Santa Teresa de Sucre: Un tesoro por descubrir

Sucre cuenta con dos nuevos atractivos turísticos que prometen a los visitantes asombro y encanto. Se trata de dos espacios que se conjuncionaron: el Museo Convento Santa Teresa y el “Callejón confitería colonial y republicana”. 

Santa Teresa de Sucre: Un tesoro por descubrir

Santa Teresa de Sucre: Un tesoro por descubrir Foto: Carlos Rodríguez ECOS

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Santa Teresa de Sucre: Un tesoro por descubrir Foto: Carlos Rodríguez ECOS

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    Evelyn Campos López ECOS
    Ecos / 28/07/2021 21:17

    Sucre cuenta con dos nuevos atractivos turísticos que prometen a los visitantes asombro y encanto. Se trata de dos espacios que se conjuncionaron: el Museo Convento Santa Teresa y el “Callejón confitería colonial y republicana”. 

    El Museo Convento Santa Teresa se reabrió y el “Callejón confitería colonial y republicana” se inauguró, el lunes, en un acto sencillo pero especial, que contó con la presencia de autoridades eclesiásticas, municipales e invitados especiales.   

    Museo Convento Santa Teresa 

    Esta infraestructura religiosa es una de las más importantes de Sucre por su riqueza patrimonial. El convento de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa se fundó el 12 de octubre de 1665 por el arzobispo de La Plata Gaspar de Villarroel, bajo la advocación de San José de Jesús María.  

    El edificio en su totalidad tiene un gran valor patrimonial, por tratarse de una infraestructura colonial de riguroso enclaustramiento, una tradición casi extinta en el mundo, que representa un testimonio tangible de la cultura católica que tiene fuerte raíces en la capital.  

    En 2017, las Hermanas Carmelitas decidieron abrir al público el tercer patio del convento que cuenta con nueve ambientes para dar a conocer la vida y santidad en la que vivieron muchas mujeres de diferentes estratos sociales que abandonaron todo para entregar su vida a Dios, en oración, silencio, trabajo y austeridad. 

    En ese sector del monasterio residían las religiosas que debían pasar la última prueba del noviciado para recibir los votos. 

    El trabajo de restauración estuvo a cargo del Plan de Rehabilitación de Áreas Históricas de Sucre (Prahs) a través de la mano de obra de la Escuela Taller Sucre.  

    El museo abrió sus puertas al mundo, por primera vez, el 4 de noviembre de 2017, en la Noche de Museos, maravillando a los visitantes con su grandeza. 

    Actualmente, las religiosas que habitan el convento elaboran artesanalmente hostias, fina y deliciosa repostería, vinos y mermeladas muy cotizadas desde la colonia hasta estos días.  

    Visita con un guía de lujo 

    ECOS inicia el recorrido en el museo junto al padre Bernardo Gantier quien en esta oportunidad hace de guía. El lugar es como una cápsula detenida en el tiempo, un tesoro por descubrir. 

    Se pasa por un sector al aire libre techado donde se expone los instrumentos de labranza que usaron las religiosas en el pasado, para trabajar en las huertas, una labor muy dura y ardua, que siguen haciendo hoy. 

    Nos trasladamos a una sala donde se expone obras pictóricas antiguas, entre ellas de la madre fundadora de la Orden de las Carmelitas Descalzas, Santa Teresa de Ávila, de la que se dice hay 12 cuadros que cuentan su historia.  

    También se aprecia entre otras pinturas la de San Pablo ermitaño que, según cuenta la historia, dejó todo para vivir en soledad y prácticamente desnudo. “De alguna forma, en el convento se quiere vivir así, de manera radical”, expresa el padre Gantier.  

    Hace 356 años se fundó el convento de la orden religiosa católica. Desde entonces, y con el paso de los años, se empezó a llenar de vocaciones locales.  

    Como ya no había espacio (solo debe tener 21 miembros la comunidad, no más), salieron para empezar a fundar otros conventos en La Paz, Cochabamba, Potosí, Cuzco, Huamanga (ahora Ayacucho), Santiago de Chile y Córdoba, pero la casa madre de la congregación está en Sucre. 

    Gantier explica que había muchas señoritas que querían entrar al convento, pero no podían hacerlo porque estaba lleno. Entonces vivían en sus casas como si fuesen hermanas de la Tercera Orden, esperando a que haya un espacio en el claustro. “Fue un convento floreciente donde las hermanas vivían para orar y trabajar”.  

    Tener una hija en el convento, un orgullo 

    En la antigüedad, tener a una hija en el claustro ¡Era lo máximo! ¡Un orgullo para su familia! era como “ser nobles, sin serlo”, afirma Gantier. 

    La familia acostumbraba hacer retratar a su hija en una pintura antes de su ingreso al convento y exhibían el cuadro con mucho orgullo en las salas de sus casas. Asimismo procedían cuando la religiosa fallecía: se hacía un retrato mortuorio.  

    Por ejemplo, en la sala del museo se muestra la imagen mortuoria de la madre Nicolasa Clara Jesús, fundadora y priora, hija del Marqués del Valle de Tojo. Asimismo, está la hija del Conde de Carma. “Dentro del convento no hay clases sociales, todas las hermanas son iguales”, sostiene Gantier.  

    En la misma sala está el retrato del arzobispo San Alberto. Está enterrado en la iglesia del templo. En su honor, una céntrica calle de Sucre lleva su nombre.  

    También está el retrato del primer obispo que se tuvo en la época de la república, monseñor José María Mendizábal fue ministro plenipotenciario de Bolivia en el Perú, diputado nacional en varios congresos, consejero de Estado, obispo de La Paz y arzobispo de Charcas. 

    En ese mismo espacio se aprecia en una pared una alfombra de unos 300 años de antigüedad que tiene dibujos de las águilas bicéfalas y los leones del escudo de Chuquisaca. 

    Celdas 

    Se habilitó algunas celdas o habitaciones en las que habitaban las hermanas, mostrándolas tal cual son, con los pocos objetos de uso diario que tenía cada religiosa.  

    Por ejemplo, está la celda de la hermana Isabel en la que vivió hasta hace ocho años. Falleció a los 98 años de edad. “Normalmente, en nuestra ciudad las mujeres hacían su vida, cómodamente, en el suelo. Por eso había en el piso esteras, alfombras y cueros”, detalla Gantier.  

    La vida de las hermanas también era así. Por eso usaban unas mesas chiquitas (de patas cortas) de uso cotidiano llamadas “ratonas”, que tienen un cajón para guardar cosas. 

    En la celda hay un reloj de arena, un llamador (una especie de castañuela) que se usaba para despertar a la comunidad con el fin de reunirse para ir a rezar en diferentes horarios.  

    También se exhibe la cuja en la que dormía la hermana Isabel, que tiene un dosel para instalar cortina en tiempo de frío, hay un phullu, un camisón de bayeta para dormir y sus alpargatas.  

    Sobre la mesita ratona están unas llaves, anteojos y la Biblia. En una alacena cuelga el hábito confeccionado con bayeta, una prenda muy básica. Más allá está su labor de costura y tejido. 

    Hasta hace 50 años, las hermanas carecían de servicio eléctrico en el claustro. Para movilizarse durante la noche y el amanecer, cada una llevaba su farolito para iluminar el camino que recorrían. Ahí está el farol y un candelero para las velas. 

    Además, hay un pequeño bargueño (mueble de madera de origen español, fabricado entre los siglos XVI al XVIII, concebido para escribir o archivar papeles, y apto para ser transportado a lomo de mula), un baúl muy antiguo de mimbre y una silla pequeña.  

    En un rincón está un pequeño alzador de basura y una regadera para cuidar las plantas en maceta. Cada hermana vivía así.  

    Otros espacios 

    En otro espacio se exhibe una variedad de barreños, tinajas y otros contenedores de cerámica pintada con diseños de más de 300 años de antigüedad que se usaba en la cocina para la preparación de los alimentos, guardar agua o leche. También hay una batidora manual para hacer masas y otra para preparar helados. 

    En otra habitación se exhibe pequeñas máquinas con las que costuraban y bordaban con hilos de oro y plata la vestimenta de los santos, los ajuares de novias o las prendas para el bautizo de un bebé.  

    Asimismo, se aprecia muebles de uso religioso, libros, reliquias, objetos de plata y de arte, y una colección de botellas de vidrio, para guardar el agua de rosas que preparaban las religiosas.  

    La botica 

    Está instalada en una alacena de uno de los pasillos del monasterio. Antes, la botica ocupaba un cuarto entero donde las religiosas preparaban remedios, no solo para curarse ellas sino para la gente de la ciudad.   

    Hay una hermosa colección con variedad de utensilios e instrumentos que se usaba para la fabricación de medicinas, como un mortero, frascos para pócimas, un molinillo, cucharillas, mezcladores, medidas, recipientes, frascos y tijeras.  

    Algunos objetos son sencillos y otros están bellamente trabajados con muchos detalles. Por ejemplo, un brasero pequeño tiene patas de felino y orejitas de mono. 

    Otro lugar por descubrir (pues aún no está abierto al público) es la biblioteca, donde están los manuscritos y documentos de las hermanas. Es un trabajo pendiente, un tesoro por descubrir. 

    En otra vitrina se muestra piezas arqueológicas que las religiosas encontraron en las huertas del convento. Hay otra habitación donde se exhibe pinturas religiosas, instrumentos musicales como arpas, un piano de pared, instrumentos para templar cuerdas.  

    “Las hermanas quieren ser alegres y felices. Ellas cantan y rezan mientras desarrollan diferentes labores”, concluye la explicación el padre Gantier.

     “Callejón Confitería Colonial y Republicana”  

    Es un proyecto de Museum Amicis Consultores, conformado por dos profesionales en turismo y un ingeniero de sistemas. Pedro Camargo, socio de la empresa, dice que llevaron adelante este trabajo de investigación por el amor que tienen al arte y al patrimonio.  

    Andrea Collazos, la otra socia, asegura que el objetivo de la confitería es recuperar el patrimonio de la gastronomía colonial y republicana de Sucre y dar a conocer la variada repostería antigua que tiene la capital a los visitantes locales, nacionales y extranjeros.  

    Para rescatar las recetas indagaron varias fuentes, entre las principales dos libros: “La gastronomía en Potosí y Charcas siglos XVII, XVII, XIX y XX”, de la escritora Beatriz Rosells y “El buen comer de la Universidad de Charcas en el siglo XVIII”, de David Pérez y Pérez. 

    Se rescató recetas de gollerías, torrijas, yemas de Santa Teresa, mazapán de almendras, melcochas, empanadas de carne y empanadas de caldo, dulces tradicionales, maní con tablitas de leche, refresco de mocochinchi, chicha de maní y chicha de quinua e infusiones con flores y yerbas aromáticas.  

    Collazos anunció que también se producirá helados artesanales affogato en una máquina de 1915 y se preparará café con agua fresca destilada en una máquina canaria de la época colonial. 

    “Primero tenemos que hacer pruebas para obtener el punto exacto de la chicha de molle, ya que los recetarios antiguos no son precisos, no indican cantidades, solo ingredientes y la forma de preparación. Más bien tenemos una socia experta en cocina”, cuenta. 

    Para ampliar la oferta de su menú, cada mes presentarán un nuevo producto. Asimismo, ofrecerán las tradicionales masitas, aguas de flores, licores y mermeladas que preparan las religiosas con frutas de las huertas del convento.  

    También pondrán a la venta durante todo el año productos exclusivos que solo se prepara en ciertas fechas, como la leche de tigre que se consume en carnaval o las tablitas de maní que se sirve para Corpus Christi. 

    Los precios de los productos parten desde un boliviano hasta Bs 25, que es el precio de los licores de nuez y granadina que se producirá una sola vez al año. Para hacer pedidos o reservas pueden llamar al 70321974. 

    Un espacio ingenioso 

    La confitería es una muestra de gran creatividad. Las mesas, sillas y repisas fueron trabajadas con material reciclado: se restauró puertas, ventanas y se usó madera de los depósitos del convento.  

    También se rescató candados, chapas y todo lo que se pudo para decorar los ambientes. La instalación de la confitería demoró seis meses.  

    En la confitería hay un muro destinado para la exposición de obras de artistas. También se exhibe imágenes religiosas e infogramas, producto de una investigación bien documentada que muestra cómo se preparan las recetas antiguas. También hay una terraza desde donde se aprecia la huerta y el paisaje que circunda el lugar.  

    Horarios de atención 

    El horario de atención en el Museo Convento Santa Teresa es de 9:00 a 12:00 y de 15:00 a 18:30, de lunes a viernes. Los sábados de 15:00 a 18:30. El ingreso al museo tiene un costo de 15 bolivianos para extranjeros, Bs 10 para nacionales y Bs 5 para niños. 

    Los horarios de atención en “Callejón confitería colonial y republicana” son de 9:00 a 12:00 y de 15:00 a 19:30 de lunes a viernes. Los sábados de 15:00 a 19:30. 

    El Museo Convento Santa Teresa y el “Callejón confitería colonial y republicana” se encuentran en la calle Potosí 16, callejón Santa Teresa, casi esquina Camargo. 

    Los interesados en conocer este lugar extraordinario también pueden ingresar a la página de Facebook Museo del Convento de Santa Teresa de Sucre •

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