Jesús Juárez, defensor de los derechos humanos

El arzobispo emérito de Sucre, monseñor Jesús Juárez, radica casi 57 años en el país y es un defensor de los derechos humanos. Dejó su tierra y su familia para venir a la tierra que Dios le indicó: Bolivia.

Jesús Juárez, defensor de los derechos humanos

Jesús Juárez, defensor de los derechos humanos Foto: Cedida

Jesús Juárez, defensor de los derechos humanos

Jesús Juárez, defensor de los derechos humanos Foto: Cedida

El arzobispo emérito de Sucre, Jesús Juárez, junto al primera senadora indígena, Cecilia Mayoviri Moya.

El arzobispo emérito de Sucre, Jesús Juárez, junto al primera senadora indígena, Cecilia Mayoviri Moya. Foto: Cedida


    Evelyn Campos López ECOS
    Ecos / 06/06/2021 21:17

    El arzobispo emérito de Sucre, monseñor Jesús Juárez, radica casi 57 años en el país y es un defensor de los derechos humanos. Dejó su tierra y su familia para venir a la tierra que Dios le indicó: Bolivia. 

    El arduo trabajo pastoral que hizo en bien del pueblo de Dios, en su más de medio centenar de años de permanencia en Bolivia, el acompañamiento y el apoyo que brindó al pueblo en momentos difíciles de la historia del país, hizo que sea reconocido por la Cámara de Senadores el 13 de mayo. 

    La Cámara de Senadores “en uso de sus atribuciones establecidas por la Constitución Política del Estado y en aplicación del artículo 64 de su reglamento general, declara rendir un justo y merecido reconocimiento a su excelencia, Monseñor Jesús Juárez Párraga, reconociendo su importante apoyo a la educación, al desarrollo humano integral, su decidida defensa de los derechos humanos y su identificación con las necesidades de las comunidades, con quienes vivió en Bolivia, desde que pisó suelo boliviano en 1964”, dice el reconocimiento entregado al religioso. 

    Juárez, gratamente sorprendido por la distinción le da “un gracias de corazón a Dios, nuestro Padre, que me dio la plenitud del sacerdocio nombrándome obispo auxiliar de La Paz, luego el primer obispo de El Alto y, finalmente, arzobispo de Sucre”.  

    “Agradezco a mi familia que permitió que dejara el hogar para venir a encontrarme con este nuevo hogar boliviano, con la nueva familia que el Señor me regaló. A la Congregación Salesiana que me promovió con la formación intelectual y humana y me preparó para dar este servicio a la congregación. Asimismo, a la iglesia y, sobre todo, a la valentía profética de mis hermanos obispos que nos acompañaron a lo largo de este tiempo y seguimos en unión y comunión, como un cuerpo colegiado, como sucesores de los apóstoles”. 

    El arzobispo emérito indica sentirse agradecido porque la distinción no solo es para él sino para todos los que le acompañaron durante sus 77 años de vida, de los cuales casi 57 vive en Bolivia. 

    Aclara que el nacimiento de una persona es la decisión de los padres mediante un acto de amor que da la vida, pero entregar la vida a un país, una nación o un sector de la población, es una opción. 

    En este marco, la opción de Juárez, desde que llegó a Bolivia el 4 de noviembre de 1964, fue hacer realidad dos cosas que tenía en su corazón: la primera, dejar su tierra y su familia para irse a la tierra que Dios le indicó, Bolivia. 

    Y la segunda, hacer caso a las palabras del superior salesiano que le despidió en la ciudad de Valencia, cuando partió rumbo a Madrid, Lima, La Paz y Cochabamba (su primer lugar de trabajo), y le dijo: Jesús, ama a Bolivia como has amado a España. 

    “Desde entonces hice todo lo posible para tener la nacionalidad boliviana y gozar también de las alegrías y penurias de viajar con un pasaporte boliviano”, manifiesta. 

    Un boliviano más 

    El arzobispo emérito sostiene, con esa alegría que le caracteriza, que la riqueza de Bolivia está en su diversidad cultural, étnica, usos y costumbres. En el sincretismo entre la religión católica, la andina, oriental y otras.  

    Destaca la belleza de sus pisos ecológicos: altiplano, valles, trópico, llanos y selvas; aprecia la gran biodiversidad que tiene en flora y fauna. 

    Afirma que le encanta el folclore boliviano, la comida, los parques, los nevados, las selvas amazónicas. “El Señor ha bendecido a nuestra querida patria con una gran riqueza natural. Todo esto le da a Bolivia una belleza extraordinaria”, sostiene. 

    Sin embargo, señala que los gobernantes no les dieron un buen uso a los recursos naturales, tampoco pensaron en el futuro para evitar las situaciones de pobreza que ahora se viven.  

    Destaca la calidad de la gente boliviana, el hecho de que respeta a los demás, es tolerante, quiere vivir en democracia y en un Estado de Derecho.

      Chuquisaqueño de corazón 

    “Nunca olvidaré cómo, en Sucre, la gente me acogió durante la primera eucaristía donde participé, cuando monseñor Jesús Pérez me presentó a la comunidad recordando cuando Jesús caminaba con los discípulos por los campos de maíz. De pronto, Monseñor Pérez dijo a los asistentes: ustedes preguntarán por qué yo soy Jesús y mi sucesor también es Jesús ¿Qué pasa en Sucre? Entonces, yo le contesté: Sucre no puede vivir sin Jesús. Mi respuesta fue una explosión de alegría”, evoca Juárez. 

    Le gusta caminar por las calles de la ciudad donde siente el cariño sincero de las personas que, sin distinción de clases sociales y pese a estar afanados en sus cosas, siempre lo saludan o le piden la bendición. 

    “Los habitantes de Sucre lo queremos por su sinceridad, por lo trabajador que es, por su buen humor y por su vida dedicada a Dios”, opina el profesor Manuel Aparicio •

    Violación de derechos humanos 

    Juárez afirma que el tiempo que vive en Bolivia observó a varios Gobiernos de turno violar los derechos humanos de diferentes sectores sociales del país. 

    Por ejemplo, el 1 de noviembre de 1979, cuando el coronel Alberto Natusch Buch perpetró un violento golpe de estado.

    El 17 de julio de 1980, cuando el general Luis García Meza lideró el golpe de Estado, denominado “Gobierno de Reconstrucción Nacional”, hecho que lo llevó a escapar para resguardar su vida. 

    También recuerda el año 2000, cuando cinco sacerdotes salesianos permanecieron secuestrados en el Estado Mayor, donde el padre Tumiri sufrió una serie de vejámenes junto con otros religiosos.

    Hay que trabajar por el desarrollo del departamento 

    Chuquisaca necesita recuperar su dignidad y reconocer el prestigio que siempre ha tenido de ser la ciudad en torno a la cual giró el territorio que hoy es Bolivia. Dice que hay que agradecer a los próceres y a los héroes que dieron la libertad conquistada por Jesús. 

    Recomienda a las nuevas autoridades municipales y departamentales unir esfuerzos, quitarse los colores políticos y ponerse la camiseta del “k’arapanza” para conseguir el progreso, desarrollo y bienestar de la población. “Tienen que ser sabios y prudentes en su gestión”, exhorta. 

    "La justicia se ha prostituido" 

    “Lo mismo está pasando actualmente en Bolivia, porque la justicia se ha prostituido, está sometida al poder de los Gobiernos. Mientras no haya una verdadera independencia de la justicia no se podrá tener democracia”, sentencia el religioso. 

    Dice que es preocupante lo que pasa y recomienda que en todas las universidades que tienen la carrera de Derecho aprendan que la justicia no se compra ni se vende. La justicia se defiende y se practica. 

    “Ese eslogan que colocan en todas las oficinas públicas que dice: ‘todos somos iguales ante la ley’, es una mentira”, reclama. 

    Acota que hay dos actitudes fundamentales que se deben realizar para hacer justicia: primero encarar al preso y a los acusadores y, segundo, poner en práctica la presunción de la inocencia hasta que se pruebe lo contrario, y no condenar primero. 

    “De la retardación de justicia, el profeta Amós dice: deseo que la justicia corra como las aguas de un río y que la honradez nunca se estanque”. Así tiene que ser, afirma. 

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