La alfarería pervive en Potosí
En el Departamento de Potosí hay varias comunidades donde pervive la práctica de la alfarería, técnica ancestral y milenaria a la que se dedican decenas de familias.
En el Departamento de Potosí hay varias comunidades donde pervive la práctica de la alfarería, técnica ancestral y milenaria a la que se dedican decenas de familias.
La alfarería utiliza como materia prima el barro cocido. Se la define como el arte de crear piezas consistentes en vasijas, platos, ollas y hasta objetos que en culturas antiguas se usaban en ceremonias o rituales.
Esta técnica es una de las industrias más antiguas del planeta. Su creación data del período neolítico (Edad de Piedra Pulida), entre 12 mil a 7 mil años antes de Cristo.
Al usar arcillas o gredas propias de su lugar de origen, el ser humano crea una diversidad de objetos cerámicos que se diferencian por su color, textura y consistencia. Reciben nombres distintos según las culturas o pueblos de los que proceden.
Existen dos términos que expresaban los objetos de arcilla cocida, alfarería y cerámica. Alfarería procede del árabe alfar, que significa arcilla, en la que intervienen el artesano y su trabajo manual e intelectual.
En cambio, cerámica proviene de keramos y significa tierra quemada. Ambas palabras se aplican indistintamente al arte relacionado con la arcilla.
Viaje de investigación
El presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia Potosí, Cristóbal Corso Cruz, es un estudioso inquieto y ávido por escudriñar la historia de la tierra que lo vio nacer. Realizó viajes de investigación por algunas provincias del Departamento de Potosí para conocer los pueblos alfareros y sus formas de trabajo.
Relata a ECOS que la aventura comenzó en Vitichi, al mediodía aproximadamente llegó a Cotagaita, luego pasó a Tupiza y finalmente a la provincia Modesto Omiste, donde visitó el cantón Chagua que se encuentra a 38 kilómetros de Villazón.
Corso observó que en ese pueblo todavía persisten las tradiciones como el trueque. Dice que también sobresale la conservación de técnicas para la producción de cerámica utilitaria a gran escala. Allí, muchas familias viven del oficio de ceramista.
Después ingresó al cantón Chipihuayco, ubicado en una cabecera de valle a 49 kilómetros de Chagua donde también perdura la tradición alfarera.
El jarrón más grande del mundo
Corso continuó su viaje hasta arribar a Berque, situado a 35 kilómetros de Villazón. En este pueblo, los alfareros se caracterizan por realizar objetos cerámicos bastante grandes.
Allí se encuentra posiblemente el jarrón más grande del mundo, que mide más de cuatro metros de altura y fue elaborado por todos los alfareros del lugar.
“Es digno de ser anotado en el libro Guinness de los récords, por su gran dimensión y la particularidad de ser el único ejemplar hecho de arcilla”, sostiene el historiador.
También visitó Casira Grande, a 42 kilómetros de Berque. Allí, la mayor parte de sus habitantes se dedican a la alfarería, cuya característica es la elaboración de objetos cerámicos en miniatura. Hay desde cinco milímetros de dimensión.
El investigador dice que no puede dejar de mencionar al pueblo de Calahoyo, donde los pobladores también trabajan con cerámica. El lugar tiene importantes sitios arqueológicos y paleontológicos.
Conservación de técnicas ancestrales
En los pueblos mencionados, donde familias íntegras se dedican a la alfarería, carecen de una organización sistemática y no tienen una división marcada en las distintas fases de producción.
La fase de extracción de materia prima, la molienda y el cernido son realizados indistintamente por la madre, el padre o los hijos. Estas tareas no requieren de mucho esfuerzo pues las vetas se encuentran cerca a las comunidades.
Corso manifiesta a ECOS que en la fase de confección de las piezas de cerámica intervienen personas que poseen una destreza manual excepcional.
Agrega que no se puede generalizar el trabajo de alfarería que hacen en las comunidades. Por ejemplo, en Chagua, las mujeres son las principales alfareras; además, existe especialización en las diferentes fases de producción, sobre todo en el pulido con piedras lisas, tarea que está a cargo de niños y ancianos, así como otras que no requieren de habilidad extrema.
Las herramientas son de madera y se construyen manualmente. Para modelar un objeto con arcilla se emplea solo una losa con superficie plana que actúa como base giratoria sobre la arena fina.
La cocción se realiza al aire libre, en un terreno preparado donde corre el viento para oxigenar el fuego producido por la leña y taquia (excremento de llama seco).
Exportación de cerámica
“La Manka Fiesta y Semana Santa son fechas especiales en las que las comunidades alfareras producen grandes cantidades de objetos cerámicos para abastecer la demanda del mercado argentino. Exportan sus productos hasta La Quiaca, ciudad fronteriza con Argentina, donde se vende miles de piezas por fardos, que se revenden en el país vecino”, detalla Corso.
En las provincias Cornelio Saavedra y José María Linares hay comunidades como Don Diego, Negro Tambo, Puna y otros donde la gente trabaja con cerámica.
Por ejemplo, en Ch’aquimayu hay 40 familias de las cuales diez se dedican a la alfarería, pues están condicionadas a la actividad agrícola y minera.
Las características de la cerámica de esas comunidades son diferentes porque emplean otros materiales agregados. Obtienen la arcilla en los lechos de ríos, lagunas y laderas de cerros para modelar platos, ollas, vasos, cántaros y wirkis (vasijas de boca ancha para hacer chicha). La producción no es masiva ya que solo quedan algunos artesanos.
Otra particularidad de los ceramistas es que producen juguetes para niños, que se venden en la feria de Alasitas, durante la fiesta de la Virgen de Guadalupe en el barrio San Juan de la ciudad de Potosí.
“Modelan caballitos, k’onchitas, ollitas en miniatura, candeleros, ceniceros, alcancías, etc. Para el acabado de los objetos cerámicos, aplican esmaltes a base a óxidos de plomo, cobre y estaño. Es un valor agregado en su decoración, detalla el investigador.
Corso piensa que la modernidad de este siglo es un obstáculo negativo para los artesanos, porque las fronteras del país están abiertas para el ingreso libre de miles de productos, entre ellos vajillas fabricadas con aluminio y plástico.
En consecuencia, se están extinguiendo las familias alfareras no solo en Potosí, sino del resto del país.
Dicen que el sabor de la comida servida en un plato de barro es mucho más agradable de aquella que está en un cuenco de otro material. También afirman que el agua que se conserva en una tinaja de cerámica sabe más fresca.
Se trata de emprendimientos que necesitan respaldo para mostrarse más allá de sus límites naturales •