Padrino de Bolivia

El presbítero potosino Manuel Martín de Santa Cruz, de origen indígena, fue un reconocido intelectual de su época que trabajó mucho por la educación.

Presbítero Manuel Martín de Santa Cruz. Presbítero Manuel Martín de Santa Cruz. Foto: Cedida

Evelyn Campos López ECOS
Ecos / 06/09/2021 23:58

El presbítero potosino Manuel Martín de Santa Cruz, de origen indígena, fue un reconocido intelectual de su época que trabajó mucho por la educación. Además, incursionó en la política. Pese a ser religioso, se hizo conocido por ser un acérrimo defensor de los indios y fue quien propuso a la Asamblea Deliberante cambiar el nombre de la república Bolívar a Bolivia. Mañana, lunes, 6 de septiembre, se recuerda los 166 años de su muerte. 

Según el Diccionario Histórico de Bolivia, el presbítero Manuel Martín de Santa Cruz nació en 1788 en Tarapaya, Potosí. La partida de su defunción indica que falleció el 6 de septiembre de 1855 en Sucre. 

Este sacerdote de origen indígena estudió en Potosí y en La Plata; se graduó en Teología y Derecho en la Universidad San Francisco Xavier y se recibió como abogado en 1817. 

Fungió como cura de San Agustín de La Plata en 1825. Fue el primer rector de la etapa republicana del Seminario Conciliar de San Cristóbal, ejerció el cargo entre diciembre de 1825 y 1828. Consiguió restaurar la vida de esa institución, luego de los desbarajustes ocasionados por la guerra. 

Martín tuvo que atender las numerosas peticiones de los huérfanos de los patriotas que perdieron la vida en la Guerra de la Independencia, cuyas viudas hacían valer esa circunstancia para obtener una beca. Un caso particular fue del cochabambino Esteban Arze, caudillo del Alto Perú que luchó por la independencia americana. 

Con el nacimiento de la República empezó una etapa relevante en la vida de Martín: fue diputado en la Asamblea Deliberante en 1825 y de la Constituyente en 1826. 

“Si de Rómulo, Roma, de Bolívar, Bolivia” 

Según el desaparecido historiador boliviano-español Josep María Barnadas, la tradición le atribuye al sacerdote el bautizo de Bolivia, siguiendo el razonamiento “Si de Rómulo, Roma, de Bolívar, Bolivia”. 

Sobre este tema, el destacado escritor Guillermo Gonzales D. publicó en noviembre de 1971 una crónica en el suplemento Presencia Literaria donde, después de referirse a los logros épicos de Simón Bolívar y su heroica participación en la gesta libertaria, expresa: 

“Estas breves consideraciones nos mueven a realizar un análisis más atento y agradecido del nombre que corresponde exactamente al antiguo Alto Perú, el que fue cambiado por la primera Asamblea Deliberante de la República el año 1825. 

“Dicha Asamblea, reunida a raíz del Decreto de convocatoria expedido por el Gran Mariscal de Ayacucho, el 9 de febrero de 1825, a moción memorable de uno de sus más esclarecidos miembros y diputado representante por La Paz, arzobispo José María Mendizábal, digno por varios conceptos, pues se trataba de un ilustre patricio de la estirpe de don Juan Álvarez Mendizábal, ministro de Hacienda de la corona española en las postrimerías del siglo XVIII, que luego se doctoró en cánones y leyes, había propuesto a la Asamblea, de la que también fue su vicepresidente, que el nuevo Estado llevara, en gratitud, el nombre de República Bolívar, y la capital del mismo “ciudad de Sucre” como homenaje al Mariscal de Ayacucho, lo que fue aprobado por unanimidad, dictándose la ley de 11 de agosto, de ese mes y año, cuyo artículo 1° dice: ‘La nominación del nuevo Estado es y será en sucesivo República de Bolívar’. 

“Pero ocurrió que otro diputado de aquella memorable Asamblea, Manuel Martín Cruz, representante de Potosí, doctor en Derecho y Teología, hombre observador y estudioso, haciendo uso de la palabra tuvo la idea de, según nos refiere el profesor Saturnino Mayorga Pérez, expresar con el mayor entusiasmo, después de una apología histórica de la fundación de Roma: De Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia. 

“Fue instantánea y general la impresión de esas palabras, tanto que sin mayores consideraciones aquel primer cuerpo legislativo de la República cambió la denominación, que a partir de entonces recibió el Estado. 

“Pero después de medio siglo de vida independiente, vale la pena preguntarse si aquel cambio de nombre por su patronímico fue afortunado para la nueva República y si ésta más bien debió conservar sin variaciones, la denominación que le daba el proyecto del doctor José María Mendizábal: República Bolívar, ya que así parece que habría conservado intacta, por así decirlo, la majestad de la personalidad y hazañas de tan esclarecido representante de una magna epopeya heroica, que si bien por sus dimensiones y significado valorativo de libertad humana, se abre paso rasgando cualquier velo que pretendiera opacar sus resplandores de luz, para confundirse con lo legendario y casi increíble, no fue menos real y plenamente humana, humanísima, y por lo mismo gloriosa, con una irradiación que no igualan los lauros de un Aníbal cruzando los Alpes o las victorias bonapartinas de la vieja Europa”. 

El cambio de nombre ocurrió en octubre de 1825. El religioso era oponente de la presidencia vitalicia.

 Académico e intelectual 

De acuerdo con datos proporcionados a ECOS por el historiador y docente de la Universidad San Francisco Xavier, Guillermo Calvo, que se basa en fuentes primarias seleccionadas en el Archivo-Biblioteca Arquidiocesanos “Monseñor Miguel de los Santos Taborga”, y se apoya en el Diccionario Histórico de Bolivia, del cual es coautor, en 1826, Martín, como rector del Seminario Conciliar de San Cristóbal, contrató como profesor de lenguas extranjeras a Jacobo Ghilini. 

En 1830 obtuvo una prebenda en el coro chuquisaqueño. En 1835 pasó a la Canonjía Doctoral (asesor jurídico del cabildo catedral graduado en derecho canónico) del mismo, acabando como Arcediano (vicario general en la jerarquía eclesiástica católica), y entre 1837 y 1838 ocupó la cátedra de Sagrada Escritura en la casa de estudios superiores. 

Después del derrumbe de la Confederación Boliviana-Peruana, nuevamente se encontró vacante el rectorado del seminario. El nuevo gobierno dirigido por José Miguel de Velasco lo nombró rector, fue posesionado el 13 de abril de 1839 y estuvo hasta 1845. 

También fue miembro del Instituto Nacional (no hay fecha exacta), participó en la comisión que elaboró el proyecto del reglamento de los colegios de la República en 1843. 

“Se dice que varias veces se ofreció al sacerdote una mitra del país pero, al parecer, por la tendencia que tenía al belicismo se fue apagando su estrella. El padre Martín habría sido un representante típico de las nuevas posibilidades que el régimen republicano ofreció a ciertos actores de los estratos humildes del país”, comenta el estudioso, quien prepara la presentación de la vida y obra de este insigne miembro del clero platense. 

Defensor de los indios 

Otra faceta conocida del connotado religioso indígena fue la defensa a favor de los indios. En el Boletín de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre, Tomo LV, año 1975, escrito por el destacado historiador y escritor Joaquín Gantier, se dice sobre el religioso: 

“El cura de Tarapaya, Manuel Martín Cruz, tuvo un alto concepto del indio, como un consorcio total y armónico de los valores originales y esenciales del ser humano. Aprendería en ‘La ciudad de Dios’ de San Agustín, la doctrina del alma inmortal del hombre. 

La República de Bolívar había sido establecida y él la soñó en una nueva planificación del mundo que se abría, teniendo presente al indio en su real y exacta dimensión de espíritu y de cuerpo, tan igual al blanco que era inútil diferenciarlo por el color de la piel. No se debía hablar de razas ni de clases sociales. 

Lástima que falten parte de las actas de la Asamblea General Deliberante. Quien se interesaría más que cualquier otro sería el cura doctor Manuel Martín Cruz por asentar en el Acta de la Independencia lo siguiente: “Venid, en fin, y si cuando contempláis a nuestros hermanos los indígenas, hijos del gran Manco Kapac, no se cubren vuestros ojos de torrentes de lágrimas, viendo en ellos a los hombres más desgraciados, esclavos tan humillados, seres sacrificados a tantas clases de tormentos, ultrajes y penurias, diréis que respecto de ellos parecían los ilotas ciudadanos de Esparta”. 

El indio llegará a ser la clave de una historia cabal americana por lo mismo que lo dejamos en el olvido y que continúa siendo un problema educativo. El eje de la historia es el indio, pero no considerado individualmente, sino con la formación de su grupo familiar y social, o sea el “ayllu”. 

El historiador Macedonio Araujo dice que Manuel era hijo legítimo de Melchor Cruz y Flora Cuiza, jatun runas de Paco Chico. Don Manuel Martín Santa Cruz era un indiecito de ‘relevantes dotes intelectuales’”, concluye •

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