Tumusla: La batalla innegable

Cuenta la historiadora María de los Ángeles Canterac y Barba que, cuando el general César José de Canterac Orlic y Donesan se enteró de lo sucedido el 1 de abril de 1825 en Tumusla, hoy Bolivia

Tumusla: La batalla innegable

Tumusla: La batalla innegable Foto: SIHP

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    Juan José Toro Montoya (*) EL POTOSÍ
    Ecos / 08/04/2020 00:11

    Cuenta la historiadora María de los Ángeles Canterac y Barba que, cuando el general César José de Canterac Orlic y Donesan se enteró de lo sucedido el 1 de abril de 1825 en Tumusla, hoy Bolivia, montó en cólera y vergüenza.

    “El Gral. de Canterac fue un hombre muy estricto y duro; pero también muy justo y su honor no podía ser mancillado... Cuando se enteró de los hechos del jueves santo en Potosí (refiriéndose a los hechos del 1º de abril de 1825) estalló en la más espantosa indignación”, escribió.

    ¿Por qué se indignó Canterac? Cuando firmó la Capitulación de Ayacucho, a nombre del virrey del Perú, José de la Serna y Martínez de Hinojosa, se había comprometido, entre otras cosas, a que “el territorio que guarnecen las tropas españolas en el Perú, será entregado a las armas del ejército libertador hasta el Desaguadero, con los parques, maestranza y todos los almacenes militares existentes”.

    Él cumplió su palabra. Se puso al frente de sus tropas y se marchó con rumbo a los puertos peruanos con el fin de tomar una nave a España.

    Pero hubo uno que no cumplió. El general realista Pedro Antonio de Olañeta Marquiegui, que controlaba un extenso territorio que abarcaba desde Oruro hasta Salta, desconoció los términos de la Capitulación de Ayacucho y se autoproclamó virrey del Perú. Cuando las tropas del vencedor de Ayacucho, Antonio José de Sucre, se pusieron en marcha para enfrentarlo, él saqueó la Casa de Moneda y salió de Potosí, donde se había parapetado, con el fin de hacerse fuerte en Salta.

    Pero solo llegó hasta Tumusla, donde le esperaban las fuerzas del coronel Carlos Medinaceli Lizarazu, que se había sublevado contra él días antes, y le derrotó en una batalla que se produjo el 1 de abril de 1825 que, casualmente, cayó en un Viernes Santo. Olañeta fue herido en la batalla y expiró en la madrugada del 2 de abril. Su cuerpo fue enterrado a siete kilómetros de Tumusla, en Patirana, donde los realistas habían instalado su cuartel.

    La noticia de esta batalla le llegó a Canterac cuando estaba a punto de embarcarse hacia España. Así, el más connotado general realista en el Perú supo que no solo Olañeta sino el ejército español habían faltado a los términos de la Capitulación de Ayacucho. “El Gral. dijo: ahora  la palabra de un Canterac ya no es digna de confianza”, agrega María de los Ángeles.

    ¿Es qué se basa esta joven autora para sus afirmaciones? Pues a que, como descendiente de Canterac, tuvo acceso a muchas de las cartas de su antepasado y en ellas encontró no solo la documentación referida a la última parte de la campaña peruana, que comprendía a las batallas de Junín y Ayacucho, sino también a la de Tumusla. El detalle es que el nombre de Tumusla apenas aparece en esa documentación porque los españoles que no llegaron hasta el lugar no conocían esa población. Por extensión, la vincularon con Potosí y llamaron a ese combate “la Batalla de Potosí”. Así, la Batalla de Tumusla se mimetizó en esa documentación y solo apareció cuando María de los Ángeles publicó su libro “La familia Canterac en América”.

    La batalla ocultada

    Pero Tumusla no llegó a los libros de historia oficial por una razón: Sucre quería redondear la campaña en el Perú derrotando a Olañeta. Quería enfrentarle para derrotarlo y liberar a Charcas, hoy Bolivia, ya entonces conocida con el apodo de Alto Perú. Cuando Medinaceli le hizo frente, y derrotó, en Tumusla, no solo le quitó ese privilegio a Sucre sino a todo el ejército colombiano; es decir, al mismísimo Bolívar.

    A partir de ahí comenzó una acción sistemática para borrar a Tumusla del recuerdo colectivo y, por ello, las primeras publicaciones bolivianas sobre la Guerra de la independencia apenas mencionan el dato o lo minimizan. Ya en el siglo XXI, todavía existían historiadores que aseguraban que la Batalla de Tumusla nunca ocurrió.

    Pero ocurrió.

    Y su magnitud fue tal que no solo le llegaron las noticias a Canterac sino que también Sucre recibió los reportes y no tuvo más remedio que felicitar a Medinaceli, por lo menos en una de las cartas amables que le mandó porque las demás fueron cambiando de tono hasta el extremo de ordenar la disolución de su Batallón de Cazadores.

    El escrito es el documento número 117 de las cartas de Antonio José de Sucre que, en ejemplar de copiador, se conservan en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia y, fechada en Potosí el 3 de abril de 1825, dice lo siguiente hasta su primer párrafo:

    “Al Señor Comandante del Batallón de Cazadores Coronel Carlos Medinaceli

    “Señor Coronel:

    “Acababa de escribir el oficia adjunto para V.S.  cuando recibo su carta del 2 de abril con el detalle de la destrucción y muerte del general Olañeta. Este suceso ha puesto término a la guerra y V.S. ha hecho un gran bien a su patria. El Perú dará a V.S. bendiciones que harán el placer de su corazón”.  

    Como se ve, estamos hablando de documentación primaria, señalando dónde se encuentra. Prueba plena que es apenas una de las muchas documentales que existen sobre la Batalla de Tumusla.

    Las pruebas sobre la batalla son abundantes, desde documentación primaria, como la correspondencia de Sucre y la de José María Pérez de Urdininea, hasta dos bandos del gobernador interino de Salta, Teodoro Sánchez de Bustamante.

    Pero eso no es todo.

    Mientras los primeros historiadores, alineados con el sobrino de Olañeta, el abogado Casimiro Olañeta Güemes, minimizaban la Batalla de Tumusla, los españoles no solo la reconocían sino que escribían sus propias obras, incluyéndola. Ese es el caso de los historiadores Manuel Torrente y Andrés García Camba que escribieron sendas obras en años muy próximos a los sucesos de 1825, en 1830 el primero y 1846 el segundo.

    Por si eso fuera poco, en la correspondencia de Pérez de Urdininea se encuentra la Capitulación de Tumusla; es decir, un documento que prueba de manera irrefutable no un motín, ni siquiera un combate, sino una batalla, la que le dio la libertad al territorio hoy conocido como Bolivia •

    * Juan José Toro es presidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

    El conversatorio

    La Batalla de Tumusla fue un hecho histórico irrebatible debido a que existen varias pruebas que confirman que ese hecho ocurrió el 1 de Abril de 1825 pero fue minimizado durante años para no opacar las figuras de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.

    Ese fue uno de los denominadores comunes del conversatorio sobre ese episodio que fue organizado por la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP) en abril de 1825. Los cinco panelistas, Julio Ortiz Linares, Pablo Michel Romero, Mario Castro Torrez, Juan José Toro Montoya y José Luis Pérez Coro, señalaron que la batalla ocurrió en la fecha señalada y hasta surgió un dato más preciso, fue el Viernes Santo de 1825 que cayó, precisamente en el 1 de abril.

    Ortiz defendió su tesis de que el coronel Carlos Medinaceli Lizarazu se sublevó contra Pedro Antonio de Olañeta en Talina, el 9 de enero de 1825, y Michel señaló que el propio José Canterac, que firmó la Capitulación de Ayacucho, hizo referencia a la Batalla de Tumusla como un hecho ocurrido después de su partida hacia España.

    Los asistentes preguntaron por qué se minimizó la batalla durante tantos años y Castro, que tiene un doctorado en Historia, señaló que, si se la hubiera aceptado en su total dimensión, e incluido en la historia oficial de Bolivia, se habría cuestionado a Bolívar y Sucre como libertadores de nuestro país.

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