Difuntos idolatrados

Los cementerios patrimoniales de Sucre y Potosí, los más antiguos de Bolivia

Los restos de Jorge Revilla Aldana resposan en el primer patio de la necrópolis de la capital.

Los restos de Jorge Revilla Aldana resposan en el primer patio de la necrópolis de la capital. Foto: Evelyn Campos ECOS/Amilcar Vel

Osario donde están enterrados una parte de los restos de "Santa Adelita", en el Cementerio General de Sucre.

Osario donde están enterrados una parte de los restos de "Santa Adelita", en el Cementerio General de Sucre. Foto: Evelyn Campos ECOS/Amilcar Vel

Mausoleo del músico y cantautor chuquisaqueño Huáscar Aparicio y su hijo Gustavo.

Mausoleo del músico y cantautor chuquisaqueño Huáscar Aparicio y su hijo Gustavo. Foto: Evelyn Campos ECOS/Amilcar Vel

Mausoleo donde reposan los restos del sacerdote Severo Cartoceno, quien fue fusilado pese a ser inocente.

Mausoleo donde reposan los restos del sacerdote Severo Cartoceno, quien fue fusilado pese a ser inocente. Foto: Evelyn Campos ECOS/Amilcar Vel

Una mujer coloca velas en la capilla de "San Bernito" en el Cementerio General de Potosí.

Una mujer coloca velas en la capilla de "San Bernito" en el Cementerio General de Potosí. Foto: Evelyn Campos ECOS/Amilcar Vel

Le atribuyen a Bernito muchos milagros.

Le atribuyen a Bernito muchos milagros. Foto: Evelyn Campos ECOS/Amilcar Vel

Solo queda una parte de la ermita donde fue enterrado el ciudadano chileno Felipe Honores.

Solo queda una parte de la ermita donde fue enterrado el ciudadano chileno Felipe Honores. Foto: Evelyn Campos ECOS/Amilcar Vel


    Evelyn Campos López ECOS
    Ecos / 27/10/2019 19:42

    Los cementerios patrimoniales de Sucre y Potosí, los más antiguos de Bolivia, albergan en sus mausoleos, nichos y osarios los restos de grandes personalidades que fueron protagonistas de la historia del país, así como de algunos difuntos a los que el pueblo les atribuye milagros por haber fallecido de forma trágica y violenta o porque simplemente se han ganado el cariño de la gente y, por eso, son idolatrados. Mucho más durante la fiesta de Todos los Santos…

    “Mamita Adela”

    La difunta Adela Cárdenas Vásquez, enterrada en el Cementerio General de Sucre, es la más idolatrada por la población de Sucre.

    Parte de sus restos están enterrados en un osario del cuartel 21, en una esquina del segundo patio de esa necrópolis. Siempre llena de flores frescas y velas, se trata de una de las tumbas más visitadas durante todo el año y está cubierta de placas de agradecimiento por los “milagros” concedidos.

    El 12 de noviembre de 1996, Adela murió víctima de la violencia machista. Tenía ocho hijos e hijas. Su marido la golpeó y luego quemó, cercenó y diseminó sus restos en un descampado de la comunidad de Totacoa, Yotala, y en su propio domicilio de Sucre.

    La forma horrorosa en la que murió esta mujer de pollera conmovió tanto que algunos la convirtieron en “santa”, y comenzaron a atribuirle obras milagrosas.

    Así, en Todos los Santos le llevan masitas y otros alimentos, como un gesto de agradecimiento. Las mujeres son las más devotas: le cuentan sus penas y le piden que interceda por ellas ante Dios para dar fin a sus conflictos.

    “Parece que a las que más les ayuda es a las mujeres que tienen problemas con sus maridos. Algunos son pegadores y ‘ojos alegres’, otros tienen mal genio o son borrachos. También hace milagros con los hijos descarriados. Mucha fe le tienen a la mamita Adelita, bien milagrosa es. Velitas hay que ponerle con toda fe”, dice la rezadora Juana.

    En el lugar de su muerte, a unos 13 kilómetros de Sucre se levantó una apacheta que con los años se transformó en un santuario; queda al borde de la carretera a Yotala. Allí, su imagen reposa al pie de la Virgen de Guadalupe.

    En conmemoración de la fecha de su muerte cada año una pareja de “pasantes” (los responsables de la atención y festejo en honor del santo o santa por la que se celebra una festividad) organizan una fiesta en su honor, adonde acuden cientos de seguidores.

    Además, todos los lunes, a las 15:00, se celebra en la capilla una misa en conmemoración de Adelita. Ese día, la gente va en romería para rezar, poner velas, ofrendas florales y hacer sus peticiones.

    Huáscar Aparicio

    Según el personal del Cementerio General, el mausoleo del cantautor Huáscar Aparicio y su hijo Gustavo es el más visitado durante Todos los Santos. Huáscar compuso canciones emblemáticas para Sucre como “La marcha de la capitalidad”, “La cueca del Bicentenario” y el vals “Mi Sucre”.

    Sus admiradores lo recuerdan con cariño por su talento, sencillez, carisma y el gran aporte musical que dejó a nivel local y nacional. Según Mario, uno de los “escaleritas”, hay gente que sigue llorando su muerte cuando visita su tumba.

    Pasaron más de seis años del accidente en el que fallecieron Huáscar y Gustavo Aparicio, además de los músicos Fernando Aníbarro Cruz y Limbert Callejas Brito.

    Huáscar cultivó su amor por el folclore chaqueño desde pequeño. Por entonces, junto a sus padres se radicó en Tarija, donde estudió música en la escuela de Nilo Soruco. Luego, Aparicio creció y se hizo famoso, incluso, traspasando fronteras con canciones tales como su éxito “Hoy me iré”.

    Artistas argentinos con amplia trayectoria como el Chaqueño Palavecino, Los Tekis, El Polaco, 10 Puntos y otros más interpretaron sus temas, lo mismo que músicos de Perú como Antología y Dina Paucar.

    En Bolivia, sus composiciones fueron reproducidas por Juan Enrique Jurado, Cantares de Tarija, Taricanto, Sentimiento, Huaina Huila, Dalmiro Cuéllar, entre muchos otros.

    Jorge Revilla Aldana

    Considerado como el “potosino más sucrense de todos”, Jorge Revilla Aldana (JRA) amaba a la capital del país y los chuquisaqueños, sabedores de ese cariño, le retribuyeron su afecto llamándolo el “Gran Churuquella”.

    Estudió en la Escuela Normal de Maestros “Mariscal Sucre” y se tituló con las especialidades de Matemáticas y Física en 1954. Casi de inmediato prestó sus servicios como periodista en Radio La Plata.

    Se destacó como maestro, periodista y locutor en esa radio decana, desde cuyas ondas se convirtió en “la voz de la conciencia de los chuquisaqueños”, según manifiesta Alberto Morales, uno de sus exalumnos. “Fue mentor y guía de todo el pueblo. El sucrense más querido y respetado; nadie como él”, enfatiza él.

    Realizó innumerables obras en beneficio de la capital. Quienes lo conocieron dicen que aportó no solo con su voz, sino también con sus acciones en el deporte y en la vida cultural. Impulsó la creación del establecimiento de Alto Delicias que lleva su nombre y la del Mercado Central.

    Marco Antonio Llanos, guía del Cementerio General, remarca que en su homenaje se puso su nombre a un coliseo.

    Fue una de las personalidades más queridas sobre todo en el área de la formación de niños y jóvenes. Quienes lo tuvieron de maestro recuerdan que la justicia, la comprensión y el cariño fueron sus lemas.

    Quiso a la tierra chuquisaqueña hasta el día de su muerte, el Día de la Bandera, el 16 de agosto de 1982, a los 50 años. Desde entonces, hasta ahora, mucha gente visita su tumba.

    “San Bernito”

    Desde hace aproximadamente 80 años la gente venera a Feliciano Berno, más conocido como San Bernito o el T’ojlito Milagroso llevándole flores, velas, regalos y alguna vez hasta una joya.

    Su santuario se encuentra al lado derecho de la entrada del Cementerio General de Potosí. Las paredes del interior están prácticamente forradas con plaquetas de agradecimiento que la gente deja al “santo milagroso” dando fe de los favores recibidos.

    Es el más popular del camposanto durante la festividad de Todos los Santos y recibe atenciones especiales propias de la tradición boliviana.

    Sus restos no están completos. De acuerdo con el relato del investigador potosino Amilcar Velasco, Berno era un ladrón que al igual que Robin Hood, del folclore inglés medieval, se ha convertido en el arquetipo del héroe que se dedicaba a robar a los ricos para repartir el botín entre los pobres.

    Lo único que se sabe es que murió asesinado y que, cuando se exhumaron sus restos, en su tumba solo se encontró su calavera, por eso el pueblo lo convirtió en mártir.

    Velasco cuenta que la gente le coloca flores y velas los domingos y lunes. También le dejan cigarrillos y cartas pidiéndole favores.

    Padre Severo Catorceno

    El mismo investigador Velasco relata que Severo Catorceno era un sacerdote que tenía terrenos en la provincia Cornelio Saavedra, del departamento de Potosí, así como grandes hectáreas de tierra donde ahora está el barrio Pasión Cruz, de la Villa Imperial.

    Se dice que hacía muchas obras sociales en Potosí y que ayudaba a los pobres y huérfanos. Sin embargo, en 1939 salió una acusación en contra de este religioso por el delito de violación a una niña de siete años en Arampampa.

    Cuando la sociedad potosina se enteró del supuesto vejamen armó tal escándalo que la noticia llegó hasta oídos del por entonces presidente de Bolivia, coronel Germán Busch.

    En ese momento todavía estaba vigente la pena de muerte de acuerdo con el Código Penal Boliviano. Cuando recibió el telegrama del Intendente de Policía de Potosí con la noticia, Busch montó en cólera y ordenó (por ese mismo medio) el inmediato fusilamiento del cura, pasando por alto todo el proceso judicial.

    “La orden se cumplió al amanecer del día siguiente, en la pampa de San Clemente, delante de numeroso público. Más tarde se comprobó que Catorceno era inocente”, escribió el historiador Roberto Querejazu Calvo en su libro “Llallagua”.

    “Cuenta la historia popular que el Primer Mandatario se arrepintió de la orden, pero cuando mandó el telegrama para evitar el fusilamiento, este ya se había cumplido”, agrega Velasco.

    Desde entonces, la gente visita su tumba para colocarle flores. Es una de las más concurridas del panteón potosino, especialmente en la fiesta de Todos los Santos.

    Felipe Honores

    Este ciudadano de origen chileno fue acusado de asesinato y robo. Luego, ajusticiado por una turba enfurecida de personas por su condición de delincuente. Tenía 27 años de edad.

    El investigador Velasco explica que, según la cosmovisión y la religiosidad andina, la gente que muere de forma trágica y con mucho sufrimiento generalmente pasa por un proceso de reciprocidad y termina “haciendo milagros”.

    De esa manera se comenzó a venerar a Felipe Honores, con rezos, colocándole flores y pidiéndole favores. Lamentablemente hoy en día apenas quedan restos de lo que fue su ermita, donde se siguen colocando ofrendas

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