“Nunca formé parte del Comando Cibernético del Ejército de EEUU
“No utilizaba ningún bot (...) Lo que yo utilicé fue un algoritmo en mi cuenta para compartir las cosas que yo considero que son importantes para compartir de una manera eficiente.
A muchos les puede doler que al Gobierno le haya costado, qué se yo, 30, 40 mil dólares conseguir los mismos tuits que a mí no me costaron absolutamente nada”.
Luis Fernando Suárez Harasic es @suarezluis. Twitter permite enmascarar a las personas, pero él, al que algunos describen como un personaje gansteril en las aguas muchas veces anónimas de las redes sociales, prefiere dar la cara, sobre todo desde que lo tildaron de ser un “robot”. Por eso decidió fijar un tuit con su carnet boliviano, a pesar de tener además la nacionalidad estadounidense, de vivir en Texas y de haber servido al Ejército norteamericano. Más conocido por el nombre del delantero del Barcelona, Luis Suárez, de 39 años (siete más que el futbolista uruguayo), no se queda atrás porque ha sido al menos dos veces “acusado” de haber quebrado récords mundiales de retuits desde una misma cuenta.
Esta es la entrevista que le hizo ECOS, la revista de Correo del Sur (de Sucre) y El Potosí (Potosí), desde Bolivia, vía telefónica.
ECOS. ¿Hablo con Luis Fernando Suárez Harasic, verdad?
Luis Suárez (LS). Correctamente.
ECOS. ¿Tengo entendido que usted es o era oficial del Ejército de Estados Unidos?
LS. Bueno, yo era enlistado del Ejército de EEUU y llegué a obtener el rango de sargento, que vendría a ser un oficial no comisionado.
ECOS. ¿Sigue teniendo ese rango del Ejército?
LS. No, yo soy veterano. Yo me salí del Ejército el año 2016.
ECOS. Cochabambino de nacimiento.
LS. Nací en Cochabamba. Mi mamá es cochabambina, mi padre es del Beni.
ECOS. ¿Cuál es su actividad actual?
LS. Soy ingeniero de software.
ECOS. ¿Se puede saber dónde trabaja?
LS. Ah, preferiría dejar la compañía de lado para no mezclar política con trabajo. Pero a lo que me dedico es: yo hago páginas de internet, aplicaciones de teléfono, sistemas de computadora, bases de datos. Prácticamente todo lo que está relacionado con software.
ECOS. Pero, como usted dice, también participa en política, hace política.
LS. Absolutamente, claro que sí.
ECOS. ¿Eso al margen de su empresa en Texas?
LS. Yo participo en política a tenor personal, a verter mis opiniones, a hacer lo posible por lo que yo considero que es justo, lo que yo considero que es adecuado, como cualquier otro ciudadano tiene el derecho de hacerlo o no hacerlo.
ECOS. ¿Es una forma de activismo político individual?
LS. En realidad lo que ocurrió con el tema del Twitter es que todos sabíamos que el Ministerio de Comunicaciones en Bolivia, cuando el presidente era Evo Morales, tenía gente a quienes les pagaban por crear posts en Facebook, en redes sociales (RRSS), y estos posts no solamente eran para desinformar, sino que si el ciudadano equis de Bolivia vertía su opinión en contra del Gobierno, lo que esta gente hacía era denunciar la publicación y el algoritmo de las RRSS lo que hace es: cuando hay muchas denuncias, suspende la publicación, incluso, sin revisarla. Entonces, ¿qué era lo que estaba sucediendo? Estaban desinformando y estaban callando a la población. ¿Cómo? Con dineros del Estado, con dineros del mismo pueblo boliviano, invertidos en estos, como lo denominaban ellos mismos, “ciberguerreros”.
Llegamos a un punto de inflexión, que es el fraude, cuando los bolivianos salen a las calles y se presenta el fenómeno “pitita” en Twitter. Bueno, Twitter no tenía la llegada o la recepción del pueblo en Bolivia; el pueblo en Bolivia usa Facebook o usa Instagram, y el Twitter jamás se hizo popular. Entonces, toda esta gente que empieza a meterse en la red social, para seguir las noticias o para ver publicaciones cortas, empieza a crear sus cuentas. Y ahí vienen los famosos ciberguerreros a hacer denuncias, y estas cuentas son bloqueadas porque el algoritmo de Twitter se fija que nadie los está siguiendo, es una cuenta nueva y tienen denuncias pagadas por el régimen saliente.
ECOS. ¿Cómo participa usted en este contexto?
LS. Lo que yo hago es: “¿cómo puedo yo ayudar?, ¿qué es lo que yo puedo hacer? Yo soy una sola persona, no tengo los fondos que tiene el Ministerio de Comunicaciones para pagarle a, qué sé yo, 100, 200 personas que estén en la computadora”. Lo que yo hago es estudiar el reglamento de Twitter y digo: “ok, esto es lo que se puede hacer y esto lo que no se puede hacer” (…) Yo digo: “¿cómo puedo ayudar sin que a mí me bloqueen?”. Leo las condiciones y creo un algoritmo que va a Twitter y encuentra a todas esas personas que son nuevas, que están saliendo a hacer publicaciones, muchos de ellos mis amigos o personas que conocía, lo cual indicaba que no eran robots, como mucha gente lo denunciaba. Creo un algoritmo que lo que hacía era analizar el Twitter y cuando una persona ponía un post que tenía que ver con la pitita tuitera, mi algoritmo lo recopilaba y lo retuiteaba.
ECOS. ¿Cuál era su objetivo?
LS. El objetivo era hacer competencia a toda esa gente pagada que estaba poniendo tuits constantemente para mostrar que en Bolivia había un golpe de Estado lo cual, en mi opinión, jamás ocurrió: no hubo un golpe de Estado. Ahí es donde entro yo y creo este algoritmo (…) La finalidad era encontrar a estas personas, que estaban tratando de dar su voz en la red social y estaban siendo silenciadas con dineros del Ministerio de Comunicación. ¿Cómo se los ayudaba? Cuando ellos hacían un tuit, que ellos escribían manualmente —ningún tuit fue generado con maquinaria o inventado por la computadora—, mi algoritmo lo agarraba y lo compartía. Eso le daba validez a esa persona para que su tuit no sea denunciado tan fácilmente.
Cuando esto ocurre, creo que en unos 10 días he encontrado 30 mil posts de estas personas y los había compartido. Es ahí cuando aparece un señor español que es conocido por tener muchas teorías, desde socialistas hasta extraterrestres, y crea un video donde dice que esto nunca antes se había visto, que era un récord mundial; algún periódico en Cuba publicó que era un récord mundial o algo por el estilo. El algoritmo son 25 líneas de código, no son la gran ciencia: cualquier estudiante de programación podría haberlo hecho. Y denuncias a todos los retuits y a mi cuenta, creo que tengo una por cada tuit; o sea, son como 30 mil denuncias en total. Pero, en ningún momento se rompió ninguna regla de Twitter; de esa manera, ni un solo tuit mío o un retuit que yo haya hecho ha sido censurado o ha sido bloqueado, mi cuenta jamás ha sido suspendida.
ECOS. ¿Qué opina de los cuestionamientos a su método de contraposición a la campaña cibernética del anterior gobierno? Hay quienes hablan de manipulación del hashtag #pitita, o de “operación comunicacional política”, de “acoso masivo” y de crear “burbujas de opinión”.
LS. Bueno, hay que entender los conceptos sociales. Así como hay conceptos sociales en la vida real, también hay conceptos sociales en el ciberespacio. La mejor manera de explicar esto es: nadie creó una burbuja. Si tú quisieras crear una burbuja, o quisieras desinformar a la gente o crear noticias, tendrías que inventarte las cosas. Mi algoritmo jamás inventó una sola cosa, lo único que hacía es compartir lo que alguna otra persona haya puesto, con un hashtag que yo no he creado; yo nunca creé la #pitita ni la #pititatwittera. La #pititatwittera fue un fenómeno social.
Ahora, la única cosa que se podría haber afectado en el Twitter es que cuando tú entras al Twitter y tú buscas cuáles son los hashtag que están más de moda, quizás, sí, mi algoritmo sí elevó ese hashtag y lo puso a la vista de la gente, ¡que no es ningún delito! Yo puedo ir a Bolivia en este momento y puedo hablar con nueve millones de habitantes y puedo hablar con usted, y si usted piensa diferente de los nueve millones de habitantes, yo levanto mi mano y digo: “oigan, saben qué, Oscar piensa esto”. No estás cometiendo un delito, como quien diría, estás poniendo un poquito de resaltador sobre la opinión de alguien, que, después de ver los cabildos en Bolivia, a tres millones de personas en las calles, no era la opinión menos popular. Lo que sí hicimos fue que había hashtags en Twitter que trataban de indicar que en Bolivia había un golpe de Estado, entonces lo que mi algoritmo hizo fue agarrar a la otra parte y traerla a la conversación, poner a los ojos del mundo que también había un movimiento cívico ciudadano que decía que no había golpe de Estado.
Hay muchas teorías de conspiración, mucha gente dijo que yo era parte del Comando Cibernético del Ejército de los EEUU: nunca formé parte de ese comando, no creo que tenga las habilidades requeridas para llegar a eso (se ríe).
(…) soy una persona de convicción, yo estaba convencido de que era el momento de pelear por este país y lo hice, como también pienso que ahora es el momento de sacar la cara por Bolivia y también lo vuelvo a hacer, no simplemente escondiéndome atrás de una computadora haciendo acusaciones sin fundamento.
ECOS. Pero, ¿el suyo es un método éticamente aceptable? Porque hizo incrementar el número de retuits de manera artificial, automática, como con robots.
LS. Bueno, en realidad son 30 mil tuits de cuentas reales. No te puedo decir que son de 30 mil personas, porque si una persona tuitea dos veces y se comparte, son dos tuits por persona. Pero la aplicación jamás agarró un tuit equis y añadió un hashtag, o jamás combinó una serie de palabras y añadió un hashtag y creó un nuevo tuit. Además, en Twitter no se puede hacer un retuit del mismo tuit más de una vez. Sí son 30 mil voces que han sido compartidas.
ECOS. ¿De personas reales?
LS. De personas reales. Porque otra cosa que hace mi algoritmo (es que) había que tener cuidado, por ejemplo, ¿qué pasaba si yo ponía algo pornográfico y ponía #pititatwittera al final? Mi algoritmo lo hubiera alcanzado y lo hubiera compartido, y eso no está bien. Entonces, si tú ponías #PititaTwittera y ponías dos tuits —creo que lo configuré a 90 segundos—, si en un minuto y medio tú ponías dos tuits, yo ya no los compartía, porque lo que me está indicando a mí era que lo que tú estabas haciendo era spam. Además que, como tú indicas, el tema de la ética ya está considerado por Twitter, hay muchas cosas que no se pueden hacer en Twitter porque se consideran spam.
ECOS. ¿Compartía los tuits desde su cuenta?
LS. Desde mi cuenta, con mi nombre y apellido. Hasta puse una copia de mi carnet de identidad cuando me dijeron que era un robot.
ECOS. ¿No utilizaba bots?
LS. No, no utilizaba ningún bot, no utilicé ningún sistema de inteligencia artificial que vaya a crear contenido; eso es lo que hace un bot. Lo que yo utilicé fue un algoritmo en mi cuenta para compartir las cosas que considero que son importantes para compartir de manera eficiente. A muchos les puede doler que al Gobierno le haya costado, qué se yo, 30, 40 mil dólares conseguir los mismos tuits que a mí no me costaron absolutamente nada.
ECOS. ¿Trabaja con algún partido político? LS. Mira, yo nunca he sido militante de ningún partido político en Bolivia. Yo salí de Bolivia el año 2006, ya son 14 años desde entonces… tengo una opinión de por quién voy a votar en las elecciones, como todo ciudadano la tiene, pero yo no soy partidario de ningún partido político.
ECOS. ¿Facebook o Twitter pueden cambiar la opinión de la gente de por quién votar?
LS. Un post decía más o menos: “Si tú crees que un país entero como los EEUU se dejan manipular por 50 rusos, entonces ese pueblo merece los líderes que los rusos les ponen”. (…) No hay manera, no es posible que 50 o 100 personas atacando en una red social le cambien la opinión política a 200 millones de personas. Un estrato de la población sí es manipulable, pero yo creo que ya en el 2020, a estas alturas del partido, con más de 10 años de redes sociales, la mayor parte de la población no se deja manipular por Facebook o por Twitter.
ECOS. ¿Cuán responsable se cree de la aparición del fenómeno de la “Generación Pitita”?
LS. Mira, yo considero que un cero por ciento. Me encantaría, porque fue un fenómeno muy interesante, y si yo tuviera otro carácter me echaría la responsabilidad de decir: “sí, yo me inventé la pitita”. Los verdaderos responsables de la Generación Pitita eran la gente en las calles que estaban con la pitita y se fueron a sus casas a tuitear. Mira, si no hubiera habido un solo tuit de #PititaTwittera, yo no hubiera retuiteado ni uno solo. Si hubiera habido 100 tuits de #PititaTwittera, yo hubiera retuiteado 100 tuits. Pero hubo más de 30 mil, yo retuiteé 30 mil porque ese era mi límite, para no pecar con Twitter; Twitter me decía: “¿sabes qué?, 3.000 tuits al día, ni se te ocurra pasarte de eso”.
(…) Quizá sí ayudé a gente que empezaba a seguir a otra gente. Quizá (fui) como un eslabón para unirlos a ellos. Y también lo podrían haber hecho sin mi ayuda, si se ponían a buscar el hashtag, pero, yo tener responsabilidad del fenomenal movimiento pitita, absolutamente negativo. No considero haber tenido responsabilidad •