El dulce del calamar

El dueño de un puesto que vende el tradicional dulce surcoreano que aparece en la serie "El juego del calamar", un fenómeno cultural mundial, ganó la lotería con el programa de Netflix.

El dulce del calamar

El dulce del calamar Foto: Yelim LEE

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    Yelim LEE y Claire LEE
    Ecos / 19/10/2021 01:25

    El dueño de un puesto que vende el tradicional dulce surcoreano que aparece en la serie "El juego del calamar", un fenómeno cultural mundial, ganó la lotería con el programa de Netflix.

    La exitosa serie muestra a un grupo de personas endeudadas de Corea del Sur que compiten en juegos infantiles para disputar premios por 38 millones de dólares (33 millones de euros), con consecuencias letales.

    En uno de los desafíos, los participantes intentan cortar formas como estrellas o sombrillas en un dulce llamado dalgona, sin que se quiebre, y quien fracasa muere.

    El juego de vida o muerte se inspiró en las experiencias del director Hwang Dong-hyuk durante su infancia en Seúl en los años 70: en aquel entonces, el premio para el niño que lograba hacer la forma era otra dalgona.

    Hwang siempre quería ganar otro dulce y recuerda utilizar diferentes tácticas, como lamer la golosina hasta tallar la forma o usar una aguja caliente, técnicas que aparecen en la emocionante escena del concurso de dalgona.

    "Yo sorprendía al lograr la difícil forma de la sombrilla", comentó el director en un reciente video de YouTube.

    Durante la grabación resultó difícil manejar el dulce porque se ablanda fácilmente, en especial durante la húmeda temporada lluviosa surcoreana, por lo que Hwang y el director artístico, Chae Kyung-sun, contrataron a "expertos en dalgona" para fabricar el dulce en el sitio.

    Esos especialistas fueron Lim Chang-joo y su esposa Jung Jung-soon, quienes fabricaron entre 300 y 400 dalgonas en los tres días de grabación. 

    Ahora, su humilde puesto callejero en el distrito de teatros de Seúl es uno de los sitios más populares de la capital surcoreana.

    Los pedidos de estos dulces que cuestan 2.000 wones (1,70 dólares, 1,4 euros) se acumulan apenas abre, y algunos clientes esperan seis horas por el suyo.

    En unos 90 segundos, Lim derrite una porción individual de azúcar en un quemador, antes de agregar bicarbonato de sodio, aplanarlo y darle la forma que pida el cliente.

    Ofrece una amplia gama de formas además de las cuatro que aparecen en la serie, y recientemente agregó una "N" por Netflix.

    "Nunca imaginé que se volviera tan popular", dice Lim y reconoce que su vida se volvió "súper frenética".

    "Claro que estoy feliz porque mi negocio va bien y ahora las dalgonas son famosas en otros países", comentó.

    Crisis financiera 

    Los historiadores dicen que la dalgona apareció por primera vez en los años 60 cuando el Sur vivía en la pobreza de la posguerra y los postres, como los helados y el chocolate, eran prohibitivamente caros.

    El dulce, con toques de nueces y amargor, se volvió enormemente popular, y muchos vendedores tienen puestos cerca de las escuelas.

    Lim y Jung comenzaron a vender dalgonas después de tener que cerrar la sastrería que regentaron 20 años debido a la crisis financiera asiática de 1997.

    La golosina se siguió vendiendo a lo largo del ascenso del Sur hasta convertirse en la 12ª mayor economía mundial, tras décadas de rápido crecimiento económico. 

    "Los juegos del calamar" es la última manifestación de la creciente influencia de la cultura popular surcoreana, luego de la sensación del K-pop BTS y la galardonada película "Parásito".

    "Corea del Sur siempre ha sido un nexo entre lo moderno y lo premoderno, entre las herramientas occidentales y los modos orientales, y en preservar el pasado mientras sacrifica todo por el futuro", comentó Michael Hurt, profesor de teoría cultural en la Universidad Nacional de las Artes de Corea •

    Guerra y pobreza

    En febrero, Netflix anunció planes para invertir 500 millones de dólares solo este año en series y películas producidas en Corea del Sur.

    "En los últimos dos años, hemos visto como el mundo se ha enamorado del increíble contenido coreano, hecho en Corea", dijo el codirector ejecutivo de la plataforma, Ted Sarandos.

    "Nuestro compromiso con Corea es fuerte. Seguiremos invirtiendo y colaborando con narradores coreanos en un amplio rango de géneros y formatos", añadió.

    La historia del país está repleta de guerras, pobreza y gobiernos autoritarios, ante los que sus artistas han respondido explorando el poder, la violencia y las cuestiones sociales.

    Esto ha creado una vibrante escena cultural que, en diferentes formatos, ha llegado a amplias audiencias internacionales.

    Al comienzo, los dramas coreanos alcanzaron una enorme popularidad en las televisiones de Asia. Después su cine fue galardonado en numerosas festivales europeos y los grupos de K-pop ganaban seguidores por todo el mundo.

    La coronación llegó con el Óscar de "Parásitos", una negra sátira sobre la desigualdad entre ricos y pobres que explora la cara más oscura de la 12ª economía mundial.

    Los ingredientes

    Una trama afilada, una alegoría social y escenas de contundente violencia son los ingredientes del éxito de "El juego del calamar", la distópica serie de Netflix que se ha convertido en el último fenómeno global surgido de Corea del Sur.

    Como en "Parásitos", que en 2020 se convirtió en la primera producción no inglesa en ganar el Óscar a mejor película, sus protagonistas surgen de las clases más marginadas de la sociedad.

    Personas hundidas por las deudas, un precario trabajador inmigrante o una desertora de Corea del Norte compiten en juegos infantiles para ganar 45,6 billones de wones (38 millones de dólares). Si pierden, lo pagan con la vida.

    La trama ha demostrado ser enormemente popular entre la audiencia mundial. En apenas unos días tras su estreno el mes pasado, el máximo ejecutivo de Netflix señaló que "era muy probable que se convirtiera en su mayor producto hasta la fecha".

    La serie, escrita y dirigida por Hwang Dong-hyuk, ratifica la creciente influencia de la cultura popular surcoreana, con fenómenos mundiales como el grupo de K-pop BTS o la propia "Parásitos" del realizador Bong Joon-ho.

    Para los críticos, más allá del origen de la producción, la explicación de su éxito radica en los temas de la serie y su crítica a los males del capitalismo, universales, especialmente con una pandemia que agrandó la desigualdad.

    "La tendencia creciente a priorizar los beneficios sobre el bienestar del individuo" es "un fenómeno que vemos en las sociedades capitalistas de todo el mundo", dijo a AFP Sharon Yoon, profesor de estudios coreanos en la Universidad Notre Dame de Estados Unidos.

    "Sangrienta, rara y difícil"

    El director de "El juego del calamar", Hwang Dong-hyuk, terminó su guión hace una década pero las productoras rechazaban apostar por una historia que consideraban "demasiado sangrienta, extraña y difícil".

    Sus trabajos anteriores habían tratado de cuestiones como el abuso sexual, la adopción entre países o la discapacidad, todos ellos inspirados libremente en hechos reales.

    Su primera producción televisiva incluye referencias a traumáticas experiencias colectivas que han quedado grabadas en la memoria del país, como la crisis financiera asiática de 1997 o los despidos de 2009 en el fabricante de automóviles Ssangyong Motor.

    "Corea del Sur se ha convertido en una sociedad muy desigual de forma relativamente rápida y reciente, en las últimas dos décadas", indicó a AFP Vladimir Tijonov, profesor de estudios coreanos en la Universidad de Oslo (Noruega).

    La movilidad social se ha vuelto "mucho menos posible" ahora que en 1997 y "el trauma de la creciente desigualdad (...) se vierte en las pantallas", afirma.

    Netflix ofrece la serie tanto en versión doblada como subtitulada en múltiples idiomas, ampliando su audiencia potencial.

    Brian Hu, profesor de cine en la Universidad de San Diego (EEUU), dijo que el hecho de ser un éxito en casi 100 países demostraba que no estaba hecha solamente para una audiencia occidental.

    "Las audiencias occidentales han asociado largamente producciones extranjeras con descripciones de pobreza y esto se ha convertido en una forma de menospreciar al resto del mundo", dijo a AFP.

    "Lo que es único de 'Parásitos' y 'El juego del calamar' es que, aunque muestran pobreza y desigualdad de clases, lo hacen de una forma que realza la modernidad técnica y cinematográfica de Corea", indicó.

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