“Lo que más me importaba era que Chito estuviera contento”

De niño ayudaba a su mamá a costurar; hoy es un actor relevante de la escena argentina

Una foto de Osqui Guzmán —actor argentino, hijo de bolivianos en Buenos Aires— en plena acción. FOTO: Archivo Clarín

Una foto de Osqui Guzmán —actor argentino, hijo de bolivianos en Buenos Aires— en plena acción. FOTO: Archivo Clarín Foto: Internet

El actor, posando para el Diario Popular de Argentina.

El actor, posando para el Diario Popular de Argentina. Foto: Internet

El actor Osqui Guzmán (a la derecha, apoyado sobre la

El actor Osqui Guzmán (a la derecha, apoyado sobre la Foto: Internet


    Jeannette Nava Flores (*) / Oscar Díaz Arnau ECOS
    Ecos / 01/10/2019 00:28

    Osqui Guzmán, “Chito” en la exitosa serie “Apache”, se ganó su buen presente con esfuerzo. Con mano de obra, al principio; con estudio, después. Para pagar la primera cuota de ingreso al Conservatorio de Arte Dramático, a fines de los 80, pintó unas paredes. Ningún hijo de bolivianos en Buenos Aires necesita que le enseñen lo que es trabajar (una característica que suele ser destacada por los propios argentinos): lo sabe porque lo aprendió con el ejemplo de sus padres. Y Osqui, que en la ficción de Netflix hace del tío del futbolista Carlos Tévez, no podía ser la excepción.

    ECOS le envió unas preguntas y él las respondió con mensajes de voz, abriendo un espacio entre decenas de medios que lo buscaron después de su participación en una de las series más populares del momento y haciendo un alto en sus grabaciones de una nueva biopic —esta vez con Amazon— sobre otra leyenda del fútbol: Diego Armando Maradona.

    Desde Europa, donde actualmente está rodando “Sueño Bendito”, nos adelanta que será Galíndez —para los conocedores de la historia reciente de este deporte en la región, Galíndez fue un utilero mítico, un personaje entrañable dentro de los campos de juego en el vecino país.

    De sangre boliviana

    Oscar Germán Walter Guzmán, Osqui Guzmán en el mundo artístico, nació en Argentina pero sangre boliviana corre por sus venas: su madre es potosina y su padre era orureño. Personalidad destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires en 2009 “Luchar por lo que corresponde 2018”, entre otros galardones importantes, él reivindica orgulloso sus raíces, tanto que ha montado un espectáculo para hacerlo expresamente.

    Esto declaró a Clarín el año pasado: “El dinero no puede decirte lo que tenés que hacer, porque el dinero no tiene ni pasado ni futuro. El mundo se construyó sobre esa fantasía del dinero”.

    Y en esa entrevista contaba también lo que sigue: Decía mi mamá: ‘¿Qué vino primero, el trabajo o el empleo?’. Primero estuvo el trabajo. Para el boliviano el trabajo es una forma de ser. Ellos son su trabajo”.

    Su sueño comenzó a hilvanarse (literalmente), como el de muchos bolivianos en Buenos Aires, en un taller de costura...

    ECOS. ¿El salto a tu verdadera vocación llegó solo desde el ámbito de la costura o también tuviste que “buscarte la vida” en otros sectores antes de encontrarla?

    Osqui Guzmán (OG). Yo empecé a coser a los 14 años porque una vez mi mamá estaba en un apuro, tenía que hacer una entrega del trabajo y le dije que yo la ayudaba. Yo nunca me había sentado en la máquina pero, bueno, me senté; me senté y, para su sorpresa y para la mía también, empecé a coser, sin que nadie me haya explicado nada. Entonces, asumí eso como el oficio base para mí, para ‘salvar las papas’ de todo, tanto para ayudar en casa como para ganarme mis primeros pesos.

    Después, cuando empecé a hacer teatro, hice otros trabajos, pero siempre fueron ocasionales: atendí librerías, fui repartidor de un supermercado, repartía a domicilio, varias cosas… incluso intenté ser canillita en un momento que duré un día (se ríe). Pero después, el resto fue hacer teatro y, cuando necesitaba plata y veía que en mi casa necesitaban ayuda, me sentaba en la máquina. Digamos que la costura fue como el lugar de oficio base que me enseñó de alguna manera a comprender mi oficio.

    ECOS. ¿La identidad nace con uno o se la construye? Lo preguntamos porque viviste en carne propia la gran variedad de nacionalidades que respira Buenos Aires.

    OG. Para mí la identidad, como todos los elementos de la realidad, es una construcción; la realidad es una construcción y la identidad es parte de ella. Una cosa es de dónde viene uno, una cosa es dónde naciste, cuál es tu nacionalidad, y otra cosa es tu identidad, que se construye en base a cómo te crías, qué hace tu familia de diferente respecto a otras familias, qué hace tu barrio, qué hace tu país de diferente al resto de otros países.

    Eso que se hace construye la identidad, por eso es tan importante, porque la identidad es aquello que los pueblos hacen aún a medida que van cambiando durante el tiempo, porque una de las variables que tiene la realidad y que es por eso tan cruel es que va cambiando, constantemente muta: por el progreso, por el avance del tiempo, por las migraciones, por la inmigración. La realidad de nuestro lugar del mundo va cambiando y, entonces, lo que la identidad viene justamente a hacer es que por más que esa realidad cambie, permanezca en nosotros lo que hacemos y lo que nos identifica, (permanezca) eso que hacemos y que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos.

    ECOS. ¿Cuál ha sido el rol de Bolivia en la construcción de tu identidad y cómo ha influido en tu profesión como actor?

    OG. En la construcción de mi identidad, Bolivia entra a través de mis padres. Ellos son bolivianos: mi mamá es de Potosí, mi papá era de Oruro. Pero el hecho de que sean bolivianos no significa mucho, el tema es lo que hacían por ser bolivianos. Y lo que hacían, justamente, era: me hacían las comidas típicas de Bolivia, me hacían festejar el Día de Todos Santos, el Día de los Muertos armábamos la tumbita por algún ser querido que se había ido, hacíamos la ch’alla en Carnaval, festejábamos el 6 de Agosto. Entonces, todo eso que hacían mis padres, lo cual a mí me metían y me implicaban, era justamente lo que marcaba mi identidad: de dónde vengo y, sobre todo, cómo yo, argentino, por ser argentino y criado en mi tierra, sobre todo en una ciudad como Buenos Aires, tan cosmopolita, llevaba eso, que mis padres hacían de mí, para todas partes.

    Eso fue importante en mi carrera cuando pude madurar como actor y empecé a pensar en qué cosas quiero decir, cuáles son las cosas de las que necesito hablar. Fue inevitable conectar con mis padres, con lo que hacían conmigo, porque toda esa especie de festejo constante, de días particulares como el de Todos Santos, que quedó muy grabado en mi memoria, o los carnavales, marcaron una especie de comunión con lo festivo, y el teatro es justamente eso: festivo. Y, seguido de lo festivo, lo sagrado. O sea, lo sagrado como festivo. La fiesta de lo sagrado. Tomar el teatro como la fiesta de lo sagrado, o lo sagrado festivo que tiene el hombre, me parece que es una de las cosas más lindas que pude heredar y más importantes que pude heredar de practicar todo lo que tiene que ver con la cultura boliviana.

    El teatro justamente es una fiesta sagrada, y fue pasando el tiempo y fui cada vez emparentándolo más, cada vez uniendo más esta especie de comunión entre lo pagano y lo sagrado; al mismo tiempo, mis padres y mis tíos me contaban historias de Potosí, historias de fantasmas y de los tesoros enterrados en Bolivia, de toda la matanza que hubo en la colonización y cómo eso influyó tanto en parte de las creencias. A mí desde chico me fascinó tanto ese mundo que creó en mí una especie de imaginario sobre lo fantástico que, a la hora de ser actor, me alimenta muchísimo.

    ECOS. Del teatro a la pantalla del cine y la televisión. ¿Qué extrañas del teatro cuando estás en plena filmación y qué del rodaje cuando estás arriba del escenario?

    OG. Lo que diferencia a los trabajos en teatro y en televisión es el sistema de producción, por ende, el teatro es el sistema de producción con el que yo más me siento identificado. Por eso cuando hago cine o televisión lo que más extraño es ese sistema, porque ese sistema es un ente vivo, ya sea en el momento de la función, cuando hay espectadores y uno puede respirar el silencio del espectador, o escuchar su risa, o ver al compañero traspirar, sufrir accidentes y llevarlos adelante para llegar al final de la función. Pasan muchas cosas durante una función que son increíbles.

    Y también dentro del sistema de producción están los ensayos, que son los momentos más jugosos de la creación en teatro; en los ensayos uno busca millones de cosas, hace viajes, viajes en compañía, viajes solitarios, y son viajes que llevan tiempo: días, meses y a veces años. Entonces, el sistema de producción del teatro tiene una vitalidad tan potente que cuando uno hace cine, por ejemplo, eso se extraña muchísimo, ese momento vital, ese momento vivo.

    En cine lo que está bueno, y que en todo caso hace que uno le guste mucho hacer cine, por lo menos a mí, es ver el momento de la construcción de la escena: las mediciones que se hacen, los problemas que hay con la luz, los problemas que hay con las locaciones, cómo se resuelven, todo lo que hacen para que una escena se vea desde determinado ángulo, porque eso modifica totalmente el dramatismo o la comicidad de la escena, el trabajo pausado del director con los actores y del director con el equipo, las conversaciones entre ellos. Yo creo que lo que más me gusta de hacer cine es ver ese trabajo, todo lo que lleva hacer cine; eso me inspira para el momento de actuar, que es un ratito, porque cada escena es un momentito.

    Después, en televisión se extraña más el cine, en realidad, porque el teatro está muy lejos del sistema de producción televisivo. A no ser que sea una serie, donde se toman tiempos más cinematográficos, el sistema de producción televisivo tiene una inmediatez, un ‘repentismo’ donde la actuación se ve supeditada a sentirse vital dentro de ese repentismo. Y todas las escenas se montan y desmontan enseguida. Y te olvidas enseguida la letra que estudias. Es como que pasa muy rápido, pasa volando.

    Entonces, cuando estoy ahí el teatro casi no entra, ni lo extraño porque no se acerca casi nada a la televisión. Y cuando hago teatro lo que extraño de los sistemas de producción del cine y la televisión es esa especie de masividad que tiene lo que uno hace: uno hace algo y repercute en miles y miles de personas, (y) que no sabes hasta dónde puede influenciar tu trabajo. Eso sí se extraña, porque el teatro tiene con el espectador un trabajo más artesanal. Por eso es tan importante el ‘boca en boca’ cuando una obra está buena. En boca en boca, el público se dice entre ellos “anda a ver esta obra, está buenísima”.

    ECOS. “Apache”. ¿Cómo fue encarnar al tío de uno de los astros del fútbol argentino, Carlos Tévez? ¿Y cómo influyó en tu vida privada y profesional el hecho de que sea una de las series más populares de Netflix?

    OG. Para la serie Apache, encarnar a Chito, el tío de Tévez, tenía en principio una complejidad y es que Chito está vivo. Está vivo y lo conocí, hablé con él y, juntarme con él fue lo que más me gustó y me interesó en principio, porque tuvimos una charla muy profunda, una conversación acerca de sus intereses, de su manera de vivir, de lo que él pasó, de cómo se sentía, de cómo 'revirtió' toda su vida, de lo que él esperaba también de la serie, de sus preocupaciones, de sus aspiraciones. Y en función de eso, ver en sus palabras su manera de actuar, de moverse, un corazón gigante, una persona con mucho amor por su familia. Traté de llevar todo eso a la serie y, bueno, por suerte con muy buena repercusión: están todos muy contentos con el personaje y, sobre todo, Chito. Eso es lo que más me importaba.

    Así que (estoy) muy feliz. Que sea una de las series más populares de Netflix es algo muy lindo y muy halagador, porque, como te decía antes, el trabajo en estos sistemas de producción se viraliza, como se dice hoy, construye una red invisible que vos no sabes hasta dónde puede llegar.

    Así que, bueno, en estos momentos estoy haciendo la serie de la vida de Maradona; hago de Galíndez, un personaje mítico de la selección nacional, amigo de Diego Maradona, y también producida por Amazon, y también se espera que tenga este tipo de repercusión. Ya tu trabajo no va en boca en boca, como en el teatro, sino que llega sin que el espectador sepa qué es lo que va a ver, llega hasta donde uno no se imagina.

    No estoy en Argentina en este momento, entonces no vivo la repercusión en Buenos Aires, digamos. Sí me han llamado desde diferentes medios para hacerme entrevistas, pero, bueno, yo estoy viajando por Europa, filmando la serie de la vida de Maradona.

    ECOS. ¿Qué significó para ti “vivir” la villa? ¿Es una realidad desconocida para ti?

    OG. La serie se filmó en Fuerte Apache. Pude también ver que no es una villa Fuerte Apache, es como un complejo habitacional, digamos, un conjunto de monoblocks que se armaron para unos trabajadores y, bueno, se terminó transformando en esta suerte de barrios donde se mezclan y se juntan todos, y las familias viven como pueden, y barrios populares y marginales al mismo tiempo, y también de gente trabajadora. Está todo mezclado, pero no llega a ser una villa, porque se conforma por otra estructura.

    Y mientras yo filmaba, no era una realidad lejana. Al haberme criado en La Boca, cerca de los conventillos, y tener amigos de todo tipo y de toda clase obrera y clase media baja, había una especie de realidad de lo que no te pertenece, de la dejadez o de aquello que el tiempo va dejando y olvidando y sin embargo uno lo usa, de la decadencia del lugar, que me era muy familiar. Los conventillos eran algo así siempre: siempre fueron así. Entonces, lo que no viví yo nunca fue el nivel de violencia que se vive todavía en Fuerte Apache; de hecho, una de las noches tuvimos que irnos corriendo porque se armó una balacera entre unos patrulleros y unos delincuentes; entonces, esa sí es una realidad que yo nunca viví que me impactó muchísimo. Ver a un chico jugando a la pelota en la cancha de fútbol de ahí, de Fuerte Apache y, mientras él jugaba a la pelota, por detrás pasa un escuadrón de Gendarmería armado hasta los dientes, penetrando las calles de Fuerte Apache para ir a buscar a alguien, eso es muy fuerte. 

    ECOS. ¿Participarías en una segunda parte de la serie si te convocan?

    OG. Sí, por supuesto que participaría en una segunda parte. Sí, sí, sería un placer.

    ECOS. ¿La realidad supera a la ficción?

    OG. Sí, sí, sí, la realidad siempre supera a la ficción, siempre, siempre. A veces en la realidad vemos cosas que nosotros, los actores, nos damos cuenta y decimos: “si esto lo quisiera hacer como personaje, o lo pusiera en una situación, en una serie o en el teatro, los críticos o el público dirían ‘no, es demasiado, demasiado sobreactuado’” (se ríe). La realidad siempre va a ser superior, siempre, siempre. A veces, cuando me preguntaban: “¿así que la cárcel es así?”, por El Marginal (otra serie en la que participó), yo respondía: “No, no, no, la cárcel es peor”

    * La revista ECOS agradece a Jeannette Nava Flores, periodista chuquisaqueña en Buenos Aires, sin cuya colaboración esta entrevista no hubiera sido posible.

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