Pianos emblemáticos de Sucre
Entre finales del siglo XVIII, XIX y la primera mitad del XX, el piano era el motivo de distracción que reunía a las familias de diferentes clases sociales de Sucre. Todavía quedan algunas muestras de estos hermosos instrumentos musicales.
Entre finales del siglo XVIII, XIX y la primera mitad del XX, el piano era el motivo de distracción que reunía a las familias de diferentes clases sociales de Sucre. Todavía quedan algunas muestras de estos hermosos instrumentos musicales. El más emblemático es el piano del eximio pianista Fidel Torricos.
El historiador y restaurador sucrense Iván Gutiérrez Achá manifiesta que Sucre siempre ha sido considerada como una ciudad culta y con gente letrada. “Eso se nota en las edificaciones y el mobiliario de muchas casas que muestran el refinado gusto que tenían sus habitantes”, afirma.
Dice que, en el periodo referido, el piano era el motivo de distracción que reunía a las familias de Sucre, para pasar momentos sanos de regocijo.
Asegura que la gente, ya sea de clase baja, mediana y alta contaban con ese instrumento musical. Como en el pasado no había la tecnología que se tiene hoy, el piano era algo como el televisor en blanco y negro, en cuyo entorno padres e hijos se agrupaban para ver una película.
“Ser de una familia de escasos recursos económicos no era pretexto para no tener un piano en casa, porque había de diferentes precios. Todos tenían uno por lo menos. Podían darse ese lujo”, comenta.
Había los pianos directos, que eran los más comunes y económicos; luego estaban los verticales y, en las casas más suntuosas, estaban los de cola, muy elegantes y elaborados.
Normalmente eran las hijas quienes recibían clases para aprender a tocar ese añejo instrumento. En las familias su uso fue muy común hasta antes de la Revolución Nacional de 1952.
Después de la sublevación, los pianos empezaron a salir de Sucre. Por la crisis económica que azotaba a la región, muchas familias se vieron forzadas a vender sus objetos de arte, entre ellos los pianos que habían heredado por varias generaciones. Otros optaron por vender los instrumentos a instituciones de la capital.
La situación de venta se volvió tan común que incluso una persona se volvió especialista en el embalaje de pianos para que sean transportados fuera de Sucre.
Según las averiguaciones que hizo Gutiérrez, el hombre vivía por la zona de El Guereo y habría logrado embalar más de 100 pianos, entre verticales y de cola, hasta el 2000.
Hoy en día Gutiérrez afirma que son contadas las familias que conservan sus pianos y menos aun los que interpretan el noble instrumento. Son pocas las personas interesadas en adquirirlos.
Su transporte, una hazaña
Los pianos antiguos de Sucre tienen un gran valor histórico. Fueron traídos a Sudamérica en barcos y desde los puertos eran transportados a su destino a lomo de bestia.
El viaje era una hazaña: el barco partía de Europa y tardaba hasta dos años en llegar a Sudamérica y desde los puertos eran transportados a su destino a lomo de bestia.
Las mulas, al cargar semejante peso, especialmente de los pianos de cola, no resistían más de tres días. La mayor parte moría en el camino, relata el estudioso. A esos animales de transporte se les llamó “mulas pianeras”.
La trayectoria por tierra tardaba tres meses. Los viajeros tenían que abrir senderos para llegar a sus ciudades.
Valor de los pianos de Sucre
Actualmente en Sucre quedan muy pocos pianos. Están en casas particulares o instituciones, son una muestra de lo importantes que fueron en el pasado de esta ciudad.
Su valor radica en que pertenecen a las marcas e industrias consideradas como las mejores del mundo, por su acabado de lujo y los materiales con los que fueron trabajados (madera fina, laqueados y con patas talladas) y por su alcance sentimental.
Por ejemplo, el Banco Nacional de Bolivia tiene dos pianos hermosos de los que no se tiene mayores referencias. El primero es un vertical M.F. Rachals & C de 1862 y el otro es uno de cola, marca Rönisch.
Gutiérrez recuerda que hace un tiempo vio con pena que en una casa un piano servía como un lugar de exhibición de libros y adornos, es decir, no le estaban dando el uso para el que fue fabricado.
“Es importante que los padres de familia incentiven a sus hijos, desde pequeños, a la práctica de este noble instrumento”, expresa Gutiérrez.
Cita como ejemplo al joven chuquisaqueño Fernando López Flores, quien logró una beca de estudio en un conservatorio de La Florida, Estados Unidos, donde ya está dos años haciendo una carrera. Se tiene la esperanza de que vuelva a Sucre para que pueda impartir los conocimientos que adquirió •
Piano de Fidel Torricos
Sin duda, el piano más emblemático de Sucre es el que perteneció a Fidel Torricos Cors, el eximio pianista chuquisaqueño con cuya música cantaron y bailaron miles de personas.
Es un piano de cola negro, marca Rönisch, de industria alemana, en cuyo alrededor no faltaba la alegría, música, canto, fiesta, amistad y tragos.
“Ese piano estaba casado con la fiesta, los amigos y los tragos. En mi casa no faltaba una botella de wiski y la felicidad alrededor del piano y del pianista”, sostiene la hija menor de Fidel, Gabriela Torricos Taborga.
El músico, de profesión farmacéutico, fue un intérprete magistral del piano, folclorista, investigador y compositor. Dejó un legado de más de 200 melodías, entre cuecas, bailecitos, taquiraris, kaluyos, pasacalles, yaravíes y chuntunkis.
Toda su obra fue donada en disquetes al Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), informa Gabriela.
Cuenta que su padre tuvo desde niño un piano vertical al que no le hacía mucho caso. Posteriormente, en 1960, se compró un instrumento de cola, ese fue su segundo y último piano.
El artista dejó el encargo de que el instrumento de teclado sea para su nieto, Andrés Morales (30 años), hijo de Gabriela.
Torricos falleció a causa de un paro cardíaco el 25 de junio del 2000. En su último concierto habría anunciado “que dejaría el piano antes de que el instrumento lo deje a él”.
Cuando Andrés, licenciado en Turismo, se enteró de que había heredado el piano de su abuelo, manifestó “No quiero, porque es mucha responsabilidad sobre mis espaldas”.
No obstante, poco tiempo después, incursionó en el piano desde el 2003. Aprendió con la maestra Silvia Mayorga quien le enseñó a tocar música clásica desde los 13 años hasta los 19. Dice que le gusta escuchar el folclore, pero no interpretar. Ahora es un excelente pianista, un virtuoso.
Piano de la familia Betancourt
Posee un piano vertical marca Pleyel de industria francesa. Manuel Alejandro Betancourt Navas (21 años), estudiante de la carrera de turismo de la Universidad San Francisco Xavier, cuenta a ECOS que, de acuerdo con una indagación que hizo en Internet, encontró la página de un museo francés donde están todos los registros de fabricación de pianos y se enteró que, según el número de serie, ese instrumento data de entre 1880 y 1892.
María Esther Burgos, abuela de Manuel, relata que su bisabuelo, José Paravicini, quien fungía como diplomático, retornó a Bolivia de Francia en 1913 con dos pianos, uno de cola y otro vertical; este último para obsequiar a sus hijas Esther y Elena.
Asimismo, la dama indica que muchos años después su tío abuelo, Óscar Araníbar, vendió el piano de cola a la Casa de la Libertad.
Cuando falleció el abuelo de María Esther, Arturo Araníbar, su progenitora heredó el piano que a su vez pasó a ser propiedad de ella porque estaba aprendiendo a tocar el instrumento.
Actualmente, María Esther heredó el piano a su nieta, Ángela Betancourt, quien aprendió este arte en la Escuela de Música Simeón Roncal con el profesor Jorge García. Otro de sus maestros fue Isaac Kuno.
“El piano representa una manera de alegrar la vida y evocar lo recuerdos de los antepasados. Somos una familia con raíces musicales”, manifiesta María Esther.
Piano de cola de la Casa de la Libertad
El piano de cola que resuena en los conciertos organizados por la Casa de la Libertad es nada menos que un imponente y delicado Gotrian Steinweg de industria alemana, un instrumento al que muchos equiparan con los emblemáticos violines Stradivarius. Esta marca de piano es objeto de deseo de los más afamados pianistas del mundo.
Esta emblemática institución adquirió el instrumento de teclas de su antiguo propietario, el profesor Oscar Araníbar, a principios de la década de los 90, cuando estaba como director Joaquín Gantier Vald, informa la guía del museo de la Casa de la Libertad, Aurora Izquierdo.
Asimismo, indica que Araníbar, junto a su esposa Gladys Vargas, fueron sobresalientes maestros de música de la capital, formadores de estudiantes en la Escuela Normal Mariscal Sucre.
Agrega que Gantier era un gran conocedor de estos instrumentos musicales ya que él mismo ejecutaba piezas de los maestros Mozart y Beethoven; por eso determinó compra del piano en miras a la realización de actividades de difusión cultural en el Museo.
Desde entonces, artistas diversos, desde principiantes hasta grandes maestros, vienen deleitando al auditorio que asiste a los conciertos realizados en el “Salón del Senado” de la Casa de la Libertad donde se oye su poderoso y envolvente sonido, que es capaz de llenar por sí solo el auditorio haciendo vibrar al público como si de una orquesta se tratase.
La Casa de la libertad también tiene otro piano que ahora no está expuesto. Es una pieza de museo que no está en uso. Data del siglo XVIII fue de propiedad de un arzobispo de Charcas, José Antonio de San Alberto.
Historia del piano
El piano es un instrumento de teclado y de cuerdas percutidas desarrollado por Bartolomeo Cristofori en el siglo XVIII, a partir del clavicémbalo.
Cristofori tenía la capacidad para producir sonidos con diferentes intensidades. Sin embargo, su origen se remonta miles de años antes, pues es producto de la evolución de diferentes instrumentos musicales.
En su interés por encontrar un mecanismo que no amortiguase el sonido, Cristofori dio con la solución: diseñar un macillo que tras golpear las cuerdas volviese a su posición original sin permanecer en contacto con ellas y sin rebotar.
Hacia 1698, Cristofori ya trabajaba en la creación de su primer piano y en 1711 se dio a conocer, gracias a un artículo publicado por Francesco Scipione en el Giornale de’ Letterati d’Italia en el que alababa y describía con detalle las características de este instrumento.
Hacia 1726, Cristofori introdujo el sistema una corda, presente en los pianos actuales, que daba la posibilidad de desplazar el mecanismo para que cada macillo golpeara una cantidad de cuerdas menor de lo habitual, con lo que se conseguía un sonido muy suave.
Fuente: piano.blogia.com
Dos tipos de piano:
Piano de cola
El piano de cola es el más grande. En el interior de su elegante diseño guarda la caja de resonancia y las cuerdas de forma horizontal. En función de su tamaño se puede encontrar el piano de cola mignon, un cuarto de cola, media cola, tres cuartos de cola y el de gran cola.
Piano vertical
El piano vertical, o de pared, tal y como su nombre lo indica, tiene su caja de resonancia junto con las cuerdas de manera vertical. Entre los músicos aficionados, es el más común puesto que ocupa menos espacio. Aun así, se divide en cuatro grupos diferentes.
Puedes encontrar el piano vertical espineta, vertical consola, vertical de estudio o vertical antiguo.
Fuente: piano.blogia.com