Leyenda de la Virgen de Guadalupe

“Detente tú, peregrino, y antes de seguir baja la cerviz que este es suelo sagrado”.

Leyenda de la Virgen de Guadalupe Leyenda de la Virgen de Guadalupe Foto: Juan José Toro Montoya

Juan José Toro Montoya
Ecos / 07/09/2021 00:01

“Detente tú, peregrino, y antes de seguir baja la cerviz que este es suelo sagrado”. La advertencia le llega al viajero apenas al ingresar a Guadalupe, el pueblo que no es pueblo, puesto que se autodenomina puebla, en el que habría aparecido la imagen de la Virgen María luego de un viaje por la historia.

La Puebla de Guadalupe forma parte del partido judicial de Logrosán y la mancomunidad Villuercas-Ibores-Jara, que también es un geoparque, todos en la provincia de Cáceres, España.

La torre principal del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe se divisa desde lejos. Allí está el reloj que le avisa al peregrino la hora de su llegada y el balcón desde el que se descuelga una enorme imagen de la Virgen, cuando esta sale en procesión, cada 6 de septiembre, dos días antes de las fiestas que le ofrecemos en Bolivia.

Aquí, en este enorme edificio que comenzó a construirse en el siglo XIV, está una enorme biblioteca en la que se puede encontrar toneladas de archivos sobre la orden jerónima, que fue la primera en custodiar a la Virgen, y la franciscana. Y allí están los manuscritos que cuentan la leyenda:

Érase Gil un pastor que, apellidando Cordero, apacentaba vacas. Una de ellas se perdió y la encontró muerta a la orilla del río Guadalupe. Lamentando su pérdida, abrió al animal por la mitad pero, de pronto, el animal resucitó y, como toda explicación, se le apareció la mismísima Virgen quien le dijo:    

“Yo soy la madre del redentor del mundo: lleva tu vaca, y en testimonio de que soy la que te hablo, tendrás de ella copiosa y abundante granjería. Ve a tu villa de Cáceres, y da cuenta de lo que has visto, a los sacerdotes, y clerecía de aquella iglesia: diles de mi parte que vengan al lugar en que hallaste tu vaca muerta, y por mí vuelta a la vida, y allí, junto a unas grandes piedras, caven con diligente reverencia, y hallarán debajo de tierra mi preciosa imagen: y en el punto que la hallaren, sin hacer mudanza del lugar en que está, hagan una capilla en mi memoria: que volviéndose los tiempos, vendrá edad que en este lugar y espesura desierta, solo de fieras abundante, se levantará en mi honra un edificio célebre, y famoso santuario, de donde corra por el mundo, con maravilloso, respecto la opinión de mi nombre: a cuya invocación recibirá el suelo, por tierra, y mar, grandes mercedes, soberanos, y milagrosos favores. El tiempo vendrá en que este lugar se haga una iglesia y casa muy notable y pueblo asaz grande”.

Asombrado, Gil Cordero volvió a su pueblo y contó a los curas lo ocurrido. Su primera reacción fue de incredulidad pero, al ver a la vaca viva, con la herida del cuchillo que iba desde el cuello a las ubres, los prelados se persignaron, convocaron a los aldeanos y partieron hasta el lugar para cavar donde la aparición había dicho.

A poco de herir la tierra con pala y zapapico, encontraron un cofre y en él un cuadro de la Virgen María.

Muchas son las versiones sobre el origen de la imagen. La más común dice que fue pintada en el taller que San Lucas tenía en Palestina. Al haber conocido personalmente a la Virgen, sus pinturas de ella eran las más fidedignas.

La pintura fue venerada durante siglos en Acaya y Bizancio hasta que el Papa Gregorio Magno se la regaló al arzobispo de Sevilla, quien después fue canonizado como san Leandro. En el año 711, cuando los musulmanes invadieron la ciudad, unos monjes cogieron la imagen, la colocaron en un cofre y la enterraron a orillas del río Guadalupe, para ponerla a salvo de los infieles. Allí fue encontrada por instrucciones de la mismísima María a Gil Cordero.

Mucho de lo que la Virgen le dijo al pastor se convirtió en realidad. La capilla que se construyó en el lugar se convirtió en templo y luego en un enorme monasterio al que concurrieron reyes durante siglos. Sin embargo, la puebla de Guadalupe no se convirtió en un pueblo asaz grande, pues, al día de hoy, ocupa apenas 68,2 kilómetros cuadrados y está habitado por alrededor de 2.000 personas.

Y hay un detalle más: la imagen de la Virgen María que se venera en el monasterio no es una pintura sino una escultura sedente morenita, tanto como las que reciben periódicos homenajes en tierras americanas, incluidas las nuestras. •

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