Alfonsina, en Santa Cruz
Estoy seguro que Alfonsina Storni jamás imaginó, mucho menos aquella mañana fría en la que entregó su último aliento al océano en Mar del Plata, que su nombre iba a terminar en las calles y plazuelas de los lugares más diversos de la América hispana
Estoy seguro que Alfonsina Storni jamás imaginó, mucho menos aquella mañana fría en la que entregó su último aliento al océano en Mar del Plata, que su nombre iba a terminar en las calles y plazuelas de los lugares más diversos de la América hispana, y mucho menos que su nombre llegaría a nombrar una de las calles de Santa Cruz de la Sierra, en la tan cercana como lejana Bolivia.
Tampoco Andrés Romero, un economista nacido en La Paz y estudiado y caminado en varios continentes, se imaginó que terminaría siendo dueño de un hotel llamado Alfonsina, porque, además, de inicio el nombre elegido para el lugar era otro (Inboccalupo), pero la familiaridad y sonoridad de Alfonsina, tan asociado con la zamba argentina compuesta por Ariel Ramírez y Felix Luna, terminó por imponer sus condiciones por su proximidad a la memoria popular.
Lo cierto es que el Hotel Boutique Alfonsina by Inboccapulo, se hace merecedor y puede llevar con orgullo el nombre que ahora adorna a uno de los lugares con mejor disposición y gusto de la capital oriental boliviana, porque es una experiencia fluida y bien equilibrada que toma varios elementos de la alta cultura del Siglo XX y de la delicada imaginería del Oriente boliviano.
“Balance, creo que es la palabra que mejor define este lugar. Todo es parte de un concepto que no se queda estático, la decoración de este lugar ha ido fluyendo con el tiempo, según voy repasando la memoria y la imaginación”, me asegura Andrés, sentado en el lobby del hotel que está gobernado por inmensas fotografías de clásicos del cine, como “Zorba, el griego” o “El ladrón de bicicletas”.
Alfonsina es un lugar abigarrado, ecléctico, donde se mezcla el cine, la fotografía, el arte contemporáneo boliviano, y también las puertas misionales, que de repente aparecen como mesas, o cabeceras de cama, o elementos flotando en el cielo raso, de acuerdo a cómo la decoración del lugar lo vaya requiriendo.
Y la música y algunos de los íconos de la cultura popular del siglo XX, son también elementos bien logrados que le dan no solo referencia sino calor al lugar, de Hendrix a Los Beatles, de Mick Jagger a Maradonna y Mohammed Alí, las imágenes gobiernan sus paredes, fotógrafos como Robert Mapplethorpe, Robert Doisneau o Jean Cocteau, además de frases y palabras que pueden aparecer en los lugares menos esperados, en los marcos de las puertas, en el piso, en las gradas, en el ascensor, lo que le da un aire freso, sugerente y dinámico, que se agradece.
Alfonsina es un descubrimiento feliz en este tiempo tan duro para las economías e industrias del ocio. El turismo interno boliviano está llamado a fortalecerse y recuperar lugares próximos que bien son instrumentos para fugar un poco o mucho de la sensación de claustrofobia y encierro a la que esta situación mundial, al parecer, nos condena por un tiempo más allá de lo previsto.
Mientras tanto, terminamos de tomarnos un café con Andrés, que nos permite hablar un poco más de las obras de Guiomar Mesa y Roberto Barcarcel que son parte de la integridad del espacio.
Al fin nos despedimos de este lugar que no es solo un lugar, sino varios lugares, que por un fin de semana nos ha cobijado y ha generado memorias, recuerdos, narraciones, es decir, vida. Al final las casualidades no existen, y Alfonsina Storni no fue una poetisa de la desesperación y el desconsuelo, sino sobretodo y fundamentalemente, del amor, y nuestro amor es, justamente, lo que dejamos impregnado en estas paredes. Es todo.. •