Q’ara q’aras: Los dueños del Cerro Rico
La nación Q’ara Q’ara hace su aparición en el altiplano boliviano a partir del 1100 de nuestra era.
La nación Q’ara Q’ara hace su aparición en el altiplano boliviano a partir del 1100 de nuestra era. Ocupaba las regiones donde actualmente están la comunidad de Macha, la ciudad de Potosí, varias de las provincias que rodean a esta e, incluso, parte de los departamentos de Chuquisaca, Cochabamba y Santa Cruz. Esta nación generalmente hablaba las lenguas aimara y en ciertas regiones, también, el pukina.
En cuanto a lo religioso, los q’ara q’aras tenían a los cerros entre sus divinidades más apreciadas. Por ejemplo, Bartolomé Medina habla así del Cerro de Potosí, considerándolo como un lugar sagrado: “El cerro de Potosí, en territorio de los indios caracara (Q’ara Q’ara) era conocido por los incas y sabían por tradición que hasta él llego Huayna Kapac pero nunca lo explotaron porque lo consideraban un adoratorio para sus dioses. Los jesuitas en una carta de 1599, decían ‘poco más de dos millas de esta villa, en el camino real, están dos cerros a que los indios desde tiempo inmemorial han tenido extraña devoción acudiendo allí a hacer sus ofrendas y sacrificios’”.
De esta manera, tenemos que los señoríos aimaras Q’ara Q’ara consideraban al Cerro Rico de Potosí y al cerro de Porco como wak’as (lugares sagrados donde se realizan ceremonias rituales o entes divinos que protegen a toda una comunidad). Según Ocaña, el cerro de Porco era una wak’a consagrada al rayo mientras que el cerro de Potosí, que tenía un adoratorio en su cúspide, estaba dedicado al sol y tenía sacerdotes e indios comarcanos (Cantumarca) a su servicio.
Al respecto, el 31 de diciembre de 1572 el mismo Diego Huallpa, en su lecho de muerte, confiesa que en su juventud ascendió a la cúspide del cerro y encontró ahí una mesa de contorno igual, de aproximadamente 100 pies de diámetro: “Allí hallaron ser adoratorio de los indios comarcanos y haber algunas cosas ofrecido de poca importancia a la Guaca…”.
Además, el Cerro de Potosí, por sus características geográficas y por albergar en su interior ingentes cantidades del metal preciado de la plata, se constituyó en uno de los adoratorios más importantes del Abya Yala. De esta forma, el Sumaj Urqu llega a ser adorado no simplemente por la nación Q’ara Q’ara, sino también por las siete naciones que conformaban la gran confederación Charcas – Q’ara Q’ara.
Según el Memorial de Charcas, esta confederación se constituía por siete naciones; a saber: los Charcas, los Q’ara q’aras, los Soras, los Quillacas, los Carangas, los Chuis y los Chichas. Cada nación se regía por sus “señores naturales”, con hábitos y vestimenta diferentes.
Estas siete naciones conformaban una unidad de organización dual; es decir, dividida en dos mitades (opuestas y complementarias), lo cual facilitaba su colaboración mutua frente a las constantes guerras en las que se encontraban inmersos, según Tristan Platt. Por un lado estaban los Charcas o Wila charcas (charcas rojos) que eran Aransaya: “la mitad superior”, y por el otro a los Q’ara q’ara o Janq’u charcas (charcas blancos) que eran Urinsaya: “la mitad inferior”. Estas dos unidades duales se encontraban lideradas, como su nombre indica, por los señores de las naciones Charcas y Q’ara q’aras, de tal forma que las demás naciones ostentaban un menor grado de importancia y poder.
Las naciones de la gran confederación Charcas - Q’ara Q’ara se proporcionaban apoyo mutuo en casos de guerra y, al contar cada una con un vasto ejército de guerreros perfectamente adiestrados para los enfrentamientos bélicos, llegaron a convertirse en la fuerza de ataque más letal y la elite guerrera del conjunto de los señoríos aimaras.
Por tal motivo, en 1553, a través de la vía diplomática y bélica, los guerreros Charcas – Q’ara q’aras fueron incorporados al gran ejército de los incas, coadyuvando en sus campañas de expansión y conquista. Además, los mejores soldados llegaban a formar parte de la escolta personal de los reyes Inkas. Esta alianza fue posible porque se permitió a los Q’ara Q’aras mantener su organización política, social y seguir rindiendo culto a sus wak’as sagradas.
Más adelante, el 1 de abril de 1545, los españoles toman posesión del Cerro Rico de Potosí, en nombre del rey Carlos V de Alemania y I de España, para la explotación de sus ricas e inagotables vetas de plata. En este momento, los conquistadores, poseídos por la fiebre de la plata, inician una recolección masiva de indígenas para convertirlos en la fuerza laboral que saciaría su ambición de riqueza y poder.
Sumado a ello, las ordenanzas que impuso el virrey Francisco de Toledo en 1572 dieron lugar a la institución de la mita, la encomienda y los yanaconas, razón por la cual miles de indígenas de la nación Q’ara Q’ara fueron recolectados desde los centros de reducción cristiana y lugares de recolección de indígenas para la mita: Chaquí, Visijsa, Tacobamba, Potobamba, Tucupaya, Puna, Yocalla y Macha, entre otros.
Por esto, la nación Q’ara Q’ara no simplemente es la legítima dueña del Cerro Rico sino que se constituyó en la fuerza laboral que hizo posible la explotación de la plata durante la época colonial •
* Marco Antonio Flores es vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).