Forja de metales

Durante la época colonial, el oficio más apreciado en la Villa Imperial de Potosí era LA FORJA DE METALES, que fue fundamental para el desarrollo, cultural, económico, militar y social. 

Rejas del atrio del templo La Merced, antes en la catedral.

Rejas del atrio del templo La Merced, antes en la catedral. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Antigua calle de los cocanis con balcones enrejados.

Antigua calle de los cocanis con balcones enrejados. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Balcones con rejas forjadas en la calle del empedradillo.

Balcones con rejas forjadas en la calle del empedradillo. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Rejas forjadas en el atrio del templo de San Bernardo.

Rejas forjadas en el atrio del templo de San Bernardo. Foto: Cristóbal Corso Cruz


    Cristóbal Corso Cruz
    Ecos / 08/12/2021 02:46

    Durante la época colonial, el oficio más apreciado en la Villa Imperial de Potosí era LA FORJA DE METALES, que fue fundamental para el desarrollo, cultural, económico, militar y social. 

    No existen registros históricos específicos sobre los objetos trabajados con la técnica de la forja de metales. En el caso de la arquitectura religiosa católica, forman parte de un todo. De esta manera, también dichos objetos cumplían funciones de ornamentación para las construcciones de casas particulares y casonas. El encargo de los trabajos de forja era básicamente una actividad privada entre el taller o artesano y los contratantes. Era de esperar que muchos de esos talleres no llevaran registros.

    El hierro llegó a la Villa Imperial con las expediciones españolas durante la invasión. El término forja no solo hizo referencia al oficio: también se llamó herrería al espacio del taller donde se introducían las piezas de hierro para ser transformadas. La renovación la representó la forja catalana en las herrerías. Recibían este nombre los talleres que habían incorporado la tecnología del horno catalán; los procesos que normalmente trabajaban era la unión de piezas al rojo vivo, el recalcado, el estirado, el afilado y el laminado para cambiar la sección de los perfiles, técnicas de curvado como enrollado, acodado y hechura de abrazaderas. Entre los métodos de corte se puede mencionar el desbarbado, el rajado, el hendido y el punzonado, técnicas tradicionales de corte de hierro.

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    El oficio del herrero estuvo reservado a los españoles y a criollos durante muchos años. Se fundaron gremios de herreros. En un taller, el aprendiz era un niño o adolescente que ingresaba para ser capacitado en el conocimiento de la forja. En un principio generalmente la tradición era “heredad de oficio” del abuelo, del padre o de los miembros cercanos de la familia. El “oficial” había concluido satisfactoriamente el aprendizaje, era asalariado y aspiraba a obtener el rango de “maestro”, quien era el Mentor adiestrado en el oficio, encargado de transmitir la experiencia y técnica a los aprendices que a su vez trabajaban como ayudantes de estos y que eventualmente recibían una compensación, siempre bajo el esquema feudal. Los gremios estaban subordinados a las prácticas y costumbres religiosas, como las fiestas para las que, por disposición de la iglesia, se suspendía el trabajo. Estaba establecido en una ordenanza: “que todos los oficiales herreros sean obligados a salir en procesión del Corpus con velas en las manos”.

    Ya en el siglo XIX, permitieron el libre establecimiento de talleres, sin necesidad de licencias, además del “ejercicio libre de cualquier oficio útil, sin examen, título o incorporación a los gremios respectivos”. Surgieron talleres emancipados de la estructura gremial donde quienes conocían la forja de metales la propagaban tanto por línea generacional como a otros trabajadores a partir de la libertad de oficio.

    En todo el Virreinato, se observó la importancia del oficio del herrero y en las altas tierras de la Villa Imperial de Potosí fue transmitido por la línea de sangre y era derecho exclusivo de españoles. Luego, por intervención del clero; los indígenas accedieron al conocimiento y formaron las cofradías. Los gremios se integraron como sociedades altamente organizadas y funcionales que transmitían el conocimiento por vía oral en las fraguas, talleres que sirvieron como centros de enseñanza. Su labor moldeó las hermosas rejas de las ventanas y balcones bellamente decoradas de las casonas, templos y palacios de la Villa Imperial de Potosí.

    Los primeros herreros que llegaron fueron lusitanos y flamencos. Realizaron estribos de hierro, herramientas, rejas de atrios y cruces para las iglesias, más rejas artísticamente diseñadas para las ventanas de las casonas y palacios, similarmente los antepechos artísticamente acabados de los balcones que aún se admira en las calles coloniales de esta ciudad. A la vez, forjaron clavos, bulas, aldabas, goznes, utilizados en los portones de casonas y templos. El herrero, con el calor de las fraguas; entre golpe y golpe de martillo sobre el yunque, dio paso a su creatividad embelleciendo la Villa Imperial de Potosí con sus obras de arte. Vale afirmar que no concluyó tan sólo empleando el hierro, también se utilizó el cobre, estaño y bronce. La del cobre estuvo dedicada especialmente a las necesidades domésticas, abundando las cacerolas y pailas y otros enseres como los braceros y las balanzas.

    Del bronce quedan ejemplares de ornamentación en las puertas, que son las bulas artísticamente acabadas y aldabones bellamente forjados, cuya muestra más estupenda constituyen los grandes aldabones de la puerta de la Casa de la Moneda, con cabezas de leones que sostienen escudos de Potosí. Indudablemente, la industria mayor del bronce fue la fundición de las campanas, que en la Villa Imperial logró ejemplares magníficos, trabajándose también para otras ciudades. En cuanto al hierro forjado, correspondió a los maestros llamados “rejeros” un enrejado artístico. Aún se puede admirar en el atrio del templo de Nuestra Señora de la Merced, obra del maestro Marcelino Espada. 

    Las obras de rejas perduraron hasta el presente, clara muestra se observa enormes rejas artísticamente acabadas que dividen los patios de la Casa Nacional de Moneda. Existían especialidades entre los herreros: los “cerrajeros” trabajaban cerraduras, aldabones, candados y llaves, los “arcabuceros” en la fabricación de armas de fuego, y los “espaderos”, fundían y templaban espadas que podían competir con las toledanas. Los ingenios hidráulicos y la fundición de lingotes de plata, la acuñación de monedas en la Casa de Moneda, requirieron instrumentos de trabajo, tanto de hierro como de otros metales. Los herreros aportaron su creatividad en esta ciudad de extracción minera, modelando a golpe de martillo los antiguos “mecheros” para velas de sebo y lámparas de aceite que utilizaban los mitayos, para dar lumbre a los oscuros socavones donde se internaban a cumplir las duras faenas de extraer la plata del gran Cerro de Potosí •

    (*) Cristóbal Corso Cruz es Presidente de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí”.

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