La magnífica Sociedad Geográfica y de Historia Sucre
26 de febrero de 1887. Una llovizna tenue cubre la ciudad mientras la noche llega azul e inquietante de ver a los patricios chuquisaqueños en coloquio.

26 de febrero de 1887. Una llovizna tenue cubre la ciudad mientras la noche llega azul e inquietante de ver a los patricios chuquisaqueños en coloquio. Y cuando la oscuridad es ya una densa exaltación de la soledad, se los ve alejarse apurados y felices, enrumbando todos hacia una misión… ¿imposible?
Desde entonces jamás habrá un imposible para la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre (SGHS), que firmó su Acta de Constitución con las rúbricas de Aniceto Solares, José María Segundo Calvo, Alfredo Calvo, Melitón Días, Augusto Mujía y Ernesto Reyes. Ellos, fieles a sus más nobles principios, juraron ser los artífices del nuevo quehacer científico de la patria.
Por eso a partir de esa noche el espíritu de este grupo de notables siguió intenso, leal y, sobre todo, comprometido con que no habrá tareas imposibles para la ciudad que precisamente se llama como Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá y que da nombre también a esta añeja institución.
El año de su creación
1887. Últimos años de una centuria feroz, que entrañaba una explosión industrial y mercantil del mundo proponiendo los avances de la ciencia a unas multitudes hambrientas, enfermas y analfabetas, apenas capaces de entender cómo se podía cambiar de la rutinaria artesanía a la pequeña industria. ¿Tiempos de intemperancia? No, por cierto.
El mundo con intelecto, una pequeña porción de científicos y académicos, intuía que el siguiente siglo vendría aún más conflictivo. Inquietos, fundaron a lo largo del planeta las más importantes asociaciones científicas de este género: la de París, en 1821; la de Berlín, en 1828, la de Londres, en 1830, la de Río de Janeiro, 1838, México 1839, Nueva York 1852, Madrid 1876… y en Sucre, la capital de Bolivia, en 1887. Su finalidad en el momento de su creación fue la de ser: la leal institución que “debe hacer todo lo que debe hacerse” porque, si se miraba con los ojos de un ciudadano positivista y libre pensador de fin de siglo, no era mucho lo que había y sí más lo que faltaba.
Sucre, apacible y dulcemente, se mecía a los pies del Churuquella y del Sica Sica solo con el rumor del trabajo minero de Potosí, e ignoraba que el inquietante progreso de la civilización la presionaría con increíble denuedo en los próximos tiempos, induciéndole por ello a un esfuerzo mucho mayor. La naciente SGHS, percatada de la indolencia de Sucre, del país, se constituyó “con… la noble aspiración y el patriótico objeto de hacer el estudio de la historia y geografía de Bolivia, para ofrecer al país, en este importante terreno el resultado de sus humildes conquistas”.
Y fue así que, laboriosamente, primero reunidos en casas particulares, reuniendo fondos de todos, acunando la memoria de cuantos habían estado en la Colonia y de los que habían luchado por la independencia; seleccionando pergaminos, hollando en los viejos testimonios de las familias y leyendo en los archivos eclesiales, los socios de la SGHS, los primeros, lograron dar consistencia al trabajo de vida que luego se convirtió en su entraña misma y se constituyó con el paso del tiempo en su misión.
Esa misión sigue siendo la de hoy: “El impulsar los trabajos de investigación intelectual que contribuyan al desenvolvimiento de los conocimientos históricos, geográficos, demográficos, antropológicos, arqueológicos, paleontológicos, ecológicos y de otras ciencias afines a la conservación fidedigna de las costumbres de la historia de Bolivia, Chuquisaca y Sucre”. Es claro, entonces, que la SGHS, con hombres como Valentín Abecia, Agustín Iturricha y Ernesto Reyes, irradió con selecto intelecto una excelsa corriente de Academia. Y fue precisamente Iturricha quien como Presidente de la Corte Suprema y de la SGHS comprometió no solo su tiempo sino su patrimonio familiar para sostener a esta institución en el lapso de la penosa Guerra Federal.
Finalizaba el siglo y con él, la certeza de que Sucre era el centro del país. Con sangre y con luto, la guerra que enfrentó al norte contra el sur se llevó la capitalidad y el buen aire que iba con ella. Despiadado, el nuevo siglo enfrentó a los chuquisaqueños con una realidad nunca imaginada: el desdén de ya no ser el lugar de privilegio donde el presidente del país y sus subordinados impartían su modo de ser a la República. Sin embargo, Sucre, la capital siempre augusta, celebró el Centenario de Bolivia con fasto, tratando de olvidar el escarnio y la muerte de sus más preciados jóvenes soldados en Ayo Ayo.
Ya la SGHS era la institución guía de Sucre a la hora de conducir el fervor cívico. Por ello el Estado reconoció oficialmente su existencia y aprobó sus estatutos, los que están vigentes con unas reformas realizadas en febrero de 1939.
Bolivia, en esos años primeros del siglo XX, con los liberales en el poder, había enfrentado la amargura de perder la Guerra del Pacífico (1879) y el Acre (Tratado de Petrópolis, 17 de noviembre de 1903). Bolivia se enfrentaba con valentía a pasar de la extracción de la plata a la del estaño, a consolidar el modo de ser unitario y no federal, y a tratar de, con optimismo, dejar de ser colonial para llegar al modernismo. Los liberales favorecieron la subvención del transporte, apoyaron la industria minera y propiciaron la extensión de las haciendas sobre las tierras indígenas. Sin embargo, la crisis convergía tenazmente en la educación. Y si bien los gobiernos parecían querer el desarrollo, la inmensa mayoría indígena seguía incólume sin poder aspirar a nada, mucho menos a una idea de identidad y de civismo que exaltara a la memoria histórica.
La Casa de la Libertad
Precisamente para asumir la tarea de preservar nuestro legado y educar a los habitantes de Bolivia sobre su importancia, un Decreto Supremo del 26 de octubre de 1939 le otorgaría a la SGHS la responsabilidad del cuidado y conservación del edificio de la Casa de la Libertad.
Los miembros de entonces, asociados además por la intensidad del fervor cívico del que era su presidente, el patricio Joaquín Gantier, inician con él su restauración. La Casa de la Libertad era un inmueble triste, casi en ruinas cuando don Joaquín y los consocios de la SGHS se juraron devolverle el sello augusto, jesuita e independentista que parecía haberse llevado el viento junto a las tempestades de la Guerra del Chaco —que convirtió a sus patios en depósitos de armas— y a la furibunda Revolución de abril —que la dejó maltrecha y olvidada—.
Todos ellos y una dama inolvidable, doña Graciela Urioste de Bonel, que fue a lo largo de los años su primera y única secretaria, limpiaron y pulieron lo que había quedado de sus glorias anteriores; rescataron y ordenaron, clasificaron y catalogaron los nuevos tesoros que, uno a uno, donaban los mecenas; hombres y mujeres de la capital y del mundo que querían impulsar la tarea propuesta por la SGHS sin doblegar esfuerzos.
Así fue como Sucre veía en su día a día llegar a esta Casa al inefable don Joaquín, que abría puertas y ventanas, hablaba y arengaba a todo el que se le acercaba a conservar por encima de toda tristeza la hidalguía de ser chuquisaqueños, la prosapia de ser hijos de doña Juana, su excelsa musa. Ciertamente, Joaquín Gantier era así: un ser de otro mundo que logró junto a sus congéneres de la SGHS que el Decreto Supremo 5918 del 4 de diciembre de 1961 convirtiera a la Casa de la Libertad en el Primer Centro Histórico designado como Monumento Nacional, hoy respaldado económicamente por los recursos de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia.
Una amalgama maravillosa y única reunió el espíritu de la Casa de la Libertad con la SGHS, que a lo largo de una centuria y treinta y tres años ha nutrido al ámbito académico mundial con la prosapia de personajes tales como: Valentín Abecia, Agustín Iturricha, Miguel Ramallo, Alfredo Jáuregui Rosquellas, Julio García, Guillermo Francovich, Joaquín Gantier y tantos más.
Las publicaciones de la SGHS, absolutamente necesarias para el país, se iniciaron justamente cuando, ya en pleno siglo XX, la pobreza y el desarraigo educativo en el esmirriado contexto boliviano, repleto de carencias materiales y espirituales, llegaban a una crisis. Es entonces cuando se reunió información para la edición del Diccionario Geográfico de Chuquisaca y el Atlas, que le era correspondiente. Seis años después, la SGHS ya colaboraba al Gobierno con la publicación de la Revista de Instrucción Pública.
El Boletín de la SGHS
El 31 de enero de 1898 se edita el primer número de su célebre Boletín, que desde sus inicios cuenta con investigaciones en varios ámbitos de la ciencia y la cultura; son hojas capaces de sustentar no solo el aporte intelectual de una época, sino de ser fuente apropiada y seria para las nuevas generaciones.
Hoy, ser parte de la SGHS es un regalo de los cielos, porque solo la miseria humana admite la concesión del conocimiento para paliar la rutina de la ignorancia. En ello, esta Sociedad puso todo su empeño, su razonamiento y su enorme voluntad para, con ahínco, con el más puro de los amores por la Academia, a lo largo de 133 años, lograr transformar el mundo.
¿Transformarlo? ¿Dar un sentido más humano a la sociedad? ¿Cambiar los esquemas retrógrados absolutistas por otros científicos y humanistas? Para la SGHS, todos estos conceptos señalan su norte •
Sus importantes trabajos a lo largo de la historia
El primer trabajo de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre (SGHS) fue en el campo del conocimiento geográfico, cartográfico y su aplicación al Derecho Internacional con la rectificación del meridiano de Sucre, en 1887. Un año más tarde, ejecutó una serie de proyectos técnicos como la medición de la distancia entre Sucre y Potosí y su señalización kilométrica.
El mismo 1888, elaboró un plano topográfico, litografiado y demostrativo a dos escalas, que fue aprobado por el Consejo Departamental y el Consejo Universitario. Igualmente, levantó el plano de la carretera Sucre – Yotala.
A solicitud de la Alcaldía de Sucre, determinó un radio urbano más extenso, lo que posibilitó resolver los conflictos de competencia entre las jurisdicciones administrativa y judicial. Y en 1896, a solicitud del Gobierno nacional, la SGHS se pronunció respecto a algunos diferendos limítrofes que estaban pendientes con países vecinos. Además, se reunió con otras Sociedades Geográficas para elaborar el exacto mapa de Bolivia.
Otro de sus aportes fue el censo personal de Sucre. Por otra parte, adecuó los nombres de las calles de la capital con denominaciones que aún hoy se mantienen.
En 1889, reunió información para la edición del Diccionario Geográfico de Chuquisaca y su correspondiente Atlas. Y el 31 de enero de 1898 se publicó el primer número de su más que centenario Boletín.
En 1902, colaboró con el Gobierno con los datos que precisaba para emprender la organización del Registro Civil de las personas.
En 1904 se opuso tenazmente a la firma del Tratado de Paz y Amistad con Chile.
En 1939, la SGHS empieza a formar de manera ordenada y catalogada el archivo, biblioteca, hemeroteca y mapoteca en los ambientes de la Casa de la Libertad, documentos que con el paso del tiempo llegan a constituirse en el museo de esa institución. Donaciones de los patricios e ilustres ciudadanos de Bolivia y el mundo van enriqueciéndolo.
En 1965, la SGHS recibió el “Cóndor de los Andes”. Y en 1969, su inventario fue nombrado como “Bien Patrimonial” por la Unesco.
En 2009, con motivo del Bicentenario del Primer Grito de la Independencia de Bolivia, junto a la Universidad San Francisco Xavier, editó el “Libro del Bicentenario de la Independencia”, que dio una mirada del país antes y después de aquel suceso histórico. Recopiló imágenes de la época, invitó a historiadores destacados en la temática de recopilación, y compiló artículos guardados por las familias amantes de la historia y el patrimonio.
Hoy, la SGHS cumple el rol de ser la institución pública e investigativa con mayor relevancia y prestigio del país, un rango que la impulsa a trabajar siempre por la comunidad y a concebir temas de impacto social que puedan ayudar al progreso de la sociedad.
El Comité Custodio del Patrimonio Arquitectónico, Histórico y Cultural de Sucre es una prueba de ello al haber sido creado desde la SGHS y al agrupar, bajo su denominativo, a personalidades e instituciones que se preocupan por que Sucre conserve su faz cultural, más allá de lo endeble del apoyo edil y gubernamental.
* Diana Gonzales es presidenta de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre.