Vírgenes guerreras

Dentro de las innumerables devociones cristianas que los conquistadores europeos trajeron a estas tierras, llama la atención el gran impacto que tuvo el culto a la Virgen María en sus diversas advocaciones.

Virgen de la Merced. PM.

Virgen de la Merced. PM.

La Virgen del Rosario y el Cerro Rico de Potosí. JM.

La Virgen del Rosario y el Cerro Rico de Potosí. JM.

Tallado de la Virgen de Aranzazú en San Francisco. MSF.

Tallado de la Virgen de Aranzazú en San Francisco. MSF.

Virgen de la Merced, patrona del ejército argentino. SIHP.

Virgen de la Merced, patrona del ejército argentino. SIHP.


    Heinz Antonio Basagoitia Acuña (*) para ECOS
    Ecos / 27/12/2021 01:29

    Dentro de las innumerables devociones cristianas que los conquistadores europeos trajeron a estas tierras, llama la atención el gran impacto que tuvo el culto a la Virgen María en sus diversas advocaciones. De hecho, el culto a la Madre de Dios permanece hasta nuestros días como parte de la identidad religiosa y cultural del país.  

    Los investigadores Hans van den Berg, Rita del Solar y Lupe Andrade publicaron no hace mucho un interesante libro titulado precisamente “Bolivia, tierra de vírgenes poderosas” en el cual a través de texto y hermosas fotografías tratan de demostrar todo el despliegue devocional hacia las imágenes marianas reflejado en los costosos decorados de templos, procesiones, danza, peregrinaciones y obsequios como ser: vestuario, orfebrería, elementos iconográficos de acuerdo a cada advocación. 

    Lo que llama la atención es que en Potosí siguen existiendo desde la época virreinal expresiones de fe y devoción hacia diversas imágenes de la Virgen María con un fuerte matiz guerrero entre las cuales se tiene las advocaciones de Aranzazú, la Merced y el Rosario.

    El Concilio de Trento

    En la época en que los conquistadores europeos trajeron la fe católica a los andes, en el Viejo mundo, la Iglesia se enfrentaba a una crisis de identidad: por el este, el imperio Otomano amenazaba la seguridad y las fronteras de la cristiandad y en el corazón del Imperio de Carlos V de Alemania, la amenaza de la Reforma protestante liderada por el agustino Martín Lutero ameritaba una respuesta que se hacía necesaria para mantener la fe e identidad de la civilización occidental.

    Ocho meses después de la posesión y estacamiento de las minas de plata del Potosí, el día 13 de diciembre de 1545, el papa Paulo III convoca a Concilio en la ciudad italiana de Trento que se prolongó hasta el 4 de diciembre de 1563.

    Como lo prioritario era elaborar una contrarreforma, fue decisiva la influencia de los jesuitas que, con Diego Laínez y Alfonso Salmerón, fueron construyendo la idea de ver a la Iglesia Católica como a una milicia celestial, con Cristo y la Virgen María como capitanes y los ángeles y santos como soldados defensores de la fe.

    En el Potosí barroco, la influencia de Trento se vio reflejada en tres devociones marianas cuyas festividades eran celebradas durante los meses de septiembre y octubre en cuatro de las iglesias conventuales más importantes.

    Virgen de Aránzazu

    Esta devoción tuvo su origen en la ciudad de Oñate, provincia de Guipúzcoa del país vasco, donde existe hasta la fecha un santuario en honor a una imagen de la Virgen María tallada en piedra que habría aparecido el año de 1469 en una versión antigua a una doncella llamada María Datuxtegui y, según otra, a un pastor llamado Rodrigo de Balzategui que habría encontrado la imagen en un arbusto de espinos junto a un cencerro.

    La devoción llegó hasta Potosí gracias a los franciscanos, la orden que regenta el santuario en Oñate desde 1514; pero, según testimonio del cronista Arzáns, a inicios del siglo XVII por distanciamientos de tipo étnico, los vascongados abandonan San Francisco para pedir acogida en la iglesia conventual de San Agustín.

    Arantzazú es una palabra en idioma euskera y precisamente significa “sobre las espinas”; así que la devoción se fue tornando en un símbolo étnico y de unidad de los vascongados, que en la época que hablamos desempeñaban los cargos políticos, económicos y administrativos más codiciados de la Villa Imperial, a tal punto que no dudaron en dar al Cerro Rico el nombre de Cerro de Arantzazu, según el testimonio de Acarette du Biscai y documentos de época.

    Erigen, asimismo, una capilla propia de la devoción anexa a San Agustín y una cofradía “de y solo para vascongados” cuyos documentos se han conservado en el Archivo Histórico de Potosí.

    La Cofradía de Aránzazu

    Hacía también las veces de sociedad de socorros cuando un miembro caía en gran necesidad económica e incluso se hacía colectas para ayudar a las doncellas huérfanas de la nación vasca.

    Aparte de las grandes donaciones artísticas a la capilla, lo más llamativo era la celebración de sus fiestas, la primera del año, aunque las constituciones de la cofradía indicaban el 25 de marzo realmente se celebraba el segundo domingo de pascua, llamado tradicionalmente de Cuasimodo. Se celebraba una solemne misa propia presidida por el prior del convento a la que asistían los alcaldes ordinarios y veinticuatros, en su mayoría vascos.

    Luego salía en procesión la Virgen de Aránzazu sobre un arbusto de espinos y el cencerro hechos por los mejores orfebres potosinos. Lo más llamativo de la procesión era la participación de la mujer, pues las andas eran llevadas en hombros de mujeres vascas, esposas, hijas y hermanas de los miembros de la cofradía, llevando en su cabeza como distintivo étnico la cofia a la vizcaína las casadas y mostrando el pelo al natural las solteras. Sobre las cuatro esquinas de la Plaza del Regocijo se armaban hermosos altares y en el recorrido entre estos, nuevamente el protagonismo de las mujeres, esta vez indígenas del Qatu de Quillacas y Pallas que arrojaban flores de kantuta como muestra de fe y devoción.

    La fiesta también era una oportunidad para realizar la junta de la cofradía y elegir cargos para su gobierno interno. En caso de alguna eventualidad podía volverse a realizar una junta y renovar directorio en la segunda fiesta, que caía el 8 de septiembre.

    Como se puede apreciar entre líneas, el carácter étnico de la devoción a Aránzazu, durante el primer tercio del siglo XVII la convierte en protectora de los vascongados durante las guerras de naciones. Por Arzáns, Crespo Rodas y otros se sabe que el convento de San Agustín y la Capilla de Aránzazu fueron el bastión y refugio de navarros y vizcaínos.

    A tal punto llegó el regionalismo que en las constituciones de la cofradía quedó registrado el siguiente tenor: “ACORDARON Y ORDENARON DESEANDO QUE AIA TODA CONFORMIDAD ENTTRE EL SEÑO/RIO DE VISCAIA Y PROVINZIA DE GUIPUSCOA QUE SOBRE LA PUERTTA PRINZIPAL DE/ LA DICHA CAPILLA SE PONGAN LAS ARMAS DE LAS DICHAS DOS PROVINZIAS Y NO DE OTTRA/ PARTTE  DEVASO DE UN ESCUDO Y PARA QUE SE CONSERVE MEJOR LA ANTIGÜEDAD/ QUE SIEMPRE AN TENIDO. (Const.48)

    Virgen de la Merced

    Respecto a la advocación de la virgen de la Merced, es claro su carácter guerrero ya que desde 1218, como redentora de cautivos, estaba ligada al rescate de prisioneros de manos de los enemigos turcos.

    Durante la conquista del Tawantinsuyu, fue una de las devociones predilectas dentro las filas de los imponentes tercios españoles, ya que la orden mercedaria fundada por San Pedro Nolasco había comenzado siendo una orden militar cuya característica era el rescate y redención de cautivos de manos de los piratas turcos.

    Para el caso de Potosí, la orden mercedaria se estableció poco después del nacimiento como asiento de minas: con toda probabilidad, entre los españoles que arribaron desde Porco y Charcas, llegaron también frailes con el característico hábito blanco, correa negra y el escudo con la cruz y barras de Aragón al pecho… Ya para 1553 se tiene consolidada la construcción de la iglesia de Nuestra Señora de la Merced y su convento anexo de San Ramón Nonato.

    En cuanto a la imagen tutelar, con toda probabilidad se infiere que se trata de una hermosa talla mayor en cedro de estilo barroco y cuya factura responde a los talleres de imaginería sevillana del siglo XVII, ya que para el XVIII en 1730 surge su Archicofradía que en su época de esplendor acogió el increíble número de 10.000 cofrades, entre los cuales destacaron personajes ilustres como los condes de Casa Real de Moneda y don Matías de Angles Lizarazú y Gortari, militar y político español de origen navarro que obsequió el arco y anda de plata labrada con el que la imagen sale en procesión escoltada por faroles y abriéndose paso en toda su majestuosidad por las callejas potosinas sobre los hombros de una docena de anderos y cuatro horqueteros quienes al llegar al templo realizaban el tradicional baile, en medio de la lluvia de mixtura, monedas y canastillas de papel.

    Virgen del Rosario

    Al mismo tiempo que los mercedarios, llegaron los dominicos, trayendo consigo a preclaros frailes formados en Salamanca; también trajeron la devoción al Santísimo Rosario.

    El origen de esta devoción se remonta a la edad media, cuando en 1208 la Virgen María se apareció a Santo Domingo de Guzmán.

    Algo que desde ese entonces llama mucho la atención es la relación que existe entre el rezo del Rosario y la victoria en diversas batallas a lo largo de la historia. Se cuenta, por ejemplo, que Simón IV de Monfort y sus tropas vencieron en la batalla de Muret.

    Para el siglo XVI, cuando Potosí estaba en el esplendor de su producción de plata, las noticias del triunfo de Lepanto no se dejaron esperar. La Santa Liga, al mando de Juan de Austria, obtuvo una victoria contundente ante las huestes del imperio otomano, sellando así la seguridad y estabilidad política y religiosa de la naciente Europa.

    Desde aquel entonces, la fiesta del Rosario fue institucionalizada por el papa San Pío V y en Potosí fue acrecentada mucho más gracias a la fundación de su cofradía, atribuida al venerable Fr. Vicente Bernedo, en la cual destacaron miembros ilustres, como los condes de San Miguel de Carma, el capitán Francisco Gómez de la Rocha, Indalecio Gonzáles de Socasa, quien hizo jurar lealtad a las tropas realistas antes de partir a Suipacha, o el conde de Velayos, quien a fines del siglo XVII obsequió arco y anda de plata con el cual se realiza hasta el día de hoy la tradicional procesión el segundo domingo de octubre, con características similares a las de la Merced.

    Antiguamente la celebración tenía un matiz más guerrero, ya que de acuerdo a las descripciones que ofrece Arzáns, durante la velada en el interior de la nave del templo se recreaba la batalla naval de Lepanto, con turcos y españoles luciendo joyas y piedras preciosas y buques hechos a escala; en un momento de clímax aparecía la Virgen del Rosario, llevada en andas por 12 hombres, cayendo rendidas a sus pies las huestes turcas.

    Ya en el siglo XIX, Julio Lucas Jaimes aún vio las caracterizaciones de Juan de Austria y los turcos como parte de la procesión, junto a danzantes y músicos indígenas.

    La celebración de la festividad del Rosario culmina con la inusual bendición de rosas, piadosa costumbre el último domingo de octubre en el que se bendice rosas naturales, tanto las de castilla como las endémicas, llamadas achankaras y que exhalan un grato aroma que inunda la nave de Santo Domingo; las flores benditas, junto a las canastillas que se recogieron durante la procesión y algunas monedas, son repartidas a los fieles, quienes las atesoran como reliquias de la Virgen, en espera de obtener salud y que la riqueza que representa la “plata” de la Virgen se materialice •

    (*) Antonio Basagoitia es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

    GUÍA DE FOTOS: 

    SIHP = Sociedad de Investigación Histórica de Potosí.

    JM = Jaime Miranda.

    MSM = Museo San Francisco.

    PM = Parroquia de la Merced.

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