esa gloriosa época deportiva.
“Se hacían de cuera”
El padre de Olga fabricaba cachos o botines porque era un apasionado del fútbol. Él tenía clientes en todo el país.
“Se hacían de cuera, badana suave para la parte interna. Utilizaba la famosa suela, que tenían que hacer remojar en agua y había una maquinaria en la que la estiraban, creo, la amoldaban; o sea, la emblandecían y de eso mismo sacaban los toperoles para los cachos”, recuerda la mujer que de niña visitaba con frecuencia el taller de su padre, ubicado por entonces a una cuadra y media de su domicilio.
Después llegaron calzados más refinados y estéticos, con lo que empezó a decaer el negocio de los cachos en Sucre.
“Era muy conocido como zapatero de calzados de fútbol y no hacía otro tipo de calzados. Aprendió de su papá, pero él experimentaba jugando”, recuerda Olga para ECOS.
Fortunato Gorostiaga Montalvo tuvo la oportunidad de trabajar en Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y en la Empresa Nacional de Ferrocarriles del Estado (ENFE), que tenían clubes de fútbol y lo tentaban para jugar con ellos. Pero él prefirió su oficio de zapatero.
Adidas
Los botines Varela eran negros con cintas blancas, como los Adidas. El nombre estaba en una placa prensada en la planta y en la lengüeta.
Mineros
Varela mandaba entre 150 y 200 pares de cachos a Potosí, para la cooperativa de Pailaviri. En aquel tiempo las chuteras costaban entre 22 y 23 bolivianos.
Cliente
Wilber Velarde, del Banco Minero, fue uno de los grandes clientes de Varela y casualmente vive frente a la casa de Roberto. “Varelita, ¡cómo me acuerdo de ti!”, le dice cuando lo ve.
Familia
Roberto Varela Caba está casado con Esperanza Villagómez. Tiene cuatro hijos: Roberto Carlos, Jimena, Rocío y Karen
Hobby
A sus 69 años, sigue practicando deporte. “Vamos con los amigos a distraernos un rato, juego fútbol de salón; no es difícil, es cuestión de tener voluntad nada más”, dice.
Generaciones
Mantuvieron la tradición por tres generaciones: todo empezó con Aniceto Gorostiaga, le siguió el hijo Fortunato y después el nieto, también de nombre Fortunato.
Ubicación
El taller de calzados deportivos de Aniceto Gorostiaga quedaba en la casa de Simeón Roncal, que está ubicada en la calle Ravelo entre Junín y Loa.
Herederos
Fortunato padre falleció en 1978 y su hijo continuó con el negocio un par de años más, hasta que se dedicó al estudio y después pasó a ser árbitro de fútbol.
Árbitro
Fortunato Gorostiaga Sandóval falleció el mes pasado y Olga, su hermana, lo recuerda así: “siempre ha sido caritativo y respetuoso, ha tenido un corazón grande, daba consejos a uno y a otro para sacarles de sus problemas; era un padre del arbitraje”.