El secreto del Gran Chorolque y el Wayra
No cabe duda que muchas poblaciones potosinas en las que resaltan inmensas montañas, lagos, lagunas o ríos, están asociados a una mitología o relatos ficticios que forman parte de la cultura de un pueblo.
No cabe duda que muchas poblaciones potosinas en las que resaltan inmensas montañas, lagos, lagunas o ríos, están asociados a una mitología o relatos ficticios que forman parte de la cultura de un pueblo.
En el sud de Potosí, el pico más alto es el cerro Chorolque, cuya cúspide se halla aproximadamente a 5630 metros sobre el nivel del mar. Es tan alto que su colosal figura puede ser divisada desde las pampas del Ayllu de Tolapampa, en Uyuni; las serranías de Orcola, cerca de Vitichi, además de otras comunidades de Cotagaita, Tupiza, Atocha y otros sitios en Nor y Sud Lípez.
El pueblo más cercano a este majestuoso cerro es Santa Bárbara, una población ubicada a 4800 metros sobre el nivel del mar. Su gente convive con el intenso frío de las alturas. Además, el Chorolque es un yacimiento minero en el que centenares de mineros trabajan en la Cooperativa Minera Chorolque, una de las pocas fuentes laborales de la región.
Todos quedan atónitos con la belleza del cerro Chorolque y, ante tal admiración, la profesora Tania Elizabeth Calla Estrada, junto a la promoción 2021 del Colegio Técnico Humanístico “Chorolque”, del que es director Walter Muñoz, impulsaron el rescate de las tradiciones orales de ese poblado. Menciona que todas las leyendas causan tal impresión que ninguna se encuentra registrada, por lo que decidió darse a la tarea de documentarlos.
El mito o leyenda
A través de entrevistas realizadas por estudiantes de la promoción a don Wilfredo Vargas, Raúl Taboada Flores, Lázaro Vega Choque y Héctor Ortega (todos ellos, pobladores de Chorolque Santa Bárbara), se ha obtenido la presente narración:
Cuenta la leyenda que hace miles de años, toda esa zona estaba habitada por seres parecidos a los titanes. Uno de ellos, llamado Chorolque, se enamoró de una doncella llamada Ubina (nombres que en la actualidad son centros mineros). Después del noviazgo, ambos quedaron en contraer nupcias y en el matrimonio participaron también grandes sacerdotes como Wayra, Illampu, Huayna Potosí, Illimani y otros vecinos como Tasna, Siete Suyos que eran mucho más superiores que ambos, puesto que éstos eran los únicos que podían autorizar esta unión de pareja.
Chorolque fue a pedir la mano de Ubina. Una vez que consiguió su objetivo, retornó muy contento, pero su nueva familia le pidió que trabaje muy duro para que la ceremonia se realice en un lugar muy bello, a lo que él mismo se comprometió, pero, por más que buscó un sitio dónde trabajar, no consiguió hacerlo, por lo que decidió construir un enorme salón en su misma entraña.
El espacio estaba revestido de cristales de hielo, asemejaban estalactitas cristalinas que colgaban de los techos y estalagmitas de hielo que emergían del piso. La amplitud del lugar hacía que el interior del salón se torne oscuro, por lo que decidió conversar con Wayra (viento), al que le pidió un favor, que le ayude a iluminar ese espacio y utilizando sus fuerzas le permita realizar un orificio en el techo para que el sol pueda irradiar luz en el lugar. Era un secreto entre Chorolque y Wayra, puesto que ningún humano debía de enterarse de este pacto y ningún humano debía ingresar al salón cristalino realizado por Chorolque. Si ocurría lo contrario, el trato se rompería y habría un castigo.
Es así que Wayra trabajó día y noche hasta conseguir un pequeño orificio en las entrañas de Chorolque y se hizo la luz. Cuando llegó el día de la boda, todos los invitados asistieron. Estaban Illampu, Illimani, Huayna Potosí y otros invitados cercanos. La fiesta se extendió hasta tres meses. El casamiento fue un éxito. Todos estaban felices, pero, cuando culminó el festejo, Ubina desapareció, por lo que Chorolque empezó a buscarla. Durante toda la fiesta no hubo ninguna discusión, no comprendía el motivo de la desaparición.
Ante la desesperación, inconscientemente Chorolque cometió un error, buscó un “sirinaku” o curandero para que a través de éste pueda buscar a Ubina y, como se dijo anteriormente, ningún humano debía saber del trato entre Wayra y Chorolque; sin embargo, con la ayuda de una lámpara, el curandero ingresó al interior del salón cristalino en busca de Ubina. Quedó tan fascinado por la belleza del lugar que se quedó atónito, rompiéndose de esa forma el trato entre ambos, pero esto no termina ahí, el curandero siguió buscando a Ubina por los alrededores, ocasionando que la gente se vaya enterando de la desaparición y vayan comentando sobre lo afligido que se encontraba Chorolque.
Ubina había vuelto a su lugar de origen; es así que estos personajes, quedaron inmortalizados en enormes montañas cuyas entrañas guardan minerales.
Mucho tiempo después, cerca de la montaña, se establecieron los primeros habitantes. Se dedicaban al pastoreo de llamas y un día divisaron la presencia de un toro en la cima del Chorolque. Nadie sabía cómo un animal de esas características había llegado allí, puesto que el clima era tan desfavorable y ascender a la cima era bastante complicado. Una noche, todos los pobladores se encontraban descansando en sus moradas, y de repente desapareció todo el pueblo. El animal había caído enterrando todas las estancias. No había ningún sobreviviente, según mencionan los relatos orales. ese fue el castigo que recibieron todos aquellos que ayudaron en la búsqueda de Ubina porque se enteraron del hecho a causa del curandero. •
(*) Es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).