Armando Alba, 119 años después

Un día como hoy, 9 de febrero, pero de 1901, nació en Potosí don Armando Alba Zambrana, el “Señor del habla” como fue calificado por su extraordinario talento de orador.

Armando  Alba, 119 años después

Armando Alba, 119 años después Foto: Archivo

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Armando Alba, 119 años después Foto: Archivo

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    Daniel Bernardo Oropeza Alba
    Ecos / 09/02/2020 21:09

    Un día como hoy, 9 de febrero, pero de 1901, nació en Potosí don Armando Alba Zambrana, el “Señor del habla” como fue calificado por su extraordinario talento de orador. Su legado más aplaudido es, sin duda alguna, la restauración del monumental edificio de la Casa Nacional de Moneda y la conformación del museo más admirable de historia, arte y numismática de nuestro país, rescatando del olvido y de la destrucción el patrimonio cultural potosino, que es al presente, la más fina representación de nuestra historia. 

    Esa fue la motivación fundamental de su existencia, el motor de sus ideales y la mejor heredad que su espíritu cultivado legó a nuestra sociedad y a la humanidad en su conjunto, pues el museo de Casa Nacional de Moneda es actualmente el más visitado de Bolivia, según las estadísticas. 

    Alba tenía el don de la palabra, y también tuvo el don de la acción, pues muchos de los proyectos que trazó resultaron ser exitosos y marcaron historia, como la más que meritoria Editorial Potosí, órgano de promoción cultural que imaginó para publicar las más sobresalientes y exquisitas obras de historia, literatura, y publicaciones académicas de nuestra sociedad. 

    Formado en el Colegio Nacional Pichincha, en la tierna adolescencia libre de reflexiones fundamentales, cual novel poeta se asoció con espontánea unción al grupo literario impregnado de bohemia que había escogido el destino para Carlos Medinaceli, Walter Dalence, José Enrique Viaña y Arturo Peralta, que entre todos estos y otros muchos cerebros más, fundaron “Gesta Bárbara”, la epopeya cultural más celebrada de principios del siglo pasado.

    Esta faceta intelectual alcanzó más brillo cuando Alba asumió las funciones de embajador de Bolivia ante el Reino de España. El joven vate y apasionado escritor en plena función diplomática ahora compartía recepciones con celebridades como Eugenio D´ors, intercambiaba imágenes de edificios patrimoniales potosinos con Marco Dorta, y mantenía correspondencia con Pío Baroja.

    Luego de España, ocupó la sede diplomática de Bolivia en Francia y en Venezuela, además de ser embajador adscrito en Perú, Colombia y Ecuador. En el campo político alcanzó la Presidencia del Concejo Municipal en 1929, y ya para ese tiempo formó un ensayo de Museo Municipal con pinacoteca y colección de minerales. 

    La Guerra del Chaco interrumpió todo cuanto se había proyectado. Alba, diputado por Potosí para 1932, marchó al frente de batalla con el grado de mayor de infantería. Desde Villamontes no dejó de cubrir las noticias como corresponsal de guerra de los periódicos locales. Años muy dolorosos para los bolivianos, y en especial para él, pues un hermano suyo cayó herido perdiendo el brazo y otro falleció a consecuencia de las enfermedades endémicas del Chaco. 

    En estas sencillas notas que recuerdan rasgos fundamentales de su vida y obra no podemos dejar de mencionar su etapa de Ministro de Educación, durante el gobierno del Dr. Enrique Hertzog, en cuya etapa puso esmerada atención en la formación pedagógica de los maestros. Pero su vocación principal siempre fue la protección y conservación del patrimonio cultural y aquí radica su principal mérito reconocido por el Estado Boliviano cuando crearon el “Premio Nacional de Cultura” y Armando Alba fue el primer ganador del mismo, tal vez por su obra maestra, Casa Nacional de Moneda, tal vez por la intervención por el temprano Comité Pro IV Centenario de Potosí que intervino en varias iglesias y monumentos o creo, más bien, por toda la sumatoria de su obra, de sus publicaciones, de sus inquietudes y de su esmero en superar las adversidades del medio siempre hostil a ideas nuevas. 

    Don Armando Alba nació y murió en su casita familiar de la calle Lanza N° 23, a dos cuadras de la plaza principal de Potosí, falleció a los 73 años y sus restos reposan en la Catedral, en la cripta de los ilustres. Según sus propias palabras, se esforzó siempre en poder ser “de los potosinos el más boliviano y de los bolivianos el más potosino” •

    (*) Daniel Oropeza es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

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