Guerra del Chaco: 86 años después

Acabamos de recordar el octogésimo sexto aniversario de suscripción del Protocolo de Paz, Amistad y Límites que puso fin a la Guerra del Chaco, firmado en Buenos Aires (12-VI-1935)

Guerra del Chaco: 86 años después Guerra del Chaco: 86 años después Foto: ARCHIVO

Guillermo Calvo Ayaviri
Ecos / 25/06/2021 03:24

Acabamos de recordar el octogésimo sexto aniversario de suscripción del Protocolo de Paz, Amistad y Límites que puso fin a la Guerra del Chaco, firmado en Buenos Aires (12-VI-1935) por los cancilleres de Bolivia Tomás Elio y el de Paraguay, Luis Alberto Riart, y del Cese de hostilidades o alto al fuego a horas doce del mediodía (14-VI); además de conmemorar el quincuagésimo tercer aniversario de la declaración del Día del Excombatiente boliviano que participó en dicha contienda, en virtud a un Decreto Supremo (14-VI-1968).

Este es un momento histórico y de reflexión para inmortalizar con unción patriótica a todos aquellos que actuaron con gallardía durante esa épica jornada porque fue la primera guerra librada en el continente americano y, por sus características, la más sangrienta del pasado siglo XX. El resultado del enfrentamiento ha sido la perdida territorial de 243.500 kilómetros cuadrados y miles bajas de vidas jóvenes, heridos, desaparecidos, desertores y prisioneros 

Nuevos aportes 

Prisioneros de Guerra. Vida y obras de los prisioneros bolivianos en el Departamento de Paraguarí, Paraguay, es el título del libro escrito por la maestra María Olga Vysokolán (Paraguari, 2020). La obra es el producto de una investigación histórica inédita que reúne información sistematizada con las actividades desarrolladas por los prisioneros bolivianos que vivieron, trabajaron en diversos oficios y también construyeron obras en esos parajes paraguayos durante su permanencia. Es la primera vez que una publicación reúne información sobre la presencia de los prisioneros bolivianos en el Departamento de Paraguarí. 

Índices del Libro Masamaclay 

La obra Masamaclay. Historia Política, Diplomática y Militar de la Guerra del Chaco, cuya autoría le corresponde al abogado, diplomático e historiador Roberto Querejazu Calvo (Sucre, 1913 – Cochabamba, 2006), cuya primera edición salió a luz en La Paz el año 1965, ha sido reeditada en varias oportunidades, pero en ninguna de ellas se ha insertado un índice onomástico y toponímico de los 29 capítulos narrados en el libro. Dichos instrumentos de consulta son indispensables para que el acucioso lector pueda identificar de inmediato a los personajes, batallones, destacamentos y regimientos, como los lugares que se encuentran detalladas en la emblemática obra. 

El minucioso trabajo de especialización en el área de la bibliografía está listo para ser editado. Dicha publicación, de mi autoría y con el debido registro de autor, será anexada a una nueva reedición autorizada de Masamaclay. Considero que este valioso aporte será muy importante para la historiografía y bibliografía sobre la Guerra del Chaco. Es mi homenaje a los 56 años de publicación de ‘este libro de cabecera’, y a los 15 años del fallecimiento del autor.

Laguna Chuquisaca 

La chispa incendiaria se produjo en un sitio perdido en la llanura infinita  del Chaco, en un fortín ocupado por tropas paraguayas denominado  ‘Masamaclay’ el 15-VI-1932. Cuando el lugar fue retomado por fuerzas paraguayas, se llamó ‘Pitiantuta’ en consideración al regimiento que ejecutó la operación contraofensiva. El general Oscar Moscoso Gutiérrez (Sucre, 1899 – Cochabamba, 1989) fue quien bautizó con ese nombre la laguna que descubrió en una de sus expediciones, en homenaje a Chuquisaca. Así se refirió Luis Antezana Ergueta, en el matutino católico Presencia (19-II-1989). 

Sobre don Nicolás Ortiz

El suboficial de sanidad militar  Alberto Loaiza Beltrán (Oruro, 1908 – Sucre, ?) escribe en su libro  Memorias de la Guerra una anécdota muy particular de Don Nicolás Ortiz Pacheco, que le ocurrió en el Fortín Murguía (XI-1933):  

“…Al amanecer del día siguiente nos despertamos con un tremendo ruido de bombardeo aéreo sobre Fortín Murguía. Vimos que pasaba un avión pila (así se les llamaba familiarmente a los paraguayos), el cual disparó una ráfaga sobre nuestro campamento y, felizmente no hizo ningún daño al lugar donde estábamos. Cuando pasó el ruido, nos vimos todos trepados en los árboles para no ser alcanzados por los proyectiles, y entre ellos estaba un oficial que me miró y después de saludarme me dijo “Loaicita”. Yo le miré y vi que era mi profesor de Castellano, don Nicolás Ortiz Pacheco. “Qué gusto de verlo, profesor”, le dijo. “Loaicita, yo he venido a la guerra como oyente y ahora estoy yendo a Muñoz”, me contestó.

Censores de prensa

Una de las tácticas del gobierno de Daniel Salamanca fue evitar que los distintos medios de comunicación escrita del país difundan noticias que podían beneficiar al contrincante y, por otro lado, mantener en alto la moral de la población. Frente a esa realidad, el gobierno, por medio del Ministerio de Gobierno y el Estado Mayor, decidió aplicar la censura de prensa y dictó medidas especiales, al respecto y, al mismo tiempo, designó funcionarios consecuentes para que cumplan la tarea de evitar la publicación de informaciones contrarias a los intereses nacionales. 

Durante la contienda y después de la desmovilización, en la ciudad de Sucre se publicaba 19 semanarios y matutinos y en el resto de Bolivia 22, haciendo un total de 41 periódicos con diversa periodicidad.

La Acción 1935-1935; Boletín Municipal 1936; Charcas 1932-1933; Comité de Sanidad Militar de Chuquisaca 1932; El Cruzado 1936; El Debate 1932; La Democracia 1931-1934; La Época 1933; El Excombatiente 1936-1937; La Hoguera 1936-1937; La Hora 1936-1937; El Lábaro 1925 -1948; El Orden 1932-1934; Boletín de  Propaganda Nacional 1932-1934; Solidaridad 1932; Últimas Noticias 1934-1936; Unión Republicana 1931-1933; La Unión 1935-1936 y La Voz del Pueblo 1934-1937. 

Ordinario castrense y capellanes

Monseñor Cleto Loayza Gumiel fue nombrado ordinario militar por el Santo Padre Pío XI, por intermedio del nuncio apostólico, monseñor Luis Centoz y Obispo Castrense del Ejército Nacional, por el presidente Daniel Salamanca, el año 1932.

La autoridad eclesiástica organizó el cuerpo de capellanes que prestó un importante servicio durante la cruenta guerra y la jerarquía castrense eclesiástica fue la siguiente:

Obispo Castrense: Monseñor Cleto Loayza Gumiel, primer Obispo de la Diócesis de Potosí; Vicario General Castrense: Tte. Cnel. Mons. Félix Delgadillo; Vicario del Primer Cuerpo: My. Luis A. Tapia; Vicario del Segundo Cuerpo: My. Alberto Cottier; Capellán de la Tercera División: Cap. Leonardo Swatrs; Capellán de la Cuarta División: Cap. Lucio Rojas; Capellán de la Quinta División: Cap. Medardo Torres; Capellán de la Séptima División: Cap. Pedro Miranda y Capellán de la Octava División: Cap. Julio García Quintanilla.

Fundamental y determinante ha sido el apoyo y la atención brindada durante la contienda y en tiempo de paz por las distintas órdenes religiosas a los soldados, heridos, prisioneros y, por supuesto, a los huérfanos de guerra. Se destaca la ayuda humanitaria del Arzobispo de La Plata, hoy Sucre, Francesco Pierini Serafíni OFM. 

Con esta crónica rindo mi más sincero homenaje lleno de admiración y patriotismo, a esa generación inmortal, especialmente a los sobrevivientes en nuestra Patria y aquellos que partieron a la Casa del Padre.

Muchos de ellos, sin distinción alguna, con toda gallardía en el campo de batalla, “sufrieron el desgarro de su carne, el destrozo de sus huesos y la mutilación de sus miembros” •

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