Dragón de los Andes
Dentro del universo andino, en su clásica trilogía del Ukupacha, Kaypacha y Hanacpacha, coexisten, en diferentes estadios superpuestos, una infinidad de seres sobrenaturales y fantásticos que, dicho sea de paso, no fueron ni son tan sobrenaturales, ni tan fantásticos
Dentro del universo andino, en su clásica trilogía del Ukupacha, Kaypacha y Hanacpacha, coexisten, en diferentes estadios superpuestos, una infinidad de seres sobrenaturales y fantásticos que, dicho sea de paso, no fueron ni son tan sobrenaturales, ni tan fantásticos, en la mentalidad e inteligencia del hombre andino. Todos estos seres o deidades, a la manera europea, coexistieron y coexisten en sus realidades paralelas y superpuestas, en tiempos distintos, o ya paralelamente junto con el cotidiano vivir y dentro de la perspectiva del mundo y del universo del ser humano de los Andes. Es decir, todos ellos estaban presentes como seres reales y no como simples seres mitológicos a la manera occidental.
Una serpenteante historia
Mucho antes de la llegada de los euroespañoles al denominado Nuevo Mundo, en el siglo XV y XVI, en específico a los Andes donde muchos siglos antes convivían distintas naciones, culturas, distintas entre sí, pero unidas por un pasado cercano común, anterior, con antecedentes en las civilizaciones de Caral, Huari, Pukara, Tihuanacu, Mochica, etc. Y es que entre estas multiculturas, aunque hablaran distintas lenguas y dialectos, la gran mayoría tenían una lengua madre o tronco común en las lenguas habladas por las civilizaciones mencionadas, entre las cuales se debe citar el puquina, el aymara, quechua, mochica, etc.
Entre todas estas culturas tan disimiles, pero con un pasado común general, también compartían similares creencias y similares filosofías y formas de ver, entender, y convivir el universo y mundo en que transcurría su existencia.
Y, sorprendentemente, uno de los seres más recurrentes o conocidos es lo que hasta nosotros ha llegado con el nombre de Amaru o Katari.
El Amaru-Katari, como lo denominaremos, fue y es un ser dotado de grandes poderes y fisonomía sorprendente, que comúnmente se lo asocia a la de una serpiente o a distintas serpientes, según la región y hábitat en que se representan culturalmente.
A todo esto hay que añadir que no solo se comparte a este ser en los Andes, sino en la selva amazónica. Por ello, en ciertas partes de los valles, montes y selvas se lo asocia a la gran anaconda. Sin embargo, es un ser que ha aparecido representado en distintas formas y tamaños a lo largo de milenios.
Este poderoso ser y fenómeno sobrenatural no se limitaba ni se limita a su aparición en forma de serpiente. Este ser podía transportarse y transfigurarse en las más distintas formas que la naturaleza mostrara a su semejanza o de manera totalmente distinta.
Su relación con el pachacuti
Para el ser y hombre andino, el Amaru-Katari representa la sabiduría, el ser que cura y se autocura física y espiritualmente, es el ser que lleva la medicina, que posee en su cuerpo mismo la pócima o el ente sanador y curador. Asimismo, es el ser dador de conocimiento, de fortaleza, juventud, sabiduría, que tiene el don de la regeneración. Por ello, a algunas personas les llaman y denominan como hombre serpiente, el hombre víbora o el que posee piel de víbora, que tiene el poder de la regeneración, el poder de volver, el poder del PACHACUTI.
La serpiente cambia de piel constantemente y el hombre que conoce de sus facultades espirituales y medicinales, en ciertas épocas come y se alimenta de carne de víbora, de serpiente, que, según sus creencias y conocimientos, evita el envejecimiento, o lo retarda y le da juventud constante, así como sabiduría y pensamiento filosófico, en esa regeneración corporal, mental y espiritual.
El Amaru está relacionado con el Pachacuti o ciclo redentor o del destino. Se denomina Pachacuti a un múltiple e infinito fenómeno que ocurre en distintos ciclos, relacionados al tiempo y espacio, el volver al inicio u origen, a la vida y la muerte, al renacimiento, a la regeneración, la destrucción, la reconstrucción y la creación.
Y ya sea por todo lo anterior mencionado o por otra simbología, una de las representaciones más famosas es la de una gran serpiente gigante, la cual recorre los tres universos paralelos en el mundo andino-amazónico, el Ukupacha, Kaypacha y Hanacpacha.
KAYPACHA.- Así, a los enormes ríos caudalosos, profundos y largos se suele decir que el Amaru los ha creado y abierto en su recorrido. O que tal o cual río es el mismo Amaru representado en su cauce, en el ondulante recorrido del río, y a su movimiento a veces calmo, o a veces furioso y brioso, el hombre andino dice que es el mismo río quien, a través de su brío, el Amaru se ha fusionado en sus aguas.
Esa es una de las representaciones en el mundo y universo del Kaypacha, además de que también en este estadio aparece en su forma más simple que, como se ha mencionado, es la aparición en forma de serpiente aunque no por ello menos fascinante, pues se ha visto representado de dos y hasta con tres cabezas. Una reminiscencia de la dualidad del URINSAYA y el ANANSAYA (los de arriba y los de abajo, o los de un lado y los del otro lado) que luego se asociaría al águila de dos cabezas del Sacro Imperio Romano Germánico al que estaban ligados los reinos de España con Carlos V y los Habsburgo. Y, asimismo, no se puede dejar de lado la trilogía (por las tres cabezas que a veces es representado el AMARU-KATARI) que rigen las fórmulas espirituales y mágicas de la Llallagua, el Tanga Tanga, (seres sobrenaturales) que los europeos y el mismo hombre andino han asociado a la santa trinidad.
Y no se debe dejar de mencionar que también se le representa con patas y garras, y hasta con plumas y alas. Es por ello que el europeo lo ha asociado al gran dragón.
UKHUPACHA.- En el estadio del Ukhupacha (a veces denominado erróneamente inframundo a la manera europea, en contextos que no corresponden) el AMARU o KATARI se sumerge y emerge de las profundidades, más allá del conocimiento común. De ahí recoge, lleva y trae conocimiento y sabiduría al mundo terrenal. El Amaru, en ese su recorrido e itinerario, remueve la tierra y beneficia los cultivos, pero a veces y abruptamente remueve las montañas y a la tierra misma y causa terremotos, maremotos y los llamados tsunamis que causan destrozos, o lo hace a veces de manera calma, para que otro ciclo comience, se regenere, se levante, se produzca el Pachacuti (Los ciclos del espacio y tiempo, de la vuelta al origen y al renacimiento).
En ese sentido, el Pachacuti puede darse pasivamente y hasta gradualmente, pero a veces ocurre catastróficamente, destruyendo casi todo a su paso, para ofrecer esa alternativa casi obligada de volver a reconstruir y emerger en un nuevo amanecer o civilización. Y viene el tiempo de reconstrucción y de una nueva civilización en algunos casos.
HANACPACHA.- En el estadio del Hanacpacha, el AMARU-KATARI, con su versatilidad, agilidad y facilidad de adaptación y transformación, recorre los cielos, la vía láctea, el espacio. Se lo ve en la oscuridad de la noche límpida u oscura, donde recorre ondulante el espacio entre las constelaciones y astros. Se lo reconoce por algún fenómeno de la naturaleza en que se transforma o transmuta, ya de manera tranquila o de manera brusca y violenta, pero siempre antecedida y precedida de la calma, para, luego de aparecer, irradiar energía y armonía. .
Algunas veces se fusiona con el rayo, el trueno y el relámpago, se une al gran ILLAPA (ser sobrenatural asociado al rayo, o en su totalidad al clima violento).
En definitiva, el Amaru está en todas partes, en todo tiempo y espacio. Por eso ha sido uno de los seres que ha perdurado hasta la actualidad.
Por ello, y por otros muchos motivos, muchos líderes nativos, han heredado, tomado o adaptado su nombre para darse fuerza, para imbuirse de su poderío y de su protección.
En la cultura popular
Desde la antigüedad han perdurado para la historia nombres como Tupac Katari, los hermanos Katari, Chaqui Katari, Túpac Amaru, etc. La construcción misma de la palabra AMAUTA, en su construcción lingüística proviene de Amaru y de otras palabras que la conforman y que significa en su bifurcación elemental el sabio, el filósofo, el sacerdote del conocimiento.
Los clérigos y religiosos católicos euroespañoles, como a todo lo autóctono, andino, le dieron el epitome de satánico, de cosa del diablo, de sacrílego, de idolatría. Esa palabra, a cuya raíz, el europeo de aquellas épocas de oscurantismo, y aun hasta ahora, ha destruido sin medir consecuencia.
Por eso, muy pronto se asoció con el diablo medieval, al que llamaban dragón, que era una de las representaciones del demonio o los demonios y del mismo lucifer, o Luzbel.
Unido y entremezclado a esto, el europeo renacentista lo asoció al dragón y al basilisco.
Pero el hombre andino y amazónico lo retuvo en su conciencia milenaria, en los genes que le hacen rememorar y recrear al AMARU-KATARI, para guardarlo en su mente y en su corazón, y en su vivencia misma.
Ahora, en estas épocas, en estos ciclos y tiempos de rescate, de vuelta al pasado, de cambio al futuro, en estos tiempos de redención, de redimir lo oculto, y de mostrar el origen, el Amaru ha renacido, se ha rejuvenecido, se ha rencarnado y otra vez se ha fusionado al Pachacuti, para que de las cenizas, a manera del ave Fénix, el Amaru-Katari recorra la tripartita del universo oculto de los Andes, al son de quenas, tambores y cantos que le hagan homenaje en su resurgir eterno que también es el don de la misma naturaleza •
(*) José Luis Pérez es vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).