Arce y la rebelión del 8 de septiembre de 1888
Gregorio Pacheco, jefe del Partido Democrático, ganó las elecciones de 1884 con el apoyo de Aniceto Arce, jefe del Partido Constitucional. Ambos candidatos pertenecían a los conservadores y durante sus campañas hubo violentos encuentros entre ambos partidos.
Gregorio Pacheco, jefe del Partido Democrático, ganó las elecciones de 1884 con el apoyo de Aniceto Arce, jefe del Partido Constitucional. Ambos candidatos pertenecían a los conservadores y durante sus campañas hubo violentos encuentros entre ambos partidos. Acordaron alternar en el poder con tal de que el Partido Liberal no gobernase; es así que, en 1888, Arce fue elegido Presidente de Bolivia.
Los que no estaban contentos con esto, por supuesto, eran los del Partido Liberal, comandado por el general —y también abogado— Eliodoro Camacho. Perdieron dos elecciones consecutivas y no lo toleraron: acusaron de fraude, compra de votos, pero sus denuncias no fueron escuchadas.
La vorágine electoral había ya terminado en mayo de aquel año. Los días habían transcurrido sin ninguna novedad desde la posesión de Arce, en agosto. Era la mañana del 8 de septiembre —con un cielo revestido de un límpido azul, como lo describió un periódico local—, y en la Catedral de Sucre se celebraba una misa muy importante para la sociedad católica; era el día de la Virgen de Guadalupe.
Dentro de la Catedral, el Arzobispo vestía su mejor gala y había una concurrencia distinguida: ministros, jueces, abogados, contadores, mujeres, niños y ancianos escuchaban en profunda solemnidad los evangelios; mientras tanto, afuera, la 2da. Compañía del Batallón Loa se movía con mucho sigilo, tomó el Parque del Palacio de Gobierno y entonces… ¡fuego! Sonaron los disparos de rifle, percusiones de cañones; la gente, aturdida y espantada, no entendía lo que sucedía: llantos, gritos, gente que tropezaba y caía escapando hacia ningún lugar donde ir.
Ante esta confusión, Miguel Aguirre, prefecto de Chuquisaca, logró escabullirse antes de que cerraran por completo las puertas del templo, una de las muchas balas que dispararon lo roza apenas y logra rasgarle la chaqueta. Aguirre sube a su caballo y levantando polvareda se dirige por 13 kilómetros hasta Yotala en busca del Batallón Chorolque: pese a tener más hombres que munición, fueron el refuerzo más cercano que podía ayudar.
Los rebeldes cercaron la plaza —la Catedral, el Palacio de Gobierno y el seminario San Cristóbal—. Todos los representantes de los poderes de la república estaban encerrados y acorralados, listos para ser eliminados; sin embargo, ese no era el objetivo. El plan era matar a Arce.
¿Dónde estaba Arce en esos momentos? Tras los primeros disparos, al arrastre, logró escabullirse al patio del seminario San Cristóbal por un pasaje de la sacristía de la Catedral. Ahí, seguro de los rebeldes, aguardó pensando su próximo movimiento.
El batallón Chorolque llegó a las 16:00 a El Tejar, distante a 5 kilómetros de la ciudad. El Loa ya lo estaba esperando; se enfrentaron en la quebrada principal. Agotadas sus municiones, retrocedieron. El Chorolque fue vencido —era la única fuerza cercana que podría proteger a la ciudad y al Presidente—.
En la ciudad reinaba el caos. El miedo tenía a todos orando por sus vidas. En las calles, las señoras cerraban sus casas con aldabas. Oían disparos, estruendos de cañones. Los rebeldes pedían a gritos la cabeza del presidente Arce. Se temía lo peor: saqueos, asesinatos…
Según el periódico La Industria, la noche de este día 8 un joven llamado Anastacio Urioste ayudó a Arce a escapar del seminario con una falsa alarma: “¡viene el Chorolque!, tomen plata y vayan a festejar por la victoria!”. Los guardias, que cercaban la plaza, corrieron dejando la custodia por un momento. Urioste, vestido de franciscano, logró sacar a Arce de ahí y llevarlo a la casa de Arturo Arana —que estaba muy cerca del lugar—. El periódico indica también que Adela Arana de Urioste habría hecho llegar una nota a las manos de Mercedes P. de Arce, quien era su hija política, diciendo: “estoy salvo, necesita ropa”.
Caída ya la noche, Urioste acompaña a Arce hasta su hacienda La Florida; aún viste traje de religioso. En el trayecto se encuentran con varios grupos que no logran reconocerlo. El Presidente, antes de llegar a su hacienda, se despide agradeciendo la ayuda. Arce monta su caballo y parte solo hasta Potosí.
Al día siguiente cañonazos y disparos retumbaron en toda la ciudad. Se reportaron enfrentamientos desde el Palacio de Gobierno —donde se situaba una fuerza de artillería— con la plaza San Francisco donde se parapetaron los rebeldes. Arce había escapado.
Las fuerzas rebeldes dejaron la ciudad y emprendieron la persecución al Presidente. En ese intento, las tropas rebeldes tuvieron varios enfrentamientos con el ejército nacional.
Arce había llegado a Potosí sano y salvo. Inmediatamente pasó a Oruro a reunirse con los altos mandos militares y emprendieron el retorno a Potosí para enfrentar a los rebeldes.
Sucre, libre ya de los rebeldes, se mantuvo en silencio como protesta; ninguna oficina pública, ni negocio o trabajo estuvo abierto. Los periódicos dejaron de publicar, como se escribiría en una publicación días después: Sucre parecía que velaba un cadáveres.
Ciudadanos se habían organizado conformando grupos de civiles armados que se pusieron a órdenes del primer vicepresidente, el doctor José Manuel del Carpio, para restablecer el orden en la ciudad y ofrecer resistencia por si el Batallón Loa decidía volver a Sucre.
En Potosí se había organizado la División del Sud, compuesta por los batallones “Constitución”, “Arce”, “Conservadores”, el “Potosí” y el “Chichas”, que se encontraban cubriendo las avanzadas. Con casi 2.000 hombres, esta División aguardaban la llegada del Presidente —con las divisiones del Norte y Centro—. Un marco militar imponente se habría formado para combatir a aquellos rebeldes.
El Ejército faccioso estaba dividido en dos partes: la vanguardia, que se encontraba llegando a Pampa-tambo —departamento de Potosí—, y la retaguardia, que había acampado en Yotala, para reforzar la avanzada.
Arce, enterado de estos movimientos, parte el 7 de octubre rumbo a Carachipampa, escoltado por un grupo de ciudadanos potosinos que estaban armados y con todo el ejército que había reunido. Se enviaron escuadrones de avanzada como el “Potosí”, a la cabeza de Ladislao Cabrera. La estrategia utilizada para el combate consistía en un ataque rápido para luego emprender la retirada —esto sirvió para debilitar al enemigo con golpes cortos pero certeros—.
En Carachipampa estaba Arce a las 16:00. El Ejército Constitucional estaba completo, con la avanzada incorporada, tras su enfrentamiento de la mañana.
Los informes señalan que los rebeldes se encontraban en la serranía de Pati-Pati. Desde las 17:30, los dos frentes habían intercambiado disparos y cañonazos; según partes oficiales, el enemigo se situaba en una zona que era muy difícil de tomar, pero que a la vez su ubicación impedía que los cañones alcanzaran al ejército. De noche, los rebeldes se replegaron sin ser perseguidos por el peligro de ser emboscados en la oscuridad.
Al día siguiente el ejército rebelde estaba acorralado cerca del cerro Kari-Kari, en una garganta que conduce a Chaquí. Viéndose perdidos huyeron al pueblo dejando armas y cañones en el lugar. En el atrio del templo dejaron el resto de sus armas y municiones.
La rebelión había sido aplacada.
El recuento de esta acción el 8 y 9 de septiembre en Sucre fue: 37 muertos y 45 heridos —entre militares y civiles—. Vencidos los rebeldes, se instauraron juicios a todos los militares prisioneros.
Eliodoro Camacho fue apresado en La Paz, luego trasladado a Oruro, enseguida a Huanchaca y el 18 de octubre llegó a Sucre, en calidad de reo político, acompañado por su hijo. Durante el juicio en su contra alegó inocencia y negó todo hecho de complicidad con quienes realizaron la revuelta. Pidió su pasaporte para salir al exterior como exiliado y se lo otorgaron. Así, Camacho se fue al Perú.
Sin embargo, antes de aquel 8 de septiembre se manifestó en conferencias con frases como: “Bolivia se asemeja a un cañón cargado hasta la boca y cuya ceba cubre mi mano”. En Paria dijo: “Ni mis amigos ni yo resignaremos jamás con el triunfo del Partido Nacional, y la sangre que se derrame, en defensa de los fueros de nuestra causa, no caerá sobre mi frente” (El Día, Sucre, 10 de octubre de 1888).
La carrera política de Eliodoro Camacho quedó paralizada: exiliado, dos elecciones perdidas y con un levantamiento frustrado a cuestas.
El 21 de octubre, Arce retorna a Sucre bajo una lluvia de flores, guirnaldas y una gran cantidad de gente aplaudiéndolo.
El Partido Liberal había perdido las elecciones por mayoría de votos; ese fue el resultado en 1884 y 1888. Según la lógica democrática, las decisiones que asume la mayoría deben ser asumidas por la minoría —obviando que estas decisiones no vayan en desmedro de las minorías—. ¿Qué pasa cuando estas minorías son vulneradas en sus derechos? ¿Qué acciones deben tomar esas minorías cuando las mayorías han rebasado los límites de su poder? •
* Fernando Marcelo López es historiador.