Guadalupe, la extremeña
El culto a la Virgen de Guadalupe llegó a Charcas, el territorio que hoy se conoce como Bolivia, literalmente en las alforjas del monje jerónimo Diego de Ocaña. En el equipaje del sacerdote estaba un ejemplar de la “Historia de Nuestra Señora de Guadalupe”
El culto a la Virgen de Guadalupe llegó a Charcas, el territorio que hoy se conoce como Bolivia, literalmente en las alforjas del monje jerónimo Diego de Ocaña. En el equipaje del sacerdote estaba un ejemplar de la “Historia de Nuestra Señora de Guadalupe” que el entonces superior de su orden, fray Gabriel Talavera, había publicado en 1597.
Se puede hacer esa afirmación debido a lo que el propio Ocaña escribió en el manuscrito de su viaje que, a la postre, se convirtió en el documento más importante sobre la advocación en Sudamérica. Es probable que el culto haya llegado antes, incluso con el propio Cristóbal Colón, porque el almirante era devoto de la Virgen, que le puso su nombre a una de las islas que descubrió en 1493.
También es posible que la devoción haya ingresado con los conquistadores más insignes, Hernán Cortés y Francisco Pizarro, ya que, al ser ambos extremeños, se da por descontado que rendían culto a una advocación que, para su tiempo, ya era conocida en gran parte de España. No obstante, no existen referencias documentales expresas anteriores a la crónica de Ocaña así que, salvo prueba en contrario, tenemos que atenernos a este, por lo menos en lo que concierne a nuestro país.
En España
El culto a la Virgen de Guadalupe se origina en una leyenda que la vincula al evangelista San Lucas y el supuesto hallazgo de una imagen mariana en su tumba por parte del papa San Gregorio (ver ECOS del pasado 8 de septiembre). Aunque esa referencia se remonta a los primeros años de la Iglesia católica, es preciso señalar que la imagen que se venera en el monasterio de Guadalupe en Cáceres (España) fue sometida a análisis químicos por Sebastián de la Torre, en 1968, y estos determinaron que se trata de una talla leonesa del siglo XII.
Pero a los españoles les importó muy poco que se haya determinado científicamente la antigüedad de la imagen y aún hoy repiten la otra leyenda, la que refiere que la Virgen María se apareció a un vaquero de Cáceres a orillas del río Guadalupe.
Es por eso que la mayor devoción a esta imagen está precisamente en España, donde tuvo como devotos a reyes y conquistadores, incluido el mismísimo almirante de las tres carabelas. En un claro homenaje a don Cristóbal, cuando el rey Alfonso XIII decidió conferirle el título de “Reina de la Hispanidad”, se fijó su coronación para el 12 de octubre de 1928.
De más está decir, entonces, que las mayores celebraciones a la guadalupana, la extremeña, se realizan en España. Además del monasterio de Guadalupe, que es el centro de la devoción, existen grandes celebraciones en lugares como Cáceres, Sevilla y Leganés.
En Guadalupe
¿Dónde se podría venerar mejor a la Virgen de Guadalupe que en Guadalupe mismo? Cada 8 de septiembre, el imponente monasterio construido en torno a la imagen recibe a miles de devotos para una procesión que es el centro de todo un programa que, además, atrae a turistas de todo el mundo.
“Es la Fiesta de Extremadura, y a la Virgen de Guadalupe le pedimos por sus habitantes, por sus problemas, por sus autoridades, por sus gentes de bien que lucha por una mejor vida en esta tierra, que reivindican sus derechos y que se atienda a sus necesidades”, dijo el último domingo el arzobispo de Toledo y primado de España, monseñor Braulio Rodríguez, en la multitudinaria misa que se ofreció en la Basílica del Real Monasterio de Guadalupe.
La misa fue concelebrada por el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga; el obispo de Coria-Cáceres, Francisco Cerro; el obispo de Plasencia, José Luis Renata; y el arzobispo emérito de Segovia, Ángel Rubio.
Posteriormente, la imagen de la Virgen morena salió de su adoratorio para la procesión en la que, además de autoridades nacionales y regionales, participaron miles de fieles llegados de diversas partes de España y el mundo. La imagen llevaba un manto del siglo XV, además del bastón de mando y la corona que el rey Alfonso XIII le entregó en su coronación canónica en 1928.
En Bolivia
La ciudad en la que la devoción a la Virgen de Guadalupe es mayor es, indudablemente, Sucre. A diferencia de lo que ocurre con otras fiestas patronales, la de la capital de Estado no es el resultado de una superposición de culto sino de un pedido expreso que le hizo en 1600 el obispo de Charcas, Alonso Ramírez de Vergara, a fray Diego de Ocaña.
El prelado asistió a las fiestas de entronización que se realizaron en Potosí aquel año y, extremeño como era, le pidió al monje jerónimo que viaje a La Plata a pintar otra imagen que fue terminada y coronada al año siguiente dando paso a una de las devociones católicas más notables en Charcas, hoy Bolivia.
El propio Ocaña refiere que su llegada a Chuquisaca coincide con un terremoto en el que él se sujeta a las paredes y pide a la Virgen que libre a todos de la tragedia. Pasado el susto, el monje aprovechó para referirles que Guadalupe suele ser particularmente milagrosa a la hora de enfrentar epidemias y calamidades públicas.
Para ayudarse en su divulgación del culto, pinta una imagen de notoria belleza a la que, poco después de entronizada, los devotos comienzan a prender joyería en señal de devoción. Esa actitud de fe daña la parte de la ropa que años después es reemplazada por una plancha de plata que permanece hasta el presente multiplicando considerablemente su valor, no solo histórico y espiritual sino también económico.
Como se puede ver, entonces, el culto a la Virgen de Guadalupe en Sucre fue voluntario, prácticamente a pedido de la feligresía que estuvo representada por el obispo Ramírez de Vergara. Fue como si la ciudad hubiera llamado a la advocación. Su caso es muy distinto al de otras fiestas patronales que surgieron como imposiciones o como consecuencia de la superposición de cultos.
Siguiendo instrucciones de los concilios limenses, los sacerdotes —particularmente jesuitas y dominicos— identificaban cultos autóctonos y los reemplazaban con advocaciones católicas. Es el caso del culto a una deidad andina en La Puerta, cerca de Potosí, que fue sustituida por San Bartolomé.
En La Plata, en cambio, el culto no solo se enraizó sino que floreció hasta convertirse en un raro ejemplo de apropiación de una ciudad respecto a una imagen pintada en su seno con fines de evangelización.
En las provincias
El culto a Guadalupe se extendió a varias provincias de Chuquisaca, Potosí, Cochabamba y Tarija.
Son notables las fiestas para la Virgen de Guadalupe en provincias tarijeñas como Caraparí, que logró que se declare a esa festividad como Patrimonio Nacional Histórico, Religioso y Cultural de Bolivia mediante la Ley 2078 del 19 de abril de 2000. En este municipio, la fiesta no se celebra en septiembre sino el segundo domingo de octubre.
Por ahí también está Entre Ríos, capital de la provincia O’Connor, donde la fiesta de Guadalupe se celebra el primer domingo de octubre de cada año. Aquí, todos los devotos se visten de cuñas, matacos, negras, chiriguanos y sanqueras y recorren las calles del pueblo causando gran ruido con su japapeos o gritos de guerra •
* Juan José Toro es presidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP)
Las dos Guadalupes
Las principales advocaciones de la Virgen de Guadalupe son dos: la española o extremeña, cuyo origen se remonta a la aparición de María al vaquero Gil Cordero, alrededor de 1326, y la mexicana, que es la que se habría aparecido al indígena Juan Diego el 9 de diciembre de 1531 en Tepeyac, actual Ciudad de México.
Como se puede ver, ambas son diferentes y sus orígenes son aparentemente distintos, aunque no faltan autores que afirman que una imagen parecida a la mexicana existe en el convento de Guadalupe en Cáceres y pudo ser inspiración de aquella. Empero, hay versiones que señalan que la mexicana tendría origen prehispánico.
La que inspiró el culto en Bolivia es la extremeña, la que llegó en el libro del padre Talavera, en las alforjas de fray Diego de Ocaña.
En Cáceres
Otra ciudad importante para el culto a esta advocación es Cáceres, próxima a Guadalupe, pues se supone que allí nació Gil Cordero, el vaquero a quien, según la leyenda medieval, se apareció la Virgen María en el río que le dio su nombre.
Debido a ello, la procesión que se realiza en este lugar es la de la Virgen del Vaquero de Cáceres, en directa alusión al pastor cuya casa y capilla han sido restauradas y son lugares de peregrinación para los devotos de la guadalupana.
Sin embargo, la procesión de Cáceres es la más corta de España porque apenas abarca desde el templo de Santiago a hasta la ermita del vaquero que está ubicada en la Calle de los Caleros.