Tobogán gigante de La Paz

Era la primera vez que visitaba el Parque de los Monos o Roosevelt, ubicado exactamente al lado del Parque Zoológico de La Paz.

Tobogán gigante de La Paz

Tobogán gigante de La Paz Foto: Internet

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Tobogán gigante de La Paz Foto: Internet

Tobogán gigante de La Paz

Tobogán gigante de La Paz Foto: David Diez Canseco ECOS


    Sucre / CORREO DEL SUR
    Ecos / 25/12/2019 20:29

    Era la primera vez que visitaba el Parque de los Monos o Roosevelt, ubicado exactamente al lado del Parque Zoológico de La Paz. Recuerdo que vestía una polera serigrafiada (era la sensación del momento), jeans azules y unas zapatillas inmaculadas Reebok. Estaba feliz con mi nuevo atuendo, quizá, porque no había sido impuesto: lo había escogido yo misma.

    Compré la ficha de rigor y me integré a una interminable fila que hacían niños, jóvenes y algunos padres de familia. Todos querían subirse al tobogán gigante, por entonces, uno de los atractivos más grandes de la sede del Gobierno.

    Con el objetivo de pasar momentos sinigual, acudían al parque personas de todos los estratos sociales, entre nacionales y extranjeros.

    Cuando llegué a la base del tobogán empecé a inquietarme al ver la gran altura de la colosal estructura metálica. Grosso modo, puedo calcular que el resbalín tenía entre 25 y 30 metros de alto, nueve o diez de ancho, y unas cinco ondulaciones en la plancha metálica.

    Tampoco podía evitar sentir temor al pensar que me lanzaría sola, pues no contaba con hermanos y no había ido con amigas. Me acompañaba mi mamá, y ella no tenía la menor intención de resbalar conmigo. “Estoy con traje sastre y tacones altos, no pienso pasar un papelón”, me dijo.

    La hilera humana era enorme. Imaginé que el avance sería lento, pero después comprobé que estaba totalmente equivocada.

    Mientras tanto, escuchaba gritos y risotadas: los primeros llegaban por la emoción de los que se habían adelantado para lanzarse; los segundos eran de los que estaban apostados frente al resbalín, en la parte baja, donde terminaba el descenso.

    En ese ínterin llegó mi turno. Subí la escalinata. En la parte baja, entre la escalera y la plancha del tobogán había una especie de caja con decenas de bolsas de yute color café; todos tomaban una y emprendían el ascenso. Hice lo mismo: escogí una en buen estado; había extremos, entre nuevas y otras muy deterioradas.

    Sin darme cuenta, en un dos por tres, ya estaba en la cúspide. La vista era magnífica. Me tocó un lindo día, lleno de sol y un firmamento azul.

    Estando allí podía observar una parte del centro de la ciudad, el parque Laikacota recién construido en la cima de un cerro, los barrios Miraflores, San Jorge, la Zona Sur y el majestuoso Illimani.

    Desde ese lugar veía diminutas a las personas allí abajo, distraídas en lo suyo. Estando en las alturas noté que mis circunstanciales compañeros de aventura ya eran unos expertos en este arriesgado descenso mientras que yo, apenas una novata.

    Observé atentamente que cada uno tomaba un lugar al borde del tobogán y que ahí tendían la bolsa de yute para luego ponerse sobre ella; también, que se daban un leve impulso y se deslizaban por la ondulante pista.

    Al fin llegó mi turno. Sentía que se aceleraban los latidos del corazón y respiraba rápido. Imité a los demás y… ¡zas! Ya estaba bajando por la cálida plancha de metal.

    El aire golpeaba mi rostro y mi pelo se ondeaba con el viento. En cada curva de la pista sentía una extraña sensación en el estómago. ¡Era adrenalina pura!

    Salí airosa de esa primera experiencia. Y, desde ese momento, esta se volvió mi mayor atracción en cuanto a entretenimiento infantil. Cada vez que iba me lanzaba una y otra vez. Este es uno de los recuerdos más lindos que atesoro en la mente y el corazón.

    Hace casi tres décadas que, por decisiones municipales, esta rampa de metal fue retirada. Ahora, en ese lugar está el renovado Parque Urbano.

    Estoy segura de que el tobogán gigante hizo feliz a miles de chicos y chicas, paceños y no paceños, como yo, que guardan en su memoria recuerdos entremezclados por la emoción y la nostalgia •

    Etiquetas:
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