Buscando a Pato Hoffmann
¿Pato Hoffmann vive en Sucre?”, pregunté con franca incredulidad chuquisaqueña, mientras sudaba como loco en la máquina de torturas del gimnasio.
¿Pato Hoffmann vive en Sucre?”, pregunté con franca incredulidad chuquisaqueña, mientras sudaba como loco en la máquina de torturas del gimnasio. En la otra caminadora, mi amigo Marco Mita, agitado, casi sacando la lengua, me respodió: “Sí, ya te dije que es el dueño de Typica, el nuevo café de la Bolívar”. “No mames, ese man vive en Hollywood”, insistí. “No, te apuesto 100 lucas”, me propuso maliciosamente. “Vamos”, acepté sin pensarlo dos veces, o mejor dicho y literalmente, sin pensarlo. Ahora soy el flamante deudor de 100 pesos y esta es la conversación que sostuvimos con el actor boliviano que alguna vez trabajó para la más grande industria del cine mundial.
De Danza con Lobos a Gerónimo
En 1990 se estrenó “Danza con lobos” del actor y director Kevin Costner. La historia relata la historia del militar John Dunbar quien establece con los siouxs una relación de respeto y admiración mutuos, hasta que el ejército estadounidense lo descubre y comienza a perseguirlo. La película termina con la imagen hermosa y desolada de Dumbar y su pareja alejándose a través de la nieve en medio del crudo invierno estadounidense.
Danza con lobos fue un exito de crítica y taquilla e inauguró un nuevo retorno del far west a Hollywood, lo que generó muchas posibilidades para varios actores que podían encajar bien en los papeles de los nuevos proyectos que la industria tenía preparados.
“Cada cierto tiempo, en Estados Unidos vuelven al tema del oeste americano con fuerza, tienen fascinación, es algo que está siempre presente en la conciencia de los americanos, y esto es curioso porque, si lo pensamos, también fue uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad. Es una contradicción no resuelta. Creo que por ahí va la cosa”.
El patio colonial del café Typica y la conversación está atravezada por el ruido intermitente de los taladros de los trabajadores que acaban de colocar una puerta, sin embargo el diálogo fluye. Hoffmann es un gran conversador, un tipo que ha recorrido el mundo, cuando recorrerlo no era fácil.
“Yo ya estudiaba actuación en el Conservatorio de San Francisco, cuando Hollywood comenzó a buscar actores indígenas y los encontró. Buscaban también indios originarios con una determinada formación. Así que yo, como mestizo, encajaba bien en todos los parámetros y requerimientos de ese tiempo. Me ayudó mucho la disciplina, ser actor profesional requiere mucha disciplina. Me fue bien. Hasta que el género una vez más pasó de moda, como todo en ese mundo. Seis años estuve en auge, no paré de trabajar.”
Y si bien no es el único boliviano que llegó a Hollywood, es el que tiene mayor cartel. Nada menos que 16 largometrajes, 3 cortometrajes, y más de 50 episodios televisivos en varias series como “Renegade” o “Perry Mason”.
El primer papel importante de Hoffmann en una película fue el de «Dreamer» (soñador) en el filme “Geronimo: An American Legend” (1993), protagonizado por un también principiante Matt Damon, además estaban en la plancha dos grandes de la pantalla como Robert Duvall y Gene Hackman. Luego Hoffmann coprotagonizó la película romántica “Cheyenne Warrior” (1994) como «Hawk», un guerrero cheyenne que inicia una relación interracial con una viuda (Rebecca Carver) interpretada por Kelly Preston (actual esposa de John Travolta).
“Tuve grandes charlas con Robert Duvall, un amante del tango, un hombre muy culto. He conocido a grandes actores. Gente a quien admiraba. Sin embargo el ambiente de Hollywood assuta. Me asusté sobre todo cuando comencé a ir a castings. Uno en particular, porque junto a mi estaban actores que yo había visto en mi niñez. Me preguntaba cómo ellos que estaban tantos años en el negocio seguían haciendo casting, haciendo turno como cualquiera, para ver si los contrataban”.
Activismo en Estados Unidos
Pero la relación de Hoffmann con los pueblos originarios de Estados Unidos y Canadá ya se había solventado antes de que él iniciara su carrera como actor.
“Tuve la oportunidad de acercarme y militar por las causas de las culturas originarias de América, sobre todo por sus reivindicaciones y derechos legales. Cuando comencé a estudiar teatro, mis mentores me dijeron que esto de la actuación podía ser una buena cosa. No solo para mí, sino para las futuras generaciones de nativos americanos. Las nuevas generaciones no admiran a sus padres, sus ídolos son actores, deportistas, etc. Necesitamos gente que esté en esas áreas para mandar el mensaje correcto, una lección de vida. Eso consolidó mi compromiso por el arte. Querer usar la actuación como el vehículo para hablar con las comunidades”.
El boliviano convivió casi 30 años con los pueblos indígenas del norte. Lo suficiente como para entregarse a su filosofía y poética vital.
“Me dio vuelta todo. Mi percepción del mundo. Parte de la fascinación con ellos y la razón por la que estudié a su lado fue que estaba buscando respuestas y las encontré. Las respuestas no eran las que necesariamente yo quería. Retaron mis convicciones, mi crianza europea, mi religión, mi forma occidental de ser. Fue un proceso largo y duro, valiosísimo, que me transformó”.
Cuando ganó fama, Hoffmann ya estaba listo para hacer lo que tenía propuesto desde un principio. Aprovechó esa época para charlar con las juventudes de las comunidades indígenas estadounidenses y de Canadá.
“Me puse a disposición de las diferentes instituciones y charlé con ellos. Estuve en centros de rehabilitación, allá hay mucho alcoholismo >>
>> y drogadicción en las comunidades indígenas. Es uno de los temas fuertes”.
Regresar, reinventarse
Hoffmann tiene un título universitario de Licenciatura en Economía con especialización en Antropología de la Universidad Americana de Washington D. C., donde también cursó estudios de postgrado en desarrollo agrícola como parte de su educación en Desarrollo Internacional.
Así es como luego de vivir en Estados Unidos, regresó a Bolivia el 2006 ya no para seguir su carrera de actor. Gracias a su fluidez con los idiomas y su alto nivel de instrucción superior, se dedicó a la interpretación simultánea para la cooperación exterior y los organismos multilaterales. Sin embargo, como todos sabemos, debido a las políticas gubernamentales de ese tiempo, muchas de estas instituciones dejaron el país y Hoffmann se vio en apuros. Uno de los últimos trabajos que realizó como actor fue con Gory Patiño, en la miniserie “La entrega” (2019), que es guionizada por Camila Urioste. Con Gory Patiño ya había colaborado en “Cielito lindo” (2007).
“No podía quedarme sin trabajo, así que comencé a preguntarme como reinventarme, me he reinventado muchas veces, tenía un par de sueños postergados, eran tres, ahora me quedan dos, porque uno era este (el café Typca). Siempre me gustó la gastronomía, he trabajado de todo, de mesero, barman, etc”.
En La Paz descubrió Typica en San Miguel. Se hizo muy amigo de los dueños. Frecuentaba el lugar a diario. Trabajaba allí con su computadora. Hasta que el año pasado en febrero que vino a trabajar como intérprete con la Comisión de Derechos Humanos en el Centro Internacional de Convenciones, se quedó siete días y volvió el amor por la ciudad.
Sucre por siempre
Hoffmann se siente un sucrense más. No solo porque su madre es de aquí. Su apellido es Alarcón Abecia. Sino porque algunos de sus mejores recuerdos maceraron en esta ciudad.
“Yo soy de madre chuquisaqueña, y bien chuquisaqueña, Alarcón Abecia. Yo venía aquí a pasar vacaciones desde niño y me enamoré de este lugar desde la primera vez que lo vi. Y sin embargo antes de conocerla yo ya tenía la impresión de haber estado aquí, porque desde la cuna pasé escuchando las historias de mi madre y mi tía. Siempre quise a Sucre, amé Sucre, nunca perdí contacto. Así comienza mi regreso a esta ciudad”.
Fue como una revelación. Entonces se imaginó viviendo en esta ciudad. Llamó al dueño de Typica y le adelantó que quería abrir una sucursal en Sucre.
Typica y el coworking
“Estamos muy orgullosos de Typica en Sucre, aunque faltan muchos detalles. Tenemos la primera fase en funcionamiento, pero aún quedan dos fases más. La próxima fase del proyecto es lo que se llama el coworking, que es un concepto que está en funcionamiento en el mundo hace más de una década.Tendremos un gran salón que funcionará como una oficina compartida para el que quiera trabajar en un ambiente diferente”.
El coworking es ideal sobre todo para gente que está de viaje, los creativos, los trabajadores independientes o freelancers, ellos demandaron este tipo de lugares para poder trabajar y generar lazos de cooperación. Allí se puede tomar un café, comer y tener reuniones de trabajo al mismo tiempo.
Esa es la oferta que en las próximas semanas se abrirá en Typica. Un punto de encuentro más que alimenta lo servicios de primer nivel en Sucre para el turismo y para el consumo interno.
La tercera fase, nos comenta Hoffmann, está destinada a recibir huéspedes en Typica. Tres o cuatro habitaciones, con baño privado. Al estilo booking-airbnb.
“Vamos a tener alojamiento de primer nivel. Estamos felices de poder hacerlo. Este Typica será único en Bolivia, aunque ya son ocho y esta es la séptima, creemos que será muy completa. Tenemos una colección impresionante de música, tendremos una biblioteca enorme y pueden venir a escuchar vinilos de todo”, concluye Hoffmann.
Nos despedimos y mientras se llena el lugar, la mañana se dirige a su fin y el aroma a café comienza a recorrer todo el espacio •