Para una pedagogía del Teatro de los Andes

Llegamos junto a los actores Piti Campos, Darío Torres y Pacho González cruzando el puente de Yotala, caminando por los rieles de la extinta estación donde se bifurca el camino para llegar a la Hacienda Lourdes, a la clausura del primer taller del Teatro de los Andes del año.

Para una pedagogía del Teatro de los Andes

Para una pedagogía del Teatro de los Andes Foto: Teatro de los Andes

Para una pedagogía del Teatro de los Andes

Para una pedagogía del Teatro de los Andes Foto: Teatro de los Andes

Para una pedagogía del Teatro de los Andes

Para una pedagogía del Teatro de los Andes Foto: Teatro de los Andes


    Alex Aillón Valverde
    Ecos / 09/02/2020 21:03

    Llegamos junto a los actores Piti Campos, Darío Torres y Pacho González cruzando el puente de Yotala, caminando por los rieles de la extinta estación donde se bifurca el camino para llegar a la Hacienda Lourdes, a la clausura del primer taller del Teatro de los Andes del año. El taller acaba con la puesta en escena de tres piezas actorales, que muestran el trabajo que realizaron actores procedentes de todo el mundo en estas últimas semanas. Allí comienza nuestra conversación con su encargada pedagógica, Alice Guimarães. 

    Ecos (E). Los talleres del Teatro de los Andes tienen casi el mismo tiempo de vida que la compañía. Muchas generaciones de actores que ahora son parte de la escena teatral boliviana y de otros países han pasado por ellos. ¿Cómo ha ido cambiando y madurando su método de enseñanza a casi 30 años de su fundación?

    Alice Guimarães (AG). Cuando el Teatro de los Andes fue fundado en Bolivia en 1991 el movimiento teatral boliviano era muy pequeño. No había escuelas para formación teatral y los pocos artistas que se dedicaban al teatro contemporáneo se habían preparado de manera autodidacta o en cursos en el exterior. César Brie fue el idealizador del proyecto, un artista con mucha trayectoria y cumplía las funciones de director, actor y dramaturgo. César era el maestro por excelencia, aunque también cumplían roles en la enseñanza los actores que tenían más experiencia, quienes compartían sus saberes y guiaban a los más jóvenes. La práctica pedagógica se dio desde la necesidad de formar a los propios actores del grupo y luego abrirse a la comunidad artística boliviana para compartir conocimientos y prácticas que, hasta entonces, los jóvenes en Bolivia que deseaban aventurarse en los caminos del arte teatral no tenían acceso. Con el pasar del tiempo el Teatro de los Andes se ha vuelto una referencia artística y pedagógica no solo en Bolivia, sino en el mundo.

    P- ¿Cuáles dirías que son las señas principales del Teatro de los Andes? Presentaron el libro de Giulia D’Amico sobre el hacer, enseñar y ser del Teatro de los Andes. ¿Cómo sería el hacer del Teatro de los Andes en este caso?, ¿y cómo recibieron la publicación del libro en el mundo?

    AG. Creo que el libro de Giulia es muy fiel a la esencia de la práctica pedagógica y a los cimientos de la impronta artística del Teatro de los Andes. Nuestro trabajo está fundamentado y realizado desde la creación colectiva. Nuestro “hacer creativo” está en todos los ámbitos del proceso de creación y es un “hacer colectivo”. Somos “actores-creadores”, no solamente intérpretes de las ideas de otro como ser el dramaturgo o el director. Todos aportamos en la creación en diferentes disciplinas; desde los elementos de la puesta en escena, hasta la propuesta musical, escenográfica y dramatúrgica y dominamos no solo nuestro trabajo actoral, pero también el lenguaje escénico como un todo. 

    E. Otro proyecto de enseñanza fue el que auspicio el Proyecto de Intervenciones Urbanas el año pasado. Sabemos que eso llevó la escuela del Teatro de los Andes fuera de Yotala, al cual siempre ha sido un poco difícil de acceder.

    AG. Las residencias artísticas en nuestra sede son ya muy conocidas dentro y fuera de Bolivia. Es una manera ideal de proponer un taller porque posibilita a los estudiantes hacer una inmersión total en el aprendizaje, compartir el trabajo y la vida en comunidad. Esos seminarios presuponen la estadía en nuestra sede, lo que aumenta bastante el costo del taller. Infelizmente los artistas bolivianos suelen ser minoría en nuestros seminarios. La mayoría de los participantes vienen principalmente de otros lugares de Latinoamérica. Gran parte de ellos becados por sus países de origen. En Bolivia no existen becas para formación artística en teatro y los costos son impedimento para los jóvenes interesados. En el marco del Programa Intervenciones Urbanas presentamos un proyecto de formación de tres residencias artísticas en las ciudades de Sucre, Cochabamba y Tarija donde 60 actores, bailarines y estudiantes bolivianos pudieron acceder gratuitamente.  

    E. No hemos podido hablar con ustedes acerca de la gira del año pasado a Europa. ¿Cómo les fue con Un buen morir? Fue un proceso diferente a los anteriores, ahora sin Paolo Nalli acompañándolos. ¿Cuáles fueron los extrañamientos y cuáles los nuevos descubrimientos?

    AG. La gira a Europa del año pasado se dio gracias a nuestra productora en España, Elena Schaposnik del Celcit Cultural, que logró organizarnos cinco funciones en diferentes ciudades y también en el FIT de Cádiz. Luego nuestro amigo Cristof Kersting nos organizó dos funciones en Alemania con apoyo de la Alcaldía de Bonn y del Centro Cultural BrotFabrik de aquella ciudad y por fin en Italia nos presentamos en la sede del Teatro Due Mondi. No fue una gira grande, seguramente Paolo hubiese programado el doble de funciones, pero fue importantísimo llevar “Un buen morir” a esos lugares donde ya habíamos estado con obras anteriores y la recepción no pudo haber sido mejor. Este año es muy probable que regresemos a España y a Italia para unas cuantas funciones más, desde los contactos que pudimos hacer.

    E. Este año ya comenzó ¿Qué se proyecta en el trabajo de la compañía para el 2020?

    AG. Tenemos un par de proyectos. Uno de ellos es una obra nueva con mayor número de actores, pero es un proyecto grande que sí depende de conseguir fondos para realizarlo. Otro es tratar de estructurar una especie de escuela en Sucre de manera permanente. Estamos viendo la posibilidad de tener un espacio en la ciudad para concretarlo. Nuestra propuesta es revitalizar los espacios del Museo Tanga Tanga, en la Recoleta. La idea es habilitarlo no solo para las actividades pedagógicas, pero equiparlo con nuestras graderías, equipos de iluminación y sonido, generando un espacio para presentación de obras nuestras y de otros grupos. Estamos intentando resolver un par de dificultades burocráticas para concretarlo, ojalá lo logremos porque creemos ser una posibilidad muy interesante y necesaria para Sucre.

    Seguiremos presentando Un buen morir con funciones próximamente en Santa Cruz, en La Paz en el marco del Festival Internacional de Teatro (Fitaz) y en Cochabamba. Tenemos un par de invitaciones a algunos Festivales Internacionales en Latinoamérica y la probable gira a Europa.

    También continuaremos nuestra colaboración con el Teatro El Animal, de Sucre, organizando funciones de “Si nos permiten hablar…”, obra vencedora de dos premios Raúl Salmón de la Barra y probablemente el montaje de una obra con el grupo sobre el tema del medio ambiente •

    Testimonios, un viaje

    “Ahí, a lo lejos, entre montañas, ahí está mi casa. Con esa frase comenzaba el texto con el que fui bajo el brazo a la residencia del Teatro de los Andes en Yotala, y tengo que admitir que fue una premonición, porque en los diez días de convivencia intensa me sentí en algo muy parecido a una casa grande rodeado de personas que comparten la misma pasión”. (Marcos García Vecín, español, actor y biólogo, radica en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra – Talleres Residencia febrero 2018 y enero 2020)

    “La residencia en el Teatro de los Andes fue un viaje. Uno que empezaba temprano, con música de acordeón y tambores. Uno que sacó ampollas en los pies, con sabor a pan caliente de Yotala y olor a vinagre con alcohol. Imposible entenderlo sin vivirlo pero se sentía como si de muy alto hubiera aterrizado en una tierra del presente, en la que lo que sucede es justamente eso, lo que sucede”. (Ana María Puerta Castrillón, colombiana, actriz y estudiante de Trabajo Social. Radica en la ciudad de Bogotá - Taller Residencia enero 2020)

    “Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida” ¿Cuántas veces habré ya venido a este lugar? y nunca deja de sorprenderme la belleza que aquí se desarrolla en cada taller. Pienso en el ciclo agrario: la siembra, el regar, la cosecha… En dos semanas, vi a mis compañeros, provenientes de diferentes ciudades de Bolivia, Argentina, Colombia y España, florecer de una u otra manera”. (María Peredo Guzmán, actriz y bailarina boliviana, actualmente desarrolla su trabajo en Bruselas, Bélgica – Talleres Residencia enero 2003, enero, febrero y julio 2007 y enero 2020)

    “Acabo de volver a mi casa luego de estar en la residencia del Teatro de los Andes. Antes de ir tenía miedo, miedo de ir a un lugar extraño, con personas desconocidas y sin ninguna idea de las cosas que iba a hacer. Pensé que sería eterno, ahora que volví pienso al revés, ojalá fuese eterno”. (Alicia Arce La Torre, estudiante de teatro, Sucre – Residencia enero 2020)

    “Un viaje, que como todo viaje, implica cambio. Cambio para renovar energías y encontrar eso que está en nosotros, pero que no vemos. Y fue así, un verdadero viaje, desde la decisión de tomar un bus desde Jujuy, Argentina a Sucre y luego a Yotala; desde compartir un hogar junto a otros seres totalmente desconocidos, pero muy parecidos al fin de cuentas... Desde entregarse al entrenamiento físico, a la improvisación, al juego, a la creación a compartir lo más profundo, sentados en una silla, con palabras o con imágenes”. (Mariana Méndez, actriz, de Jujuy, Argentina – Seminario enero 2020)

    “Las puertas de la Hacienda Lourdes se abren una vez más para albergar a jóvenes artistas que se inmergen en un proceso de dos semanas donde se entrena cuerpo, mente y voz. La entrega emocional, física y psíquica que ocurre es tan fuerte que genera un vínculo especial entre todos los participantes y sus maestros, quienes por su cuenta se abren gustosos de compartir conocimiento, sin guardar secretos. Los integrantes viven el proceso inmersos en el trabajo, lo que hace que el resultado final esté completamente vivo”. Sergio Alavi, actor y gestor cultural, La Paz – Residencia enero 2020)

    “Conocer de cerca la forma de trabajo del Teatro de los Andes, ver qué cosas en común tenemos y que propuestas nuevas me cautivarían y me harían crecer como artista y ser humano. Cada minuto y segundo de los ocho días de la residencia fueron maravillosos e infinitamente enriquecedores”. (Patricias Sejas, coreógrafa e intérprete de danza contemporánea, de Cochabamba – Residencia en Cochabamba en el marco de Intervenciones Urbanas)

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